martes, 21 de diciembre de 2010

2577.- JUAN CARLOS DE LA FUENTE

JUAN CARLOS DE LA FUENTE. Perú.
Poeta, escritor y periodista. Estudió Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos en donde también siguió estudios de Literatura. Luego de muchos años de experiencia en el periodismo, realizó un post grado en Comunicación Corporativa.
Influido por las historias fabulosas y los poemas que sus abuelas materna y paterna le contaban y leían por las noches cuando le hablaban de sus abuelos ausentes (un japonés deportado en tiempos de guerra y un político perdido en la clandestinidad), De la Fuente Umetsu sintió desde pequeño esa atracción inevitable por la literatura y por la poesía, que a fin de cuentas eran y son su manera de relacionarse a través de la ficción y la belleza tanto con su historia personal como con la historia del mundo.
Desde muy joven ha sido reconocido en Concursos de poesía como el de la Municipalidad de Lima (1981), Manuel González Prada (1985) y el Poeta Joven del Perú (1985). También ha merecido distinción en el Premio Copé de Poesía en 1990 y 2007.
Se trata de un poeta de un exquisito lirismo, cuyos versos contienen imágenes de gran belleza que constituyen una manifestación muy personal y original; una poesía reflexiva que se desarrolla dentro de una insularidad metafísica, en la que además de signos lingüísticos se incluyen signos visuales.
Su pasión por el periodismo lo ha llevado a pisar y dejar huellas en diversos medios de comunicación escrita, revistas especializadas nacionales e internacionales.
Fue Coeditor de la Revista Cultural del diario El Peruano a comienzos de la década de los noventa y editor de la revista Fin de Siglo; así como colaborador en el Diario El Comercio.
En 1999 publicó Declaración de Ausencia, su primer libro de poesía, y en el 2008, el poemario Las Barcas que se despiden del Sol. Este año publicó La belleza no es un lugar (Carpe Diem).
Sus poemas han sido publicados en revistas, diarios y en diversas antologías del Perú y el extranjero.
De este modo, hace más de veinte años, transita por este mundo con la poesía y el periodismo. Como una forma particular de mirar el mundo; de vivir, de respirar.




POEMAS DE
JUAN DE LA FUENTE





UN HOMBRE BUSCA
Su cuerpo en la noche. Yo

No soy ese hombre. Soy
El cuerpo de ese hombre

Viajando en la noche.








EL SOL SOBRE MIS ZAPATOS

Mis zapatos detenidos en un tramo de la noche.
Lejos estoy del sonido de los hombres.
Un domingo y una visión
Son mis fantasmas
O mis guías.
Apenas salgo de ti, me encuentro:
Camino que duermes al final de la avenida.
Tal vez estás en otra parte.
¿En dónde estás y con quién estás?
Quieto, aguardo el mundo que me traes.
Pero no te reconozco.






DECLARACIÓN DE AUSENCIA

Palabra de viento, silencio que habla, dime
¿Dónde está tu madre? ¿Dónde
El tejido de sus horas,
Sus noches sin noche,
Su fuego que se oculta y me habla de ti.
Y entre ráfagas de sombra
Socava la luz, la puerta falsa, la cocina?
¿He de esperar que regrese?
Palabra de agua mis obsesiones fluyen atascadas.
Mis ideas me piensan, mis rastros me caminan.
Pero no, hijo mío, Telémaco, no es del dolor que te hablo.
¿Dónde está tu madre?
Palabra de atajo, comprende mi extravío.
Hace meses que despierto sin haber dormido.
¿Estaré soñando? ¿Estaré buscándola?
Sólo escucho sirenas.
Sirenas y naufragios cotidianos.
Luces rojas que anuncian su partida. En mis ojos
Se incendia la casa, se incendia la historia.
Y yo no lo creo.
Y yo no lo creo.








ESTACIONES

1

Honradas las cenizas con que ascienden
Estas alas atrapadas por el peso del vacío.
Honradas y fértiles bajo la espuma
De un cielo húmedo y salvaje.
Sedientos y callados
Habremos de escuchar el circunloquio
De un ebrio
Que nos cuenta su verdad.
Y nos olvida.

2

Secas las brumas los atajos
¿Dime por qué cantas
Señor de la intemperie?
A cada nota los silencios
Hablan del andamio de los astros.
Yo sostengo que he vuelto
A rodar sobre las playas.
Muerto y frecuentado por los otros
Habré un día de llegar
Donde mi cuerpo se esconde.


3

Escritos están los designios del lodo.
A su lado descansan
Ciertos rostros ausentes.
Quien los viese diría
Que la espera se oculta ¬al final
Bajo las piedras.
La espera:
Ha de venir con los trenes.
Me mirarás y habrás marchado.
Seco ser entre las brumas
Se encierra tu epitafio.

4

DE LEJOS LA MAREA cesa
De crecer en nuestros vientres.
Hay algo de ángeles.
Y algo de locos.
Y algo de poetas.
Algo de caer azules
Sobre los mares incoloros.
La noche y su destino.
La luna y su cobijo.
Seco mis ropas al sol de la costumbre.
Para que canten.
Para que sean libres.
Y yo canto.







DETRÁS DE TUS OJOS ESE VASTO PAISAJE DE TRENES

Aproximándose al mar.

(¿O eran caballos?
¿O eran ángeles?)

Toqué el agua que la luz dibujaba
En tus orillas.

No pude beber el tiempo y mi sed.

El mundo imponía su lenguaje: otro mundo
Hablaba a través de ti.

Llegó el recuerdo.

De una lágrima quieta
Emergió el pez.









NO TE ASUSTES: ES EL RUIDO

Que producen las miradas.

Cuando te vayas
Te mostraré la tarde.
Y será tarde
Tu regreso.

Te mostraré la noche
En que te pude ver
Con estas manos.








ES TIEMPO

De recordar
El instante
En que un minúsculo
Punto negro
Sobre la mesa
Te mostró
Su centro
De luz.

Su sabio y limpio
Vacío.









CANCIÓN DE LAS MAREAS

Convocado por el lodo.
Amado y desterrado por el miedo.
Luz de esos campos regidos por la noche.
El viento de una tarde se agita en mis papeles.

Miro el olvido:
El corazón que huye
Es una flor creciendo en los arbustos.

Me preguntaste por la historia.
En tus manos se agitaban los peces.
En mi casa los náufragos dibujaban paisajes.
Ebrios
Perseguían a sus sombras
Y olvidaban el fondo del mar.

Me preguntaste por un barco
De arena y de musgo.
Mis palabras permanecen allí,
Detenidas.

Tú las miras venir hacia ti.
Acaricias su silencio.
¿Escuchas?

Hay algo que ha crecido al margen de nosotros.
La música, la tarde, la cocina.
Al abrir mis ojos, apareces.
Al abrir mis ojos,
Ya no estás.
La ausencia es este mar que aprenderá a quedarse.










VIAJE

Mi cuerpo es mi viaje.
Mi forma de partir o de quedarme
Detenido en una huella
Que tal vez crecerá hasta alcanzarte.
En el fondo del mar
O en la ciudad sin fondo en que te pierdes.
Mi forma está presente como un eco.
Espejo de una voz antigua que se mira y te recuerda.
Sonrisa abrazada a la tristeza.
Sonrisa hermana de los puentes.
Tú eres mi puerta entreabierta.
Mi ventana a la noche.
Desde ella te miro.
Y me veo alejar.









NADIE DUERME. DUERME ABRIL

Entre tus piernas.

¿Quieres que me vaya?
¿Quieres que regrese
Para irme?

Nadie duerme.
Duermo yo. Un charco.

Un charco de recuerdos
En tu vientre.

Pero yo
Te exijo una palabra.

Escucha:
No hay palabras hay espejos.
Y esta tierra
Tiene el color de nuestros cuerpos.

Pero dime
¿Cuál es el color de nuestros cuerpos?

La mañana
Recibe a la noche
Y la acaricia.
En la plaza
Un ciego conversa con la luz. El cerro. El mar.
Es lo mismo.

Pero yo prefiero
Mirar el mar.

De Declaración de Ausencia, 1999 (Asaltoalcielo editores)










(preludio)

La nave viaja en sí misma. el viento seduce los caminos.
los héroes yacen en la playa de un sueño, suave como
una espada abandonada en el cielo. tránsfugas celestes
que callan la primera palabra. el hombre en su bajío,
siente. reman sus ideas con la luz de un río. la piedra canta,
el ave despierta y cruza la noche con su mirada.
no hacen falta atajos. el hombre está de pie, junto a tu puerta
y grita eternamente que le abras.

hay peces sujetando los colores del agua









yo soy la piedra que ha salido a buscarte:
mujer o agua. yo
la canción detenida, el abrazo solo, el camino que recuerda
que fue un río y se arrepiente.
amenazado de luz.
me confieso portador de la noche y llego a ti, que ya te fuiste.
el mar en mi piel, la piedra en mi piel, el escenario
donde una mirada se extiende como un cuerpo.
yo
que soy la piedra que ha salido a buscarte
estoy ahora recostado en mi cuerpo, y me pregunto: ¿seré yo?
llegué tarde, porque salí temprano de mi casa
y me tropecé con la esperanza







me he vuelto de piedra
para esconder mis límites
de piedra y aire me he vuelto a mirarte
creciéndome en el pecho como un astro
he trazado signos en mis ojos
escaleras pequeñísimas donde ninguna huella calce
templos de polvo
tan azules que el mediodía se volvería negro
y el cielo temblaría de vergüenza
de piedra y aire me he vuelto para verme
partir dentro de mí
hasta dejar de ser el agua
que se perdió
entre las aguas









¿qué silencio es aquel contenido en el hacha
en el alma que oscila entre el mar y la roca,
entre el cuerpo y el árbol que una furia ajena golpea
como si golpeara el cielo
y las estrellas temblasen
y el sol regresara a la noche para despedirse?
¿qué rostro es el que queda después de tanto rostro?
la tierra se oculta.
¿los cerros son la sombra imposible del mar?
¿qué huella es la que no se deja,
qué luz la que nos crece en el pecho como un charco?
las voces titilan y la primera piedra canta.
¿nos crecerán sus raíces en el alma?
¿se acercarán todos los árboles de nuestra historia
y estar aquí será como virar el destino?
te preguntaste tanto, viajero, y acaso
tu muchacha era la noche que bailaba.
te encerraste en su danza. la poseíste
hasta que ella danzó para ti.
el hacha amaneció como una hoja mansa.
y la lluvia habló sobre tu cuerpo

(De “Las barcas que se despiden del sol”
(2008, Piedra de Sol/Tranvías editores)













PUENTE

Escucha cómo bulle el río
y se enreda en tus cabellos
y baja por las calles
llevándose tu sueño
para que nos toque a todos.









VOCES

Escribe la noche que pasa sin atavíos
y se contagia de una sed extrema,
de un latido
Luz salvaje para tus ojos de camino
La verdad se rompe como el aire entre tus manos
Recuerdo de ave grabado en la sombra
Donde un ojo se abre mientras otro se pierde.









OTRA VEZ EL RÍO

Eres el mismo río de mi infancia:
oscuro a mediodía, luminoso de noche
Te he escuchado llegar
He intentado hablarte
He perseguido tu voz
Y al nacer, he muerto.








AVENIDAS

Deja que la calle se abra como un paso
y el paso se abra como una ciudad
Deja que la ciudad y la calle
se abracen a tu cuerpo
y una rama sin tiempo
cuelgue de tus palabras cerradas
Sentirás
que la luna vive aquí, entre tus papeles
y que el oro de la piedra se sumerge en el mar
Deja que las cosas crezcan a pesar
de sí mismas y la música pronuncie
una estación de cuerpos grises
abiertos como la lluvia
al caer sobre las cosas tristes
Y que todo deje de ser triste:
el habla, la mudez y el terciopelo blanco
donde todo es negro
Deja ya de gritar por esa esfera
que rueda hacia ti
y está contenta.








OTRA VERSIÓN

Nació un río
Entre tu cuerpo y el cerro,
nació un río
Un adiós
fluye hacia adentro y afuera.








SEÑALES DE TIERRA

Deja todo lo que tengas:
la tarde que te abruma,
el solsticio de invierno en tu memoria,
la falsa plenitud de estar ausente,
la luna que se esconde entre tus venas
Que nadie te distraiga de lo que no ves,
porque lo verás todo
Y todo lo habrás olvidado
Sigue tus pasos
Ellos te guiarán hasta el tiempo que habitas
Una luciérnaga como un aro de agua
y luz escanciará tu camino
Sigue la voz que no te habla
Sigue la piedra que se aleja y no te apartes de sus huellas
Síguela hasta entrar en un bosque irremediable,
que escapa desde siempre
Y regresa a ti.







NACHIKETAS

(I)

Dime algo, Nachiketas, que me regrese de la vida
y me lleve a ese río perpetuo que
recorre tus pasos

Desnudo de azoteas y edificios
atravesados de fantasmas y piedras,
de olas suaves y recuerdos como precipicios de mar
en tu cabeza

Dime,
¿el regreso es una casa o un presentimiento
que corre y corre
y nunca llega a alcanzarnos?

¿Es azul este camino negro?
¿Es negro este blanco deseo de volver
a estrechar tus manos para recobrar
aquel sentido último del precipicio?

Dime algo, bruma que traspasas mi frente
y me haces volar hacia el principio
después de haber perdido el final.


(II)

Regálame la primera palabra
o la última, Nachiketas

Nada diré
No contaré nada

Para irme, regálame esta noche,
la historia de los cuerpos encontrados,
el extravío inútil,
el inútil afán de seguir
a quien nunca estará a nuestro lado

Regálame esta vez, la primera palabra
o la última
La cubriré de calles, de olas
y colores transparentes
Pues yo también me pierdo
en esta historia, Nachiketas
Como todos nos perdemos en nosotros.


(III)

Dejo en blanco este paisaje,
esta señal de alerta enmudecida frente a ti,
el amor ausente y el refugio

Dejo la faz de la tierra en tu corazón
y un latido más
antes que el tiempo ya no sea este río
que sube y se desborda
ante tu puerta Nachicketas

Y ahoga tu arrogante silencio.








TILSA

Olías a jazmín -como tu sangre y
un viento de piedra se apoyaba
en tu vuelo

Era abril cuando la luna

Y de tu vientre de agua
emergía un rostro

No lo vimos
No lo quisimos ver

La batalla fue en abril

Cuando la luna
huía de la luna.









YOSEMITE

La brevedad del árbol no alcanza
para distinguir el agua que fluye hacia los cuerpos
y penetra en ellos:
Mensaje de piedras que se abrazan
mientras sueñan el precipicio del tiempo
allá arriba
En el cerro sin rostro donde un hombre
se mira y un bosque de pinos desciende
hacia la costa
Más allá de la arena
En un río de gestos y palabras
cuando el sol está solo

Sol sin sol
Iluminado.









ESFINGE

Arderé como la tarde que te trae,
diosa escondida en mi lenguaje
Desde allí has de salir a buscarme
para cuando me encuentres
ya te tenga a mi lado.







HÉLIDE

Nadie en mí como tú misma
Nadie en ti como yo mismo
Si nos separara un rayo
Ese rayo temblaría
Le crecerían alas
Y una tenue memoria
Despertaría al agua
Que proclama sortilegios
En mi voz
Cuando mi voz te desconoce hasta el abismo
¿Por qué te acercas cuando estás distante?
Nadie en ti lloró de fuego
Nadie en mi incendió una lágrima
Si un rayo fuera de agua recibiría la luna
entre tus ojos la mecería hasta la flor
Le mostraría la semilla que te llenó de bosques

Pero el agua, arde
Pero el fuego, moja
Y hay una isla hundida detrás de cada isla.








ELEGÍA DEL COMIENZO

Sigo el azul de tus pasos
como si fuera a perderme
definitivamente
en el mar

Mar de otros tiempos y otras batallas
Mar que en el mar se fecunda para abrirse a la noche
Mujer desnuda y sin límites
caminando la calle hasta dejar atrás al mundo
cuando estalla la mañana y la luz
sin embargo se apaga

Mar de lágrimas como estrellas
que salen de tu cuerpo y tienen forma de aves
De aves negras fundidas en el blanco de tu corazón

¿Cuántas veces te he nombrado, amor?
¿Cuántas veces te he nombrado, para olvidarte,
corazón?

Tú siempre has ido delante de mí
como un camino desatado

Presa en los látigos del aire
rompiste la roca
y el cerro que la cobijaba

Ahora vienes
Y si es tarde inventa otra tarde
Y si es demasiado tarde ya
no inventes más tardes
Sólo arrúllate

En la palabra final está el comienzo
de todas las palabras

Deja que te hable el mar.








CONJURO

Si mis palabras crecen en ti
y tus palabras crecen en mí,
estaremos a salvo, hijo mío

Nuestros destinos caminan
más allá de nosotros

Somos la esfera que arde
y se convierte en mar
en lluvia
en lágrima

Y ese silencio cómplice nos obliga
a callar
Sin palabras que guardar en el diván
Sin secretos que desnudar en esta plaza
en la que ahora estamos juntos para
volver a todas partes

Hijo mío: Yo también soy tu hijo

Es lo mismo crecer
que detenerse en tu mirada

Aunque estemos perdidos somos dos los encontrados
Al borde del camino somos el único camino
El uno para el otro invocando el origen de todos

Ahora somos todos, hijo mío: el destierro el regreso
el no haber partido jamás de este lugar y
haber visto cómo van las huellas a buscarnos

Somos eso, hijo mío

Y las palabras
nos ayudan a cruzar estas calles vacías
Y en ellas, sólo nosotros
seremos otra vez nosotros

(De La belleza no es un lugar, 2010, Carpe Diem Editora)








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