Nacionalidad: Costarricense.
Poeta.
Licenciada en Letras por la Universidad Central de Venezuela.
Estudiante del Doctorado Interdisciplinario en Letras y Artes de América Central. Universidad Nacional de Costa Rica.
Académica universitaria. Universidad Central de Venezuela .
Académica universitaria. Universidad Simón Rodríguez de Venezuela.
Académica universitaria y catedrática . Universidad Nacional de Costa Rica.
Distinción especial:
Premio Nacional en Poesía. Costa Rica. 1994.
Miembro Jurado al Premio Casa de las Américas. Cuba. 1982.
Fundadora del primer Taller de Poesía de Solentiname. Nicaragua. 1976-77
Fundadora y Directora Nacional de los Talleres de Poesía en Nicaragua durante el gobierno revolucionario. 1979-1988.
Miembro Jurado al Premio Rubén Darío en Poesía. Nicaragua. 1980.
Fundadora y Presidenta de la Asociación Costarricense de Escritoras. 2000-2002
Libros propios publicados en poesía:
Qué buena tu memoria.2002. Editorial Costa Rica.
Me queda la palabra. Premio Nacional.1994. Editorial Costa Rica y EUNA Universidad Nacional)
Cuando poeta. 1979. EUNA ( Universidad Nacional) Costa Rica.
A propósito del padre.1975. Venezuela.
El libro de Volumnia. Imprenta universitaria de Caracas. 1969. Venezuela
Tierra adentro. 1967.Venezuela.
Los trabajos del sol. 1966.Venezuela
Palabra uno. Antología. 1966 .Venezuela.
Otras publicaciones:
1980. Poesía campesina de Solentiname.Ministerio de Cultura. Nicaragua.
1982 Antología Talleres de Poesía. Nicaragua.
1983. Poesía de la Nueva Nicaragua. Siglo XX1. México.
1986. Poesía de la alfabetización. Nicaragua.
1986. Poesía de las fuerzas armadas. Nicaragua.
2005. Poesía campesina actual de Solentiname. Costa Rica.
Una centena de artículos y ensayos publicados en revistas y periódicos nacionales y extranjeros ( Costa Rica, Cuba, Venezuela, Nicaragua, México, EE. UU., entre otros).
ME URGE UNA GRAMÁTICA
¡En cuántas ciudades estuviste,
en cuántas!
Ante la fuente de Neptuno, en Florencia,
y el David , original, de Miguel Angel;
en Versalles admirando la Fuente de Apolo,
cuyo carro, tirado por caballos,
se aleja del océano que rodea
la gruta de Tetis
donde Apolo pasó la noche
(eso dicen).
Por las calles angostas de Oviedo,
has estado,
entre faroles
o los molinos de viento, en Toledo,
en la misteriosa Innsbruck.
¡En cuántas camas
has dormido!
¡Cuántos libros te leíste
mientras yo divagaba
en soledades
buscándote,
recordando tu acento
matizado por los viajes!
¡Cuántas veces
con la lámpara encendida
yo leía a Carl Sandburg
y tú a Nietzsche o a Kierkegaard!
Ahora,
que conozco tus sabores,
tus olores
no encuentro la palabra
el modo gramatical
para hablarte de amor
(olivo del olivar,
mi opio tailandés)
para comunicarte los escalofríos,
la sed,
hierba mía, tú,
hongo alucinógeno,
hoja mascada por los evos incaicos,
hombre sustancia
que me conduce al vértigo
al delirio,
por comparación,
y me haces libre.
Renegué
cuando estudiante
de las categorías absolutas,
de la metafísica de la belleza en sí,
y creí que la vida se reducía
a las necesidades elementales
primigenias
lejos de ti,
de tu forma única de ser,
de conocer
de creer.
Y yo,
mujer o mariposa,
o lo que sea que fuere,
me sumo en el conocimiento
sistemático
ordenado.
Busco explicaciones en mis versos
sólo para ti,
fulgor incontrolable,
y te convierto en personaje
en poema,
mi canción de siempre
pasión,
mañana clara,
gusto,
idea persistente y recurrente,
revelación pagana,
distancia circunstancial,
duda infundada,
pasado.
Busco una explicación
que convierta el accidente
en la vida de la sustancia
en un canto.
libro " Qué buena tu memoria"
VIGILIA
Yo que te he amado en secreto
desde el momento en que te vi,
primero.
Que tiemblo con sólo mirarte,
con oírte, con olerte.
Que toco la divinidad cuando te abrazo,
que casi desfallezco cuando te escucho,
colapso cuando me miras.
Que mis neuronas y mis hormonas se extravían cuando ríes,
permanezco en vigilia
con tus poemas aquí.
Verás que me los sé.
Jamás creí enfrentar tal desafío,
transformar el amor
en este arte.
A UN PRESO POLÍTICO
Yo misma poco a poco
Cuando te recuerdo en aquella tarde
En que estabas alegre como si fueses
Una flor o algo así
Me voy poniendo triste
Porque no puedo dejar de pensar
Ni un momento
Que tu soledad es muy profunda
Y delicada.
Pero tus amigos,
Que vivimos en otra cárcel,
Te recordamos con cierta alegría
Que algún día comprenderás
Y que quizá es solo una partecita
De tu modo de ser
Aquella tarde
POEMA 13
Tú ya no te ilusionas,
Has dejado arrastrar tu cuerpo
Ala circunstancia
Del vino que está apagado.
Aquellas flores han perdido su perfume
Aquel árbol abandonó su razón.
Auella mujer permanece
Hora tras hora en la tiniebla
Como si fuese un cordero sinamor.
Pero tú sigues
Piedra madera poco sol
Sabor con amargor
En el trote
Oscuro de las madrugadas.
Todas las ilusiones
han dejado de ser fecundas
Y van muriendo.
POEMA 25
Anoche fue tan inútil la larga espera.
Vino la luna y pasó;
Vino el amanecer temblando,
Pero tú no, lastimosamente.
Desacostumbrada como estoy
Permanecí sentada inacabablemente
Y sin darme cuenta
Que ya venía la luz
A sorprenderme
Como un demonio.
Huí horrorizada hacia
Las ramas, la leña, la tierra seca
Y me hice la que estaba trabajando.
Todas las tristezas siguieron silenciosas
Metiéndose hacia adentro
En el cuerpo
Toda la música de la noche
La encerré y la oprimí
Sin que nadie me viera
Y porque sé
Que ya no vuelves.
VERSO 36
Cuántos amores
Parecidos al que hubo
Entre tú y yo
Vienen y se pasan
Tristes
Como estaciones
Que una tras otra
Se reciben
Y se van lejos
Naturalmente
Como cosas
Que deben ser
Sin preocuparse mucho
Acerca de lo ido
Cuántos amantes y amadas
Se alejan
Tiernos uno del otro
Y no vuelven a encontrarse
Sino en el sueño
Como fieles amigos
En la oscuridad;
Pero yo no me voy
Ni tú tampoco
Y mi corazón
No quiere soñar con el tuyo
Tan crudo
Para mí
Que tanto te espero
Noche a noche
Pero que tú
Por causas aún desconocidas
No vienes.
De Mayra Jiménez “El libro de Volumnia”
GUERRILLERO 1981
La noche que te vi por primera vez en Bluefields
te miré de lejos
porque bailabas entre muchos otros.
Vestías ropa de comandante guerrillero
y tu arma, ahí.
Miré tus piernas
tu cintura
las manos como dibujando formas
en el aire.
Sabio
en cada movimiento sonreías y cantabas.
No creí que pudiera conocerte
y sólo pensaba que ese modo tuyo de bailar
no lo olvidaría
por ser tú un combatiente
y por la belleza de tus movimientos.
Y sin saber quién eras me dormí esa noche.
Ahora ya sé cuál es tu trabajo en la Costa Atlántica,
que tu mujer Perla María cayó en combate en el barrio Monseñor Lezcano
y que tu hijo se llama Iyás para admirar más el río donde combatiste,
y me parece que comprendo mejor
tu extraordinario modo de bailar
como si lloraras
y la música no sonara fuera
sino dentro de ti
melancólico y revolucionario.
Ahora sé por qué me resultaste importante
entre la multitud
como si en el salón no hubiera nadie sino tú,
o como si el amor, bajo tu forma
(con tu browning 9 mm y tu traje-fatiga)
fuera para mí lo único real esa noche
en Bluefields
EN EL EXTRANJERO
Cuando viví en Venezuela
durante varios años
almorcé casi siempre
en restaurantes
y mientras el camarero pedía la orden
miraba a distancia autopistas construidas a varios niveles,
estacionamientos inmensos
y más lejos
algún lote baldío
con el monte crecido, abandonado.
Me sorprendía ver hombres
corriendo, pálidos, sudorosos
entre los autos, por la carretera.
Pensaba:
cuando regrese a mi país
todo esto será
como las escenas filmadas
en cinemascope.
Ahora estoy en Costa Rica
y veo
autopistas aéreas, lotes vacíos
estacionamientos amplios
mujeres y hombres en pantaloneta corriendo
entre el monóxido
y yo
como en cualquier ciudad del mundo,
en una mesa
sola,
sola,
esperando al camarero.
(Poemas del libro: Toda una vida, Editorial Costa Rica, 2007.)
Todos los años
Todos los años
pienso que seremos
otros
que no habrá
hojas secas
ni otoños,
largos inviernos;
que correremos
de la mano
viajando
riendo
olvidados del hogar
y que me mirarás
por primera vez
en mucho tiempo
y sbremos del color
y la expresión
y los modos de los dos
y que esta vez
mi corazón
sentirá la luz,
el calor
las ramas moviéndose
y la causa del sol.
Cuántas veces
Cuántas veces
atravesaste el parque
despacio
con un libro y
cuántas otras parejas
se enamoraban despreocupadamente
tocándose
besándose
olvidados
bajo un viento
como de lluvia.
Todas las cosas
pasaron
como un cantar
que siempre oigo
como la hora del reloj
cansado
y grande.
Entonces
recogí mis cuadernos
entre las hojas
y me fuí
porque sé
que a esas horas
tú ya no vienes
y el parque
está casi morado
a causa de la noche.
De: (El libro de Volumnia)
Guerrillero
Ni la pérdida de los estudios
ni el recordar la película
vista junto a otros
ni los libros de Quiroga
en la noche
nada
vale lo que tú.
En la montaña
pareces un lucero
que se expande.
Yo toco la guitarra
sola
en altas horas de la noche
para recordarte
y así mi corazón
se une
contigo
como si el canto fuera
una sencilla manera
de encontrarte.
S.H.
La neblina cubre las formas naturales de la colina.
Emerge y se desliza plomiza después de la tormenta.
En medio de esta escena,
como un barco flotando,
encendiendo y apagando sus lucecitas rojas
para avisar que existe, que está ahí acercándose a la costa,
se presenta en mi mente
tu imagen
en esta oscura tarde de invierno,
en esta terrible soledad.
¿Estarás tú acercándote a alguna costa?
¿Serán las lucecitas rojas el destello de tus profundos ojos,
azules, azulísimos, cuyas pupilas elevas por encima del cristal
para poder leer?
Sólo hay una explicación:
esta neblina es la misma que vimos juntos
y el barco es el mismo que me señalaste en la bahía cargando trigo.
Lo que no entiendo es el asunto de tus ojos
irradiando,
los cuales, toda vez que quise acercarme a ellos
para mirarlos,
sobrevolaron húmedos a mi entorno
y se posaron en el plato de comida,
el vaso de agua pura, el libro,
la taza de café.
Imagen
Tu casa parece un monasterio
ubicado en pleno centro de Washington.
Y tú el monje de ese monasterio.
Un verdadero monje
lacerado por la terrible soledad.
Como si fueras un trapense
dejado llevar por la tentación de los demonios
llegaste hasta la pequeñísima playa de Seattle
y entraste al frío mar
buscando piedras de colores en la arena.
Así pude ver tus pies
tus largas piernas, tus ojos grises-azulosos.
Y ahora, cuanto te recuerdo,
me sobreviene un sueño, profundo sueño en el que
pierdo la cabeza y escucho
a lo lejos
tu cálida voz, como de monje, explicando, preguntando,
ajustándote los lentes.
Arnoldo Toribio
En el patio del Centro de Rehabilitación Gaspar García Laviana
no había nadie,
y cuando empezamos a hablar sobre el pasado
me dijiste de la muchacha
que en la Insurrección llegó a una gasolinera
y llevaba una rosa en la mano y un pañuelo
como contraseñas para el operativo
(tú con tu distintivo)
y cuando se encontraron
ella se sorprendió porque era tu propia hermana.
Ambos estaban en la lucha clandestina
y no lo sabían.
Me platicaste, Arnoldo, de tu madre,
cómo la golpeó la guardia hasta reventarla
pero ella no te delató nunca
y no lloraba para darte más valor.
Estamos en la Revolución y tú en silla de ruedas
por la bala que perforó tu médula
y que no te deja caminar
(aún tienes la bala en la columna)
y eres alegre y optimista,
poeta. /...
Eres mi amigo, por eso platicamos,
aunque dices que no te gusta recordar.
No podré olvidar las lágrimas que vi hoy
y que te hacían brillar más los ojos
en la oscuridad del patio,
porque has llorado en silencio
mientras hablabas conmigo de tu participación
en los entrenamientos preinsurrecionales,
de las bombas,
los operativos en Diriamba
donde aún viven tus hermanos,
donde aún vive tu mamá.
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