domingo, 9 de febrero de 2014

DAVID WA MAAHLAMELA [10.922]





David wa Maahlamela  

Nació en Namakgale, SUDÁFRICA en 1984. Poeta, narrador, dramaturgo y performer. Sus poemas, en sepedi e inglés, han sido incluidos en: New Coin, Timbila, Carapace, Botsotso, New Contrast, Kotazy Fidelities. Ha publicado los libros de poemas: Moswarataukamariri; Mphogodiba; Poemtomy Poemsy Mopedi o Maratong; la novela Sejamoledi y la obra teatral O jelweke Aretse. También compiló y editó una antología en sepedi (Tša Borala) y seis libros para niños. Obtuvo, entre otros reconocimientos el premio Herifest de Poesía, el Premio Musina Mayoral Excellence para el desarrollo de las artes y el Premio Pan SALB.




Cómo hago el amor

Algunos lo prefieren desde atrás,
algunos dicen, cualquier estilo de cualquier tipo.

Algunos sólo hacen el cómodo misionero,
algunos lo emprenden como si estuvieran en el ejército.

Algunos lo hacen liviano como si sólo desempolvaran,
algunos agresivamente, hiriendo y repugnando.

Algunos sólo lo hacen con el sexo opuesto,
algunos dicen que el sexo con cualquier sexo aún es sexo.

Yo lo hago en un trozo de papel,
con cada palabra mi pluma penetra.







El desorden del primer mundo

El señor Primer-Mundo prosperó a costa del africano
y llamó a esto civilización,
y ahora que tiene los bolsillos repletos de oro y plata
todos tenemos que desenrollar el papel higiénico
-y ayudarlo a limpiar su desorden eso
nos han dicho.

La pobre madre tierra le suplicó que tuviera compasión,
Mientras él vigorosamente la despojó de su verde natural,
Su clamoroso lamento resonó en centenares de tambores djembe,
Él bailó poniéndole un antifaz de tóxicos gases industriales
La dopó con despiadados químicos
Para penetrarla brutalmente hasta el vientre
En busca de minerales y de piedras preciosas
Para saciar su codiciosa avidez.

Así fue como se engendró el calentamiento global
hijo ilegítimo, resultado de la violación occidental,
la libido de supremacía del Primer Mundo.
No estoy culpando a nadie, sino revelando la verdad, nada más:
La Madre África alimentó a sus hijos con respeto
para que pudieran agradecerle con el mismo respeto,
les enseñó a hablarles a las montañas y los ríos,
a compartir las cavernas con las poderosas criaturas del rostro de Dios,
ellos sin egoísmo ordeñan el pecho de la armonía con la naturaleza.

Ahora que el cambio climático nos trae un universo
de huracanes Katrina y de violentos tsunamis,
los ojos de violadores santurrones vislumbran la salvación,
los pingüinos les ofrecen lecciones de vuelo a los flamencos,
y a nosotros nos enseñan cómo respetar a la madre tierra
como si este evangelio fuera el Nuevo Testamento para el niño africano,
y yo digo que me muestren un lugar más verde que el África
y entonces prestaré mi oído a su cháchara.






La ciudad de los diamantes

La llaman la “ciudad de los diamantes”,
pero todo lo que veo allí son caras enterradas en la pobreza,
se han ido catorce y medio millones de quilates de diamantes
y lo que dejaron Barnato y Rhodes es un hueco pelado,
el hueco más grande del mundo hecho por el hombre,
el hueco que yo siento en cada alma de este pueblo,
enfrentado al infierno de los despidos y el desempleo.

-Un diamante es para siempre- les repetían
mientras trabajaban jornadas continuas y más de la cuenta,
cavando y sudando muy profundo en la tierra,
empujando pesados carromatos y horadando la roca
para volver a sus casas con las manos vacías,
arrugadas y manchadas las caras.

Algunas familias todavía esperan ver el benéfico brillo
de los diamantes que se llevaron la vida de sus seres amados
muertos en la misión de enriquecer a los Oppenheimer
que parecen estar haciendo maletas
para salir corriendo del país.

Así que la próxima vez que veas a un viejo ebrio diciendo:
Koop vir my’n bier asseblief my maat (cómprame una cerveza, amigo)
o a prostitutas subastando sus muslos al borde de las carreteras,
cuando veas a alguien toreando un okapi de siete estrellas,
o le oigas a alguien decir: ek slaan jou tante uit, boet! (¡te voy a tumbar la lengua, pendejo!),
cuando oigas decir que las celdas de las prisiones están repletas,
Y que yo no caben los enfermos de SIDA en el hospital de Kimberley,
entiende primero de dónde salen todos ellos
porque esta es la ciudad de los sobrevivientes,
la ciudad cuyos diamantes han sido robados.






Si

Si pudiera susurrar mi petición
tan desnuda y leal como es,
sin cubrirla tras metáforas
sin cantar la mentira del te-quiero,
la tosca realidad que no prolonga las expectativas,
clara propuesta que aspira expresar
no dulce poesía lechosa para impresionar;
Por favor se honesta conmigo:
¿eso sería música para tus oídos?







Poema en piedra

Hay un poema en mi cráneo,
un poema que nunca entintaré
hasta que tenga una cuerda en mi mano,
permaneceré en las afueras del puente,
reposaré mi cabeza en los rieles,
hay un poema en mi cráneo,
para derretir a Mphogodiba desde ojos inconmensurables
y hacer arder ingenios con agonía eterna.

     Traducciones de Nicolás Suescún



PROMETEO 
Revista Latinoamericana de Poesía 
Número 91-92. Junio de 2012.


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