jueves, 16 de septiembre de 2010

JÁNOS PILINSZKY [1.119]


JÁNOS PILINSZKY

Nació en Budapest, en 1921, y murió en la misma ciudad, en 1981. Cursó durante un año estudios de Derecho, y después de Letras húngaras e italianas y de historia de arte.

Publicó sus poemas desde 1940 en revistas importantes de la capital. Se graduó en Mayo de 1944, y en Noviembre del mismo año le llamaron a filas y lo enviaron a combatir. En 1945 logró a volver a Budapest. Su primer libro de poemas, Trapéz és korlát (Trapecio y barras) fue publicado en 1946. De 1946 a 1948 fue colaborador de varias revistas de entre las más prestigiosas del país y codirector, con Ágnes Nemes Nagy, de Újhold (Luna Nueva). Por entonces pasó varios meses en Italia y en Suiza con una beca de estudios. A partir de 1949 no se le permitió publicar. Vivió de un modesto trabajo auxiliar como corrector ocasional de pruebas en la Editorial de Literatura, hasta que, en 1956, la Editorial Magveto le dio un puesto de editor. En 1957 pasó a la revista semanal católica Új Ember (El Hombre Nuevo). donde continuó como redactor hasta su muerte. Premio Baumgarten en 1947, Premio József Attila en 1971, Premio Kossuth en 1980. 13 libros publicados en su vida y 3 póstumos.

Su poesía es de una engañosa simplicidad, lograda por la economía en el uso del lenguaje, y una parsimonia de las formas expresivas, moderada apenas por una adjetivación muy propia. Súbitamente, a la mitad o hacia el fin de lo que parece iniciarse como una frase banal, una sola palabra, un solo elemento ubicado en el lugar preciso, logra la subversión de todo el conjunto, y lo transforma en otra cosa. Una súbita revelación inesperada rompe las convenciones de la percepción para abrir las puertas del territorio poético.


El desierto del amor

Un puente, una ardiente vía de asfalto,
el día está vaciando sus bolsillos,
sacando afuera todo lo que tiene.
Estás a solas al ocaso catatónico.

Como fondo de zanja es el paisaje;
marca ardiente en lo oscuro deslumbrado.
Se hace sombrío. Hiela el esplendor,
ciega el sol. Nunca olvido que es verano.

Es verano y el calor relampaguea.
Están de pie, y yo sé que ni aletean
las aves del corral, ardientes querubines
en sus jaulas de tablas astilladas.

¿Aún recuerdas? Fue primero el viento;
después la tierra; la jaula fue luego.
Excrementos y fuego. Y por momentos
nada más un reflejo, un aleteo.

Y la sed. Pedí entonces de beber.
Aún hoy siento los tragos afiebrados,
todavía soporto los destellos
inerme como piedra y los apago.

Los años van pasando, y la esperanza -
como un tarro de lata tirado entre la paja.


Impromptu

Estoy vagando sin rumbo
desde meses sin parar,
un sol asesino y dulce
me ciega y duele noche y día.

¿Desde dónde tantas visiones?
Ella surge al lado del agua,
en juventud esplendorosa,
flotando en lo súbito oscuro,

su sonrisa rompe en la costa.
Lejos se encienden los veleros.
Calor a plomo a mediodía
en cabina dispersas llueve.

¡Y los detalles, las minucias!
Sólo una flor al viento blando,
como si en manos asombradas
la girara en silencio un crío.

¡Las melodías! ¡Por filas de cuartos
la misma melodía resonante,
como si el mar descalzo
paseara en sus paredes!
Pero son los amantes los más bellos,
sus crines, tolda última y hermosa
del pudor, iluminan la penumbra.

Amantes, y el ocaso,
filas de casas apagándose,
y entre las casas, en la arena,
la mole inmensa de una torre.

¿Quién puede imaginarse algo más triste?



Basta

Así sea muy ancho lo creado,
es más estrecho que un establo.
De aquí hasta allá. Piedra, árbol, casa.
Actuando estoy. Llego temprano, me retraso.

Pero alguien entra a veces
y lo que existe se abre de repente.
Basta ver una faz, una presencia,
y ya sangra el papel de las paredes.

Sí, sí, basta una mano, como cuando
revuelven el café o hacen el gesto
de abandonar la escena,
para olvidar entonces dónde estamos,
la hilera de ventanas sin aire, y luego
regresar en la noche a nuestro cuarto
para aceptar lo inaceptable.




Espacios

El infierno es sentir un espacio. Lo es el cielo.
Diferentes espacios. El paraíso es libre;
vemos al otro bajo nuestros ojos,
como un cuarto de sótano;
desde lo alto, bajo nuestros ojos,
como atisbando por una escalera,
por una puerta de un cuarto de sótano dejada
a propósito abierta (¿o por olvido?).
Pasa allí lo que yo, precisamente,
no puedo soportar. Tal vez apenas abran
un cajón lleno de guiñapos,
midan un cisne, cuántos kilos pesa,
o hablen de aquello, una y mil veces,
con ese único ser a quien yo amo,
de lo que no se puede ni se debe
ni hablar, ni escribir.



Alguien

Por un perfecto círculo, o mejor,
por un óvalo imperfecto
está mirando Dios al monstruo. Un millón
de caras, manos y uñas en conjunto.
En el fondo una cama larga y muda;
una vulgar cobija y una almohada.
La pezuña del monstruo perfora el pavimento,
y alguien rompe a llorar.


A perpetuidad
La cama se comparte.
La almohada no.


Traducido por Rodrigo Escobar Holguín y Vera Székács

Las poesías pertenecen al libro EL REVERSO DE LA LUZ, Cuatro Poetas Húngaros, editado por la Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, Editorial Orpheusz, Budapest.DE ENFOCARTE




APOKRIF. JÁNOS PILINSZKY. VERSIÓN AL CASTELLANO DE BEATRIZ ESTRADA. VERSIÓN AL INGLÉS DE TED HUGHES Y JÁNOS CSOKITS


APÓCRIFO 

1

Todo será abandonado entonces.      

El silencio de los cielos será separado y para siempre separados
los campos desechos del mundo en ruinas,
y separado el silencio de las jaulas de los perros.
En el aire una multitud de pájaros huyendo.
Y veremos el sol saliente
mudo como un párpado enloquecido
y calmado como una bestia vigilante.

Pero manteniendo la vigía en el destierro
porque esa noche no puedo dormir,
agitado como miles de hojas,
cuando la noche cae yo hablo como el árbol:

¿Conocen los años que pasan volando,
los años sobre los campos arrugados?
¿Conocen las arrugas de lo efímero,
comprenden mis carcomidas manos?
¿Conocen el nombre de la orfandad?
¿Y conocen qué dolor
aplasta la eterna oscuridad
con pezuñas partidas, con patas palmeadas?
¿Conocen la noche, el frío, el hueco,
la cabeza volteada y doblegada del preso,
conocen los abrevaderos helados,
la tortura del abismo?

El sol se postró. Ramas de árboles ennegreciéndose
en el infrarrojo del cielo iracundo.

Entonces me voy. Un hombre está caminando
en silencio frente a la destrucción.
No tiene más que su sombra.
Y un bastón. Y su atuendo de prisión.


2

¡Y para esto aprendí a caminar! Para estos
amargos y tardíos pasos.

El ocaso vendrá y la noche se petrificará
sobre mí con su lodo. Debajo de los párpados cerrados
sigo guardando esto que pasa volando,
estos arbolitos febriles y sus ramitas.
Hoja por hoja el pequeño y caluroso bosque.
Alguna vez el Paraíso estuvo aquí.
A punto del sueño el dolor se renueva:
¡Escuchar sus árboles gigantes!
Hogar, finalmente quería llegar a casa,
llegar como llegó él en la Biblia.
Mi horripilante sombra en el patio.
El silencio carcomido, padres envejecidos en la casa.
Y ya vienen, me están llamando, los pobres
ya están llorando, y  me abrazan tropezando.
El antiguo orden me recoge de nuevo.
Y pongo mis codos en las estrellas ventosas –

Si tan sólo pudiera hablar contigo por esta vez,
a quien tanto amé. Año tras año,
pero no me cansaba de repetir
lo que un niño llora en el espacio entre las hendiduras,
la casi desfallecida esperanza
de que regreso y te encuentro.
Tu cercanía me palpita en la garganta.
Y estoy agitado como una bestia salvaje. 

Yo no hablo tus palabras,
El habla humana. Viven pájaros
que ahora huyen  descorazonados bajo el cielo,
bajo el cielo encendido.
Tablas huérfanas clavadas en un campo ardiente,
y jaulas inamovibles en llamas.
Yo no entiendo el habla humana.
Y no hablo tu idioma.
¡Mi voz es más apátrida que la palabra!

No tengo palabra.
Su horrible carga
se precipita por el aire,
el cuerpo de una torre emite sonidos.

Estás en ningún lado. Qué vacío está el mundo.
Una silla de jardín y un camastro que se quedó afuera.
Entre las piedras afiladas mi sombra hace ruido.
Y estoy cansado. Y sobresalgo de la tierra.


3

Dios ve que estoy parado bajo el sol.
Él ve mi sombra en la piedra y en la cerca.
Él ve mi sombra parada en la prensa
sin aire, sin respiro.

Para entonces ya soy como la piedra;
un pliegue muerto, mil dibujos de ranuras,
un buen puñado de escombros
es para entonces el rostro de las creaturas.

Y en lugar de lágrimas, las arrugas en los rostros
chorrean, chorrean las fosas vacías.

Janos Pilinszky.
Versión al castellano: Beatriz Estrada.





APOKRIF

1

Mert elhagyatnak akkor mindenek.

Külön kerül az egeké, s örökre
a világvégi esett földeké,
s megint külön a kutyaólak csöndje.
A levegőben menekvő madárhad.
És látni fogjuk a kelő napot,
mint tébolyult pupilla néma és
mint figyelő vadállat, oly nyugodt.

De virrasztván a számkivettetésben,
mert nem alhatom akkor éjszaka,
hányódom én, mint ezer levelével,
és szólok én, mint éjidőn a fa:

Ismeritek az évek vonulását,
az évekét a gyűrött földeken?
És értitek a mulandóság ráncát,
ismeritek törődött kézfejem?
És tudjátok nevét az árvaságnak?
És tudjátok, miféle fájdalom
tapossa itt az örökös sötétet
hasadt patákon, hártyás lábakon?
Az éjszakát, a hideget, a gödröt,
a rézsut forduló fegyencfejet,
ismeritek a dermedt vályukat,
a mélyvilági kínt ismeritek?

Feljött a nap. Vesszőnyi fák sötéten
a haragos ég infravörösében.

Így indulok. Szemközt a pusztulással
egy ember lépked hangtalan.
Nincs semmije, árnyéka van.
Meg botja van. Meg rabruhája van.


2

Ezért tanultam járni! Ezekért
a kései, keserü léptekért.

S majd este lesz, és rámkövül sarával
az éjszaka, s én húnyt pillák alatt
őrzöm tovább e vonulást, e lázas
fácskákat s ágacskáikat.
Levelenként a forró, kicsi erdőt.
Valamikor a paradicsom állt itt.
Félálomban újuló fájdalom:
hallani óriási fáit!
Haza akartam, hazajutni végül,
ahogy megjött ő is a Bibliában.
Irtóztató árnyam az udvaron.
Törődött csönd, öreg szülők a házban.
S már jönnek is, már hívnak is, szegények
már sírnak is, ölelnek botladozva.
Visszafogad az ősi rend.
Kikönyöklök a szeles csillagokra –

Csak most az egyszer szólhatnék veled,
kit úgy szerettem. Év az évre,
de nem lankadtam mondani,
mit kisgyerek sír deszkarésbe,
a már-már elfuló reményt,
hogy megjövök és megtalállak.
Torkomban lüktet közeled.
Riadt vagyok, mint egy vadállat.

Szavaidat, az emberi beszédet
én nem beszélem. Élnek madarak,
kik szívszakadva menekülnek mostan
az ég alatt, a tüzes ég alatt.
Izzó mezőbe tűzdelt árva lécek,
és mozdulatlan égő ketrecek.
Nem értem én az emberi beszédet,
és nem beszélem a te nyelvedet.
Hazátlanabb az én szavam a szónál!

Nincs is szavam.
 Iszonyu terhe
omlik alá a levegőn,
hangokat ad egy torony teste.

Sehol se vagy. Mily üres a világ.
Egy kerti szék, egy kinnfeledt nyugágy.
Éles kövek közt árnyékom csörömpöl.
Fáradt vagyok. Kimeredek a földből.


3

Látja Isten, hogy állok a napon.
Látja árnyam kövön és keritésen.
Lélekzet nélkül látja állani
árnyékomat a levegőtlen présben.

Akkorra én már mint a kő vagyok;
halott redő, ezer rovátka rajza,
egy jó tenyérnyi törmelék
akkorra már a teremtmények arca.

És könny helyett az arcokon a ráncok,
csorog alá, csorog az üres árok.




Apocrypha

1

Everything will be forsaken then.

The silence of the heavens will be set apart
and forever apart
the broken-down fields of the finished world,
and apart
the silence of dog-kennels.
In the air a fleeing host of birds.
And we shall see the rising sun
dumb as a demented eye-pupil
and calm as a watching beast.

But keeping vigil in banishment
because that night
I cannot sleep I toss
as the tree with its thousand leaves
and at dead of night I speak as the tree:

Do you know the drifting of the years
the years over the crumpled fields?
Do you understand the wrinkle
of transience? Do you comprehend
my care-gnarled hands? Do you know
the name of the orphanage? Do you know

what pain treads the unlifting darkness
with cleft hooves, with webbed feet?
The night, the cold, the pit. Do you know
the convict's head twisted askew?
Do you know the caked troughs, the tortures
of the abyss?

The sun rose. Sticks of trees blackening
the infra-red of the wrathful sky.
So I depart. Facing devastation
a man is walking, without a word.
He has nothing. He has his shadow.
And his stick. And his prison garb.


2

And this is why I learned to walk! For these
belated bitter steps.

Evening will come, and night will petrify
above me with its mud. Beneath closed eyelids
I do not cease to guard this procession
these fevered shrubs, their tiny twigs.
Leaf by leaf, the glowing little wood.
Once Paradise stood here.
In half-sleep, the renewal of pain:
to hear its gigantic trees.

Home - I wanted finally to get home -
to arrive as he in the Bible arrived.
My ghastly shadow in the courtyard.
Crushed silence, aged parents in the house.
And already they are coming, they are calling me,
my poor ones, and already crying,
and embracing me, stumbling -
the ancient order opens to readmit me.
I lean out on the windy stars.

If only for this once I could speak with you
whom I loved so much. Year after year
yet I never tired of saying over
what a small child sobs
into the gap between the palings,
the almost choking hope
that I come back and find you.
Your nearness throbs in my throat.
I am agitated as a wild beast.
I do not speak your words
the human speech. There are birds alive
who flee now heart-broken
under the sky, under the fiery sky.
Forlorn poles stuck in a glowing field,
and immovably burning cages.
I do not speak your language.
My voice is more homeless than the word!
I have no words.
           Its horrible burden
tumbles down through the air -
a tower's body emits sounds.
You are nowhere. How empty the world is.
A garden chair, and a deckchair left outside.
Among sharp stones my clangorous shadow.
I am tired. I jut out from the earth.


3

God sees that I stand in the sun.
He sees my shadow on stone and on fence.
He sees my shadow standing
without a breath in the airless press.

By then I am already like the stone;
a dead fold, a drawing of a thousand grooves,
a good handful of rubble
is by then the creature's face.

And instead of tears, the wrinkles on the faces
trickling, the empty ditch trickles down.

Janos Pilinszky.
Versión al inglés: Ted Hughes y János Csokits.


.

No hay comentarios:

Publicar un comentario