viernes, 24 de diciembre de 2010

CARLOS LÓPEZ DZUR [2.629]



Carlos López Dzur



Narrador, poeta y filósofo, nacido el 1 de septiembre de 1955 en Puerto Rico y residente en Orange County, California, desde hace más de 30 años. Caribeño, con visión hostosiana y bolivariana, es candidato doctoral en Filosofía Contemporanea en la Universidad de California, Irvine. Cursó sus estudios de B.A. en Literatura Comparada e Historia Latinoamericana en la Universidad de Puerto Rico; obtuvo dos M. A. 'Summa Cum Laude' en Montana State y San Diego State University. También hizo estudios graduados en Filosofía Contemporánea, siendo discípulo de los filósofos Dr. Alfred Stern y la Dra. Martha Nussbaum.

Su libro, El Hombre Extendido, fue laureado en el Certamen Literario Chicano de la Universidad de California, Irvine, en 1986. Anteriormente, fue premiado su libro de ensayos y poemas Cuaderno de Amor a Haití por el Liceo Iberoamericano de Cultura de Los Angeles; posteriormente, López Dzur ganó varios premios en las categorías de ensayo investigativo sobre temas cubanos y de poesía por textos de su libro inédito, Tantralia, reconocido por la Casa de la Cultura de Long Beach en 1996 y 1998. Fundó y dirigió en San Diego la revista multicultural Sequoyah, junto a los profesores César A. González, Dr. Juan Manuel Bernal Becerra y la Dra. Ivon Gordon-Vailakis. La revista se continúa en modelo virtual: Ver.

Su primer libro fue Sarna de la ira parda (Editorial QeAser, 1980), cuentos; al que siguieron La casa (1988), poemas y dos ediciones de El Hombre Extendido. Publicó las novelas Simposio de Tlacuilos (Editorial Nuevo Espacio, New Jersey, 2000) y Las máscaras del tabú (Great Unpublished, South Carolina, 2001). Sus libros más importantes están inéditos en papel, pero se han compartido extensamente en sus bitácoras y en innumerables revistas electrónicas, incluyendo Desde El Límite, Tertulia de Mizar (Puerto Rico), El Perro Andaluz, Adamar (España), Isla Negra, Argos (México), Muestrario de Palabras, Letralia, Mondo de Kronhela (Argentina), Parnassus, y otras. Entre ellos, están Teth, mi serpiente, Tantralia, Heideggerianas, El libro de la guerra, Leyendas históricas y cuentos coloraos, Epoca de San Sebastián del Pepino, Canto al hermetismo, El ladrón bajo el abrigo, Memorias de la contracultura, Manual de filosofía para incrédulos y las novelas Para matar a los dioses, El pueblo en sombras, Diario de Simón Güeldres, Berkeley y yo y otros.

Sobre su obra ha dicho el crítico y poeta Joserramón Meléndes: «Lo qe aya qe decir de Carlos A. López se dirá de su prosa. Sus cuentos retoman la altura de la mejor tradisión puertorriqueña qu conocimos asta Luis Rafael Sánchez». El antropólogo mexicano Luis F. Cariño Preciado, al reseñar su poemario La Casa (California), anotó: «Cuando uno viaja por las letra de López Dzur quisiera oirlas pronunciadas por él y de inmediato comentarlas. El manejo que hace del lenguaje es tan nuevo... nos tiene acostumbrados a un nuevo manejo del idioma, a una novedosa forma del lenguaje, gracias a la cual nos transporta a originales interpretaciones del todo y sus partes. Leer sus textos es someterse a una ráfaga de ideas y pasajes mentales contrarios a sí mismos y entre sí, pero consecuentes en la esencia». El 4 de abril del 2000, el laureado poeta puertorriqueño Vicente Rodríguez Nietszche comentó sobre la poesía de López Dzur: «Tus poemas están escritos con verdad y sustancia vitales que podemos llamar poesías».

De su libro El hombre extendido, el poeta Juan Manuel Pérez Álvarez ha dicho: «Tengo que decirle, pues faltaría a la verdad si así no lo hiciese, que siempre me ha gustado su poesía, esencialmente simbolista y moralizante pues todas las obras de arte lo son... como el mensaje sublimado de la cultura de la 'globalización' ... Si Ezra Pound fue confuso muchas veces, usted logra una lucidez más nítida y menos politizada. El Hombre Extendido es uno de sus libros que más aprecio porque me parece un resumen de la mayor parte de su produción. Solo el título ya me parece muy sugerente».







La creación del mundo / Nirmankaya

Mahadeva

¿De qué hablan en rigor, Mahaka,
señorazo del Tiempo y el Todo,
quienes no aceptan sus ojos perceptivos
y su curiosidad anhelante?

¿Son así como los míos los ojos
de quien destruye y crea?
si la cara los sujeta, reverentes
y fijos y curiosos para que disfruten
lo viviente y sus distancias...

El Mahadeva, ¿no dijeron? es el crío
del corazón, el niño eterno, la inocencia.
Sin Parvati no puede vivir.
Sin el olor de la tierra su básica realidad
se nos pierde, una mitad de su cuerpo
se escarnece, se aniquila...

¿Para qué tener narices y paladar y voz y oídos
si la vida del mundo fue descrita despiadamente?

Si Dios es el Todo y obsequia el Universo,
por mi pensar y mis sentidos, ¿acaso no me dio
también Su Semejanza, un Ser de lengua azul?
Un tambor para mi danza eterna y tres ojos,
no dos, tres ojos, agua y fuego para abrir
el espacio del Eesaana.
¡Ahora alegan que soy desemejante
en la adorable infinidad de los paisajes!

6-15-1980






El tronco

Son muchos los árboles
que vienen a tu ribera a dejar cada hoja,
a enflacarse de otoño, a pedirte amor
y ligamentos y raíces.

Son tan dulces tus costillas unidas
a cualquier tallo, te quieran o no
los comegenes que repudias,
los iguales que aman, los que sueñan
inútilmente parecerse a tí para atraparte.

Si no tienen esa suerte, corazón adentro,
es porque ya andas conmigo.
No hay tonto que replique para su provecho.
No hay tonta que no se trepe
al tronco de nogal y no se mueva hasta sacar
su pulidez y lustre al pardo rojizo.

La voluntad del placer es tan soberana,
tan soberana que traiciona, que separa, que solve...

¡Qué no has hecho por una robusta tranca!
por eso a las mil y quinientas,
sin que amanezca, yo te pregunto
si me quieres más a mí, o más a otros...
Te he buscado como forastero que llega
al templo, como metelón entre vestales...

Donde quiera que sea tu olor de hormona,
pregunto por tu médula adrenal y por las horas tardías,
por tu concha y por la forma de artesa de tus babas...
y, cuando tengo suerte, tu soledad y la mía se hallan...







Tu nombre

Aprendido tu nombre, te habré dicho gracias
por primera vez y estaré por admitir
que te he querido a veces, que me has quitado
los mocos, que me has herido el rostro,
que me dueles cuando no me recibes
tanto como me duele que no busques
en mis propios caminos y navas...

No que te quiera mejor como en ollas de Egipto
ni menos que te quiera en andanzas de rogona,
pegostes nomás de adobe
y no que no tengas marmita para cocer el rancho
a la tropa; sí que la tienes y por eso te olvido,
porque los celos hacen daño y mejor no tenerlos;
pero yo no aprendo a recordarte
todo lo bien que mereces
ni te amo todavía lo suficiente
para que no me duelas.

Tu nombre se ha confundido
con muchas cosas, agradables y diarias:
la chava con pantorrillas en alto,
encima y abajo de metecos
y tobillos lujuriosos que ríen,
con boca satisfecha y sonrisa tan amplia.







Detalles para más desearte

Has dicho que han nacido guajalotes en las recámaras
aunque, de cierto, que de mole
para esa noche no pasan; nada de lo tuyo
quedará sin lamido, degustado...
el ombligo provocador, el hondo abismo,
los senos tuyos que se mecen,
con ritmo dulce y juvenil de colegiala;
sí... tú eres quien,
al examinar la morondanga
del que viene y va,
inspiras mi recuerdo de hartazgo,
me das para hoy y mañana,
más nunca hartazgo eterno, cósmica abundancia;
nada entregas de este mundo
que carezca de hermosura rutinaria.
Diariamente brutal, eres.

Entonces, pienso que, con tu amor,
mi vida seguirá vacía... y por eso...
lindo ombligo, ricas nalgas, deseo
y nostalgia de amor, ¡eso eres aún!...
¡Es lo que quieres ser; es lo que puedes
y lo que aún deseo cuando me faltas!







Me olvidas

No eres loca que coma lumbre,
ni yo tu igual aunque quiera quererte
y sepa que me quieres, si es larga tu ausencia.
Pero no me redimes ni me lloras
porque por cosas mayores te vas al infinito...

Te querré con la misma propiedad
con la que mis ojos te han comido y perdido
en la tragedia cotidiana y natural, que tú me olvidas.

Me has gustado y es injustamente predecible
que te haya olvidado, a veces repitiéndote...
¿Por qué sigo creyendo que el amor puede ser más
que amor y el placer, una puerta y un naufragio?

Si, en el mundo, tus milagros se vuelven
la accidentalidad tras la antigua idolatría,
a penia, miseria de timbal y patarata.

Voy a aprender cuán dura es tu costilla
por causa de que te encuentro para volver a perderte
y fingiré que te amo menos de lo que te amo
para que confíes en tu órbita
y para que me veas como el sol, que se aleja
cuando otro ajeno sistema planetario
está más cerca que mi aliento encima de tus pechos;
pero te voy a seguir, similar ronda del eje,
creeré que te iluminas cuando yo soy oscuro.
Que la Luz por la que giras
como si fuera tu lujo perdido,
irremediable, no soy yo...

Como si fueras una tragedia, un suicidio,
un mal sabor divino,
una blasfemia tracalera,
mi bien amada, te vas, Kali te quitas,
destructora, de mi vida.

2.

Yo sé que te quiero porque eres única.
En el fondo, no me necesitas para nada
y has rechazado de manera igual
toda forma coactiva de externa aproximación
. Me gustan las mujeres como tú:
solipsistas, anárquicas, sin dueño...

Daría algunos nombres para mencionarte;
¿y a quién importaría, después de todo?
El fundamento de cualquier relación
se define desde tí y tu red de autonomia.

Yo me cuelgo de tus escupidos.
Conozco tu miseria de araña
y la supremacía de tu vagina irreverente.
Siquiera tiene la evolución del patrio gobierno...

Hilas mi abismo de plata y soy el suplefaltas
al que sólo has compensado
con besos, distancias y recelos.

El mundo externo se subordina
a la única realidad de tus pelos
y yo recuerdo que sudas tu conocimiento
y se me antoja tu calidez y tu sudor
como lo más bello del torbellino de la historia.
Hemos sabido ser cómplices,
con el susurro del AUM...

3.

No existe más que el yo,
el yo que hierve en resina alcanforada
cuando el amor se vuelve un talismán
es decir, la mujer que filtra el tabonuco,
o sale de cualquier árbol
en que esté metida,
como Filis en el almendro.

4.

¡Qué maravillosas son las mujeres
que entran por los ojos
y que dejan su alcoiris en las pupilas
y los pedazos de estrellas, aunque fugaces,
como olor que no escapa
al tajalán que gruñe hasta las trencas!

¡Qué maravillosas cuando se convierten
en memorias para los dedos
y nos desprecian, a media talla,
porque han visto sus sombras
derramadas sobre el pecho como babas!

(Publicado en la revista Argos (México), Núm. 10, Abril-Julio del 2000,
y en El Perro Andaluz, España, y en Hispanic Culture Review,
Vol. VI, Number 1-2, Verano 1999-Primavera 2000)







Carlos López Dzur

Testimonio de la separación

Nº 2


Otoño 2000



Claro está: ¡yo admiro a los fieles
que gravitan por contrato, ante el altar, sus vidas enteras
diciéndose el amor con mil demonios hasta sacar
ternura de las órbitas,
compensación de los puercos neutrinos
y girones de belleza de los tuétanos radiantes!
Los hay.
¡Pero no somos de esos!
Somos precarios bichos de lo oscuro.
Te conocí como al amor hecho abeja en el Foro Boario
y acepté tus dulzuras de magnetones,
limpio de polvo y paja, ambicioso del beso y la maraña
que prometió tu cuerpo endemoniado.
Fue una noche medieval del espacio que te ví,
bruja con curvas de capricho y elipsoide maña de panales.

Me propuse ser tu zángano de turno,
a perpetuidad, por 1031 años de aspavientos...
Tú, en mi lomo, tomándome de escoba, trapeándome
el salario para vestir de ángel tus hambrientos antojos.
¡Tan mediocre, vedezuela de bazofia y bambalinas!
Nos horneamos en la mufla de panes desiguales
que se muerden en la gavia del estómago
a pesar de beberse como velámenes de entena.

Zarpamos juntos a la aventura de ir al viento
con la ambición de ser felices
a cuestas, calle abajo,
hacia inciertos puertos y mares de amor y farándula.
Queríamos volar, con esta piel atada a la murria de la Urania;
pero, ¿cómo, cazadora de hadron, si estuvimos vestidos
con biotina amarga y sobre camarotes de chalupas y no vimos
otro sol que dos cuerpos contra el denso océano de eclipse
y el telón del teatro?
¡Claro está, en la carne, sí fuimos felices!
Tú fuíste el lipocito más sabroso
y, exclusivamente, por eso me gustaste.
Y si el amor es placer, ¡fuimos felices
hasta el día que quisimos un sorbito del dolor
que la pasión esconde, veta del sol que al amor quema!

Prometíste cien millones de íntimos momentos angulares
y derramar la horchata en brincos de isospín
y desvanecer sobre mi pecho tus peras térmicas de abrazo,
puchunguita de helio,
y rozar sobre mí tu vientre y tu ombligo,
tu clítoris que es 1840 veces mayor al Amazonas,
es decir, es el protón amado, al que obsequié electrones
(y así, pensamos, tendríamos hijos de luz, gusanos con porvenir).
... pero luego hicíste chafaldetas con el ano
porque, ¡eso ni qué! rumbas con sabiduría.
Todo lo tienes en forma de cadera y culo maravilloso.
¡Duras y redondas serán tus nalgas
hasta que, a tontas y locas, se colapsen
entre las espirales del quarkonio y en la candela lipoide
de la danza y el polvo sideral, sin nadie que te aplauda!
... pero, si por algo te amé, fue por tus nalgas,
por tu cuerpo de sirena, por tus duros muslos
y esos tobillos de vedette, bruja del cosmos...

Trajíste a mi vida la Urania en mancebía
y yo me embravecí como una ola
para entrar en pabellones de tu alcance
e intimar con tu útero y carpelo, tu fragua más sabrosa,
porque eras mujer con olor grato
para labios golosos como los míos.
Yo, el zángano de la chufa,
tuve anhelos volátiles, ab irato,
y una soledad de pocilga soñadora.
Necesité de tí, desesperadamente.
Estuvíste sedienta de espectáculo,
cantante, actriz, modelo, bailarina...
¡Eras la extroversión, la pirotecnia
del lenguaje, el carnaval de la emoción
y la anarquía del cariño y el juego!
Me enamoraste, entonces. ¡Me enamoraste!

Llenaste con deleite mis ojos hasta el fondo del iris.
Entraste en forma de palabra y, por años,
te quedaste con las cuencas de mi oído
y la raíz de mi voz y las puntas de mis dedos
y mis pezuñas hundidas y mis entrañas...

Los hay.
Habrá quien no quiera más que la atadura
y sea conforme con que tengas la voz suya como tuya
y que sus dedos ya no pertenezcan a sus manos
porque son dedos que han tomado tu espléndida pulpa
y han quedado presos a tu piel, sin escapada.
Una hembra que chozpa como mula lo hace mulo,
ciego, torpe, imberbe, manso, oscuro...

Los hay.
... pero tú y yo no somos de esos
y la promesa del altar se hizo mentira cuando llegó
la sordo-muda sabandija, núcleosíntesis,
y se partió en dos el Jordán y nos perdimos.
Te fuíste por tu cartel de películas baratas
y tus senos se salieron del corpiño
y tu doliente tráfago de bohemia te hizo
querer halagos de otros hombres
y yo me fuí, por mi poema y por mi voz,
por mi aventura y por mis libertades de ladrón.
Sin mi anarquismo, mi dignidad no vale
y nada puede obsequiarte que me pertenezca.
Tú, por las demencias diminutas
de modelar un tanga, o filmar cinco minutos
de escoria, o desvelarte en egotismo de grandeza
creyéndote una estrella consumada, renunciaste
a todo juramento; pero quisíste lo que menos vale
del pan de trastrigo y los huesos de ferroníquel.

Cada quien haga con su vida
lo que pegue la gana.
No hay loco que coma lumbre
y por eso, en la carne, me gustas todavía;
pero mías son las palabras mientras yo tenga voz,
mías son las orejas mientras te pueda escuchar
sin entenderte, mías son las yemas de los dedos
y las uñas porque te escarbé en aras de tu alma
y me gustó tu lepra cósmica, elemental, de abejorra;
mía es la voluntad con que te dejo
y mía la nostalgia con que te dije adiós.

Claro está: yo admiro a los fieles
que gravitan por contrato, ante el altar, sus vidas enteras,
pero bajaste demasiado a prisa del amor sublime
y tu cuerpo que fue, panal o colmena, se volvió
la tumba del peligro, donde me sepultaste
y no me dejaste subir, supinamente,
cuando tendí mis brazos para retenerte
y alcé mi voz para acusarte
y limpié mis oídos
para oír si me amabas.


4-8-1985. Miami, Florida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario