Ishle Yi Park
Es una poeta de origen coreano que radica en Estados Unidos. Es la poeta más reconocida de Queens, Nueva York. Con su primer libro La temperatura de esta agua, se hizo acreedora al premio PEN America Beyon Margins en 2005.
Carta abierta a las chicas de los soldados
hola, tú. Las mujeres se vuelven
encantadoras con la añoranza.
quiero hablar contigo íntimamente –
sobre la sombra de la guerra que se acerca a nuestro jardín,
las horas pasadas cautivos frente a la TV,
el contorno de tus brazos y su brazo entrelazados
como cintas amarillas en el sueño.
por la noche duermes con el muchacho
que durante el día juega a ser soldado.
te despeinó los cabellos,
quizás lloró en el hueco de tu clavícula,
conoces sus torpes dedos,
su torso de buey,
y sabes
que desesperadamente
él quiere ser un héroe.
la noche sin luna en ambos países,
saqueada de sus estrellas. Sólo tus ojos, duros, sin pestañar.
allí, bombas que llueven como truenos y balas, como una dura,
dura lluvia.
no te pediré que llores
por otras mujeres, que dan vueltas en la cama,
ansiando la esencia de almendras
de sus propios hombres,
arrojándole plegarias
a un silencioso dios extranjero,
tu tristeza tiene su propia pequeña órbita –
un hombre, marchando como una hormiga
con su pequeño casco
hacia un inhóspito horizonte de polvo naranja,
en una tierra donde su lengua es polvo,
donde los planes y los motivos
de su país natal
vuelan a millas de su cabeza. Él está ahí
para cumplir órdenes, para ser un héroe, para tratar de ser
un buen hombre.
¿qué podemos hacer?
te lo pregunto con las manos vacías.
te hablo como una mujer
que también ama a un niño soldado, un niño hombre.
¿qué podemos hacer?
nosotras que esperamos como guijarros –pequeñas, duras, brillantes,
nosotras cuyas bocas
se quedan sin palabras como páginas desgarradas,
cuando todo lo que queremos decir es –
deshagan las cintas amarillas
y las ansias por mayores libertades
o reinados –detengan la guerra fallida
y devuélvannos a nuestros hermosos y golpeados hombres,
antes que nuestras vidas se desarmen como sogas deshilachadas,
antes que la guerra invada el frágil país de nuestra cama.
tal vez a la noche
deberíamos tramar una rebelión,
susurrarle que dispare en otra dirección,
ocultarse –
decirle:
no hay vientos y canciones
cuando mueres siendo una leyenda joven.
sí, éste es un poema de amor
disimulado dentro de un poema sobre la guerra
para mujeres, dejadas con mordidas de amor,
magullones, rosas, bebés, y anhelos desplegados más allá
de cualquier bandera.
para hombres, que guardan nuestras mejores fotos tamaño billetera
bajo sus cabezas, para que los cuiden, para hundirse en todos
sus sueños no dichos.
para amantes,
que dejan ir cartas como palomas de papel
que sobrevuelan océanos trazando un arco blanco, para aterrizar seguras
en las manos del amante –
palabras con alas, temblorosas, y esperando ser
abiertas.
Retrato de una habitación en Bronx
Máscara de carnaval
Enormes sábanas pegadas a la ventana
La helada sobre el plateado parachoques
del tren verde limón que se aleja, que avanza
agitando las ventanas
cucarachas de cobre, de Bronx
Corrompiendo el fregadero.
La luz golpeando suavemente la piel sobre mi pecho
Silencio en la alberca, congas rojo-ciruela
Que música tan sensual
Vino y whiskey, argumentos
arrojados
Por un sucio arranque.
La habitación necesita
Un poco de luz
Un hálito brillante y cálido
5 mantas rotas calientan
El frío invierno
¿Qué boca,
qué suaves párpados y largas piernas
qué suaves párpados y largas piernas
qué secretos codiciaremos detrás de las puertas cerradas como labios?
¿Cómo sucumbirán mis huesos a la oscuridad?
¿Qué absurda imagen me sobrevivirá?
Toda esta comedia, un sofá sucio, sólo un instante
¿Quién seguirá amándome?
¿A quién moriré amando?
Tomemos esta noche
Sobre las tumbas
Iluminemos
Este espacio hueco,
Tu boca
Una ardiente flor negra.
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