Enrique Juárez Toledo
Nació en el departamento de Santa Rosa de Guatemala en el año 1910 y falleció en el año 1999.
Enrique Juárez Toledo, es uno de los grandes poetas que conforman la Generación Literaria conocida como Grupo Acento, desde donde publicó Varios libros de poesía
Publicaciones
“Tierra sin cielo”, 1944
“Pueblo y poesía”, 1945
“Para morir contento”, 1949
“Dianas para la vida”, 1955
“Cantamos por la herida”, 1962
"Casa de poeta”, 1965
“ Inerme como el olvido”, 1965
“El bien de amar”, 1966
Premios
Premio Nacional de Literatura “Miguel Ángel Asturias”,1992
Primer lugar que ganó en los Juegos Florales de Quetzaltenango.
Sin duda alguna, la parte triste en la vida de este insigne poeta fue haber vivido sus últimos en años el Asilo San Vicente de Paul, lo que evidencia el poco apoyo que han recibido muchos personajes que han dado brillo a Guatemala.
BOLÍVAR Y SU VUELO
El hombre vive lleno de fiestas obligadas,
no ha faltado quien bese pies ajenos,
rito y mito de once mil banderas,
pero entre tantos sucios quedan limpios
para leer de nuevo la pauta de Bolívar,
cumbre de calcio fecundo,
altura de corazón inigualada.
Bolívar es el lúcido alfarero
que así cultiva lirios como trabajadores;
de entraña matinal, su esperanza es constante;
es un reloj despertador de fábricas y campos,
de músculos y mentes,
angélica fanfarria de luz en cada día.
Del sol convertido en niño
pasó a ser un relámpago benigno,
lucha, flor y canción del suelo americano.
Bolívar es en sí un gran pueblo
de infancia valiente,
razón de toda patria en perenne mañana,
consuelo del norte y consuelo del sur,
fulgor sin poniente hacia el bien orientado.
Recordarlo no es cuestión de besar la bandera,
no es cuestión de licor ni desfiles,
pero sí de tomarnos las manos,
de vestir las mujeres sus blusas rosadas,
de que el niño agite los verdes pañuelos
bordados por manos abuelas.
Es cuestión de empuñar el celeste estandarte
del alba y empuñar un fusil o un lirio,
un lirio mejor que una espada maligna.
Pero nunca matarse entre hermanos,
que solamente se trata de no ser esclavos
del miedo, de la falta de pan y de libros
Bolívar está vivo y sufre
de vernos tan niños y mal aplicados.
El hombre nace ciego,
atónito y sombrío
sin querer ni saberlo;
crece aun poco para su desgracia;
se reproduce mucho,
como un antiguo pez,
un milenario musgo;
instintiva e infructuosamente
y por fortuna para el aire,
sin quererlo, muere.
Nace para durar,
en sí, lo que un soleado día,
como pestaña débil,
al mismo tiempo que una gota de agua,
un grano de maiz,
pimienta, arroz o trigo;
parecido al relámpago atrevido
de una simple luciérnaga
en su propia noche.
El hombre nace, crece,
se reproduce y mata
enterrando en los otros su tibio
y sustituible corazón morado,
bajo un sinfin de etiquetas,
borracho de esplendor
falso como el olvido
que le brinda el tabaco, el sopor del vino,
el grito de un nuevo niño,
la vzo intemporal de los amores
que van del perro al amo,
del esclavo a su amada,
del patrón al mendigo,
de un mínimo beso a una larga tragedia.
Apenas es un día,
un pedazo de aurora
-que penoso- el hombre vive,
y al morir queda en huesos,
en vez de, al terminar sus horas,
poder evaporarse
frente a sus amigos,
mago bien devorado por su propia magia,
en diez minutos justos,
como el gas mas sutil
y mortal de nuestra era.
María pudo haber tenido quintillizos
en vez de un solo niño;
mas, de esta bella manera
o de la otra, con sus cinco estrellas,
nada habría cambiado:
cuestión sería de ordenar mas clavos,
comprarse cinco cruces,
multiplicar olvidos,
bancos y altares,
acrecentar la suma de las magdalenas,
fabricar otras jarras
de estival vinagre,
inventarse otros lábaros,
pagar otros judas y longinos.
El hombre sigue ciego,
atónito y sombrío,
con sus antojos de bandera blanca,
cultivando su polvo, su estallido,
sin querer ni saberlo,
sin mas sudario que su pìel
ni mas consuelo que su propio
tenebroso egoismo,
pese a sus laureles de poeta
y a su mano de apostol
y su brazo de verdugo entorchado,
pese a la música y sus paisajes,
a la invención tenaz del arte;
todo porque duerme mucho mas de la cuenta,
horizontal, de pie, sentado,
sobre tantos manuales de sabiduría,
como lo quiere, diz, el cielo,
sin alas, ni superaciones.
¡Ah!, máquinas de cóleras,
hombre de ayer, hoy y mañana, peon de pesadumbre,
satánico labriego sembrador del odio,
enemigo del hombre del futuro
yo e siento y te veo profundamente
-perdona- con un día,
puro azafrán con tu sonrisa de ámbar,
disfrazado de jaguar sonriente,
de paloma sin par,
de cardo echando rosas a montones,
de rio con el mar
en sus cortas entrañas,
boxeando con la luna y los luceros;
me baño ccada noche en tu agonía
y compruebo que, duro como la piedra,
apenas cuando son tus funerales
principias a entender la redondez del mundo.
Por eso ya me apiado
de mi mismo, de tu ancha insensatez,
ajena al propósito del nardo,
deseoso de saber que ya supieras,
con tus débiles pies
con un futuro siglo,
cual ha sido el oficio de la espina
junto al mirlo de los azahares.
Pero no tomes contra mi, torpe,
la daga, ni el fusil, ni la soga,
por esta advertencia clara.
__________
(1) Del libro 'Inerme como el olvido'. Editorial José Martí, 1965
(Del libro 'POESÍA REVOLUCIONARIA GUATEMALTECA. de Mª Luisa Rodríguez. Edita: Zero, S.A. Madrid, octubre 1969)
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