martes, 21 de agosto de 2012

7473.- JOSÉ MIGUEL SILVA



José Miguel Silva


JOSÉ MIGUEL SILVA nació en Vila Nova de Gaia (PORTUGAL), en 1969 y ha publicado los siguientes libros de poesía:

Poetry in Portuguese 

O Sino de Areia, Gilgamesh, Oporto, 1999 
Ulisses Já Não Mora Aqui, & etc., Lisbon, 2002 
Vista para Um Pátio seguido de Desordem, Relógio d’Água, Lisbon, 2003 
24 de Março, Gilgamesh, Porto, 2004 
Movimentos no Escuro, Relógio d’Água, Lisbon, 2005 
Walkmen (with Manuel de Freitas), & etc., Lisbon, 2007 

In Spanish 

El Arte de la Pobreza. Diez Poetas Portugueses Contemporâneos, Diputación Provincial Málaga, 2007. Tr. José Ángel Cilleruelo 




El frío

El frío duerme poco.
Se levanta en la oscuridad,
deja la leche y la mantequilla
intactas sobre la mesa,
toma el sombrero
y camina hacia la puerta.

Pasa sin detenerse por la casa del amigo,
por la calle donde creció,
por el brillo blanquecino de las azucenas,
las botas decididas.
Cuanto más vacías más pesadas
son las maletas color de barro.

Deja detrás una ventana
desde donde no se ve el mar,
un cofre sin secreto.
De espaldas a la noche, tanteando,
no regresa.






Nocturno

El arte lo sabemos nace
de la imperfección de las cosas
que llevamos a casa
como el polvo de la calle
cuando la tarde acaba
y no tenemos agua caliente
para lavarnos la cabeza.

Intentamos regular
con acequias de oraciones
el curso de la tristeza
cambiamos de silla
y pasamos la noche
diciendo ojalá
como si la palabra
fuera un anestesista.






Penélope escribe

Es más que cierto: no siento tu ausencia.
Pasé toda la tarde ordenando tus papeles,
leyendo las cinco cartas que me fuiste mandando
la semana que perdimos: tú en el Alentejo,
yo bajo el agua. Después regué las rosas
que dejaste en el huerto. Siempre sola y sin
lamentar mi estado (porque no me haces falta),
puse el disco de Chavela que me diste en Navidad
y empecé a preparar tu plato predilecto.
Cocinar me hizo perder el apetito; por eso
abrí una botella de vino y no me cuesta
confesarte que no siento tu ausencia.
Más o menos a las diez, me obligué a rechazar
dos invitaciones para salir (alegué androfobia)
y estoy en este momento recortando tu imagen
(no me haces falta) en la fotos que guardo de los dos,
es una forma de castigar con la papelera
a la inhábil idiota que dejó que te marcharas.







Los mejores años de mi vida

Los mejores años de mi vida
pasaron conmigo ausente, pasaron
en una corriente subterránea.
No me enteré de nada, distraído
con la caída de la hoja,
la densa mezcla de pan y desorden.

Estaba todo por pasar, pero yo sólo atendía
a pequeñas querellas
y tímidos pasos sin ton ni son, siempre a la espera
de no tener futuro. Sentado, como un pobre
sobre un pozo de petróleo,
medía con tijeras las semanas,
me mezclaba con libros, ansiaba
el día en que dejara de sangrar.

Los mejores años de mi vida los cambié
por esto.





Trevas

Para o Manuel de Freitas

E o pior é que chamamos liberdade
a um tapete que, rolante, já não ouve
a opinião dos nossos pés; que nos leva
para onde e anuímos, alheados,
aos mecânicos desígnios do terror.

Respiramos cadeados, consumimos injustiça,
damos duas várias voltas ao risonho torniquete
que nos serve de chapéu; trocamos a cabeça
por um prato de aspirinas. Os clássicos da vida
sem tristeza nem remorso (Cinderela,

Varadero, off-shore) iluminam o cenário
em que dormimos, inocentes como balas
e nem sei como não somos mais felizes.
As rémoras, os ogres, os deuses mais bonitos,
velam nossa carne como grifos educados.

O tratado das sementes, o saber do lenhador,
queremos lá saber de quem é pobre como nós.
Confiados ao acaso, disputamos amuletos,
reforçamos sob os pés a solidez do desacerto,
colocamos outra pedra no sapato.

Para o centro do inferno dirigimos
este filho, o filho deste carro,
cativados pelo direito conquistado
de entregar os nossos dias, como rezes,
ao cutelo de despachos infiéis.

Neste cerco, viver é uma questão
de prorrogar o desalento, de iludir
o infortúnio: cerramos uma porta suicida,
desatamos a gravata, ficamos satisfeitos
quando o gelo, na bebida, é de boa qualidade.

Se olhamos para o chão desaparece
o horizonte; se olhamos para o céu
ficamos sós. Não percebo como rimos
quando pedem que posemos para a foto
de família. Alguém nos enganamos.

Confundidos pelo surto de mentira,
leiloados pela última hipnose,
enxertados no pedúnculo da morte,
semi-envergonhados, de sorriso padecido,
dizei-me se este rosto de cartão amarrotado,

se esta alma como um campo pedregoso,
se estes pés adaptados ao espinho,
se isto que nós vemos é um homem.






Contra os optimistas

Chamam destino ao rifão do acaso
e chamam à fraude boa fortuna.
Crêem no Batman e na Virgem Maria.
Duvidam do frio, não da polícia
e nunca dão crédito àquilo que vêem.

Reservam a tempo um lugar na geral,
põem o pé entre duas ciladas
e ficam a rir-se nas fotografias.
Sujam a roupa tal como nós, mas
mandam-na sempre a lavandarias
que sabem tratar dos casos difíceis.

Nunca dão ponto sem antes o nó,
mas fazem um laço por cima do nó.
Compram revistas de aval científico
em cujos artigos se prova o seguinte:
é quase impossível determinar
se é falsa uma lágrima ou se é verdadeira.

Depois, jantam em grupo, falam dinheiro,
guiam a vida por grandes veredas e ouvem
sininhos, muitos sininhos de música sacra.

[Ulisses já não mora aqui]



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