martes, 4 de septiembre de 2012

7687.- MANUEL RAMOS OTERO




Manuel Ramos Otero (nacido en Manatí, Puerto Rico, el 20 de julio de 1948 - fallecido en San Juan, Puerto Rico, el 7 de octubre de 1990 a causa del sida) fue un destacado escritor puertorriqueño. Se le considera el escritor gay más importante de la literatura puertorriqueña del siglo XX.

Jesús Manuel Ramos Otero nació en Manatí y pasó su niñez en su ciudad natal, viviendo en la segunda sede del antiguo edificio del Casino Puertorriqueño de Manatí.5 Inició sus estudios en el Colegio La Inmaculada en Manatí. Su familia se trasladó a San Juan cuando él tenía siete años. Asistió a la Escuela Superior de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras (1960-1965) y continuó hasta recibir un título de licenciatura en ciencias sociales (concentración en sociología y subconcentración en ciencias políticas) en la Universidad de Puerto Rico, de donde se graduó en 1969. En 1979 obtuvo la maestría en literatura en New York University. En Nueva York y Nueva Jersey trabajó como investigador social, y más tarde como profesor en distintas instituciones educativas tales como Rutgers University, LaGuardia Community College, York College y Lehman College. Fundó una pequeña editorial, El Libro Viaje. Organizó conferencias y encuentros de escritores puertorriqueños en Estados Unidos. Se destacó como poeta y cuentista, aunque también escribió una novela y numerosos ensayos de crítica literaria.

Obra

Ensayos

"De la colonización a la culonización." Cupey 8, no. 1-2 (1991): 63-79.
"La ética de la marginación en la poesía de Luis Cernuda." Cupey 5, no. 1-2 (1988): 16-29.
"Ficción e historia: Texto y pretexto de la autobiografía." El mundo (Puerto Rico Ilustrado) [San Juan, P.R.] 14 de octubre de 1990: 20-23.

Narrativa

Concierto de metal para un recuerdo y otras orgías de soledad. San Juan: Editorial Cultural, 1971.
El cuento de la Mujer del Mar. Río Piedras: Ediciones Huracán, 1979.
Cuentos de buena tinta. San Juan: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1992.
La novelabingo. New York: Editorial El Libro Viaje, 1976.
Página en blanco y staccato. 2nda ed. Madrid: Editorial Playor, 1988 [1987]

Poesía

Invitación al polvo. Madrid: Editorial Plaza Mayor, 1991.
El libro de la muerte. Río Piedras: Editorial Cultural; Maplewood, N.J.: Waterfront Press, 1985.





[Dejé las calles de la patria mía]

Dejé las calles de la patria mía
abrumador templete del relajo
catedral desacrada del carajo
burdel del vacilón que a todos fía.

Errante me lancé como un gargajo
cordón umbilical yo cortaría
enferma de fantasmas mi poesía
aislada sucedió como un colgajo

¿Qué país inventado en la memoria
se vuelve macharrán con su desprecio
hartísimo de tanta vanagloria?

Aquél que te soñó tú llamas necio
lo ignoras en el curso de tu historia:
lo que de ti contó no tiene precio.





VIGILIA

Yo soy esa mujer que solitaria espera
cualquier invitación al polvo que venga
por correo. Soy esa musa de cafetines turbios
con mesitas redondas de tope de formica.
El único juego que conozco tiene la extraña
luz del semen de segunda en un motel de espejos
rotos. Visto de negro para que nadie diga
que a mí la muerte me tomó por sorpresa.
Y llevo en la mirada el rictus sin decoro
de toda bolerista caribeña: jamás avergonzada
de los tajos de yén en cada vena, que unos
guantes de ópera y gaviotas camuflajean.
Mi trago es un eterno aquí me quedo.
Mi patria es un zigzag sobre la niebla.
Debo ser Dios o parecer al menos que estoy
petrificada en este templo, como una vellonera
con aldabas, castrada por los ángeles del miedo.
No solamente soy… me atrevo a ser
la dulce mensajera de una plaga,
la poeta emplumada por la ira
y la pluma iracunda de otra historia.
Yo soy la sin memoria
y el destino tampoco me apresura.
Yo siempre estuve aquí escondida,
Soñando mis ojeras en la letra.
Cuando desaparezca les quedará mi insomnio
Parodiando vigilias que no llegan. 





Invitación al polvo



7

¿Quién habrá inventado a Dios y al demonio del amor,
a la herencia de la muerte, a la apariencia que dura
como si fuera la cuna de la vida y de la suerte?
¿Por qué es que uno se pierde para ir de dos en dos
sin que se rompa el espejo, si yo no soy el reflejo de la caricia en mi vientre?
Yo también quisiera hijos si no es porque soy poeta
y mis hijos son palabras que crecen sobre el papel.
¿Soy papel o soy poeta?, se ha preguntado mi alma en la cruel y eterna 
                                                               /noche del mar que jamás se calma.
¿Y qué haré cuando esté viejo y los que amé se hayan muerto
o qué si muero esta noche y aquél que me amó perdura?
Sólo si hay sol habrá duda porque la noche es mi reino
de abandonos y locuras, como la araña que jura
que su baba no es la miel de su tierno laberinto
sino máscara que al viento hace ocultar su delirio.
Sólo sé que sólo quiero continuar a la deriva
como el barco que enmohece sin sentir frío en la orilla
y se vuelve a preguntar, si lo reconoce un puerto,
¿estoy vivo o estoy muerto, o tan sólo es una herida?





10

Tus manos José tus dedos José
tus brazos José tus hombros
tus labios José tus besos José
tus ojos José tu pelo
todo en mis manos José
todo tu cuerpo en mis manos
todo tu sudor José para mi único vaso
de carne cristal José de papel y de palabras
como un bolero de barcos que al puerto llegaron.
¿En qué fábrica José te hicieron como te hicieron?
Virgo de barro José huevo de hierro forrado
que no se atreve a nacer 
por miedo a ser desplumado
y quiere seguir callado
cayendo de lado a lado
como borracho olvidado
de la Cuba que te trajo
hasta este exilio José
espejo del que te ha amado
y aquí está mi pelo plateado José
y mis besos y mis labios
y mis hombros y mis brazos
y mis dedos y mis manos
todo sudado José poema y cuerpo sudados.






23         
   
Éramos flores desterradas desde un Caribe ancho
y luminoso a un apartamento nocturno y estrecho.
Éramos un recuerdo distinto y similar de voces
amorosas que quedaron atrás encerradas en el
mar, jugando al escondite por bosques milenarios y
volcanes dormidos. Éramos todo eso y mucho más:
el eco de un espíritu sincero que cambió brisa
por humo, fuego de sol por ceniza, gente de carne
y hueso por máscaras anónimas, hombres de la
ciudad que en el amor volvieron a sus islas infinitas.
Cubanacán boricua y Borikén cubano, finalmente
abrazados, con las alas cortadas falsificando
vuelos, como cambiando pétalos por plumas.
Éramos boleristas de la misma loseta: vereda
tropical y niebla de riachuelo, un desvelo de amor
bajo Venus, olas y arenas de una nave sin rumbo,
besos de fuego para una canción desesperada,
yo era una flor y tú mi propio yo. Con lágrimas
de sangre quise escribir la historia que ahora escribo
con sangre, con tinta sangre, del corazón. Éramos
compañeros del desorden profundo, pasión de
vellonera hombres por fuera y por dentro, no
solamente cuerpos sino historia. Éramos la victoria
de amarnos sin prejuicios, sin posesión ni celos,
sabiendo que lo eterno dura un segundo. Éramos los
remeros de la misma galera en busca de esa isla que
al final los libera. Éramos mucho menos
de lo que ahora somos.



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