Mario Goloboff
Nació en Carlos Casares, Provincia de Buenos Aires, ARGENTINA el 16 de marzo de 1939. Es poeta, narrador, ensayista, crítico y docente. A la edad de 16 años se afincó en La Plata para estudiar en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales. En esta ciudad se recibió de abogado, fundó el “Grupo Poesía La Plata” y publicó sus primeros poemas en el diario El Día. Integró, además, el Consejo de Administración de la “Cooperativa Editorial Hoy en la Cultura” y del Consejo de Redacción de El escarabajo de Oro, y fundó y codirigió con Vicente Battista la revista de ficción y crítica Nuevos Aires (1970-1974). Durante más de veinte años vivió en Francia, donde ejerció la docencia en varias universidades y recibió la distinción de Caballero en la Orden de Palmas Académicas por su contribución a la cultura francesa. También fue profesor de literatura latinoamericana en el Instituto de Burgos y en la Hebrew University of Jerusalem. Tras regresar a la Argentina, dictó seminarios de posgrado en la Universidad Nacional de Buenos Aires, en la Universidad Nacional del Litoral y en la Universidad Nacional del Comahue. La Universidad Nacional de La Plata, por su parte, lo designó Profesor Extraordinario en la categoría de Consulto. En esta Universidad enseña literatura argentina y se desempeña como Catedrático de Número de la Cátedra Libre “Francisco López Merino” de Literatura Platense y como Miembro del Consejo Asesor de la Cátedra Libre de las Islas Malvinas y el Atlántico Sur. Creó y dirige, asimismo, la colección de relatos “El milagro secreto” de la editorial platense Al Margen. Actualmente, reside en Buenos Aires, es Miembro de la Comisión Directiva de la Sociedad Argentina de Escritores y, entre otras tareas, coordina el Taller de Novela de la Biblioteca Nacional y escribe la columna semanal titulada "Relecturas" en el Suplemento Literario Télam de la Agencia Nacional de Noticias. Cabe agregar que, en los últimos días, acaba de ser nombrado Director del Museo Casa de Ricardo Rojas - Instituto de Investigación. Su obra publicada incluye los siguientes libros: Entre la Diáspora y octubre (poesía, 1966), Caballos por el fondo de los ojos (novela, 1976), Leer Borges (ensayo, 1978, aumentado y reeditado en 2006), Criador de palomas (novela, 1978), Toujours encore / Todavía siempre (poemas y relatos, edición bilingüe español-francés, 1982), La luna que cae (novela, 1989), Genio y figura de Roberto Arlt (ensayo, 1989), El soñador de Smith, 1990), Los versos del hombre pájaro (poesía, 1994), Comuna Verdad (novela, 1995), Julio Cortázar. La biografía (ensayo, 1998, reeditado en 2011), Elogio de la mentira. Diez ensayos sobre escritores argentinos (ensayo, 2001), La pasión según San Martín (cuentos, 2005), Recuadros de una exposición (textos breves, 2008), El ciervo y otros poemas (poesía, 2010) y De este lado. Crónicas de nuestro tiempo (crónicas, 2011). Algunos de sus libros fueron traducidos a otras lenguas y sus ensayos, críticas y artículos periodísticos aparecieron en numerosos diarios, revistas y volúmenes colectivos. En una entrevista publicada en el blog “Mirando las ruedas de Yoshiwara” (http://mirando-las-ruedas.blogspot.com.ar/) da cuenta de su entrañable relación con La Plata: “Tengo, aquí, multitud de amigos, de antigua y nueva data. La Plata es mi lugar en el fondo del alma, si es que el alma existe. Aquí me casé, aquí nacieron mis hijas, de aquí me fui para lo que iba a ser después el exilio, en Francia. Y a La Plata he vuelto, afortunadamente, a dar lo poco o mucho que aprendí en la vida. Creo que los lazos no pueden ser más íntimos”.
Cosmos
Tu país no es ahora el mío.
Mi país no es ahora el tuyo.
Países y fronteras y límites
se han alzado sabiamente
dándonos la enormidad del mundo.
Pero yo quisiera tener de él lo más pequeño:
un dedo de una mano de un cuerpo
y soplarte el pelo con el aire de tu país
para aliviar tanta pólvora.
El nadador
Yo, que me pierdo en olas del mundo
y que en cada paso que doy escapo a las redes.
Yo, que vacilo entre el caracol y el arpón.
Yo, que huyo del anzuelo y del mástil,
nadaré sin despertar por todos los mares,
nadaré hasta que cedan mis brazos
y de la costa quede un solo punto:
ése en el que estoy
mirando cómo nadan
los que vacilan frente al arpón
y miran
un punto de la patria
en que me desvanezco.
Recuerdas una calle...
Recuerdas una calle
y en la calle una puerta
y tras la puerta un patio
en el que juega un niño
que con el tiempo dejará esa casa
se arrojará a la calle
para encontrar
al hombre que recuerda.
Retornos
Para mi primera visita
pintó su casa.
Para la segunda,
tapizó un sillón.
En la siguiente,
hubo un ramo de flores y hasta una planta.
Nada recuerdo particularmente de las otras,
salvo una tarjeta de bienvenida
y sus excusas
porque había tenido que salir.
La especie
Bajo los techos
se diezman más parejas
que en las batallas
a la luz del día.
En la guerra, matamos por odio.
En las camas, por amor.
Arte poética
Escribirás poesía
cuando tu país sea el mundo.
Escribirás poesía
cuando todas las manos te acompañen.
Escribirás poesía
cuando estés tan próximo
como alejado del amor,
cuando la palabra haya pasado
y sólo quede el eco
alguna música
y esas dormidas sílabas
cayendo hacia la tierra.
Entonces
verás que este lenguaje
es un extraño juego de la mente
por donde cruza el corazón
despedazándose.
Fuente: El ciervo (y otros poemas), Mario Goloboff, El Suri Porfiado Ediciones, Buenos Aires, 2010.
Bella ciao
“Alla mattina appena alzata…”
Hojeando reproducciones de Il Caravaggio
con ese aire de Madonna popular florentina,
hecha en cofradías piadosas
y adorada en los barrios obreros,
cuya piel traslúcida y aún tibia
respondía desganadamente a mis besos,
mientras le servía café y la observaba
en la mañana de otra despedida sin nombre,
creí entender lo que es un cielo imposible,
creí nacer estos versos
que aún no sé si merece.
28/12/2011
Una mujer
Que te hace mirar de nuevo el cielo
te baña en el mar
te besa en el aire
y
además
pide le leas el Génesis,
infunde en vos
el mismo aliento
que el Creador a Adam
para que fuera.
14/12/2011
Gratitud
A todas las mujeres del mundo
debe uno algo,
pero de ella
que es la que más importa
prefiero recordar
que separaba el chocolate en triangulitos
y daba así un perfume
a las cuestiones del amor
que yo
ferviente del cacao
aún no conocía.
Y, sobre todo, sin abandonar ni un instante su estilo…
Me pareció que todo lo compendiaba,
mi admiración incluida.
Luego, su sueño en paz,
el improbable despertar,
su partida dejando alguna huella,
los besos que nos dimos
u olvidamos,
el futuro que ya es presente
(y no por ello menos fugaz),
y la entera deslumbrante vida
irradiando, irradiando, irradiando,
envuelta en su pelo de luna.
18/10/2011
Herido
Herido,
quedaste herido,
no de muerte,
quizás,
pero sí de esa mano,
que a veces
dilata el corazón
ardiendo.
21/2/2012
Biografía
El campo innumerable donde creces.
La ciudad diagonal en la que amas.
La hospitalaria Francia donde exilias.
La Buenos Aires que te trae y mece.
La fuerte vida donde compadeces.
22/5/2013
http://www.espaciojuanlortiz.com.ar/?p=3257
Escribo para irme
Escribo para irme (siempre escribí para irme).
El recorrido de las páginas fue como el de las hojas de ruta; yo nunca he escrito: he dibujado nada más que mapas.
Hijo, nieto, biznieto de viajeros, he dado hijos (y daré nietos y biznietos) de via-jero. A lo largo del tiempo, no habremos escrito el poema, pero acaso dejemos una tímida huella en el mar.
Si no hay final de libros, si no hay puertos, si cada hombre pesa lo que pesa un hombre, habrá al menos un oceánico adalid que nos ampare. Voy a su encuentro. Escribo para irme.
He escrito siempre de lo mismo: del destierro.
Primero, por herencia. Luego, por destino. O por oficio. La literatura es perma-nente exilio, y nadie escribe porque se siente en su lugar, sino porque se siente fue-ra de un lugar. Escribiendo, la ilusión de la conquista de un territorio se hace pre-sente, el mismo territorio se hace presente; todo lo que estaba lejos vuelve a reco-brarse, y el que estaba fuera retorna a su país.
Hemos abandonado un primordial regazo que nunca verdaderamente recupera-remos. Escribimos, ahora, para dar testimonio de esa pérdida. Si nada hubiéramos perdido, nada escribiríamos. Si tuviéramos un país, no andaríamos buscando en es-tas páginas el eco de un país. La escritura es la patria del que escribe.
He viajado mucho. O he soñado que viajaba mucho. He escrito libros cuyos títulos indican un transcurso, un pasaje por algo, desde algo.
He viajado mucho. O he soñado que viajaba. Me he movido. No me he movido. He pensado que me movía y he movido conmigo mi pensamiento. Así fui enveje-ciendo. Alrededor de mis manos, los hijos crecían, las plantas crecían, crecía el mundo. Mi mundo, en cambio, se achicaba y se angostaba porque mis viajes no sabían viajar, mi cuerpo no sabía trasladarse al paso de mi imaginación.
Todo, ahora, se ha detenido. Mi cuerpo, que nunca ha viajado, no viaja ya. Mi pobre imaginación, que nunca desbordó en tránsitos, cada vez mueve menos. Aho-ra viajo entre el libro y la lámpara, y trato de descubrir en ese infinitesimal espacio cuánto puede alojarse, cuánto de intacto hay para viajar.
Entre mi imaginación y yo, entre mis viajes y el viajero, entre el espacio quieto y el espacio celeste, entre la luz del día y la de mi linterna mágica, se mueve ahora un cosmos. Soy un capitán inmóvil dentro de un barquito de botella.
Escribo para irme pertenece al libro El ciervo (y otros poemas) (El suri porfiado ediciones, 2010).
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