viernes, 24 de agosto de 2012

ZOÍ KARELI [7.538]


ZOÍ KARELI

La poeta, dramaturga, traductora y ensayista Zoí Kareli (su nombre real era Jrysula Aryiriadu) nació en Salónica, GRECIA en 1901 y murió en la misma ciudad en 1998. Era miembro de una antigua familia tesalonicense. Estudió, dentro del ambiente familiar, lenguas extranjeras y música. Realizó estudios en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Salónica. Formó parte del consejo redactor de la revista Kojlías.

Libros de poemas:

Ruta (1940),
Tiempo de muerte (1948),
Fantasía del tiempo (1949),
De la soledad y de la arrogancia (1951),
Calcografías e iconos (1952),
Casandra y otros poemas (1955),
El barco (1955),
Cuentos del jardín (1955),
Antítesis (1957),
El espejo de la media noche (1958),
Poemas (1973,en dos volúmenes, que contenían los libros inéditos hasta entonces
La encrucijada y Diario 1955-1973
Pequeña antología
(1988, al cuidado de Aléxandros Kosmatópulos, que escribió además el prólogo),
Poemas
(1996, al cuidado de X.A. Kokolis).

Obras de teatro:

El diablo y la séptima orden (1959),
Suplicantes (1962),
Simonís, el heredero de Bizancio (1965, representada en 1966),
Orestes (1971, representada en 1976)

Libros de ensayo:

Sobre la duda (1958),
El absoluto en la obra de Claudel (1959),
Esperando a Godot, o La pasión de la pasividad (1967),



Musicalidad

Bella música de los días
otoñales en Tesalónica
cuando la lluvia cae, a veces, densa
o también ligera , y después nuevamente
se intensifica esa lluvia plateada
de los primeros días otoñales,
tan diáfana y delgada como

una conversación lenta y musical de mujeres
en el otoño de su vida.
De aquellas mujeres que permanecen
tranquilas y en silencio,
un poco orgullosas y melancólicas
y que , a veces , cuando hablan
se apresuran a decir aquello
que tal vez quisieran olvidar.

(1955)

Traduccion de Nina Anghelidis-Spinedi




El Árbol 

Me extiendo como las ramas, como las hojas,
sensaciones tengo alrededor de mi cuerpo, recuerdos
murmullan, se tocan, se mueven
tranquila o fuertemente.

Parecen iguales las ramas,
el viento de la vida
con juegos y luces,
muestra su diferencia.

Parecen iguales todos los días,
pasan por encima de mí.
Me rodea el día,
la noche me abraza.

Se doblan las ramas, las hojas,
los recuerdos, las sensaciones chocan contra mí,
pájaros hacen su nido en secreto,
voces escondidas en las más densas
y frondosas ramas de la fantasía.

Como si se avecinara una tormenta,
el embellecimiento de las cosas me golpea.
Mi cuerpo recto se sostiene,
se queda inmóvil el alma y crece
como si no le importara mi atavío…

que se va y regresará,
se marchita y se cae
para brotar otra vez mi vida

Traducido por Andres Aguilar




La hombre

Yo mujer, la hombre,
siempre buscaba Tu rostro,
que hasta ahora fue masculino.
De otra forma no puedo imaginarlo.

¿Quién es y cómo
está uno más solo,
furiosa, desesperadamente solo,
ahora, yo o aquel?
Creo que existo, existiré,
pero ¿cuándo existí sin él?
y ahora, ¿cómo estoy de pie, en qué luz,
cuál es aún mi propio lamento?
Oh, doblemente sufro,
de continuo me pierdo
cuando Tú no eres mi guía.
Cómo veré mi rostro,
mi alma cómo la aceptaré,
cuando lucho tanto
y no puedo adaptarme.

“Dado que la mujer
se adapta al hombre”.

No se distingue aún lo trágico
de lo impersonal, ni yo
puedo imaginármelo aún, aún.
Qué me ocurrirá conociendo tantas cosas,
ya sé en este momento
que de su flanco no me has sacado.

Y digo que soy persona íntegra
y sola. Sin él no crecía
y ahora soy y puedo
y somos pareja separada, aquél
y yo, tengo mi propia luz,
alguna vez la de la luna.
Dije: no desciendo del sol;
tengo tanto orgullo
que trato de llegar a él,
de superarlo, yo
que ahora me aprendo y plenamente
aprendo mi deseo de resistirlo
no quiero recibir
nada de él ni espero.

No lloro ni canto una monótona canción.

Pero resultará penoso
el propio desgarrón que premedito,
para conocer el mundo por mí misma,
para expresar mi propia palabra,
yo que hasta ahora existí
para admirar, respetar y querer,

ya no le pertenezco
debo permanecer sola,
yo, la hombre.

en Oposiciones, 1957



Zoí Karelli

La clásica pionera

Pues fíjense: no tiene ni entrada en la Wikipedia, salvo si ustedes leen griego. Ζωή Καρέλλη, Zoi o Zoe Karelli (Salónica 1901 – 1998 en la misma ciudad) es una de las poetas griegas más importantes del siglo XX, pero ha pasado casi desapercibida en el extranjero, salvo algunas traducciones o colaboraciones ocasionales en inglés o alemán. Pero no olvidemos: fue la primera mujer escritora admitida en la Academia de Atenas (1982) y recibió el prestigioso premio Ouranis por su trayectoria.

Hay quien la considera una pionera del feminismo en Grecia (ahí está su poema La hombre) y hay quien atestigua a su poesía una mezcla entre el “apasionado caos de la sensibilidad femenina y la dura abstracción del pensamiento masculino” (Kimon Friar). Su poesía, a menudo introspectiva, no es ajena al momento actual, pero recurre igualmente a las figuras de la Grecia clásica, como ocurre con uno de sus poemas más conocidos, La última canción de Safo, o con Casandra, que reproducimos aquí, publicado en 1955 y galardonado con el 2º premio nacional griego.

La obra amplia de Karelli – nacida como Chrysoula Pentziki y casada a los 17 años, adoptando el apellido de su marido, Argyriadou –  aún debe ser descubierta fuera de su país natal: empezó a publicar relativamente tarde, en la década de 1940, pero fue desarrollando una enorme trayectoria, con 12 poemarios, 5 dramas y muchas decenas de ensayos, parte de ellos sobre escritores europeos modernistas. También destacó como traductora, sobre todo de la obra de T. S. Eliot.

Raquel Pérez Mena, helenista de la Universidad de Sevilla donde ejerce de profesora de griego moderno, ha cedido el poema Casandra, junto a su traducción al castellano,  a M’Sur para su publicación en la revista Caleta.

[Ilya U. Topper]



Casandra

¿Qué son esas negras palomas
que en las manos llevas, Casandra?

¿Qué extraño, inaudito sacrificio preparas?

Se volverán cuervos esas luctuosas aves
y te rasgarán en breve
entrañas y miradas.
Apártalas de tu regazo,
apártalas bien lejos.
Nada bueno o alegre presagian
a nuestro espíritu tan agitado.
Quítatelas de encima, hija del rey,
que no se te suban
esas feroces aves negras.

¿Qué Causas has visto, Casandra,
que tanto te inquietas y arrebatas?
Como un fantasma vagas entre nosotros,
en compañía de fantasmas de otro mundo.
Cuánto nos aterras, cuánto nos aterras…
Como si fueses a decirlo ya todo,
como si supieras de la vida lo secreto
y de la muerte las verdades.
¿Por qué nos incomodas con graves sermones,
hados y cosas así?
Nada, por mucho que digas, cambiará.

A nuestros oídos también llegan
los secretos pasos del destino,
no creas que no tenemos sentidos
ni esos presentimientos del alma.
Pero nosotros queremos olvidarlo todo.
Muchacha de mirada perdida,
y profunda melancolía en el rostro,
nos hemos cansado de ti en tiempos y momentos
que regresan iguales, pues
nunca son diferentes los hombres.
Se despiertan una mañana,
jóvenes, hermosos, como lo es tu hermano,
como lo son los extranjeros aqueos,
que ese atolondrado joven ofendió;
se despiertan los hombres y al sentir
todo el placer y la fuerza de la vida,
olvidan la doctrina de la vida.

¿Por qué vagas ahora entre nosotros
y no nos dejas en paz?
¿Es que el esplendor de la belleza
despertó en ti otros sentimientos
y no los sabes disfrutar?
Palabras de otra vida
se te ocurre decir a los hombres,
ebrios de su propio poder.
¿Qué quieres decir, qué quieres?
Nosotros, nosotros, nosotros
sentimos ese poder
y tampoco podemos elegir otro.
Nos hemos cansado del dolor
y de las taimadas buenas acciones,
de la paciencia y demás ardides
de los hombres, que no han aceptado
el íntegro valor que tienen.
Nosotros podemos también decir
que la muerte es otra vida, más gloriosa.
Para consolarnos, qué no ingeniamos.
Y tú diciendo siempre lo mismo,
destrucción, castigo, destrucción.

¿Qué son esos negros cuervos
que en las manos llevas,
en vez de las palomas de Cipris?
Sacrificios, sacrificios,
¿hasta cuando hemos de sacrificarnos?
¿Para proteger qué?
Al menos ahora viviremos nosotros.
Y a Príamo nadie le dijo
que tuviera tantos hijos
para que se oyesen los gritos de Hécuba
en los confines de la tierra,
en los años del retorno.
Venga la destrucción con sus llamas.
Todo está en los pasos de la vida.
¡Si nosotros no elegimos nada!
Casandra, Casandra,
son tus palabras de una innecesaria prudencia,
nuestra voluntad no alcanza a tanto.
Deja de pregonar nuestro infortunio.
De todos modos moriremos.
Nadie va a oírte.

Tu soledad es irrevocable.
Vives en el inaccesible ámbito de aquel
que en medio del desierto habla.
Abandónanos a nuestra suerte.
Nadie sabrá jamás
a quién le ha tocado la mejor.
De todos los dones de la mántica
que puedas tener,
                                              escucha,
aquel que necesitamos ahora,
escucha, es la sonrisa del placer,
para olvidar las indecisas virtudes,
para no ver fantasmas,
para no pensar extrañas diferencias,
cambios iguales, idénticos giros
en el dolor, en el esfuerzo, en la anhelante espera,
en el indomeñable fluir del tiempo.
No tus melancólicos, terribles ojos,
que van y ven
quién sabe qué futuros,
sino los hermosos labios de las mujeres,
entre los que relucen sus blancos dientes,
como almendras frescas.
La vida nos pertenece;
el futuro pertenece a los dioses,
¿más que ellos vamos a ser nosotros?

Es un pecado no vivir
en su plenitud el dulce pecado de la vida.
¿Qué esperas? ¿Que aparezca qué significado?

¿No has visto tú, hija de rey, esta mañana,
el cortejo de hermosos,
adolescentes esclavos, que llevaban
al palacio de tus padres la opulencia?
En amplias cestas, de un amarillo dorado,
sobre las verdes hojas, extendidas,
los más selectos frutos del pomar
de silenciosos rincones y profundas sombras.
Allí, en el bellísimo instante de la aurora,
mientras se va retirando,
por el sol perseguida
y deja entre los árboles los alientos
rosados y celestes de sus velos,
allí, los hermosos jóvenes, calladamente
susurrando canciones gratas,
han recogido los dones de los árboles
en las combadas ramas de muchas hojas.
Relucían los frutos cual promesas
buenas y alegres. Sonreían
complacidos, en el rocío de la mañana,
los encantadores esclavos.
                                               ¿No has visto
luego, en los cántaros de barro y anchas bocas
la espumosa leche, de un blanco denso
y un rosáceo secreto, como el cuerpo
de una hermosa mujer,
traerla junto con el pan
de trigo, de un intenso dorado?
                                                Los graciosos
terneros de dulces ojos, con sus coronas,
¿no los has visto llevarlos, tan dóciles,
al sacrificio que prepara Príamo?
Cuando amanece hermoso un día de primavera
escuchemos la melodiosa canción de la vida.

Recuerda, tú, mujer al deber del templo
consagrada, recuerda, que los cielos
se iluminan por la gloria de Apolo,
del más hermoso dios de la vida.
¿Por qué su amor rehusaste?
No suspires, no pienses,
no apartes el rostro
de la fulgurante mirada de Febo.
Atiende a la voz de áureo sonido,
acoge la amorosa caricia de los rayos,
como la tierra que despierta y se adorna
de toda la belleza viva.
Mira de la diosa del amor
las rosas rojas. Insaciables se ofrecen,
mostrando su corazón
dorado y todo púrpura, lleno de rocío.
Observa el excelso espasmo de las hojas;
se abren, a la fuerza de la vida
obedeciendo, ofrenda y gozo simpar.
La verde cabellera de la tierra
precioso destila un reluciente rocío,
exhala perfumes.
Basta ya de olores de los cerrados aposentos,
atormentadas visiones de la pasión humana,
sofocantes alientos peligrosos.
Deja los inciensos de la Sibila
que atormentan tu alma atormentada.
Aparta las voces de los feroces pájaros
que presagian guerras,
hambrientos de cuerpos que ya no se mueven.
No oigas tan sólo de Perséfone
los aterrados gritos, no pienses
en el oscuro y misterioso amor
de Plutón, secreto e incansable.
No siempre se va a abrir la tierra
bajo nuestros temblorosos pies.
No oiremos las fuerzas subterráneas
crujir con espanto, Casandra;
aparta a los mensajeros del miedo,
aparta al miedo mismo, ese tiránico amante
de inescrutable rostro.
Para los hombres es la vida,
cuando desean vivir.
No enseñes el significado de la muerte
a los jóvenes, a nuestros hijos.
Es el pecado absoluto
no creer en la gloria de la vida.

Troya será destruida.
Caerán las ilustres murallas
que protegían un mundo
seguro de su propia vida.

¿Por qué vienen los poderosos aqueos
a aniquilarnos?
¿Por qué hay siempre enemigos?
Lloro por los que en plena belleza
morirán. Siguen muriendo
los hijos de Hécuba.
Sus almas y espíritus son ya un cortejo;
se me acerca y me dice
terribles palabras sin sentido,
estas visiones de infortunio que veo,
esos mensajes espantosos que oigo.
¿No es una lección dura, severa,
el efímero paso de los hombres?

A aquellos que estuvieron y aún están
hambrientos de la fuerza de la vida, de la belleza,
veo, a los que no se saciarán
cuando atraviesen el camino de la vida,
inexplicable y triste visión.
A otros que con desesperación desearon
y fueron marcados por el insatisfecho don
del feroz deseo.
A aquellos que vivieron y vivirán
sin vivir, que vienen y pasarán,
vinieron y pasaron sin disfrutar
la excelsa belleza de la vida.
Siento a aquellos que no probaron
en la mañana una agradable brisa,
al mediodía el glorioso calor,
contemplar la púrpura del ocaso;
no pueden ver, no han aprendido.
A cuantos se arrastran y no se alzarán,
a cuantos agachan y no alzarán
su humano cuerpo.

Cuando comienza la mañana
con pasos de hermoso adolescente,
veo a los atormentados. Los terribles
sollozos oigo de quienes en el martirio
mueren y murieron, y mañana de nuevo
iguales los gritos resonarán como ayer.
¡Oh, insoluble misterio del destino humano!

No están sólo aquí ni allí
entre los aqueos los sufrientes;
en todo tiempo y lugar los azotados por la injusticia
de la vida y los déspotas son los mismos;
siempre irreconocibles pero conocidos
tiranizan las generaciones de los hombres.
Y vienen las catástrofes con sus enormes
pasos de fuego. Relámpagos de Zeus
y malditas llamas de los hombres.
Vienen las órdenes injustas, las ilícitas
venganzas, que pagan los débiles.
Vienen las voces bárbaras
tras aquellas otras ahogadas
de la pasión. ¿Oyes cómo avanzan
las constantes, inexplicables Erinias?
Sombras de muertes, mensajeras de los dioses
con rostros velados, inspiran
ignotos temores, se preparan.
Detened las perversas fuerzas.
Detened los sonidos del luto,
que resuenan lejanos y tan insistentes
se acercan, detened la destrucción
que ya viene, cual espantosa fuerza, para que pueda oír
la poderosa canción de la vida.
Justicia, sublime poder desconocido,
incluso entre el excelso linaje de los dioses,
¿qué conocimiento de ti anida
en los humanos corazones
como enseñanza dolorosa y admirable?
Tu belleza que nadie alcanza, forma
inabarcable de la virtud, más luminosa
aún que el resplandeciente carro del sol,
regocija pero puede cegar.
Vivir todos juntos
y amarnos no es bastante, no lo parece.

¿Por qué luchan nuestros poderosos jóvenes?
¿Por qué tiene que ser asolada
la ilustre Troya?
                         ¡Oh, matanza de la hermosa gente
que disfrutaba del maravilloso don
del día cuando se acerca rosado y áureo!
Nefasta noche, que el fuego
de los hombres hace brillar
con insidiosa luz.
                                  Basta ya,
basta ya de humanas guerras.
¡No estalló por crueldad un dolor tan grande!
¿No han dolido bastante las heridas de los hombres?
Dioses, sois inexorables y silentes,
quizá porque incluso vosotros, cuando mucho
os acercáis a nosotros, no conocéis hasta dónde
llega la orden, orden implacable y severa.
¿No han llorado, no rogaron
los débiles humanos cuanto es debido?

Voz sin objeto del que en el desierto
habla, regresa al interior de mi alma
y toda la devora.
                               Como maldición llevo
en mí ¿qué anhelo?
¿Un consuelo o un infortunio es sólo mi voz?
¿Qué querrá decir mi dolorosa presencia?
Hombres, troyanos o aqueos,
no neguéis lo que yo significo.



ΚΑΣΣΑΝΔΡΑ

Τ’ είν’ αυτά, τα μαύρα περιστέρια
που στα χέρια κρατάς, Κασσάνδρα;
Ποια θυσία τοιμάζεις περίεργη, ανήκουστη;
Θα γίνουν κοράκια τα πένθιμα τούτα πουλιά
και θα σου ξεσχίσουν σε λίγο
τα σωθικά σου, τα βλέμματα.
Διώξ’ τα να φύγουν απ’ την αγκαλιά σου,
διώξ’ τα να φύγουν μακριά.
Τίποτα καλό, χαρούμενο δεν προμηνούν
στην ανήσυχη τόσο ψυχή μας.
Σπρώξ’ τα από πάνω σου, κόρη του βασιλιά,
να μη σκαλώνουν απάνω σου,
τ’άγρια μαύρα πουλιά.
·
Ποιες Αιτίες είδες, Κασσάνδρα
και τόσο ανησυχείς και παθαίνεσαι;
Σα φάντασμα τριγυρνάς ανάμεσά μας,
μ’ άλλου κόσμου φαντάσματα συνοδειά.
Πόσο μας τρομάζεις, πόσο μας τρομάζεις…
Σα να πρόκειται εσύ πια να τα πεις όλα,
σαν να ξέρεις της ζωής τα μυστικά
και του θανάτου πραγματικά πράγματα.
Τι μας ενοχλείς με λόγους βαρείς,
τα πεπρωμένα και τέτοια και τέτοια.
Τίποτα δε θ’ αλλάξει ό,τι κι αν πεις εσύ.
·
Ακόμα κι εμείς ακούμε
τα μυστικά περπατήματα της μοίρας,
μη θαρρείς πως αισθήσεις δεν έχουμε
τέτοιες της ψυχής προαισθήσεις,
εμείς όμως θέλουμε να τα ξεχάσουμε όλα.
Κόρη με το χαμένο βλέμμα,
με τη βαθειά μελαγχολία στο πρόσωπο,
σε βαρεθήκαμε στους χρόνους, στους καιρούς
που επανέρχονται ίδιοι, γιατί
ποτέ οι άνθρωποι δεν είναι διαφορετικοί.
Ξυπνούν ένα πρωί,
νέοι, ωραίοι, όπως είναι ο αδερφός σου,
όπως είναι οι ξένοι Αχαιοί,
που ο απερίσκεπτος νέος πρόσβαλε,
ξυπνούν οι άνθρωποι κι αισθάνονται
όλη την ηδονή, της ζωής τη δύναμη,
λήσμονούν της ζωής τη διδαχή.
·
Εσύ, τι τριγυρνάς τώρα ανάμεσό μας
και δε μας αφήνεις ήσυχους;
Μήπως της καλλονής η αίγλη
ξύπνησε μέσα σου άλλα αισθήματα
και συ δεν ξέρεις να τα χαρείς;
Βρίσκεις άλλη ζωής ομιλήματα
να πεις στους ανθρώπους,
τους μεθυσμένους από τη δύναμή τους.
Τι θέλεις να πεις, τι θέλεις;
Εμείς, εμείς, εμείς
αισθανόμαστε τούτη τη δύναμη
κι ούτε μπορούμε να διαλέξουμε άλλη.
Έχουμε βαρεθεί την οδύνη
και τις ύπουλες καλές πράξεις,
την υπομονή και τ’ άλλα των ανθρώπων
καμώματα, που δεν έχουν παραδεχτεί
την ακέριαν αξία τους.
Εμείς μπορούμε και να πούμε,
πως ο θάνατος είν’ άλλη ζωή, πιο ένδοξη.
Για να παρηγορηθούμε, τι δε σοφιζόμαστε.
Εσύ όλο τα ίδια λες,
καταστροφή, τιμωρία, καταστροφή.
·
Τ’ είν’ αυτά τα μαύρα κοράκια,
που στα χέρια κρατάς;
αντίς τα περιστέρια της Κύπριδας;
Θυσίες, θυσίες,
ως πότε να θυσιαζόμαστε πρέπει;
Τι να φυλάξουμε;
Τουλάχιστο θα ζήσουμε τώρα εμείς.
Κι ο Πρίαμος δεν του είπε κανείς
τόσα παιδιά ν’ αποχτήσει,
για ν’ ακούονται οι φωνές της Εκάβης
στης γης τα πέρατα,
στης επιστροφής τα χρόνια.
Ας έρθουν οι φλόγες της καταστροφής.
Όλα μες στης ζωής τα βήματα είναι.
Μήπως εμείς διαλέγουμε τίποτα!
Κασσάνδρα, Κασσάνδρα,
είναι τα λόγια σου φρόνησης περιττής,
η θέλησή μας δε φτάνει.
Πάψε να διαλαλείς τη δυστυχία μας.
Έτσ’ ή αλλιώς θα πεθάνουμε.
Κανείς δε θα σ’ ακούσει.
·
Η μοναξιά σου είν’ αμετάκλητη.
Στον απρόσιτο ζεις χώρο, εκείνου
που στην έρημο μέσα μιλεί.
Άφησέ μας στην μοίρα μας.
Κανένας δε θα μάθει ποτέ,
τίνος είν’ η καλύτερη.
Απ’ όλα της μαντικής τα χαρίσματα
που μπορείς νάχεις,
                                       άκουσε,
εκείνο που χρειαζόμαστε τώρα,
άκουσε, ειναι της ηδονής το χαμόγελο,
για να ξεχνούμε τις δίβουλες αρετές,
για να μη βλέπουμε φαντάσματα,
για να μη σκεφτόμαστε παράξενες διαφορές,
μεταλλαγές ίδιες, στροφές απαράλλαχτες
στην οδύνη, στην προσπάθεια, στην προσμονή,
στην αδάμαστη του χρόνου ροή.
Όχι τα μελαγχολικά, φοβερά σου μάτια,
που παν και βλέπουν,
ποιος ξέρει ποια μέλλοντα,
μα τα έμορφα χείλη των γυναικών,
όπου ανάμεσα λάμπουν τ’ άσπρα τους δόντια,
σαν αμύγδαλα δροσερά.
Η ζωή μας ανήκει,
το μέλλον ανήκει στους θεούς,
αυτούς θα ξεπεράσουμ’ εμείς;
·
Ειν’ αμαρτία, να μη ζεις
πλήρη της ζωής την γλυκιάν αμαρτία.
Τι περιμένεις; Ποια να φανερωθεί σημασία;
·
Δεν είδες, βασιλοπούλα εσύ, το πρωί,
σήμερα, τη συνοδεία των ωραίων,
έφηβων δούλων που κουβαλούσαν
στο πατρικό παλάτι την αφθονία;
Σε κάνιστρα πλατιά, χρυσοκίτρινα,
πάνω στα στρωμένα, πράσινα φύλλα,
τους πιο διαλεχτούς καρπούς του οπωρώνα,
με τις βαθύσκιες, σιωπηλές γωνίες.
Εκεί, της αυγής την πεντάμορφη ώρα,
καθώς αποσύρεται,
απ’ τον ήλιο κυνηγημένη
κι αφήνει στα δέντρα ανάμεσα τις ανάσες
ρόδινες και γαλάζιες των πέπλων της,
εκεί οι ωραίοι νέοι, σιγανά
ψιθυρίζοντας τραγούδια ευχάριστα,
μάζεψαν τα δώρα των δέντρων,
στα γυρμένα πολύφυλλα κλώνια.
Έλαμπαν οι καρποί σαν υποσχέσεις
καλές και πρόσχαρες. Χαμογελούσαν
ευχαριστημένοι, στην πρωινή δροσιά,
οι χαριτωμένοι δούλοι.
                                     Δεν είδες,
ύστερα, στις πήλινες, πλατύστομες στάμνες
το αφρώδες γάλα, άσπρο πυκνά
και κρυφά ρόδινο, σαν το σώμα
γυναίκας πολύ ωραίας,
να το φέρνουν μαζί με το βαθύχρυσο,
σιταρένιο ψωμί;
                                Τα χαριτωμένα,
στεφανωμένα μοσχάρια, γλυκόματα,
δεν είδες ήμερα να τα οδηγούν,
στη θυσία που ετοιμάζει ο Πρίαμος;
Όταν ωραία ξημερώνει της άνοιξης μέρα,
ας ακούσουμε το γλυκόλαλο τραγούδι του βίου.
·
Θυμήσου, γυναίκα εσύ, που στου ναού το χρέος
κλείστηκες, θυμήσου, πως τα ουράνια
φωτίζονται απ’ τη δόξα του Απόλλωνα,
του πιο ωραίου θεού της ζωής.
Γιατί τον έρωτά του αρνήθηκες;
Μην αναστενάζεις, μη σκέφτεσαι,
μην αποστρέφεις το πρόσωπο
απ’ του Φοίβου το αστραφτερό βλέμμα.
Άκουσε τη χρυσόηχη φωνή,
δέξου το χάδι ερωτικό, απ’ τις αχτίδες,
όπως η γη που ξυπνάει και στολίζεται
την πάσα ζωντανή ωραιότητα.
Κοίταξε της ερωτικής θεάς
τα κόκκινα ρόδα. Προσφέρονται άπληστα,
δείχνοντας την καρδιά τους
χρυσή κι ολοπόρφυρη, με δροσιά πλήρη.
Δες τον έξοχο των φύλλων σπασμό,
ανοίγουν στη δύναμη της ζωής
υπακούοντας, προσφορά και χαρά απαράμιλλη.
Η πράσινη κόμη της γης,
πολύτιμη αποστάζει αστραφτερή δροσιά,
αναδίνει ευωδιές.
Φτάνουν οι μυρωδιές των κλειστών δωματίων
του πάθους των ανθρώπων τυραννισμένα οράματα,
πνιγηρές πνοές επικίνδυνες.
Άφησε της Σίβυλλας τα θυμιάματα,
που τυραννούν την τυραννισμένη ψυχή σου.
Διώξε τις φωνές απ’ τ’ άγρια πουλιά
που προμηνούν τους πολέμους,
πεινώντας για τ’ ακίνητα σώματα.
Μην ακούς μονάχα της Περσεφόνης
τις τρομαγμένες κραυγές, μη σκέφτεσαι
το σκοτεινό μυστηριώδη του Πλούτωνα
έρωτα μυστικό κι ακατάβλητο.
Δε θ’ ανοίγει πάντα η γη,
κάτω απ’ τα τρεμάμενα πόδια μας.
Δε θ’ ακούμε υποχθόνιων δυνάμεων
απαίσιους κρότους, Κασσάνδρα,
διώξε τους αγγέλους του φόβου,
διώξε το φόβο τον τυράννικό εραστή
με τ’ ανεξιχνίαστο πρόσωπο.
Για τους ανθρώπους είν’ η ζωή,
όταν επιθυμούν να ζήσουν.
Μη διδάσκεις του θανάτου τη σημασία
στους νέους, στα παιδιά μας.
Είν’ η πάσα αμαρτία,
να μην πιστεύεις στη δόξα της ζωής.
·
Η Τροία θα καταστραφεί.
Θα πέσουν τα ένδοξα τείχη,
που φύλαγαν έναν κόσμο
βέβαιο για τη δική του ζωή.
·
Γιατί έρχονται οι δυνατοί Αχαιοί
να μας αφανίσουν;
Γιατί πάντα υπάρχουν εχθροί;
Θρηνώ εκείνους που σε πλήρη ωραιότητα
θα πεθάνουν. Δεν τελειώνουν
οι θάνατοι των παιδιών της Εκάβης.
Η ψυχή και το πνεύμα τους συνοδεία
γίνεται κοντά μου και μιλά
φοβερά και παράδοξα λόγια,
συμφοράς τα που βλέπω οράματα,
μηνύματα που ακούω φριχτά.
Δεν είναι μάθημα σκληρό, αυστηρό
των ανθρώπων το εφήμερο πέρασμα;
·
Εκείνους που πείνασαν και πεινούν
τη δύναμη της ζωής, την εμορφιά,
βλέπω, εκείνους που δε θα χορτάσουν,
καθώς της ζωής θα περάσουν το δρόμο,
ανεξήγητο όραμα θλιβερό.
Άλλους που πόθησαν απεγνωσμένα
κι απ’ του ανήμερου πόθου σημαδεύτηκαν
το ανεκπλήρωτο χάρισμα.
Εκείνους που έζησαν και θα ζήσουν
δίχως να ζουν, που έρχονται και θα διαβούν,
ήρθαν και πέρασαν δίχως να χαρούν
το έξοχο κάλλος του βίου.
Εκείνους αισθάνομαι που δεν δοκίμασαν
της πρωίας αγέρι καλό,
του μεσημεριού την ένδοξη πύρα,
την πορφύρα της δύσης να ιδούν,
δεν μπορούν, να βλέπουν, δεν έμαθαν.
Όσους σέρνονται και δε θα σηκωθούν,
σκύβουν και δε θα σηκώσουν
το ανθρώπινο σώμα τους.
·
Όταν αρχίζει το πρωί
με βήματα ωραίου εφήβου,
βλέπω τους τυραννισμένους. Τους φοβερούς
ακούω λυγμούς από κείνους που στα μαρτύρια
πέθαναν και θα πεθάνουν κι αύριο πάλι
ίδιες οι κραυγές θ’ αντηχούν όπως χτες.
Ω, ακατάλυτο μυστικό της ανθρώπινης μοίρας!
·
Δεν είναι μόνο εδώ, ούτ’ εκεί
στους Αχαιούς ανάμεσα οι πονεμένοι,
είναι πάντοτε και παντού οι αδικημένοι
της ζωής κι οι δυνάστες ίδιοι,
πάντ’ αγνώριστοι και γνωστοί
τυραννούν τις γενιές των ανθρώπων.
Κι έρχονται οι καταστροφές με τα μεγάλα
πύρινα βήματα. Αστραπές του Δία
και των ανθρώπων φλόγες καταραμένες.
Έρχονται οι άδικες προσταγές, οι άνομες
εκδικήσεις, που τις πληρώνουν οι αδύνατοι.
Έρχονται οι βάρβαρες φωνές,
ύστερ’ απ’ τις πνιχτές εκείνες
του πάθους. Ακούς πώς προχωρούν
οι διαρκείς, ανεξήγητες Εριννύες;
Σκιές θανάτων, άγγελοι των θεών
με πρόσωπα σκεπασμένα, εμπνέουν
άγνωστους φόβους, τοιμάζονται.
Σταματήστε τις κακές δυνάμεις.
Σταματήστε τους ήχους του πένθους,
που ηχούν μακρινοί και τόσο επίμονοι
πλησιάζουν, σταματήστε την που έρχεται
δύναμη φριχτή, καταστροφή, για ν’ ακούσω
το δυνατό τραγούδι της ζωής.
Δικαιοσύνη, υπέροχη δύναμη άγνωστη,
και στων θεών το έξοχο γένος,
ποια γνώση δική σου φωλιάζει
μες στις καρδιές των ανθρώπων
παιδεία οδυνηρή και θαυμάσια;
Το άφταστο κάλλος σου της αρετής
αμέτρητο σχήμα, πιο φωτεινό
κι απ’ του ήλιου το λαμπρότατο άρμα,
γεμίζει ευφροσύνη και να τυφλώσει μπορεί.
Να ζήσουμε όλοι μαζί
κι η αγάπη δε φτάνει, δε φαίνεται.
·
Γιατί οι νέοι μας πολεμούν, οι δυνατοί;
Γιατί πρέπει να καταστραφεί
η ένδοξη Τρόια;
            Ω σφαγή των ωραίων ανθρώπων
που χαίρονταν το θαυμάσιο δώρο
της μέρας όταν πλησιάζει ρόδινη και χρυσή.
Απαίσια νύχτα, που η φωτιά
των ανθρώπων κάνει να λάμπει
με φως υποχθόνιο.
                               Φτάνει πια,
φτάνει των ανθρώπων ο πόλεμος.
Δεν ξέσπασε τόσος ο πόνος απ’ την σκληρότητα!
Δεν πόνεσαν αρκετά οι πληγές των ανθρώπων;
Θεοί σεις, αμείλιχτοι και σιωπηλοί,
ίσως, γιατί κι εσείς κοντά μας, πολύ,
καθώς έρχεστε, δεν γνωρίζετε ως πού
η διαταγή φτάνει, διαταγή αδυσώπητη και σκληρή.
Δεν έκλαψαν τόσο, δεν παρακάλεσαν
οι αδύνατοι άνθρωποι όσο πρέπει;
Δεν πόνεσαν τόσο για νάρθ’ η ώρα
να κοπάσει του κακού η ορμή;
Φωνή άσκοπη εκείνου που στην έρημο
ομιλεί, μες στην ψυχή μου επιστρέφει
την κατατρώγει.
                     Κατάρα φέρνω
μέσα μου ποια προσμονή;
Παρηγοριά ή δυστυχία μονάχα η φωνή μου;
Τι να σημαίνει η παρουσία μου οδυνηρή;
Άνθρωποι, Τρώες ή Αχαιοί,
μην αρνηθείτε τη σημασία μου.

© Herederos Zoi Karelli. Puiblicado en Casandra y otros poemas (Κασσάνδρα και άλλα ποιήματα, 1955)  ·  Traducción del griego: © Raquel Pérez Mena 






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