José Miguel Marinas Herrera nació en Vitoria en 1948, de padres leoneses, y en León transcurrió toda su infancia y juventud, en el Barrio de Santa Ana. Estudió en Oviedo, y desde hace años es catedrático de Ética y Filosofía Política en la Universidad Complutense de Madrid.
Además de los libros citados arriba, ha publicado Diario del Viaje a Italia de Michel de Montaigne (1995), Historia: casuística y mística (1998), La fábula del bazar. Orígenes de la cultura del consumo (2001), Lacan en español. Breviario de lectura (2003), La razón biográfica. Ética y política de la identidad (2004), La ciudad y la esfinge. Contexto ético del psicoanálisis (2004), Los nombres del Quijote. Una alegoría de la ética moderna (2005) y La escucha en la historia oral (2007), entre otras obras y ensayos.
Formó parte del consejo de redacción de revistas de pensamiento crítico, como La Balsa de la Medusa o El rapto de Europa; es miembro del comité de Logos/Ananké, Revista de Psicoanálisis y Psicopatología (París) y Figures de la Psychanalyse (París), corresponsal de NewsLetter. Hannah Arendt (Berlín) y miembro del consejo editorial de Intersubjetivo-Intrasubjetivo (Madrid), entre otras publicaciones.
En los años 80 y 90 publicó poemas en las revistas Los Cuadernos Leoneses de Poesía y El Signo del Gorrión, y en el libro Todos de Etiqueta —una antología de poetas inéditos realizada por Tomás Salvador González, a finales de los 80, para la colección Barrio de Maravillas de la Junta de Castilla y León—.
Además de Razón de duelo, un libro que acaba de publicar en la red, en la Colección Traviesas de Poesía, el profesor Marinas tiene dos poemarios anteriores, parcialmente publicados en antologías y revistas, De Transhumantes a Transeúntes (1980) y Ejido de las ciudades (1989).
otra vez cruzo la pasarela
sobre las vías del tren
miro a un lado y a otro
al espacio que antaño
se llenaba de humo
blanco de locomotora
me saluda me acoge
la figura bermeja
en la ventana
tardo en llegar:
mis pasos saben
que es otro el puente
otro el tiempo y otro
yo mismo
(’Razón de duelo’ ) / razón
razón
I
otra vez cruzo la pasarela
sobre las vías del tren
miro a un lado y a otro
al espacio que antaño
se llenaba de humo
blanco de locomotora
me saluda me acoge
la figura bermeja
en la ventana
tardo en llegar:
mis pasos saben
que es otro el puente
otro el tiempo y otro
yo mismo
II
quería dar razón del duelo
dejar correr todas las notas de la pérdida
no alivio de la desaparición
del fundido en negro del que no se regresa
mas testimonio del momento en que quien se va
queda continuamente en el umbral
sin irse nunca
y nos hace despedidores medrosos
imantados
un planto continuo y seco
sin más lágrimas que las que la vida consiente
sabiendo que son de este lado
no del lado de lo que no es
que no tiene nombre
ni rocío en las mañanas
pues ni amanece
ni hay tiempo ni manos llenas
ni manos
III
dar razón del duelo
como quien canta el melisma más terrible
sin voz, entredientes,
y de vez en cuando se vuelve a la vida
y habla y negocia, o dice qué hermoso este edificio
o cómo me gustan las líneas de tu boca
o cuánto falta para el verano
pero sabe que el otro borde del umbral
la parte interior de esa zona sin aire
le convoca de continuo
para que diga de lo imposible algo
IV
volver y contarlo
como la que se dejaba abrazar
callaba y parecía no acabar nunca
de regresar del silencio
V
entonces vi la obra de la causa del duelo:
un hacer continuo que borra voces,
presencias, pulsos, intensidades del rostro, respiraciones,
el peso del cuerpo
y el hilván de la risa
un desvivir que lleva el nombre de la vida,
que hace hueco donde lo lleno,
que mata el brillo de lo que brota
razón de duelo es el nombre de la definición de las cosas
VI
juntaba papelitos
como arqueo de pérdidas y ganancias:
las fechas se quedaban atrás siempre
muertas de muerte legal
en el refugio de los calendarios
con papelera, allí donde los recibos,
allí donde los avisos,
allí donde los carnets,
y las acreditaciones
yacían a los pies de una cazadora
con escopeta
y cartuchera
con cartuchos como días
VII
vida de los gestos:
surgen desmañados
sin norte ni hechuras
y en cuanto brotan
quedan de piedra
en la memoria
VIII
ríos y pérdidas
no hay más metáforas:
el mismo flujo terco,
lo que vive y desvive,
los mismos pasos
IX
un cuenco de manos
para capturar el agua de la lluvia
un pliegue de la hoja de la cardenca
donde se almacena el agua del cielo
como en un cuévano
un peine pasando moroso
por la mata de pelo recién lavado
con el agua de lluvia de la cardenca
(no recuerdo el color de los ojos de mi madre)
X
decimos las vueltas
que da la vida
un camino con recodos,
trocha entre jaras y avenas locas,
sendero con poca definición como para furtivos,
acotado por sebes, barbechos que crían yuyos y chatarra
las vueltas que da la vida no tienen mapa:
lo pintamos mucho más tarde
cuando ya no vemos carriles ni roderas
son las vueltas que da la lengua para nombrar el río quieto
con aguas siempre nuevas
XI
dónde estás
laguna Dalga:
sigue el agua en que nos bañamos
ajena a la obra de vida
y a la obra de muerte
sin ojos para ver la trama
laguna
con ojos de plata
XII
grabar en la corteza de los árboles
poner plata en la piel
tatuar los dibujos de los sueños
salir al paso de los ríos
a los pregones de la carretera
que traen pescado
y noticias
acechaba lo repentino
por ver su huella
y su piedra sillar
en la memoria
XIII
como si sólo hubiera asidero
en el poder decir: rescatar el núcleo,
lo que va por debajo de las condiciones,
esto también perece y sin embargo
lo llamamos meollo, fondo
para que no lo toque lo que todo se lleva
XIV
sólo la palabra alivia la pérdida:
“calabocito oscuro
donde yo estoy preso”
diminutivo de lo implacable
galería de perpetuas
XV
fluida pasa la razón de duelo:
no atruena esta razón en marcha
es sigilosa como el andar a compás
de dos mujeres
viudas
al sol de la caja de ahorros
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