Pedro Olórtegui Huamaní (Ayacucho, PERÚ 1981) Nació el día de la muerte de Cristo. Es Licenciado en Lengua y Literatura por la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga. Formó parte del grupo literario Malayerba. Ha dirigido las revistas literarias Buscando un camino, Tres al hilo y dos mentales y Azmeunlugar. Actualmente dirige la revista literaria El cabaret ambulante. Los textos pertenecen a su primer poemario titulado La morfología del tiempo (Cascahuesos Editores & Ciudad de Papel, Arequipa, 2012).
TIEMPO AL MAR
Para Alejandra,
en el desierto de mi alma,
con su mano en mi mano.
Y SIN EMBARGO tú
con el ruido cómplice
en la luz amarilla del otoño
en tu idioma que es estación
mar y orilla detenida
bajo las hojas
en su oleaje
cerca de la tierra
abrazas mi memoria
como la niebla
igual que un ancla.
LA DECONSTRUCCIÓN DE LA FORMA
He visto estrangularse mi cadáver
en los alfileres amorfos de la distancia,
en las larvas de la muerte,
en la onda circular que me arrastra
al vacío letal de la nada.
ESTACIÓN DE ALBATROS
HACIA MI VOZ VOLASTE
como el crisantemo
desapacible
en el vientre de los navíos,
más allá de las hurganzas
a paso de ternura
inmóvil en la sangre
en la espiga herida
en la latitud de los torrentes
en el poniente cercenado
de las miradas que se ciegan.
En las sombras,
en las magras alas de las brumas
que encallaron en los parques,
en la primera sed de los oleajes
donde se desgastaron
los ojos del albatros,
exhalando el crepúsculo
donde parieron sus huellas
en las llamaradas del silencio.
Y cual mar que soy
en el vacío de mi propia tempestad
sobrevuelo el nublo del abismo
imposible y sin vértigo
en el eterno instante
de los regresos tardos,
en el espiral en las nebulosas
que irresoluble atraviesa
mi alma vestida de arena,
sal, cieno y extramar,
desde mi alto balcón
bajo cielos infinitos,
desde donde mis pies
se disfrazan de palomas
y vuelan a donde va el cansancio,
a donde se desenredan los vientos
y se rema hacia el olvido,
navegando en la noche
y el gemido,
donde la piedra cae
y donde nacen,
en la urgencia de la hoguera,
las aves de la tierra
y los tibios peces del cielo.
Hoy habito,
invisible
en los confines de la luz,
en la oscuridad del alba
sin dolor ni resistencia,
fulminado y encerrado en mi propio pecho
y silencioso vuelo
hacia la tierra,
donde mi corazón existe.
LUCES EN LA HERIDA
Heme aquí,
sobre el fragor de los pasos inadvertidos,
con rumbo equivocado
al manso lugar de la indetenible quietud,
como cuando se levanta la niebla
por sobre la gracia aérea
del pájaro solitario.
Sin más horizonte,
insaciable en la ausencia
con la vehemencia del viento.
Escondido.
Junto a las aguas quietas.
Diletante
como la sombra misma arrastrada por la llama.
Huérfano en mi pecho
como la arena profusa de la memoria,
sobre el andrajo.
Anclado en la distancia,
muy adentro,
donde la luz mengua
y se hace entrañas la estancia.
Creciendo en la nada
a punto de ser agua
y tierra sedienta,
orilla y raíz
y torrente enmudecido sobre el río
en la ventana de los caminos.
Iluminando el polvo,
en la secreta luz de la oscuridad
bajo el balcón de sombras
bajo el aire
en el ala negra del olvido.
ESPIRAL
La sombra entre la noche ha cerrado el crepúsculo
sobre el sueño de un azor
en la marea pálida de mi boca
distendiendo la diáspora vomitiva del mejor secreto
jadeante de las mandrágoras.
La quietud sobre la noche esta calma
y me devora circunstancial el tiempo.
DIGO VIENTO
Qué hermosa eras en tu desolación
Juan Gelman
Desde la soledad de la estancia
en el umbral de sombra
como un incendio de agua ciega
que se eriza y acaricia la cara de la muerte,
desde donde la noche se vela de claridad vacía,
en el recorrer de sombras, desamparadamente
aquí, hoy digo,
el falso rumor de la tormenta,
los viajes sin términos,
la tempestad en el reposo
que agita el consuelo del regreso
donde el peso del aire
le disputa al tiempo la posesión del soplo.
Así me busco,
como la serena luz en el relámpago.
Maravilloso como el vértigo
en la geografía de mis manos.
Aplastado por el viento,
arrastrando la fatiga
al lugar
donde sin sombra mis ojos se desvelan
en el fondo de los mares
donde se inventó el silencio.
INVENTARIO
He resignado la soledad
a lo largo del cansancio,
en las consonancias donde paso
desmedido y con los ojos bajos,
en la ceguera de los gusanos
al borde del abismo
donde la ausencia ya nunca más
habitará su casa,
porque en mí dejó su cuerpo.
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