FÉLIX LIZÁRRAGA: (La Habana, 1958)
Poeta, narrador y dramaturgo. Licenciado en Teatrología y Dramaturgia por el Instituto Superior de Arte de La Habana en 1983.
Ha publicado la novela Beatrice, Editorial Unión 1982 (Premio David, 1981) y los libros de poemas Busca del Unicornio, La Puerta de Papel 1991; A la manera de Arcimboldo, Editions Deleatur 1999 (mención Julián del Casal, 1993) y Los panes y los peces, Strumento, 2001.
Tiene inéditos una trilogía de libros de relatos: El bosque de yeso, Tríptico de una noche (Eclipse) y La rosa secreta, y el poemario Brocelianda.
Sus poemas y relatos han aparecido en La Gaceta de Cuba, Unión, El Caimán Barbudo, Naranja Dulce, Albur y otras revistas literarias. Reside en Estados Unidos desde 1994.
LA MONTAÑA MÁGICA, V, 9
Deja su velo a un lado la Afrodita de Cnido,
Se abre como una concha que a la vez es la perla,
Y la Venus de Reynolds retoza con Cupido
Y muestra un pezoncillo de rosa madreperla.
Leve como la espuma, navega entre las algas
Esta de Boticelli, y aquella del Tiziano
Se reclina en la doble lujuria de sus nalgas
Mirándose en un límpido espejo veneciano.
Juega a cubririse alguna, o finge que nos deja
Atisbarla en su baño, tal vez, o en su reposo,
Y esconde una sonrisa detrás de un claroscuro.
Su belleza es un puro cristal que nos refleja
El deseo más profundo en su misterio y gozo,
Agua de luz que mana del pozo más obscuro.
ELOGIO DEL ESPÍA
a Rolando Sánchez Mejía, a Antonio José Ponte
En la mesa de al lado está el espía.
Es en vano callar. De alguna forma
Espiará tu silencio todavía.
Leerá lo que no dices en la horma
Única de tu nuca o de tu mano.
En tu mirada como en tu silueta
Acecha a que aparezca tu secreta
Cifra o fulgor. Es apenas humano.
Si bebe o come como tú, si ama,
Es porque quiere penetrar la extraña
Fórmula de tu vida y de tu amor.
Como la mariposa hacia la llama,
Avanza, avanzas, se urde la maraña
Del otro, el mismo, nadie, el escritor.
LUNA EN EL AGUA
Rayuela, 7.Puedo escribir los versos más tristes esta noche,
Dijo alguien una vez, y pienso que esa noche,
Al escribir sus versos, se sentía exactamente
Como me siento ahora. Sus versos y mis versos
Tienen el mismo aire de adiós a todo esto.
Me he sentado en un lago, a la orilla de un lago,
Y he mirado la luna tendida sobre el agua.
(La luna reflejada, pensaba, es la del cielo.)
He tocado esa luna con mis dedos de insomnio,
Con mis dedos de ciego, de maestro alfarero,
Mis dedos de suicida: he tocado la luna
De tu cuerpo en la sombra, tu cuerpo tan liviano
Que no siento su peso. Las aguas del abismo
Reflejaban mi rostro secreto, y engañado
Pensé que era tu rostro el rostro que miraba
En las aguas del hondo espejo de la luna.
El perfil de tus pechos es una media luna,
Luna llena en la mano: rosa del plenilunio
Es tu pezón pequeño, tu pezón opalino.
Quisiera hundirme en ti, hundirme nuevamente
En tus aguas de azogue, de temblor, de crepúsculo.
He tocado la luna de tu cuerpo en la sombra
Creyendo que tocaba la luna verdadera.
(La luna reflejada, pensaba, es la que riela
En las aguas del cielo; el cielo, ese otro abismo.)
Me engañaba el reflejo de mi rostro secreto.
La puerta de tu vientre se abre sobre la nada.
POR EL CAMINO DE LA FE
Un modesto poblado, La Fe. Existe. Una mañana, en bicicleta. Un mogote, una loma asomada, caprichosa, redonda, en medio del camino. El camino le da la vuelta, luego. Pedaleamos, mientras tanto, hacia la loma que va creciendo, alternando texturas vegetales y de piedra desnuda.
A la manera de los paisajes de Arcimboldo, parece que toda aquella complicación de follajes suntuosamente festoneados, de yerbales translúcidos, de peñascos veteados en matices de gris, va a resolverse, súbita, en las líneas de un rostro. Cuando el rostro está a punto de formarse, la loma queda atrás.
Por el camino de La Fe, a la manera de Arcimboldo, una loma parece decidida a mostrarnos un rostro, y no lo muestra, o tal vez nos lo muestra y no lo distinguimos.
MEA CULPA, FELIX CULPA
Yo, ni más vil ni menos vil que nadie,
Me declaro culpable. Ciertamente
Soy el secreto, el único culpable
Del llanto de aquel niño en la ventana,
De la imperfecta rosa que no nace,
De la lluvia plomiza en este invierno.
He de pagar el precio de la culpa
Que arrastro desde siempre como un fardo,
Como se arrastra a nuestros pies la sombra.
Como una dura losa de sepulcro
Al centro de mi ombligo encadenada.
He de pagar el precio de mi culpa.
He de aceptar el cáliz, la cicuta,
He de colgar del árbol nueve noches,
He de arrancarme un ojo que ha pecado.
He de arder en el fuego jubiloso.
He de nacer de nuevo.
RUBLIOV, EL MAR, UNA ESCOPETA AL AGUA
A la playa han llegado tres muchachos. Han venido cargados con sus avíos de pesca. Escopetas, arpones, una cámara, un par de patarranas. Ninguna cosa es nueva, a no ser los muchachos mismos que las cargan, que las tiran al agua. Sus gestos al tirarlas son habituales, exactos, vigorosos, de algún modo rebosantes de gracia.
La trusa de un muchacho, del más fino, ofrece desafiante el pesado racimo genital. Otro tiene ojos claros, bajo el arco tendido, perfecto, de las cejas. El tercero, un mulato, luce como fundido en una sola pieza de bronce reluciente.
Ya se tiran al agua, ya se alejan. No sé, no sabré nunca, cuál ha sido la vida que han llevado, qué vida llevarán cuando salgan del agua. Pero el mar y los gestos precisos de la pesca los invisten, en este mediodía, de una inocencia inmemorial.
Pienso, mientras miro alejarse a los muchachos por las olas antiguas, en unos vasos rebosantes de gracia. En ánforas. En cálices. En los tres ángeles de oro que bendicen un cáliz, pintados por Rubliov.
Así pudieron ser esos varones a los que Lot dio albergue. Una carne de bronce, unas cejas como un arco tendido, ofrecidas las frutas del amor. Intocables, lejanos, sin embargo. Protegidos, como por una torre transparente, por la inocencia precisa de los gestos que se hacen junto al mar, arrojando una escopeta al agua.
ESCRITO EN EL CREPÚSCULO
Y las sombras son largas, son qué largas,
Tendidas a secar en el crepúsculo,
Y como el té se van volviendo amargas
Igualando lo inmenso y lo minúsculo.
El oro en sombra ya la luz disuelve.
(Kagé en nipón significa ambas cosas,
Oscuridad y luz.) La noche vuelve.
Apenas su perfume son las rosas.
Como cada momento que nos toca,
Cada placer y cada desconsuelo,
Es fugaz el crepúsculo y eterno.
Y acaba el oro, y comienza la loca
Danza de las estrellas por el cielo,
Y alza la luna su mudable cuerno.
LIEBESTOD.
Perdonen si no canto en alemán,
Porque una situación tan elevada
No se da su lugar si no es cantada
En una lengua fina, y con champán.
Yo soy Isolda: Isolda Valdés.
Muero de amor porque a Tristán González
Le han dao tres puñalás, y se le sales
La sangre toda, y ha estirado el piés.
¡Se me ha muerto mi macho, Dios bendito!
¡Ay, llévame contigo, papacito!
Sin ti tengo fatiga y tengo frío.
Por ti dejé yo al bueno de tu tío.
¡Arayé! ¡Qué dolor! ¡Qué desespero!
Ay que me muero, papi, que me muero.
TOMORROW AND TOMORROW
Macbeth, V, 4..Mañana, y mañana, ay, y mañana,
Y de nuevo mañana persiguiendo
Otro mañana, y otro, y sigo viendo
Un mañana, un mañana, y un mañana.
En vano espero desde mi ventana
Mirar que el bosque venga ya subiendo;
Quiero morir, peor aún sigo viviendo;
Quiere perder mi brazo, y siempre gana.
La vida es sólo un cuento de camino
Lleno de estruendo y furia y blablablá
Que narra un tonto y nada significa,
Una sombra que pasa, y es la mímica
De un actor que recita y que se irá:
Estar atado a ella es mi destino.
LOS CABALLEROS DE LA TABLA REDONDA
a Rick Wakeman.
En una biblioteca de mi infancia
Pueblerina (suelen ser las mejores)
Hallé en libros de pálidos colores
Historias suyas, y las leí con ansia.
Supe de la remota nigromancia
Del buen Merlín, de almenas y de alcores,
De Arturo y Perceval, y los amores
Tristes de Lancelot, y la constancia
Con que buscamos el Grial bendecido.
No sé si Camelot o Brocelianda
Fueron alguna vez; no sé si el lago
Donde se oculta Excalibur ha sido.
Leyenda o no, por nuestros sueños anda
De arpas y espadas un murmullo vago.
FUGA DEL BOSQUE
a José Ortega y Gasset
Numerosos, los árboles nos ocultan el bosque,
El fugitivo bosque, que de los ojos huye
Como en la temblorosa corriente se zambulle,
Riéndose, la ondina. Si alcanzamos el bosque
Hallaremos pastando, entre rosas y abrojos,
La bestia prodigiosa que llaman alicornio
Y también unicornio (si por fiera, licornio),
Esbelta y mitológica; o abriremos los ojos
De la bella que duerme tras un muro de espinas.
Avanzo, y sólo encuentro árboles y una oruga:
Es la aporía de Aquiles siguiendo a la tortuga.
Equidistante vivo de unicornios y ondinas.
No sacaré a la bella de su sueño encantado,
No entraremos al bosque de paso evaporado.
MERLÍN.
Como una cueva de cristal, el aire
Nos separa del tiempo y de su prisa,
Y suena junto a mí la eterna risa
De mi amante Viviana, y el donaire
Del unicornio adorna la floresta
En Brocelianda, adonde nadie llega.
Fuera, el hombre trabaja y canta y ruega
Y llora en su dolor y ríe en su fiesta,
Nace y hace nacer y luego muere,
Y sostiene que sólo cree el demente
En caballeros, unicornios, hadas.
Como Tomás, no cree en lo que no hiere;
Y no quiere soñar. Únicamente
En Brocelianda cantan las espadas.
LA DAMA DEL LAGO
Tú que habitas las aguas de este lago profundo,
Tú que eres cristalina pero también oscura
Como estas mismas aguas, o aquel de la Escritura
Espejo que adivina Pablo en todo este mundo.
Tú, enigma del espejo y espejo del enigma,
Bella como la luna que cambia sin cambiar,
Como el oro reflejo de la aurora en el mar,
Varia y a la vez una, misterio y paradigma.
Tú, Señora que duermes en el agua callada,
Acude a mi conjuro: despierta, ven a mi
Barca, que yo he venido a pedirte mi espada.
En el nombre de Hermes, tutor que reverencio,
Trae la espada que ha sido forjada para mí
Del fondo de tu puro diamante de silencio.
FEDRO EN DUINO
A Zeus pidió Semele enamorada
Verlo en su propia forma, y no en aquella
Que a sus ojos tomaba, aunque era bella,
Y murió ante la Forma revelada
En el fuego divino calcinada,
Como el ultravioleta de la estrella
De la que es el crepúsculo la huella
Nos tornara ceniza, polvo, nada,
Si entre nosotros y su luz violenta
No tendieran los cielos su apacible
Velo que como el pavo real ostenta
Sobre el azur la heráldica riqueza
De su color. Sin duda es la belleza
El primer escalón de lo terrible.
LA BELLE AU BOIS DORMANT.
Bella que en el Bosque duermes,
Déjame besar tus labios
Tan hermosos y tan sabios:
Deja ya a tus ojos verme.
Quiero a tu lado tenderme
Lejos de amores y agravios,
De armaduras y astrolabios,
Lejos del mundo y del verme
De la muerte. Quiero estar
A tu lado en esta selva
Que de los ojos se escapa
Y no está presa en el mapa:
Bella, no dejes que vuelva
Ya jamás a despertar.
SAN SEBASTIÁN
Ha inclinado su rostro de doncella
Sobre su vasto pecho de guerrero;
No ha perdido su gracia en el postrero
Abandonarse al dardo que lo huella.
Una legión de flechas rasga aquella
Carne sagrada como el pan, y entero
Se ofrece al duro vendabal de acero
Como se ofrece el cielo a cada estrella.
Se hunde la muerte en él, y no se queja,
Sino que una sonrisa se bosqueja
En la joya perfecta de su boca.
Se hunde la muerte en él, y no lo toca
Aunque caiga su frente como un lirio:
El dardo es él, y nuestro es el martirio.
LA BELLE AU BOIS DORMANT.
a Orlando González Esteva
Una muchacha intacta sueña en el hondo bosque,
Bella como una quieta luna que no cambiara,
Tras un cerco de espinas que terco la separa
De mí, de ti, de aquél, de todos, de los que
Quisieran despertarla. Y en los altos espinos
Asoman unas rosas que el Tiempo no conmueve
Su gozo carmesí y su calma de nieve.
Cómo llegar a Ella, por qué arduos caminos,
Cómo cruzar el bosque secreto que la guarda
Y ese muro de espina y rosa en que se estrella
Vana, la ola del Tiempo –lenta ceniza parda
Que sepultó a Cartago, que sepultó a Pompeya.
Como una luna quieta que no cambia, aguarda
El beso de la Muerte y el Amor la Doncella.
KURVENAL
Ha muerto mi señor, y mi señora
Sobre su pecho pálido ha caído
Con su largo cabello desasido
Como el joyero que la plata dora;
Y por Tristán, Isolda ya no llora
Pues la muerte de él su muerte ha sido,
Y mientras la otra Isolda da un gemido
Da ella por él su vida sin demora.
Qué será de los días que me quedan
Sin aquel niño que era mi tesoro:
Siendo tan pocos, ya son demasiados.
En los brazos de Isolda que lo hospedan,
Envuelto en sus cabellos desatados,
Duerme Tristán en un sudario de oro.
ISOLDA, LA OTRA
No sé morir de amor: ésa es mi pena.
Ni ser una belleza de leyenda
Que la pasión de mi Tristán encienda.
Pero es tarde: la vida es mi condena.
Sé tejer y bordar, que es cosa buena...
Eso pensaba yo. Y aunque no entienda,
Sólo el agua del río rozó mi prenda:
Viuda y doncella soy, que es ser arena.
¿Casaré alguna vez? No digo otra
Porque a mi esposo (¿mío?) sólo esta alhaja
Me unió. Fui para él menos que una potra
En que el hombre se sacia, aunque la ultraja.
Pero, ay, ¿qué hacer? No soy sino la otra.
Muerto Tristán, yo tejo su mortaja.
ANTES QUE EL GALLO CANTE
Antes que el gallo cante,
Me negarás tres veces.
No temas que me espante;
Del cáliz ya las heces
He bebido, y bastante
Sé del amor; si vieses
Como yo veo delante
Sus vueltas y reveses,
No me dijeras cruel
Por esta profecía.
Amor es cruz y hiel
Como es pan y ambrosía:
Yo también, yo, tan fiel,
Te he negado algún día.
LARGA ES LA NOCHE
Larga es la noche, y largo es también el olvido.
Como de un sueño oscuro, despiertas del amor
Y recuerdas tan sólo las cosas que has querido
(Unos ojos, un cuerpo, una risa, un sabor)
Pero no son las mismas cuando el amor se ha ido.
Dichosos los amantes, mientras dura el temblor
Delicioso y terrible y vasto y escondido,
Y la alegría penosa, y el risueño temor.
Dichosos los amantes ansiosos y ridículos
Que rompen los teléfonos y no ven los vehículos.
En vano les dedicas sonrisas de ironía
Desde tu belvedere con baño y agua fría.
Los envidias. Quisieras extraviarte otra vez
En la selva profunda donde no hay haz ni envés.
ZAUBERBERG, V, 9
Deja su velo a un lado la Afrodita de Cnido,
Se abre como una concha que a la vez es la perla,
Y la Venus de Reynolds retoza con Cupido
Y muestra un pezoncillo de rosa madreperla.
Leve como la espuma, navega entre las algas
Esta de Boticelli, y aquella del Tiziano
Se reclina en la doble lujuria de sus nalgas
Mirándose en un límpido espejo veneciano.
Juega a cubrirse alguna, o finge que nos deja
Atisbarla en su baño, tal vez, o en su reposo,
Y esconde una sonrisa detrás de un claroscuro.
Su belleza es un puro cristal que nos refleja
El deseo más profundo en su misterio y gozo,
Agua de luz que mana del pozo más obscuro.
HACER EL AMOR
Yo he sentido el amor: yo lo he sentido
Como un leopardo o un león o un lobo hambriento
Devorando mi vida; o como un viento
Que me dejó desnudo, solo, herido.
Con los años, no obstante, he conocido
Que hay un remanso suave, un tierno invento
Con el que siempre toda pena ahuyento;
Un bálsamo de luna que he bebido.
Es hacer el amor. Es el sencillo
Juntarse de dos cuerpos en la sombra
(O en la penumbra o en la luz, que es pillo
El amor juego, el dulce, el sin tortura).
Es terremoto que jamás escombra,
Es flecha que no hiere sino cura.
Como dos fierecillas que jugaran,
Como dos frutas que se saborearan.
EDAD DE ORO
Dichosa edad, dichoso
Tiempo de maravilla
En que la gitanilla
No amaba a Quasimodo
Sino a Febo el hermoso,
Y su lanza hecha astilla
Llevaba por Castilla
Don Quijote a su modo.
Y Aquiles se moría,
Y eróticos aliños
Llevaban mil y una
Noches de medialuna:
Tiempos en que no había
Libritos para niños.
LA BRUJA
a Carlos Pintado
Espejo mágico, la juventud
Es aburrida cuando no es hermosa
Ni nos deja pasar con lentitud
Por su cristal la mano cariciosa.
La juventud no sabe que su fuego
Lo inventamos nosotros, los adultos,
Y no hace más que obedecer el juego
Si nos venera y si nos lanza insultos.
Si se entristece, es sólo nuestro aliento
Que la empaña por burla; y su placer
Es el reflejo pálido del lento,
Fabuloso placer que nos depara
Y no sabe ni puede suponer
La juventud, esa muñeca cara.
ROMEO Y JULIETA
Alondra o ruiseñor, ya poco importa.
Ya no despertarán. Larga es la noche
Que ahora los cubre, tanto como corta
Fue su vida y su amor. En vano el coche
Diminuto de Mab vuela en lo oscuro
Y deshoja en su tumba sueño a sueño.
Tampoco soñarán. No quiso el duro
Hado darles sino daga y beleño
Por dote de su unión. Ya todos lloran,
Capuletos, Montescos y comparsas,
Ya el Príncipe discursos improvisa.
Es tarde, es tarde; en vano se demoran.
No los revivirán rosas ni zarzas,
Palabras o mudez, llanto ni risa.
GLOSA.
a Luis Cernuda
Danza a la luz el elfo,
Danza sobre la rosa.
¿Sale de labio o belfo
Su risa melodiosa?
¿Son de carne o de cielo
Su cintura o sus pies?
El misterio es un velo
O la verdad lo es.
¿Mueres tú también, mueres
Como lo hermoso humano,
Hijo sutil del bosque?
Mejor será si mueres
Pronto: mata el humano
Lo hermoso y mata el bosque.
MACBETH, V, 4..
Mañana y mañana, ay, y mañana,
Y de nuevo mañana persiguiendo
Otro mañana, y otro, y sigo viendo
Un mañana, un mañana, y un mañana.
En vano espero desde mi ventana
Mirar que el bosque venga ya subiendo;
Quiero morir, pero aún sigo viviendo;
Quiere perder mi brazo, y siempre gana.
La vida es sólo un cuento de camino
Lleno de estruendo y furia y blablablá
Que narra un tonto y nada significa,
Una sombra que pasa, y es la mímica
De un actor que recita y que se irá:
Estar atado a ella es mi destino.
EXCALIBUR.
pero tú fuiste oscuro paso vivo
Cecilia Aguiar
Si no estuviera solo, no escribiera estos versos.
El amor de una noche, o de tres, o de nueve,
O de un año, o de muchos, es demasiado breve
Para mí, y tiene siempre anversos y reversos,
Su poso de té amargo después de la colada.
Nada me colma, nada. Soy como un hondo hueco
Donde ya tantas cosas cayeron, donde el eco
Es todo lo que queda. Y soy como una espada
Clavada en una piedra que espera por la mano,
Esa mano entre todas, que habrá de manejarla.
Tengo una edad difícil: no es tarde ni temprano.
En fin, no soy dichoso. Es por eso que escribo.
(La dicha no se escribe, nos basta con danzarla.)
Aun así, no me quejo; oscuro, paso, vivo.
PERCEVAL
Wolfram von Eschenbach, Parzival, VI
Partida está mi lanza, y mi escudo quebrado.
Qué pasó, no lo sé: yo la nieve miraba
Y esas gotas de sangre en la nieve, y soñaba
Con mi dama del alma, y no sé qué ha pasado.
Como nieve es su piel, como nieve rosada
Por la sangre, y sus labios como una herida dulce;
Ya camine o se siente, o suavemente pulse
Las cuerdas del laúd, perfecta es como un hada.
Si pudiera romper, dama de mi esperanza,
Mi promesa terrible como he roto esta lanza,
A tu lado volviera, y olvidara en tu beso
Que el Grial he visto un día, y a su pálido Rey.
Sólo por mí esperaban, y no cumplí la Ley.
Sólo yo he de salvarlos: de mí mismo estoy preso.
AMFORTAS
Wolfram von Eschenbach, Parzival, XVI.
.Tengo a mi lado el Grial, pero el Grial no me cura.
Soy el Rey y el Custodio del máximo tesoro,
Fresa de dulce piedra, Vaso de carne pura,
Pero de qué me vale, si porque vivo lloro.
Una herida terrible recibí en la espesura
Y no puedo moverme de mi silla de oro;
Ni andar ni yacer puedo, y mi tormento dura
Día y noche. A veces sueño con un altar y un toro.
Tengo a mi lado el Grial, pero no puedo verlo
Porque el dolor me cierra los ojos, y vencerlo
No puedo. Sin embargo, soy su Rey y Custodio.
Para apagar la llama de mi herida que arde
El hijo de mi hermana cabalgará una tarde.
Llega ya, Perceval: pues no llegas, te odio.
BIRDS IN THE NIGHT
a Luis Cernuda
La cucaracha vive, amigo mío:
La cucaracha mancha con su baba
La piel de las estatuas que besaba
La Luna con su dulce beso frío.
La cucaracha caga en esa urna
Que Keats cantó, el mármol sin edad
Que es a la vez Belleza y es Verdad
Y como una remota luz nocturna.
La cucaracha ríe y come y salta
Y profana los lirios y las rosas
Y entre las ruinas de los templos charla.
Ah, viejo Zeus Olímpico, qué falta
Me hiciera Tu gran pie. ¿Por qué no osas,
Aunque a mí me mataras, aplastarla?
CROISSET, 23 DE DICIEMBRE DE 1853
Él y ella cabalgan en la tarde
Amarilla de otoño, y sus banales
Palabras tejen mágicos canales
Entre uno y otro. Y el sol rojo arde
Y entrecierra sus ojos, y la brisa
Mueve las crines, y el vestido de ella
(Piensa él que nunca la encontró más bella)
Y se acercan los dos con queda prisa.
Al mismo tiempo yo, mi Luisa amiga,
Era la tarde, y amante y amiga,
Y era el follaje de oro, y era el bravo
Sol, y brisa y caballos. Algún día
Diré, aunque nadie entienda, Luisa mía,
Que Madame Bovary soy yo: Gustavo.
BROCELIANDA
and the forests will echo with laughter
Led Zeppelin
Huye el bosque, fluyendo entre las manos
Como huye el agua (pues ya dijo el griego
Que todo pasa y fluye, hasta tu ego),
Huye el bosque y se oculta en la enramada
Como gacela o tórtola fugada
Pues el Hada Viviana así lo ordena:
Ha encerrado a Merlín en cárcel buena,
Cárcel de amor, lejos de los humanos.
Allí duerme su amado, en Brocelianda;
Duerme Arturo, y el Grial allí destella,
Y duerme en su castillo la Doncella
Que espera por tu beso. Álzate, anda:
Busca el bosque imposible en que la brisa
Sea el eco inextinguible de tu risa.
BUSCA DEL UNICORNIO
La doncella inocente no comprende
Qué se espera de ella, y se pasea
Junto al árbol, de modo que la vea
El montero escondido, que se tiende
Con su lanza en el suelo, y allí atiende
El mínimo rumor. Y se recrea
Ella en las rosas cuyo aroma husmea
Y en los cabellos luego se las prende.
Y sonríe y no sabe que parece
La dama de un tapiz. Como una rosa,
Acaba por dormirse. Y el montero
La ve dormida, y tiembla, y no aparece
Su presa, y la doncella es tan hermosa...
"¿La besaré", duda, "o la caza espero?"
BUSCA DEL UNICORNIO
El unicornio triste se mira en la corriente.
--Ah, si hallara a la virgen con su espejo de plata
Y su regazo intacto; la soledad me mata.
Ah la muerte en su abrazo, la muerte al fin clemente
Que me dará el olvido de no ser más que un ente
De fábula y de sueño. La alegría escarlata
De las rosas que como, las hojas de oro y plata
Del bosque relumbrante que me sigue, y la fuente
De agua de vida que mana donde yo estoy;
Todo lo diera a cambio de un poco de esa muerte
Que gozan los humanos. Pero terca es mi suerte.
Mi tiempo es sin memoria, mis días siempre son hoy;
No veré más que el bosque y el agua de la vida.
Feliz el hombre: muere y recuerda y olvida.
BUSCA DEL UNICORNIO
Reverso soy del mundo y sus mirajes.
Soy el envés de todo: en mí lo zurdo
Se hace derecho, y viceversa, y urdo
La trama de la luz en los ramajes
Cuando me toca el sol. Soy el ultraje
De lo feo, de lo tosco y de lo burdo,
Y ser de otra manera fuera absurdo
Pues lo que veo repito sin ambage.
Cuanto más claro soy menos yo mismo;
Como la luna alumbro y no soy luz;
Soy superficie y también soy abismo.
Esclavo soy. Pero si un día bosquejo
En mi sueño tu mágico testuz,
Seré, unicornio, un mundo, y no un espejo.
BUSCA DEL UNICORNIO
Job, XXXIX:12-15
El unicornio pasta en otra selva,
No la que pisas, la que habitas, nunca.
No busques más. Su busca es siempre trunca.
No guardes la esperanza de que vuelva.
Azul o blanco o amarillo o rojo,
No has de verlo atrapado en la pulida
Jaula de plata del espejo. Olvida
Su cuerno que has soñado por despojo.
Del unicornio no serás el dueño
Ni el servidor, seas tú joven o viejo.
No lo contemplarás. Cesa en tu empeño.
De poco te valdrán flecha o espejo,
Virgen que no hallarás, soneto o sueño:
No tendrás ni siquiera su reflejo.
BUSCA DEL UNICORNIO
¿Por qué deben matarte en mi regazo
Que aguarda desde siempre tu llegada,
Por qué cuando te encuentre enamorada
Hará esa lanza mi bien tan escaso?
Ningún labio ha bebido en este vaso
De mi cuerpo: virgen soy e intocada
Te espero, para que lanza o espada
Te atraviesen, y pedazo a pedazo
Deshagan el prodigio de tu cuerno
Único, enhiesto, poderoso, santo,
Para venderlo por reliquia y droga;
Venderlo, en fin. La espera es el infierno.
Espero que no vengas, que un encanto
Te proteja. Y tu ausencia me ahoga.
EN LA MUERTE DE MARIO, AMBULANCIERO
Nos reunía por las tardes la costumbre
Modesta de la mesa sin manteles,
El potaje, el arroz, los mirabeles
Granizados del postre: mansedumbre
De las tardes sin fin y sin destino.
Eramos pocos a la mesa: el hombre
Feliz de las agujas, el vecino
De la cantina, algún gato sin nombre,
El funerario y el de la ambulancia.
Ahora somos ya menos todavía.
Tenía la bondadosa vanagloria
De llegar el primero, y la manía
Pequeña de saberse de memoria
Las capitales de la geografía.
Si no se lo impidiera la distancia
Inconcebible, Mario nos diría
Las altas capitales de la Gloria.
DIVINO TESORO
el sueño de una sombra
Píndaro, Pítica VIII
Están muertos mis sueños, y están muertos
Aquellos que primero los soñaron:
Andersen y Tarkowsky yacen muertos
Y muertos yacen los que los mataron.
Está muerto aquel Sol que ya no sube,
Muertos están también Shakespeare y Homero,
Y está muerto el amor que yo te tuve,
Y está muerto Jesús en el madero.
No soy el cazador, soy el despojo,
Soy un volcán que ya no tiene fuego;
Mi juventud es una edad remota.
Soy la sombra de un sueño del Rey Rojo:
Mi juventud es un camino ciego,
Mi juventud es una espada rota.
ADRIAN LEVERKÜHN
Heriste mi talón con una flecha
Envenenada y grata, cruel arquero,
Traidora flecha que mi ser primero
Abolirá tal vez, y tu cosecha
Inerme yo seré, y ya mi endecha
Rompes al golpe de tu beso fiero.
Ah, que te estoy amando aunque no quiero,
Espantado del brazo que te estrecha,
Sometido y señor, cadena y preso,
Monte y caverna --y en tu espejo oscuro
Enigmas hallo a tientas, y te pido
Respuesta en vano, y te huyo y te beso.
Abre tus puertas ya, que de seguro
Librarme no podré de lo que ha sido.
Déjame ir. Por nuestro amor te juro
A nadie revelar lo que he sabido.
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