SAMUEL ANCAJIMA
De él se dice que nació un jueves 19 de junio de 1980, también, que escribe; pero nadie sabe a ciencia cierta qué escribe o a quién escribe. Hace lo que la gente común hace: se levanta por las mañanas, desayuna y tiene un empleo; no sabe exactamente si estudia o se estudia, si lee o si lo leen. En fin, escritor de tiempo incompleto, un completo motivador de juventudes en cada salón o auditorio donde expone su palabra.
Humano en toda su expresión, dedica su vida entera a encender el espíritu de superación y vida en cada uno de sus alumnos, pues en la ciudad de Trujillo, después de cinco años de universitario, se hizo maestro. Pero su afán de educador le viene desde mucho antes, labor que ha confesado en muchas oportunidades. “Por eso mismo, por las historias que conocí y por las que me regaló el tiempo y el viento, es que dedico mi vida a lograr que los demás aprendan y se motiven hacia la superación”.
En su afán por llevar el arte en toda su dimensión, integró la 5ta generación del grupo de teatro Ekeko, de la Nacional de Trujillo, llevando el arte de la dramaturgia hacia diferentes ciudades del Perú. Además su vida se viste, sólo a veces, de óleos y pasteles creando paisajes e instantes plenos de luz, obras que han sido expuestas en diversas galerías peruanas y ecuatorianas. Pero por sobre todo, su vida ha sido habitada por la palabra, llegando a publicar “Máscaras”, su primer poemario en el 2001, obra a la que se aúnan otras del mismo género como: Heliología, primer puesto en los Juegos Florales Universitarios de la UNT en el 2001, “El Sermón del Fuego”, “Monasterios de Sal” y “Las Confesiones de la Mona Lisa”; a su vez, es director de la Revista de Cultura, Turismo y Aventura “Spondylus” y autor del libro: “Arquitectura del Verbo”, texto que evidencia su temple educador hacia la vida, el éxito y la conservación del medio ambiente.
Junto con Dios Dado y Walter Flores, integra el grupo literario 'Creación'.
Nostalgias
Aquí,
sobre un bote solitario,
la frescura del silencio azul
se expande entre mi ayer y esta tarde.
Tiempo exacto
en
que
abro
las
manos al destino
y nacen, de pronto,
el mar y tú,
vestida siempre con esa mirada
que aún se extraña,
así como el mar
y como esta tarde pasajera recortada sobre el tiempo.
Tan sólo en mis recuerdos te apareces,
en ellos te me acercas
contándome al oído
tus milagros.
Me cuentas tus misterios,
tus ritos y batallas.
Y yo me acerco,
pensando...
Luego me acaricias
y en tu voz me sumerjo,
en tus olas de tiempo,
cuando el sol
revela luminoso,
tu esencia de diosa omnipotente,
de hipocampo azul,
de voz ultramarina.
Así te apareces,
pasajera del destino.
No,
el tiempo no avanza,
nos espera.
Me miras,
en silencio me miras como diciéndome tu nombre
cuando la noche de descuelga del silencio,
mágico intervalo de minutos
en que el día se viste de finales.
Y entonces,
mi mar;
entonces,
mi voz,
mi recuerdo;
no sabes que eres todo lo que quiero y lo que llamo.
Y sé que soy,
y sé que siento,
y sé que vivo
en tus historias de ultramar y avemarías.
Aquí me tienes,
eterno caminante entristecido.
Aquí te espero,
inventor de juegos y castillos,
Aquí te encuentro,
como ilustre soñador esperanzado.
Aquí mi voz,
mis palabras,
mi memoria.
Aquí esta presencia poblada de nostalgias
que grita tu nombre
a las olas que se acercan,
a los peces amarillos,
a los pájaros que migran,
a la noche,
a la luna,
a todo lo que añoro
y
lo que amo.
Aguamarina
Así te quiero
compañera luminosa,
al imprimir mi voz en tu memoria,
sin mas explicaciones.
Así como si fueras mía y no lo fueras.
Vamos,
tenme otra vez,
en tu sonrisa,
en tu sombra,
en lo leve de tus manos impalpables!
¡Tenme en tu caricia!
Ven más cerca.
Hasta sentir casi la luna pasajera
Y aún sonríes
con ojos inocentes.
Cabelleras, torrentes,
músicas perdidas,
corazón: esa ave que,
cogida, tiembla.
Y tú, esquiva,
flotando en mis razones
lenta, suave, silenciosa.
Tú, chiquita huída,
en un cielo sin nadie,
donde los colores son aves que pasan
y me cantan en cada canto, tu mirada.
Vamos, ven y dime:
¿Quién eres?
así
como siempre,
apareciéndote de pronto
y como siempre marchándote,
mujer, ave u horizonte,
nube celeste, cielo de cristal, ola marina,
diosa antigua, flor, agua o paraíso...
No,
no ha de ser que este amor se desvanezca
Mujer, dama transparente,
la noche viene cayéndose otra vez desde el silencio
y sin comprender la brisa,
que te envuelve y eterniza,
vuelves al mar donde tomaste origen,
ola fresca y sonora que rompe alegremente,
aparécete otra vez y dime con ternura:
¿A qué saben esos mares donde vives?
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