lunes, 14 de febrero de 2011

3033.- SERGIO RIGAZIO


Sergio Rigazio (Buenos Aires, Argentina 1957) ha publicado los siguientes libros de poesía: Espejo Retrovisor (Puebla, México, 1979), Lo que cuelgan los lunáticos (Cuadernos de Villa Tranquila, Junín, 1986), Mandalas Bebop (Ediciones de La Pampa Chata, Junín, 1996), The Buick Project y otras canciones de viaje (Ediciones LLanto de Mudo, Córdoba, 2006) y las novelas Los Pelados (Beatriz Viterbo Editora, Rosario, 1999) y Maragám Blues (Editorial Leviatán, Buenos Aires, 2006)




El boxeador

Están sentados unos metros delante de mi asiento.
El tiene cara de boxeador,
o sea, tiene una típica nariz de boxeador
y le faltan algunos dientes.
La mujer viaja a su lado con un bebé en los brazos
y detrás van sus dos hijas.
El besa al bebé, le acaricia la mejilla a la mujer,
y al instante está levantándose sobre el respaldo
de su asiento, mira hacia atrás,
le da un pañuelo a una de las nenas,
le dice que se limpie la nariz
y toma una mano de la otra y se la besa,
y la hija mayor, la del pañuelo,
ella también le demuestra que lo quiere
y le pasa la mano por el pelo
y él se la retiene ahí, con su propia mano
y los tres sonríen,
los tres tomados de la mano.
Y yo observo las manos del tipo,
pienso que con esas manos debe pelear en clubes de mala muerte,
con esas manos golpea la mandíbula de tipos como él,
con esa misma nariz,
ese mismo brillo de sábado a la noche en los ojos.
Ahora vuelve a sonreírle a la esposa,
y vuelve a besar al bebé,
porque es su hijo varón
y el tipo está realmente feliz
mirando por la ventanilla las luces de la ciudad
y señalándole cosas a las hijas,
tal vez la cruz de neón de la iglesia de San Cayetano
o algo por encima de los monoblocks del Fonavi.
Entonces yo también miro hacia fuera,
afuera es sábado a la noche,
le tomo la mano a mi hija
y siento que la humanidad todavía se sostiene
en algunas estupideces santas como el amor.






Pensamientos sobre el no-hacer

Así es como se hace
un asado:
no haciéndolo.
Te servís un vaso de vino,
otro
y otro.
Te ponés un pantalón de tu suegro,
para no ensuciarte los tuyos,
para no ensuciar los que usarás en el trabajo
mañana.
Y tu suegro ya falleció,
y era buen tipo.
Y hay algo ahí,
cuando te ves enfundado en esos pantalones
enormes.
Hay algo que te hace sentir bien.
Es domingo,
generalmente lo hacés un domingo,
en una casa que no es tu propia casa.
Y en medio de todo eso,
con la cara caliente,
cerca del fuego,
pensás que algo está cambiando en tu vida.







Noche Buena bajo la higuera del fondo

Mis hijas encienden las velas sobre la mesa,
bajo la higuera del fondo.
Hay una vela para cada uno de nosotros.
Cada uno tiene su luz,
cada uno tiene una particular manera
de configurar una luz.
Con una vela vulgar y silvestre,
con una mariposa blanca,
o como dice un amigo,
con la trompeta de Chet Baker,
con cosas así se encienden las noches
y la luz es nuestra.






Nada del otro mundo

De pronto aparece un flaco con el pelo verde.
A primera vista parece una cabeza de cotillón,
un montón de rulitos verdes.
Un Alegre Bromista de Ken Kesey recién llegado
a Buenos Aires.
El flaco pintado de verde pasa como una ensoñación,
mezclado con un boxeador que también tiene un tinte verde
en la piel
y tres paraguayos de un perfecto par de bolsos verdes,
y en el medio del pasillo está el tipo de seguridad,
parado como un buzo táctico
en el fondo de una pecera extraña.
Somos todos peces
abriendo y cerrando nuestras bocas tristes
entre los vidrios de la terminal de ómnibus de Retiro.
Dejo veinte centavos en la ranura del mozo que me trajo
el café de mala gana.
No se los merece, es mal pez.
Pero en algunos lugares de esta pecera,
en cierta parte del tiempo mal repartido,
uno tiene la sospecha de que tampoco se merece estar ahí,
ni en las buenas ni en las malas.
De modo que estamos a mano,
y estar a mano significa estar en paz.
Nada del otro mundo.








Anunciaron una lluvia de estrellas en la TV

Anunciaron una lluvia de estrellas en la TV.
Lo dijo Santo Biassati,
y tipos como Santo Biassati son tipos creíbles.
En realidad el evento, casi cósmico,
consistía en un montón de piedras desparramándose
por el espacio,
despojos de un cometa que explotó en 1973
o algo así.
Lo anunciaron como un espectáculo,
gratis solamente para toda Sudamérica.
Nada que ver en el hemisferio norte.
Es decir, esta vez no habría nada en el cielo de los ricos.
De modo que con mi mujer y mis hijas
estuvimos dos noches recostados en el pasto,
entre el sauce llorón y el falso café, mirando el cielo.
Pasaban aviones, satélites y bichitos de luz
y cada tanto un chispazo.
En el interín no nos poníamos de acuerdo
si esos chispazos eran o no la lluvia que esperábamos
ni en la combinación imaginaria de algún grupo de estrellas.
Hablábamos de distancias, de isósceles y trapecios,
y Sara mencionó algo acerca de los científicos.
Entonces pensé en la cantidad de ciencias e indecencias
que se podían cometer bajo esa insolente cantidad de estrellas.
Recordé algunas noches parecidas,
contabilizando una noche en Casbas y otra en Piedra del Aguila,
y ni hablar del cielo de Chacabuco o de Armaçao.
Pensé en mis hijas esperando una lluvia de estrellas
que no eran ni lluvia ni estrellas,
y supe que volveríamos a pasar, interminablemente,
por noches así, esperando maravillas
que pocas veces suceden.








El jazz santifica

compro vino barato
tiro el I Ching
todo lo que dice es demasiado cierto
demasiado malo para ser verdad


afuera hay luna llena
escucho el viento entre los álamos
escucho siempre el mismo disco de Steely Dan


no me cansa
las cosas buenas no cansan
y la realidad es apenas la falta de un buen licor
y de cosas buenas


un montón de esas cosas se terminaron
hace meses ya
pero de a poco nos vamos acostumbrando
y eso se parece a envejecer
lo cual no me preocupa



tengo los antídotos
no cotizan en ninguna moneda
están fuera de los mercados
y la bolsa de valores

no vale la pena enunciarlos aquí
algún hijo de puta les pondría precio









de samurai jackets revelations (2004/2005):

tristes anónimos

será esa dificultad que algunos tienen
o les falta para ocultarse en medio de la nada
para simular que no están
que gozan de una ridícula invisibilidad
bajo rayos
centellas
y otros retortijones de luz
como flashes que los iluminan
justito tropezando en las veredas
el mero tránsito entre las góndolas de un supermercado
allí donde el Ojo Electrónico de Dios los sorprende
en la duda
robar algo tonto
un chocolate
un arbolito de navidad


será que a donde van siempre llueve
o gotea sobre sus cabezas
y en las fotografías salen húmedos y huraños
patinando en los bordes
ninguna dirección definida
expuestos
fracturados
animalitos del Señor en la crueldad de la intemperie

miran hacia arriba
el cielo es un baldío feroz
e incomprensibles desdichas del corazón
trazan señales que sólo ellos
llenos de ellos mismos
ven como si miraran
en blanco
y negro

eso los delata









oración de gracias

en los lugares más inhóspitos del planeta
en el limbo de los cerros
los glaciares azules más inaccesibles
donde las sombras se calcinan
donde van a morir los cisnes
y nadie lo sabe

en el fondo más bajo de los más bajos fondos
en la penumbra infinita de los océanos
donde el tiempo no sucede
y todo es

en Neptuno
Júpiter
Plutón
Venus
Saturno
Mercurio
Marte ya no tanto
la Luna está perdida

en el centro exacto de cualquier agujero negro
en los más lejanos enjambres de luz del cosmos
y en todas las Vías Lácteas conocidas
y por conocer más allá del Sol

en el trasluz de cualquier nebulosa
y de toda porción de algo más o menos habitable
vagando en el Gran Vacío del Cielo

allí donde haya algo que valga la pena
alguien
sea lo que quiera que sea
debería agradecer a Dios Todopoderoso
a Buda
Mahoma
Alá
y a todos los santos
que el hombre aún no haya pasado por allí

de los ojos en el placard (2006):








en tránsito

ella duerme
yo escucho música
barro el piso
alimento a la gata que sólo viene a comer
y se va
porque está de paso
la gata
que a gatas se deja tocar
como yo
que escribo
y las chicharras
que se hinchan en la siesta
mientras ella duerme

ni modo
estamos de paso
no hay manera de medir el tiempo de lo que apenas pasa

puede apantallarse un colibrí delante de la ventana
y lo que pasa no pasa del todo

es probable que sólo sea un sábado de luz en la tierra
que no pase nada más allá de las paredes
todo más o menos ilusorio
como ella que duerme
y yo que observo sus pequeñas sandalias en paz




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