Adolfo Valderrama Sáenz de la Peña
Adolfo Valderrama Sáenz de la Peña1 (La Serena, 1834 - Santiago, 30 de noviembre de 1902), fue un médico cirujano y político liberal chileno. Hijo de Juan Fernández de Valderrama Antón de Olmet y Dolores Sáenz de la Peña, hermano del también ministro Melquíades Valderrama Sáenz de la Peña Contrajo matrimonio con Felipa Téllez Ossa.
Educado en el Liceo de La Serena, luego estudió Medicina y Literatura en la Universidad de Chile. Titulado como médico cirujano (1860), participó curando heridos en la Batalla de Los Loros y Cerro Grande, durante la Revolución de 1859.
Colaboró con importantes trabajos científicos universitarios, como los "Anales de la Universidad". Fue médico del Hospital de San Francisco de Borja (1860), cuando le correspondió combatir la epidemia de tifus de Santiago.
Profesor de Retórica y Poética del Instituto Nacional (1877) y miembro de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile (1878).
Médico del Hospital San Vicente (1882), secretario del Protomedicato (1886) y director de Anatomía de la Universidad de Chile (1888), mismo año en que fue designado médico de la Casa de Orates. Miembro del Consejo de Instrucción Pública (1884-1887). Jubiló como profesor de Medicina (1896).
Carrera literaria
Practicó la literatura al mismo tiempo de la ciencia. Escribió en las revistas El Museo, Artes y Letras, La Revista de Santiago, la Revista del Pacífico y El Ferrocarril. Cultivó el cuento, la novela y la lírica.
Carrera política
Miembro del Partido Liberal, llegando a ser parte del directorio de la colectividad. Elegido Senador por Ñuble (1882-1888), pero se inhabilitó por aceptar otro nombramiento.
Fue Ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública (1886-1887), designado por el gobierno de José Manuel Balmaceda.
En 1887 fue elegido Senador suplente de José Eugenio Vergara Galeas, llegando a ocupar la Vicepresidencia del Senado. Integró en este período la comisión permanente de Guerra y Marina.
Elegido Senador en propiedad por Aconcagua (1888-1894), asumió entonces la Presidencia del Senado (1888) y participó de la comisión permanente de Relaciones Exteriores.
Durante la Revolución de 1891, adhirió a las ideas balmacedistas, fue perseguido por los triunfantes revolucionarios, su casa saqueada y perdió su biblioteca médica y muchos manuscritos inéditos, de obras literarias y científicas.
Ingresó entonces al Partido Liberal Democrático, presidiendo la Convención de Talca (1892), que sirvió como cuna de los partidarios del presidente derrocado.
PENA
Si ves por mis mejillas
correr ardientes lágrimas,
si ves el desconsuelo
pintado en mis palabras,
si en mi laúd sonoro
ves rota mi esperanza,
si me ves humillado
al despertar el alba,
cruzar por la floresta
sombría y solitaria,
cual ave que, una herida
llevando bajo el ala,
va a buscar un refugio
en la espesa enramada
donde morir tranquila
y ocultar su desgracia,
no creas que la pena
que me destroza el alma
es la sangre que sale
de heridas mal curadas,
ni aspiraciones locas,
ni decepción amarga,
ni el eterno cansancio
de las luchas humanas:
es que estando dormido
soñé que me olvidabas.
LUZ Y SOMBRA
Rojizo el sol en el oriente brilla
y en la nieve del monte reverbera,
murmura el río en su desierta orilla,
el pescador desata su barquilla
y abandona cantando la ribera.
El sol camina, al prado colorando,
el velo espeso de la niebla hiende,
y sus primeros rayos desatando,
las flores de su reino visitando,
en ellas una lágrima sorprende.
Ya todo es luz, y sones y colores;
el céfiro susurra con dulzura,
canta el ave sus cándidos amores.
abren el cáliz las hermosas flores,
y murmura el arroyo en la espesura.
El sol su marcha sigue presuroso,
el mar le espera ya en el occidente,
brilla en el agua disco luminoso,
lanza el último rayo esplendoroso,
y entre las aguas húndese su frente.
Ya no hay luz. Una mancha ensangrentada
guarda del sol un rayo todavía;
pero, como mujer enamorada
que cae en nuestros brazos desmayada,
susto y tristeza al corazón envía.
Alzase entonces en la playa el viento
y gime de las peñas en las grietas,
espuma crespa su vibrante aliento
y murmura un amante sentimiento
que habla en música letra a los poetas.
El sol muere y el cuerpo fatigado
se entrega ya sin fuerzas al reposo,
todo queda en la sombra sepultado,
el céfiro se calla amedrentado,
y todo es indeciso y misterioso ...
Esa es la hora de inquietud, de pena,
en que el hombre se estudia y se examina,
en que el alma en la duda se enajena,
en que el ardiente espíritu se llena
de los pintados sueños que imagina.
Y se pasan las horas lentamente,
y la atmósfera vuelve a colorarse,
las flores embalsaman el ambiente,
óyese murmurar la mansa fuente,
y otra vez torna el sol a levantarse.
DON FORTUNATO
Siempre que a don Fortunato,
que es un sandio mentecato,
lo veo en ciencia opinar
no sabiendo ni sumar,
y hablar con cierto calor
de la honradez, del honor,
cuando es cosa bien sabida
que pasó toda su vida
en puro libertinaje
y arreglándose su traje,
para que al ver al perdido
afeitado y relamido
se muera por él Belisa,
me desternillo de risa.
Cuando veo al cincuentón
hablar de su corazón,
de la indecible ternura
y como una criatura
cubrirse el rostro, si alguno
dice un vocablo importuno,
yo que sé que es un zoquete
que en todo asunto se mete
y que sé que el embustero
habla como un carretero,
mirándolo hoy tan decente
tan cumplido, tan paciente
como si estuviera en misa,
me desternillo de risa.
Siempre ve la cosa crítica
en toda cuestión política
y ya se hace liberal
con aplomo sin igual;
o es un neto pelucón
según se toque el violón;
O con uno y otro bando
anda el niño coqueteando;
él nunca cae en el lazo,
que en atrapar un pedazo
cifra su ambición ardiente,
y al verlo de pretendiente
buscando donde se sisa,
me desternillo de risa.
Siempre habla de municipios.
de los severos principios,
del honor, de la moral,
del partido liberal,
de todo lo que está en boga,
teniendo siempre una soga
para aquel que está caldo,
y a esto llama buen sentido:
pero yo, que siempre he visto
que sólo anda el niño listo
en sacar buena piltrafa,
y que haría un viaje a Jafa
por pescar una camisa,
desternillarse de risa.
Se remilga y se acepilla
cual si fuera una chiquilla,
y a pesar de que el cuitado
anda ya un poco encorvado,
e ingratos e impertinentes
ya se marcharon sus dientes,
hace esfuerzos, se endereza,
se acicala, se empavesa,
hace gestos y pucheros
por tapar los agujeros
que en la boca le dejaron
los dientes que se marcharon;
y al verlo andar tan de prisa
me desternillo de risa.
A todo ha contribuido
se muere por meter ruido
y ya se le ve en los bailes,
ya en los conventos de frailes,
siempre habla de probidad,
de pureza, de verdad,
al vicio mostrándose hosco;
pero yo, que le conozco,
yo que sé cuantas mujeres,
en cambio de los placeres
que le dieron, insensato
sin honor y sin recato.
lanzó a la calle en camisa,
me desternillo de risa.
Y por regla general
cuando cualquier animal
echa flores por la boca,
mientras cuando obrar le toca,
en vez de dulces vocablos,
echa por el alma diablos
y es honrado en la expresión
y en la conducta un bribón,
yo no puedo francamente
tener serena la frente,
no puedo guardar la calma:
y teniendo asco en el alma,
veo que es cosa precisa
desternillarse de risa.
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