sábado, 12 de febrero de 2011

3005.- AQUILES NAZOA


AQUILES NAZOA

Nace en Caracas el 17/5/1920 - Muere en la Autopista Caracas-Valencia el 25/4/1976

Escritor, periodista, poeta y humorista, cuya obra proyecta los valores de la cultura popular venezolana. Nació en la barriada caraqueña de El Guarataro, en el seno de una familia de escasos recursos económicos. Fueron sus padres Rafael Nazoa, jardinero y Micaela González. A los 12 años empieza a trabajar para ayudar a su familia, completando su formación a través del estudio autodidacta. Entre 1932-1934 se desempeñó en múltiples oficios tales como aprendiz de carpintería, telefonista y botones del hotel Majestic de Caracas y empleado de una bodega, hasta que entra a trabajar en el diario caraqueño El Universal hacia 1935; donde trabaja como empaquetador, luego pasa al archivo de clisés y finalmente aprende tipografía y corrección de pruebas. Por este tiempo aprendió a leer el francés y el inglés, lo que le permitió en 1938, obtener un puesto como guía turística en el Museo de Bellas Artes. Durante este período fue enviado como corresponsal de El Universal a Puerto Cabello, donde colabora en el diario El Verbo Democrático. Un artículo suyo en el que critica la indolencia de las autoridades locales en la erradicación de la malaria, le acarrea una demanda del Concejo Municipal de Puerto Cabello y su posterior encarcelamiento en 1940.
Luego de ser liberado regresa a Caracas, donde ingresa a trabajar en la emisora Radio Tropical y mantiene en El Universal una columna titulada «Por la misma calle». Durante este tiempo es incorporado al diario Últimas Noticias, comenzando a publicar sus poemas humorísticos en la sección «A punta de lanza», firmada con el seudónimo «Lancero». También en este período se incorpora al semanario satírico El Morrocoy Azul donde desarrolla sus dotes como humorista, publicando con el seudónimo de «Jacinto Ven a Veinte», sus poemas Teatro para leer. A partir de agosto de 1943, empieza a colaborar en el diario El Nacional. En 1945, aparece en Caracas su libro El transeúnte sonreído. Durante estos años, colabora igualmente en las revistas Élite y Fantoches, la segunda de las cuales dirige por cierto tiempo. En 1948 obtiene el Premio Nacional de Periodismo en la especialidad de escritores humorísticos y costumbristas. 2 años después aparecen sus libros El Ruiseñor de Catuchey Marcos Manaure, idea para una película venezolana, con prólogo de Juan Liscano. En 1953, el Morrocoy Azul pasa al control del gobierno, lo que ocasiona que Aquiles Nazoa y otras periodistas colaboren con la revista humorística El Tocador de las señoras. Sin embargo, al hacerse más difícil la situación política, Nazoa decide marchar al exilio (1955-1958).
De regreso a Caracas, colabora en la revista Dominguito, fundada en febrero de 1958 por Gabriel Bracho Montiel y en marzo de 1959, crea junto a su hermano Aníbal la publicación humorística, Una señora en apuros; de la que sin embargo no llegaron a salir sino unos pocos números. Una situación similar aconteció con El fósforo, aparecido en noviembre de 1960, en el cual su nombre encabezaba la lista de los editores; en definitiva tanto ésta última revista como Dominguito fueron clausuradas por las autoridades gubernamentales a fines de 1960. Ese mismo año, aparece en Caracas su libro de poemas Caballo de manteca y, a partir de ese momento, sus obras dentro del género poético (ediciones, reediciones, antologías) se hacen más abundantes y son recogidas en la compilación Humor y amor de Aquiles Nazoa, publicada en 1970. Además de sus obras relacionadas con la poesía, Nazoa produjo trabajos en prosa que incluyen especialmente su ensayo de 1961, Cuba, de Martí a Fidel Castro; Caracas, física y espiritual (Caracas, 1967), que ganó ese mismo año el Premio Municipal de Literatura del Distrito Federal y trabajos de crítica de arte (Mirar un cuadro, Humorismo gráfico en Venezuela); así como numerosas conferencias de divulgación cultural. También en 1966 publicó una compilación titulada Los humoristas de Caracas. Durante la década de los 70, además de preparar libros como La vida privada de las muñecas de trapo, Raúl Santana con un pueblo en el bolsillo y Leoncio Martínez, genial e ingenioso (publicado después de su muerte), dicta charlas y conferencias, mantiene un programa de televisión titulado Las cosas más sencillas y proyecta la formación de un grupo actoral que pusiera en práctica el «Teatro para leer». Muere en un accidente de tránsito en la autopista Caracas-Valencia. En su memoria se creó por proposición de Pedro León Zapata, la cátedra libre de humorismo «Aquiles Nazoa», inaugurada el 11 de marzo de 1980.

Poemas


Balada de Hans y Jenny

Verdaderamente, nunca fue tan claro el amor como cuando Hans Christian Andersen
amó a Jenny Lind, el Ruiseñor de Suecia.
Hans y Jenny eran soñadores y hermosos, y su amor compartían como dos colegiales
comparten sus almendras.
Amar a Jenny era como ir comiéndose una manzana bajo la lluvia.
Era estar en el campo y descubrir que hoy amanecieron maduras las cerezas.
Hans solía contarle fantásticas historias del tiempo en que los témpanos eran
los grandes osos del mar.
Y cuando venía la primavera, él le cubría con silvestres tusílagos las trenzas.
La mirada de Jenny poblaba de dominicales colores el paisaje.
Bien pudo Jenny Lind haber nacido en una caja de acuarelas.
Hans tenía una caja de música en el corazón, y una pipa de espuma que Jenny le diera.
A veces los dos salían de viaje por rumbos distintos.
Pero seguían amándose en el encuentro de las cosas menudas de la tierra.
Por ejemplo, Hans reconocía y amaba a Jenny en la transparencia de las fuentes
y en la mirada de los niños y en las hojas secas.
Jenny reconocía y amaba a Hans en las barbas de los mendigos
y en el perfume del pan tierno y en las más humildes monedas.
Porque el amor de Hans y Jenny era íntimo y dulce
como el primer día de invierno en la escuela.
Jenny cantaba las antiguas baladas nórdicas con infinita tristeza.
Una vez la escucharon unos estudiantes americanos,
y por la noche todos lloraron de ternura sobre un mapa de Suecia.
Y es que cuando Jenny cantaba, era el amor de Hans lo que cantaba en ella.
Una vez hizo Hans un largo viaje y a los cinco años estuvo de vuelta.
Y fue a ver a Jenny y la encontró sentada, juntas las manos, en la actitud tranquila de una muchacha ciega.
Jenny estaba casada y tenía dos niños sencillamente hermosos como ella.
Pero Hans siguió amándola hasta la muerte, en su pipa de espuma
y en la llegada del otoño y en el color de las frambuesas.
Y siguió Jenny amando a Hans en los ojos de los mendigos
y en las más humildes monedas.
Porque verdaderamente, nunca fue tan hermoso el amor
como cuando Hans Christian Andersen amó a Jenny Lind,
el Ruiseñor de Suecia.







CREDO

Creo en Pablo Picasso, Todopoderoso, Creador del Cielo de la Tierra;
creo en Charlie Chaplin, hijo de las violetas y de los ratones,
que fue crucificado, muerto y sepultado por el tiempo,
pero que cada día resucita en el corazón de los hombres,
creo en el amor y en el arte como vías hacia el disfrute de la vida perdurable,
creo en el amolador que vive de fabricar estrellas de oro con su rueda maravillosa,
creo en la cualidad aérea del ser humano,
configurada en el recuerdo de Isadora Duncan abatiéndose
como una purísima paloma herida bajo el cielo del mediterráneo;
creo en las monedas de chocolate que atesoro secretamente
debajo de la almohada de mi niñez;
creo en la fábula de Orfeo, creo en el sortilegio de la música,
yo que en las horas de mi angustia vi al conjuro de la Pavana de Fauré,
salir liberada y radiante de la dulce Eurídice del infierno de mi alma,
creo en Rainer María Rilke héroe de la lucha del hombre por la belleza,
que sacrificó su vida por el acto de cortar una rosa para una mujer,
creo en las flores que brotaron del cadáver adolescente de Ofelia,
creo en el llanto silencioso de Aquiles frente al mar;
creo en un barco esbelto y distantísimo
que salió hace un siglo al encuentro de la aurora;
su capitán Lord Byron, al cinto la espada de los arcángeles,
unto a sus sienes un resplandor de estrellas,
creo en el perro de Ulises,
en el gato risueño de Alicia en el país de las maravillas,
en el loro de Robinson Crusoe,
creo en los ratoncitos que tiraron del coche de la Cenicienta,
el beralfiro el caballo de Rolando,
y en las abejas que laboran en su colmena dentro del corazón de Martín Tinajero,
creo en la amistad como el invento más bello del hombre,
creo en los poderes creadores del pueblo,
creo en la poesía y en fin,
creo en mí mismo, puesto que sé que alguien me ama.






AMOR, CUANDO YO MUERA...

Amor, cuando yo muera no te vistas de viuda,
ni llores sacudiéndote como quien estornuda,
ni sufras «pataletas» que al vecindario alarmen,
ni para prevenirlas compres gotas del Carmen.

No te sientes al lado de mi cajón mortuorio
usando a tus cuñadas como reclinatorio;
y cuando alguien, amada, se acerque a darte el pésame,
no te le abras de brazos en actitud de ¡bésame!

Hazte, amada, la sorda cuando algún güelefrito
dictamine, observándome, que he quedado igualito.
Y hazte la que no oye ni comprende ni mira
cuando alguno comente que parece mentira.

Amor, cuando yo muera no te vistas de viuda:
Yo quiero ser un muerto como los de Neruda;
y por lo tanto, amada, no te enlutes ni llores:
¡Eso es para los muertos esülo Julio Florez!

No se te ocurra, amada, formar la gran «llorona»
cada vez que te anuncien que llegó una corona;
pero tampoco vayas a salir de indiscreta
a curiosear el nombre que üene la tarjeta.

No grites, amada, que te lleve conmigo
y que sin mí te quedas como en «Tomo y obligo»,
ni vayas a ponerte, con la voz desgarrada,
a divulgar detalles de mi vida privada.

Amor, cuando yo muera no hagas lo que hacen todas;
no copies sus estilos, no repitas sus modas:
Que aunque en nieblas de olvido quede mi nombre extinto,
¡sepa al menos el mundo que fui un muerto distinto!







Marilyn en la morgue

En el año ya lejanísimo
Mil novecientos treinta y dos,
Cuando en las últimas pianolas
Rodaba aún el charlestón
Y en las pantallas fulguraba
La mirada de Clara Bow,
Y mi hermana tenía un novio
Que había estado en Nueva York
Y yo tenía doce años
Y era un muchacho soñador
Y me bastaba verlo a él
Con su flagrante traje sport
-saco a rayas, gorra a cuadros,
Pantalón a lo Harold Lloyd-,
Y oí narrar sus aventuras
De fogonero
En un vapor
Y lavaplatos en Maniatan
Y bailarín de un music hall;
En esa época que digo
-¡era en el año treinta y dos!-
Ah me bastaba sólo eso
-¡yo era el tonto que aún soy!-
Para subirme a mis ensueños
Como quien sube a un ascensor.
Desde entonces ando en el mundo
Como anduviera Dreamy-Boy,
Viviendo en sueños la aventura
Que la vida nunca me dio.
Visto harapos de vagabundo,
Mi equipaje es mi corazón,
Viajo en los trenes de noche,
No tengo un diez para un hot dog,
Pero mastico mi esperanza
Como quien masca un chewing-gum
Y si me mata la tristeza
Echo una estrella en el juke box.
Nadie me espera, como nadie
Cuando salí me dijo adiós.
De dónde vengo no me importa
Como tampoco a dónde voy.
Cierto que soy un muerto de hambre,
Un vagabundo, un polizón,
Con el sombrero agujereado
Y los zapatos sin cordón,
Pero quien niega que soy libre,
Que soy tan libre como Ford
Y que a mis pies tengo la tierra
Como un magnífico balón
Para jugar al football-rugby
Y así olvidar de que soy:
De que soy un hombre sin casa,
Un hombre paria, un Dream-Boy,
Un John Smith desamparado
De quien se ha olvidado el amor,
Un prisionero de ciudades
Que a sí mismo se encadenó
Y que se arrastra por los trenes
De una prisión a otra prisión.
Y aquí está América a mis pies
Como un magnífico balón;
Puedo jugar con ella al rugby
O, si prefieren, al béisbol.
Un Rockefeller es el pitcher
Y un Rockefeller es el coach.
Pero juguemos a otra cosa,
Porque soy mal jugador,
Y lo que quiero con América
Es encontrarle el corazón.
Por hallárselo ando rodando de la Florida a Nueva York.
En Alcatraz viví cien años,
Tuve una novia en Oregón,
En Carolina fui John Brown
Y en Alabama fui Jim Crow;
En Chicago fui caletero
Y en Amalfi morí de amor;
Fui bailarín en Nueva Orleáns
Allá en el año treinta y dos,
Y ahora en un tren de madrea
Voy de Pittsburg a Nueva York
Con la esperanza ya perdida
De descubrir en cuál rincón
Dejó la América de Lincoln
Olvidando su corazón.
Qué contaré cuando regrese
A aquel mundo del treinta y dos
Cuando bastaba que mi amigo
Me saludara: -Hello boy-
Para que yo, muchacho tonto
Hiciera igual que Dream Boy
Y me subiera a mis ensueños
Como quien sube a un ascensor,
Para llegar a un mundo mágico
En donde estaba Nueva York
Ah, Marilyn, tu cruel América
Tu desdichada gran nación
Te ha destrozado entre sus manos
Como un paquete de pop corn.
Y allí estás, pálida manzana
Bajo tu luna de neón.







UN SAINETE O ASTRAKAN DONDE EN SUBIDOS COLORES
SE LES MUESTRA A LOS LECTORES LA TORTA QUE PUSO ADAN

ACTO I

El drama pasa en el cielo
y en los tiempos patriarcales
en que Adán era un polluelo
y el mundo estaba en pañales.

Al levantarse el telón
es San Miguel quien lo sube;
llega Dios en una nube
y así empieza la cuestión.

DIOS

-Hecha la Tierra y el Mar
y el crepúsculo y la aurora,
me parece que ya es hora
de acostarme a descansar.

SAN MIGUEL

-¿Terminasteis el Edén?

DIOS

-Hombre, claro, por supuesto,
y aunque peque de inmodesto.
me parece que está bien.

Es sin duda lo mejor
de cuanto hasta hoy he creado:
tiene aire acondicionado
y un río en technicolor.

Y como el clima lo favorece
todo allí crece
que es un primor:
se dan auyamas,
se dan chayotas
y unas papotas
de este color.

SAN MIGUEL

A propósito, Señor,
empeñado en sostener
hoy con vos una entrevista,
por aquí estuvo el nudista
que fabricasteis ayer.

DIOS

-¿Nudista? ? Debe haber
alguna equivocación;
yo ayer hice el cigarrón,
el picure y el cochino,
pero ninguno anda chino;
todos tienen pantalón.

SAN MIGUEL

-Señor, olvidáis a Adán,
el animal de dos patas;
el que vive entre las matas
como si fuera Tarzán.

DIOS

-¡Ya recuerdo!... El ejemplar
que fabriqué con pantano
y a quien el nombre de humano
le di por disimular.

(Risueño)

La intención que tuve yo
fue fabricar un cacharro,
pero estaba malo el barro
y eso fue lo que salió.

SAN MIGUEL

-Y bien, ¿hablaréis con él?

DIOS

-Llamádmelo, por favor.

SAN MIGUEL
(at the telepone)

-¡Atención, operador!
Conecte con el Vergel,
y avísele al Tercio Aquel
que lo llama el Director.

OPERADOR

-Estés en tierra o en mar,
deja, Adán, cuanto te ate
y acomódate en el bate
que el Viejo te quiere hablar!

ACTO II

Ahora pasa la acción
al jardín del Paraíso,
donde Adán, ya sobre aviso
recibe al Viejo en cuestión.

EL VIEJO

-Adán, ¿qué quieres de mí?

ADAN

-Oh Señor, qué he de querer,
¡que me consigas mujer
o me saques de aquí!

DIOS

-¿No te gusta este lugar?

ADAN

Tiene magníficas cosas:
las frutas son deliciosas
y el clima muy regular:

tiene animales
de los más finos:
sólo cochinos
hay más de cien.

Y en cuanto a plagas
esto es muy sano:
sólo hay gusano,
chipo y jején.

Pero aunque no tenga igual
ni en belleza ni en salero,
mientras yo viva soltero
le falta lo principal.

DIOS

-Entonces no hay más que hablar.
Si quieres una señora,
ponte de rodillas, ora
y acomoda el costillar.

(Tras esta declaración
y sin conversarlo mucho
pela Dios por un serrucho
y empieza la operación).

DIOS

-Hágase en un santiamén
la criatura encantadora
que va a coger desde ahora
por el mango la sartén!

(Y del costado de Adán
sale su joven esposa:
la joven pecaminosa
de quien los siglos dirán
que por estar de golosa
perdió el perro y perdió el pan).

ACTO III

Adán se casó con Eva,
y con sus pocos ahorros.
se compraron dos chinchorros
y alquilaron una cueva.

Y a la siguiente semana
ya arreglados sus asuntos,
salieron a darle juntos
una vuelta a la manzana.

Y fue en aquella ocasión,
fue en aquel triste minuto,
cuando encontraron el fruto
que causó su perdición.

EVA

-¿Qué fruta es esa
color granate?
¿Será tomate?
¿Será mamón?

ADAN

-Ni son naranjas
ni son limones.

EVA

-¿Y pimentones?

ADAN

-¡Tampoco son!

EVA

-La mata en su ramazón,
a la de almendrón imita.

ADAN

-¿Almendrón? ¡Qué va, mijita!
¡Yo conozco el almendrón!

(Eva se acerca al manzano,
pero al estar junto a él,
con un machete en la mano
la detiene San Miguel).

SAN MIGUEL

-Si no queréis que lejos
os boten del jardín
oíd estos consejos
que os doy en buen latín.
Podéis comer caimito,
batata y quimbombó,
cambur y cariaquito,
¡pero manzana no!
Y el que haga caso omiso
de tal prohibición,
saldrá del Paraíso
lo mismo que un tapón.
(Se evapora San Miguel
y entonces sale una fiera
semejante a la manguera
de una bomba Super-Shell).

MANGUERA

-No le hagas caso, mujer,
si quieres comer manzanas
no te quedes con las ganas,
que nadie lo va a saber.
(Y al probar Eva el sabor
del fruto que tanto ansiaba,
se vuelve pájara brava,
por no decir lo peor).

EVA

-¡Quiero joyas
y oropeles!
¡Quiero pieles
y champán!
¡Quiero viajes
por Europa!
¡Quiero sopa
de faisán!
¡Quiero un novio
que se vista!
¡No un nudista
como Adán;

(Aplaude alegre el reptil,
Eva baila con un oso
y Adán está más furioso
que un loco en ferrocarril).

Sale Adán junto a la fuente
jugando con un rana,
diversión intrascendente
muy propia de un inocente
que no ha comido manzana.

Y es aquí cuando Eva
llega con un traje tan conciso,
que se le ve El Paraíso
por la parte de La Vega.

EVA

-Adán, ¿por qué tan callado?
Dime, amor, ¿qué te resiente?

ADAN

-Que entre tú y esa serpiente
me tienen muy disgustado.

EVA

-¡Pero si todo es en chanza!
¡Y esa culebra es tan mansa
como el caballo y la cebra...!

ADAN

Pero para ser culebra
le has dado mucha confianza.

(llorando)

Yo soy tu burla, tu guasa,
y en cambio con la serpiente,
te muestras tan complaciente
que ella es quien manda en la casa.

(filosófico)

¡Eso es lo triste y lo cruel
de la amistad con culebra
que si uno les da una hebra
cogen todo el carretel!

EVA

-Bueno, Adán, aquí hay manzana.

ADAN

-¡No quiero!

EVA

-¿Por qué, negrito?

ADAN

-Porque no tengo apetito
ni me da mi perra gana!

EVA

-Un pedacito ... Sé bueno ...
Pruébala ... ¡Sabe a bizcocho!

ADAN

-No puedo. Comí topocho
y a lo mejor me enveneno ..

(Furiosa, escupiendo plomo;
Eva coge un arma nueva
y antes de que Adán se mueva
se la sacude en lomo).

EVA

-¡Vamos, Adán, no más plazos!
Aquí tienes dos docenas:
¡Te las comes por las buenas
o te las meto a escobazos!

ADAN

-Bueno, sí, voy a comer:
pero no arriesgues tu escoba,
mira que el palo es caoba
y es muy fácil de romper.

(Y arrodillándose allí,
como un moderno cristiano,
coge la fruta en la mano
se la come y dice así)

ADAN

-Por testigo pongo a Dios
de que si comí manzana,
la culpa es de esta caimana
pues me puso en tres y dos!

(come llorando)

LA VOZ DEL VIEJO:

-Pues transgredisteis así
mis órdenes oficiales,
¡Amarrad los macundales,
y eso es saliendo de aquí!

AUTOR:

Y así acaba el astrakán
donde en subidos colores
se les mostró a los lectores
la torta que puso Adán".







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