lunes, 13 de agosto de 2012

AMIR GILBOA [7.394]






Amir Gilboa

Poeta israelí prominente, nació en Volhynia, Ucrania, en 1917 emigró a Israel en 1937. Combatió en la Segunda Guerra Mundial. Fue desmovilizado en 1946, y comenzó inmediatamente a luchar para la independencia de Israel. En 1949 publicó un volumen de poesía titulado Sheva Reshuyot, “Siete dominios,” sobre sus experiencias en ambas guerras. Sus poemas fueron publicados en 1963. Murió en 1984.


No volveré a cruzar

No volveré a cruzar este sendero. Ahora
apretaré la mano contra la corteza del árbol. Es posible
que antes de que llueva pase aquí otro distinto y apriete
también él la palma de su mano a la corteza
y sume sin saberlo un contacto de aire a otro contacto de aire. 

Luego vendrá la lluvia. Y todos los contactos resbalarán con ella abajo
a la tierra del tronco del árbol y serán absorbidos
por tierra del tronco, irán a las raíces y subirán
por el tronco y por las ramas y llenarán las hojas de verdor
nuevo. Dónde estaré yo cuando la respiración verde y corta
de mis manos y del que venga después se mezclen en la continuidad
respirante de verde eterno. 


Moisés

Me acerqué a Moisés y le dije:
Ordena así y así los campamentos.
Él me miró
y lo dispuso tal como le dije.

¡Y quién no vio entonces mi gloria!
Allí estaba Sara de la infancia
a cuyo nombre quise construir una ciudad.
Allí estaba la de las piernas largas de la granja de obreras.
Estaba Melvina de Rabbat de Malta.
Dina de la frontera Ítalo-yugoslava.
Y Riyyah de la tierra baja del norte.

Muy orgulloso corrí hacia Moisés
para indicarle el camino verdadero
y comprendí de pronto
que aquélla que dentro de mi nombre
está grabada y cierta
faltaba.

Moisés, Moisés, guía al pueblo.
Yo estoy tan cansado y quiero dormir más
soy sólo un niño.

Incluido en Poesía hebrea contemporánea 
(Ediciones Hiperión, Madrid, 2001, trad. de Teresa Martínez). 


Isaac

El sol se paseó por el bosque, de mañana,
conmigo y con mi padre,
mi mano derecha en su izquierda.

Como un relámpago, llameó el cuchillo entre los árboles.
Y tengo tanto miedo al miedo de mis ojos en las hojas sangrantes.

Padre, padre, corre a salvar a Isaac
y que no falte nadie a la comida.

Es a mí a quien degüellan, hijo mío,
y mi sangre está ya sobre las hojas.
Y la voz de mi padre se quebró,
palideció su cara.

Quise gritar, revolverme negándome a creer,
rasgándome los ojos.
Desperté.

Y la mano derecha estaba exangüe.

Incluido en Poesía hebrea contemporánea 
(Ediciones Hiperión, Madrid, 2001, trad. de Teresa Martínez).


Y mi hermano callaba

Mi hermano volvió de la guerra

con traje gris.
Yo temía que fuera un sueño falso
y me puse a contar sus heridas.
Y mi hermano callaba.

Rebusqué en los bolsillos del capote

y hallé una venda con una mancha seca.
Y, en una postal destrozada, el nombre de ella
bajo un dibujo de amapolas.
Y mi hermano callaba.

Entonces desaté su macuto

y saqué sus enseres: un recuerdo, luego otro.
¡Bravo, hermano, mi hermano valiente,
ya encontré tus medallas!
¡Bravo, hermano, mi hermano valiente,
cantaré con orgullo tu nombre!
Y mi hermano callaba.
Y mi hermano callaba.

Y su sangre clama desde la tierra.


Incluido en Poesía hebrea contemporánea, Hiperión, Madrid, 2001, 

traducción de Teresa Martínez, pág. 21



VOY HACIA EL HOMBRE

Por fin voy hacia el hombre que ha puesto trampas a los pájaros
y busco su perdón, porque quise impedirle jugar con las vidas de otros
maldigo mi torpeza, pues no está bien quitar nada de la alegría de sus instintos
que tuvo buen cuidado de guardar tensos en todo tiempo
y más cuando los pájaros volaron ya y parece
que pían y se burlan de mí desde la altura sobre mi cabeza
sospechan que también yo tengo trampas, que mis manos son trampas
y jamás se posarán en mis palmas tendidas hacia ellos.

http://www.poesiagrupocero.com/seleccion/editados/2001/noviembre.htm




Por esta senda, de seguro

Por esta senda, de seguro, ya no andaré otra vez.
Ahora apoyo mi mano sobre la corteza del árbol.
Probablemente antes de que caiga la lluvia alguien distinto
pasará por aquí, apoyará también su mano sobre el árbol
y sin saberlo agregará, por sobre un toque de aire, otro.

Caerá luego la lluvia y las huellas todas de nuestras manos
se deslizarán hacia la tierra en donde nace el árbol,
serán bebidas por el suelo, alcanzarán las raíces,
subirán por el tronco y por las ramas 
y darán a las hojas renovada lozanía.

Dónde estaré cuando el breve y verde aliento de mis manos
y de las manos de quienes después de mí lleguen
se fundan en la incesante brisa de vegetal eternidad.

Traducción: Gerardo Lewin



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