SILVINA LÓPEZ MEDIN
Buenos Aires, ARGENTINA 1976. Es licenciada en economía. Estudió dramaturgia con Alejandro Tantanian, Daniel Veronese y Mauricio Kartun. Su obra Exactamente bajo el sol (estrenada en el Teatro del Pueblo, con dirección de Martín Flores Cárdenas) recibió el 3º Premio Nacional de Obras de Teatro del Instituto Nacional del Teatro, y participó del Festival Internacional de Teatro de Buenos Aires.
Publicó los libros de poemas La noche de los bueyes (Madrid, Ed. Visor) por el que recibió, entre otros, el 1º Premio Iniciación de Poesía de la Secretaría de Cultura de la Nación y el Premio Internacional de Poesía a la Creación Joven de la Fundación Loewe, Madrid y Esa sal en la lengua para decir manglar. Ediciones Del Dock. Buenos Aires. 2014. .
Fue becada por la Fundación Antorchas para asistir a una residencia de escritores en el Banff Centre for the Arts, Canadá. Poemas inéditos suyos fueron traducidos al alemán y leídos recientemente en el centro cultural Kult-Bau, Suiza.
Fue becada por la Fundación Antorchas para asistir a una residencia de escritores en el Banff Centre for the Arts, Canadá. Poemas inéditos suyos fueron traducidos al alemán y leídos recientemente en el centro cultural Kult-Bau, Suiza.
Sus textos fueron incluidos en diversas antologías, y en revistas de Argentina, España, Costa rica, Cuba, Méjico y Suiza.
BREVE HISTORIA DE LOS TÍOS DEL NORTE
Destrozo sobre destrozo:
el asfalto, el viejo mercedes benz, los tíos adentro
todo chirría y ese árbol
creció demás, está estallando
la vereda
su sombra tapa todo,
parece un lapacho o una madre. De fondo siempre
ladridos, el perro años en el playroom
devoró muebles, fotos, un dedo
hay que gritar encima
para escucharse, disfónicos
salen al balcón en busca de felicidad, de un río
aunque no hay río no hay mar
hay raudal
agua que arrastra y rompe, y sigue la tormenta.
Pero si hay sol
barren las hojas
se apagan los ladridos
espían con largavistas a vecinas
un bretel, un escote, un lunar
de lejos no es falso
no se ve el polvo que recubre.
Abren baúles, visten
del tiempo de la madre
cuando había silencio, no perro
no árbol gigante
ropa que sobra o aprieta ¿duele?
leen juntos el final del cuento
donde todos así vestidos
fuera de tiempo
se tiran al mar
pero ya lo dije, acá no hay mar
no saben qué hacer con un final así.
LA NOCHE DE LOS BUEYES
Sí. Llegará un día, un día en que sentirás el abominable pesar
de lo que calificas como "imposible de vivir", es decir, lo
que tú y yo intentamos aquel verano de viento y lluvia del 80.
Marguerite Duras, Yann Andréa Steiner
Boaz, el aviador israelí
Cuando pienso en café oscurece de golpe
desaparece el bolso que tira de mi hombro
estoy descalza
no estoy dentro de la ropa
la ropa me rodea
desde el bolsillo bukowski
me dice allá hay un charco
que todos evitan como a un gato negro
pero a mí
me gusta el olor a cuero tiñéndose de agua
llena de pisadas
el agua en la boca de los otros
trepa por mis medias de nylon
y se detiene
al borde de las rodillas
como Boaz al principio.
La casita de los pisos de hilo
Afuera los árboles calvos
los gritos de la vieja
los tapados
deseos de envolverte.
Adentro
nos deshojamos
el tiempo se quiebra
derritiéndonos
en una caricia
abrimos todas las puertas.
Otneimicán
Temblando
bajo los gritos de la lluvia
con un saquito de té
y otro de lana
me acurruqué en el ojal de tu vientre
y flotando en una burbuja de piel
me encogí.
La noche de los bueyes
te metiste en mi boca
sin mapas
ni relojes
ni palabras
lejos
de la ciudad donde todos son parientes
se empantanó una rueda
y tu mirada
en la mía
sobre tierra colorada
nunca existió el apuro
esa noche
duró hasta una bocina
y otra vez
la respiración
el grito de un gallo
Punto y mayúscula
Me gusta comer sin manteles
sólo un tenedor
y el perfume de la sopa
que intenta respirar.
Como cuando todavía me gustaban los abrazos.
Nano a los dieciséis
Estamos en la edad de los vasos de whisky
me hablás haciendo figuras
con el tuyo
no tengo bolsillos en el vestido
no sé donde poner las manos
durante cada silencio
me lleno la boca
de ese líquido con olor a abuelo
lo trago
de golpe para sentir menos el gusto
una mano en verano
se mete en mi garganta
tu boca
dice algo sobre estudiar derecho
me gusta cuando pronunciás la o
tus labios forman un círculo
o
espero otra palabra en masculino.
Ahora caminás más cerca del techo
tengo que estirar la cabeza
hacia atrás
para no ver sólo tu cuello tratando
de escapar de la camisa.
Nano
pasaron años
desde aquellas tardes
en que la palabra auto
significaba saltar a la vereda
entonces me gustaba buscar
tus ojos entre las cortinas de pana
y que fuera difícil.
Una noche en Kabul
En la ventana hay unas luces unos gritos
y arriba catorce alientos
el idioma común son los ronquidos
los tres pulóveres no me sirven
aprieto
una frazada con olor a otro
las rodillas contra el pecho
por primera vez espero
el ruido del despertador
el único pañuelo se pierde entre
las sábanas
como mis piernas cuando estoy con él
sus abrazos nunca tienen frío
pero él no está acá
ni su polera de lana verde
me hubiera quedado ahí.
La manzana y Madrid
No me importó Picasso el 28 de enero
me importaron esas líneas que se unían en un toro.
Catorce marcos
de la sala tinta china.
Dos años atrás
los mismos marcos en otra galería
de paredes naranjas
más cerca de Buenos Aires
frente al palacio de las luces
sopa mandioca
y después
tratar de repetir en el camino
con él
las líneas negras de los cuadros.
Barrio rojo
Los de mochila al hombro nunca entran
soy un punto más en sus guías
sentada
sobre una silla de madera
culpable de los agujeritos en las medias de red
y de algunas puteadas
con la peluca que me regaló mi vieja
las rodillas
separadas como me enseñó el médico
el labial rojo sonríe
de los ojos se me escapan manchas negras.
Si alguno abre la puerta
con cara de buscar una postal
cierro las cortinas de flores
y sobre él
vuelvo a ver las pecas de Moreno Hueyo
la sonrisa de tío lejano
la pierna ortopédica
de vez en cuando me acuerdo de gritar
como el esperaba que grite cada jueves
pero esta vez
por otros dos florines.
Entrevista a S.
La idea de parecerme a Simone de Beauvoir
es estar en una casa de tres plantas
atenta a los ruidos de la noche.
Como ella
busco el dolor en una muela
es más fácil llorar
a partir de un pequeño objeto blanco.
La tendencia
a revolver el té hasta que rebalse
es anterior.
Cinabrio en polvo
Soy un cuadrado oscuro
los días veintinueve
me derramo
Eva se arrepiente en mi estómago
debajo del ombligo
hay un terreno
es diminuto Eva retirate
no sirve que lo estires
sobre el pasto crecido
de un lugar sin lombrices
las hileras verdes me refrescan
son el contraste que ayuda.
Durante siete días no pertenezco a los colores
es decir
soy un sólo color.
Una mujer francesa detrás de una ventana
es un par de labios que se escapan
de ella misma
el intento de atraparlos es de un hombre de gorra
los pómulos
son manchas que se mueven contra el vidrio
del Citroën
y debajo una falda a cuadros rota
unos tacos
se clavan en las piernas de él
como un sonido que insiste
los rodea
una lentitud de película europea
hace evidente
la necesidad de Chopin
Mujer inclinada en terracotta
Desde el cuello tendones de piedra
la mirada quebrada en el talón derecho
la belleza es una mujer que se agacha
hacia el dolor:
un pedazo que cae.
La pose me resume.
M.
Tiré el vestido largo a la basura
en el mismo tacho
entre papeles y yerba
el último pedazo de tela
me lo saqué para él.
Las ventanas pintadas de negro
nadie debe saber
lo que pasa en el centro
de las paredes empapeladas de diplomas
la camilla con piernas de metal
espera abrir las mías
él también
en su escritorio hasta escuchar mis pasos
se acerca
con las preguntas de otras veces
mientras los guantes
buscan
se escapan hacia fuera
sus dedos olvidan
el juramento que firmaron.
Las uñas en mi brazo izquierdo
cada vez me cuesta más
tragar
un grito en mi garganta
trato de pensar en sábanas blancas
en mi mamá entre tazas de té
me quiero ir
dejé de respetar los delantales.
Hace tres meses empecé a tener frío.
El grito sigue creciendo
me gustaría volver y abrir la boca
dejarlo aplastar contra su cara
la puerta no se abre.
Por eso el agujero.
Un sobre
El desierto de Neguév
y en el centro una flor sin nombre
todo es marrón
sólo un pedacito rojo crece
cada vez más parecido a él.
Otra vez en lo de Ramiro
Vuelvo a pararme entre las paredes azules
donde por primera vez vi tus sandalias
escuché Grateful Dead
y aprendí que en el mundo
no se habla castellano.
A través
del agujero en el techo
se asoma el rincón donde me mostraste
que en la espalda hay estrellas. Ahora
me doy cuenta
te hubiera llamado antes
nos hubiéramos encontrado en Pont Neuf
o en Plaza Francia
me hubiera inclinado
para que me acariciaras
como al perrito que murió en abril
hubiera buscado la cicatriz en el cuello
donde antes te besaba.
Cuando me escribiste sobre la radiografía
quise estar al lado de tu cama
los ojos pegados a la puerta de los resultados
pero te confundí
con un ex novio en una bolsa.
El lunes
estuve a media hora de Israel
y sólo llamé por teléfono.
Año nuevo en Buenos Aires
Allá en la casa de Krisa
se amontonan mis tíos primos
mis viejos mi hermano
sin bailar
sólo se miran alrededor
de la mesa del jardín
y gritan
hasta para decirse un secreto.
Se reúnen para cambiar
de lugar donde aburrirse
se casan tienen hijos se reúnen
trabajan cenan se reúnen
otra vez la receta del budín
la historia de la de enfrente con el peluquero
nunca
hablan de sus almohadas
o del color de una bombacha
las noticias
los deportes en los sillones del fondo
todo queda
en otra parte
nada de lo que hablan tiene nombre.
Hola qué tal otro bostezo en mi garganta
no pregunto
levanto los pómulos en forma de sonrisa
muevo la cabeza
de arriba
a abajo
todo lo que quieran
todo lo que digan
hay que llegar virgen
los novios no se prestan
los pienso allá
juntando los cuerpitos que se enriedan
y juegan a la mancha entre zapatos
eso no dura
los músculos de la cara
empiezan a quejarse
tenía que terminar la bolilla ocho
a las seis dan Cenicienta
me voy corriendo cierro
la puerta
de esa casa llena de reuniones
de cuerpos vestidos de humedad
entonces sonrío y no me cuesta
- por suerte -
hoy estoy en Barcelona.
Paulita
Eras la única entre mis piernas
cuando el mundo duraba
pocas cuadras.
Te dejé por un novio sin pedales
y cuatro ruedas infladas
no como las tuyas
tan parecidas
a las tetas de mi abuela.
Paulita pasillo oscuro
desde mañana
sólo un tropiezo más.
El reciclaje de Perla
La carne de Perla
colgada en una percha
clase de química
un sapo de estudio el cuerpo
en secciones de manual
cuerpo pared con marcas de humedad
carne demolida
¡Disecten!- ordena
repiten
un collar que estalla es Perla
repartida en cuentas de nácar
los chicos
las recogen arman ramos
reventa de Perla en las esquinas.
Como ese cumpleaños al que llegamos tarde
Y al preguntar por la tía enferma
una prima dijo "tenía sueño, se fue a dormir"
por la forma en que miró el rincón
donde una nena chupaba restos
de corazón de torta
pegados a una vela, supimos
no la veríamos otra vez.
Alguien hizo con los dedos un hueco
probó encender la llama que el viento apagaba,
alguien recogió del suelo uno por uno
pañuelos de papel,
alguien tomó papel y lapicera
pero la tinta no salía,
alguien dejó su pálido rouge en el borde de una copa,
alguien frotó el círculo de esa copa marcado en la madera,
alguien miró la madera y dijo "Oh"
cuando no había
de qué asombrarse, antes
de que otra nena
saliera de su escondite bajo la mesa y de un tirón
del mantel
arrasara con la medida de esos gestos.
Esa sal en la lengua para decir manglar. Ediciones Del Dock. Buenos Aires. 2014.
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