martes, 19 de agosto de 2014

MANUEL MAESTRO [12.928]



MANUEL MAESTRO

Nació el 1 de junio de 1943, cuando Chuy era apenas un caserío, aunque había recibido la categoría de pueblo. Creció en ese pueblo que de un lado de la frontera se llama Chuy (Uruguay) y del otro, Chui (Brasil). En el Liceo descubrió el teatro de Chejov y Tennessee Williams (taller dirigido por el profesor Jorge Calvete).  Un día, sin saber por qué, sintió la necesidad de ser diferente, que el trabajo debía ser un ámbito de liberación personal y apareció el Instituto Normal, donde descubrió que ahí podía ser útil a los demás. No se equivocó. Se llenó de nombres e ideas de pedagogos, filósofos, lingüistas, de talleres de danza y de teatro con los que recorrió escuelas rurales pero, sobre todo, de Misiones Socio Pedagógicas. Comenzó a sentirse libre leyendo a Rousseau, Decroly, Dewey, Piaget, aunque retuvo, para su tarea, las ideas revolucionarias en lo pedagógico, de Agustín Ferreiro, Reina Reyes, Julio Castro y los propulsores de la Escuela Nueva de Uruguay. Cuando llegó a la Escuela N°73 de Costa de Cebollatí, donde se inició en la docencia, era un hombre nuevo. Por eso, a los cuentos que nacieron de esa realidad los llamó Del otro lado de la noche. Siendo Director de la Escuela 48, alguien que decidía durante la dictadura, dio la orden de que no podía ser director. Cuando se fueron los años oscuros y se renovaron los cursos y los concursos, ocupó el cargo de Maestro Director de la Escuela N°45, “Juana de Ibarbourou” de Rocha. Un día fue Inspector de Zona, cargo que ocupó durante diecisiete años, junto al de profesor en el Instituto de Formación Docente. Ya había llegado el casamiento y, poco a poco, tres hijas. La calva fue creciendo, junto con el amor por la lectura, que no supo en qué momento de la vida apareció. ¿Habrá sido en los cuentos de los abuelos? ¿Habrá sido en los cuentos que leía la madre? De esos, recuerda en forma especial, La abeja haragana, de Quiroga, que lo llenaba de angustia, mientras esperaba el final conocido. Fueron apareciendo los siete nietos, junto a la jubilación y la paz del balneario La Paloma. Un día descubrió la necesidad de expresarse por las letras. Había llegado a los sesenta años, pero no se preocupó. Viajó a Montevideo a participar en talleres (con Gabriel Calderón y Hugo Fontana). Descubrió dramaturgos, narradores y poetas que, además de permitirle conocer el mundo, le entregaron el maravilloso mundo de las palabras. Se puso en contacto con la magnífica tanda de cuentistas norteamericanos que le enseñaron que para contar historias, solo hay que contar. Por eso dejó la lírica para la poesía, y supo que su narrativa era realista. Fueron cientos los autores que lo ayudaron a ser escritor. Pero durante el año 2013, escribió guiado por J. D. Salinger, Tobías Wolf, Yasunari Kawabata, Juan Rulfo, J. M. Coetzee, Anton Chejov, Joyce Carol Oates, Alice Munro, Cormac McCarthy, Breece D´J Pancake, Carson McCullers y Simone de Beauvoir. Cree que anda bien acompañado. Cuando se libera de esas compañías, escribe cuentos o cumple con las tareas domiciliarias del Taller El Rincón (online) y del Taller Soltando Amarras (Rocha). Aunque no sabe si es el mismo que comenzó a andar por este camino, hace setenta años. Ha escrito cuentos, novelas y poemas. En el año 2013, fue invitado a la Feria del libro de Cuba, donde presentó su libro Al otro lado de la noche, que aparece con el seudónimo Manuel Maestro y no Wilson Rodríguez Rodríguez, su nombre verdadero. No ha publicado poemas, pero una selección presentada en forma cronológica, le parece que puede ser lo mejor. Ahora, espera que los lectores interesados en comunicarse  con él, puedan hacerlo a bernardo.lapaloma@gmail.com
  



MUERTE 
                          
                                           Para Quivo, mi hermano.

¿Cómo será, mirarte cara a cara,
oír tu voz, tus canciones, tus palabras,
acariciar tu pelo y susurrar 
palabras tiernas en tu oído?

Quiero verte.
Quiero oír tu llegada sin palabras.
Sonámbula.
Cercándome sin nombrarme.
Te imagino tenue, 
como mariposa en invierno.
Te imagino sutil,
flotando al infinito.
Te llamaré silencio, desde ahora.
Te llamaré silencio, para siempre.
Ven a buscarme,
aunque aún sea temprano.
Sé que vivir, es morir, morir, morir.
Morir muchas veces.
Es llamarte en silencio.
Caminar a tu lado sin respuestas.
Quiero oír tu grito
para celebrar mis días sin rencores.

(La Paloma, 24/7/2012)





Ir
entrégame la palabra más visible
para ir a tu encuentro 
amada mía
para ir a tu encuentro
solo un día
para ir a tu encuentro
un instante
entrégame la flor de tu sonrisa
una sola vez
amada mía
quiero sentir el soplo de tu aliento
girar alrededor
mirarte
arder en tu luz inmaterial
solo un día
amada mía

(La Paloma, 13/8/2012)






PALABRAS

                     Para Gustavo Esmoris, el poeta.

a veces
la escritura se hace destino
y mis manos se llenan de palabras
vacías
sin sentido
que no se organizan en poemas
son como hijos soñados que no nacen

mi cuerpo se cubre de un manto frío
sin metáforas 
que se esconden
gritan y lloran
empujándome a la duda
que corroe mis entrañas
no es el dolor de ausencias
no es el dolor de muertes
es un dolor físico
que queda después de la caída
y tortura
sin piedades
sin pudores
son palabras que se niegan a nacer
y devoran mis entrañas
cercando mi cuerpo
en rico mausoleo de piedras frías
como panteón sin esperanzas
cubierto de rosas preciosas
no puedo decir lo que siento
porque las palabras se niegan
a salir por la punta de mi lápiz

yo deseo que se hilvanen
en versos sencillos
limpios
que mi cuerpo sea un poema
sin tristezas
sin lutos antiguos
sin adioses
que sean palabras para ser poseídas
como el cuerpo amado
de labios sensuales
que besen sin esconderse
que sean como ojos brillantes
que miren sin ocultarse
no quiero ojos empañados
ni bocas ajadas por el tiempo
no quiero palabras que duelan
que vengan como deseos
que estremezcan las entrañas 
sin obstáculos ni estremecimientos
quiero las que brillen
dejándome una laxitud que me conmueva
quiero las poderosas
de brillos indefinidos como líneas indelebles
sin intensidades
palabras que modelen la imaginación obstruida
que sean sueños magníficos
como lámparas que no se apagan
que me conquisten
y que se dejen conquistar
no quiero las miserables que golpean
ni las que se escondan en mi cuerpo
sí las que me abracen como el viento a las espigas
que se unan en líneas infinitas
que corran por mi cuerpo hasta la cabeza
convertidas en fuegos fatuos
que palpiten
que se aferren a mi garganta
y que salgan por los dedos
y los dejen en jirones

deseo que las palabras
se hilvanen en metáforas
como hebras preciosas
que rodeen mi cabeza 
y mis manos
y mis brazos
y mis piernas
las quiero como hormigas
que recorran mi cuerpo mancillado
en un éxtasis perpetuo
que griten
dejándome vacío
en silencio
y seco

(La Paloma, 10-5-2013)





LA CALLE

Subía,
pisando piedra y piedra,
escalando por sueños y tristezas,
sin saber que después de cada paso
una caída me empujaba al precipicio.
Recorría piedras de la calle angosta,
soñando con lo oculto, más arriba.
Insistía,
sintiendo los pulmones pequeños.
Uno, dos pasos,
 luego rodaba por piedras y piedras.
Te miraba, muy arriba,
sabiendo de mi vida prisionera,
sin caricias de lunas
ni amores ocultos, a tu lado.
Intentaba trepar,
con los sueños más antiguos
extraviados a cada paso.
Y seguían latiendo en la memoria
los pétalos muertos, sin abrazos.
Los pétalos ya náufragos y rotos.
A cada paso un tropiezo,
intentando que el tiempo se desande.
Reviviendo momentos
en que nuestras manos se embriagaron.
La memoria, obstinada,
que se negaba a olvidar,
me empujaba hacia otro cielo,
de luces diferentes.
Seguía andando.
Solo.
Acompañado por un silbido casi mudo
que no me abandonaba.
Alguien gritaba en mi oído,
que al llegar a la cima
un cielo de oro y plata
abriría paraguas nuevos.
Pero la calle me recibía con sonrisas vagas,
confundiéndome,
y sin mostrar mis huellas.
Burlándose.
Lastimando mis pies descalzos.
Un esfuerzo final
me empujaba a la cima.
Volaba y caía en la ciudad donde los muertos
me esperaban, gritando mi nombre.
¿Son los aborígenes americanos?
¿Son los desaparecidos?
¿Son los pobres del mundo que mueren de hambre?
No sé quiénes son los que gritan las verdades.
No sé quiénes son los que imploran justicia.
Y yo cayendo,
sin poder entrar a la luz,
regresando a la calle que corroe mis pies.
Sin amores.
Sin lágrimas.
Sin canciones.
Con estas ligaduras para siempre.

(La Paloma, 24/04/2014)





OTOÑO

Otoño ha entrado a nuestro patio,
en lilas, morados y amarillos,
en hojas que bailan por el pasto
abrazadas por vientos 
en juegos aturdidos.
Otoño ha llegado con cantos agoreros
y hecatombes de vientos apurados.
Las hojas giran como trompos
en círculos concéntricos como lunas.   
Otoño ha entrado a nuestro patio,
en rayos de soles tristes y apagados.
Las flores murieron hace tiempo,
o se fueron en busca del invierno.
Otoño grita en el canto de las hojas,
igual que mi piel cansada y aturdida.
Lo siento en el pasto húmedo
que cruje bajo mis pies descalzos
y en las nubes que viajan sin colores.
Otoño flota en el paisaje
como floto yo, que lo respiro
mientras persigo mariposas blancas
que vuelan aturdidas, sin caminos.
Yo espero la muerte del jardín
o mejor, que duerma por un tiempo.
Ahora vendrán los llantos fríos
de días oscuros y menudos.

(La Paloma, 28/04/2014)





AMADA MÍA

                                          Para María Rosa

Algún día, 
el vacío se impondrá entre nosotros.
Tú y yo, 
estaremos separados por la nada.
El tiempo anuncia, acelerado,
que algo se romperá para siempre.
Por eso, te invito, amada mía,
a retener lo que fue
mientras la espera nos protege.
Recordemos.
Tu luz y mi luz,
que alumbraron el camino,
se han escondido bajo nuestras pieles ajadas.
Las palabras que brotan de mi boca,
no son palabras de piedra que lastiman.
Solo son palabras como arcilla,
para que tus manos  les den formas ajustadas.
Son palabras-música,
alejadas de flechas y relámpagos,
de timbres bárbaros o gritos estridentes.
Son como ritos sagrados,
palabras cálidas
como el viento que llega en primavera.
Son como rosas rojas,
para que tú sientas, como yo,
que somos adolescentes para siempre.
Ahora,
entre tus labios y mis labios,
estará la poesía en mis palabras.
Solo así sentiré 
que nuestras muertes serán vencidas.
Pasaré mis manos por tu piel,
que no es suave como en los primeros tiempos,
cuando en tu mirada se reunían
todos los colores del mundo.
Mis dedos te recorrerán
como plumas que levanta el viento.
Como plumas que detiene el tiempo,
cuando se estaciona la bruma de los años.
Mis manos recorrerán tus pétalos ajados
como en una canción sin punto ni final.
Estarán encendidos para ti,
todos los inciensos del camino.
Cubriré tus manos con mis manos
para sentirlas mariposas gigantes
bailando entre ollas y sartenes.
Las mismas que recorrieron mi espalda
con uñas calientes como soles.
Si las mías me lo permitieran,
bordaría una luna gigante cada noche,
con las hebras más espléndidas,
de las telarañas del jardín
donde cuelgan las gotas del rocío, como plata.
Ahora, quisiera robar todos tus sueños,
ser el único ladrón de tus rabietas,
para que, de una vez y para siempre,
nuestras palabras se conviertan
en metáforas inéditas y únicas.

(La Paloma, 05/05/2014)





ABISMO

Estoy al borde del abismo
oyendo palabras que zumban como insectos.
Tiemblo.
Miro hacia abajo y tiemblo.
El tiempo me llevó 
por andamios y andamios.
Las bocinas se silenciaron.
Los pájaros no vuelan.
Estoy solo entre nubes grises.
Atrás quedó la noche oscura
y me espera la luz que ciega,
la luz que brilla como sol del amanecer.
Antes de saltar
quiero dejar el pasado en las sombras.
Quiero que se oculte para siempre.
Solo extrañaré a la lluvia 
que lavaba mi cuerpo
y a las olas del mar
que acariciaron mi piel de amante.
Quiero que desaparezca el negro
de las noches de invierno
que lastimaron mi cuerpo
con cuchillos helados.
Quiero que desaparezca el llanto
que lavó mi cara a torrentes.
Quiero irme sin dolores ni penas
llevándome mis risas 
mis canciones
mis versos
el perfume del jardín con colores eternos
el olor de los pinos
que trajo el viento enamorado.
Con eso es suficiente.
Solo con eso valdrá la pena.
Saltaré.
Saltaré cargando al amor que iluminó mi vida
sembrando alelíes en mis ojos.
Me iré sin banderas
sin himnos y sin patrias
sin mentiras y falsos pudores
sin engaños y golpes bajos
sin hipocresías.
Sin nombres de calles 
donde los poderosos quieren ser eternos.
Saltaré solo.
Saltaré desnudo.
Que los pájaros queden
en las cabezas de políticos
de banqueros e industriales
de hacendados millonarios
que se niegan a pagar impuestos.
Saltaré solo.
Saltaré desnudo.
Saltaré 
e iré sabiendo de mi lucha infructuosa
por un mundo de colores para todos.
Saltaré solo.
Saltaré desnudo.
Iré a buscar la luna roja en cada abismo.
La luna roja que marcará el camino
por donde irá mi cuerpo
desnudo y colorido.

(La Paloma, 15/06/2014)





LUZ

Mis ojos se van por la ventana, persiguiendo las estrías de luz que se acuestan en la loma. El tiempo me transformó en vigilante. Mis miradas perforaron el vidrio. No puedo dejar de mirar esa luz que lastima mis ojos. El cielo se pone rojo y poco a poco, desaparece del horizonte. La luz murió junto con la levedad desconocida que toma mi cuerpo, y escapo por el hoyo perfecto que se dibuja en el vidrio de la ventana.

(La Paloma, 03/07/2014)






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