domingo, 2 de enero de 2011

LUIS ALBERTO CRESPO [2.757]


LUIS ALBERTO CRESPO

(VENEZUELA)
Estudió periodismo en la universidad Central de Venezuela y París. Dirigió el Papel Literario del diario El Nacional. Fundó y dirigió el suplemento Feriado del mismo periódico. Fue director de información cultural de la agencia de noticias Venpres. Fundó y fue consejero editorial de Letra G, suplemento de cultura del periódico “El Globo”, y miembro del Consejo Editorial de la revista cultural del Banco Central de Venezuela. Perteneció al equipo docente de los talleres de narrativa y poesía del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos. Dirigió la revista Imagen. Es autor de numerosos guiones literarios y textos para libros sobre el paisaje y la geografía de todas las regiones de su país. Fue Presidente de la Casa Nacional de las Letras, Andrés Bello hasta enero del 2013. Actualmente es embajador ante la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). Sus obras: Cosas (1968), Si el verano es dilatado (1968), Novenario (1970), Rayas de lagartijas (1974), Costumbres de sequía (1976), Resolana (1980), Entreabierto (1984) Señores de la distancia (1988, ), Mediodía o nunca (1989), Sentimentales (1990), Más afuera (1994), La mirada donde vivimos Duro (1995), Solamente (1997,) Lado (1999), Ninguno como la espina (2000), Llano de hombres (1995), Al filo de la palabra (1997), El país ausente (2006), Sé (2009).





OBRA POÉTICA


VIENTO
Ayer salíamos lejos

Con bestias llevadas en uno
pasando lo mismo

Salimos a o poder irnos,
a estar en tantos afueras
a la vez








SOPLO

Su brasa
con que llegaba a verte

La estilla
que atravesaba el laurel
con que llegaba a hablarte,
el verde en la boca,
su humo.






Las cinco

Nunca se acabará en nosotros
la tierra seca.
Cuando comiencen los rezos
será para morirse.
Todo termina en aquellos playones,
aquellas tierras largas, largas,
y eso que sopla,
que viene silbando por los postes,
y nosotros suspendidos en los declives
como vejigas.
Los portones,
tesoros de familia, no nos salvarán
de los arenales,
la tierra que pisas.
Por más que haya el verde de los fundos
resistiendo,
la calle del agua,
seremos bandoleros
llevados por el menor paso de aire.





Siempre

A Alcides

Tantas veces tú y yo,
tantas veces,
mascando semillas de acacia
Cargamos cal, un techo de chillidos
para sostener nuestra casa seca

La suciedad de aquí
nos joroba

Como hormigas
comemos esas semillas de cosa triste

*

Vi a José Ignacio Artaona
alzarle la mano
tutearlo frente a los ruciomoros de ojos sucios
secretos que se protegen con el olvido
y a los castaños del otro mundo que nos observan con desaire

Tenía la marca del hierro en el anca como un epitafio
y su orina fue el único resplandor en el quemado
Artaona le amarró la falseta más espinosa en el pescuezo
le enloqueció la mirada con un trapo
y lo obligó a salir a lo más fiero de la Trinidad de Arauca
Le lanzó la silla encima como un animal sin entrañas
La boca de la cincha le mordía al lado del espíritu

Cuando Artaona subió al caballo
y lo golpeó duro para que fuera
se puso viejo y murió y volvió a nacer
Estuvo arriba noches y noches
estrellado
y estuvo aquí en sus huesos
calcinándose

Era un caballo para jinetearlo de perfil
darle por tierra la desmesura
donde el sur da la vuelta
y comienza el destino
Vi después a Artaona bajarse del caballo

Venía sobre sí mismo
destruido desollado místico




Chaparrón

Adelgazo como rabo de lagartija en el barranco
donde agua de chaparrones bajan, son piedras
golpeando el cuero de las calles
y ya no puedo decirme cosas
con la cabeza metida en los cerros.
Se cae el monte, anda en quebradas.
Yo no sé quién hace tanta buyaranga en los cables del teléfono.
Yo aquí soy igual al hombre de las mercancías:
una mano en la cara
para que los ojos no se vayan
en el sol del horror.
Y esos bichos en la ropa
y el capuchón de mosquitos que no me abandona,
que es como de loco.
Ando viejo, dándole a las latas con medio cuerpo en cardones,
con un poco de viento con tierra en la boca, con tierra roja.





Costumbres

Bajo el cielorraso cargado de lluvias
están los comerciantes y sus arreos de burro,
los de mercancías que hacen dormir.
Dejan una vejez en mis servicios,
y el polvero en los puentes
llevándole a uno las lejanías.
Trajeron una guitarra. La vi quemándose en el patio.
Y caminar, caminar,
hasta el río terminado en una piedra.
El agua me tiró lejos. Más allá
se borraban colinas y colinas.
Así toda la noche:
el cuerpo envuelto en aceite,
en sábana blanca
un tiempo llevado por las tejas,
a los quince años de vivir
creyendo estar en todas partes,
de querer ropas para volar
y la luna me pasaba silbando por la cara.






Decías

Dime no me fui como te dije
para que no me vieran por dentro
Dime que fue así,
ahora que no puedo oírte desde bien distante
Que no se supo nada por el mal tiempo,
los truenos
Lo que decía yéndome
Dile eso, que yo no vivo aquí,
que me mudé unas casas más abajo.





Herencias

De cuidar su hundido en la hamaca,
el tizne, el carbón de mi tía
Los ojos picados de culebra
de mi hermano Alcides
Tenso en el patio
cuando suena la iglesia
La llave en el balcón
como un cuchillo
Si hay chirrido de puerta
trago saliva para no decir tu nombre.





Pesadilla

Me despertó en la noche
tremenda pesadilla
qué es lo que tengo, me dije,
¿ya no le quiero?
Susurraba una lechuza
se columpiaba una rama
habían dos pescados
y una manzana.
La noche era callada
los pescados no hablaban
la noche era estrellada
eran las seis moradas.
Me despertó un susurro
de un paladar muy rosa
la piedra en el camino
el llanto en su garganta.
La noche era temprana
y me soplaba el alba
me di vuelta en la cama
y le encontré callado
Le besé con el alma
me miró con sonrojo
me dormí enamorada
y desperté galana.
Había en el estero
un pato, un aljibe,
una ventana entera
para saltar afuera.
Había en esas pampas
consuelo de otros cielos
y en mi corazón de niña
vivía una esperanza.
Tenía brío, tenía caballos
saltaba con las trenzas
al viento despeinadas
con mi oculta delicia entre las manos.
Bailábamos las lluvias
poemas recitábamos
revisábamos lindos
vivíamos la esperanza.
Las tardes eran densas
el porvenir patraña
los libros eran
caminos en el agua.
Las noches eran largas
siempre hechas de esperas
de cuentos disfrazados
de cristal y de cera.
Los días eran cortos
poblados de acechanzas
despedazando hadas
desangrando rosarios.
La vida era verde y rosa
con fuertes tintes naranjas
el lino batía las hojas
y el girasol giraba, giraba
Mientras bajo del árbol
en mi caballo alado
recogía de cuatro pétalos
el final de mi infancia.
Susurraban los pastos
los trinos se dormían
y a lo lejos se oía
a un tren que se marchaba.
La noche era silencio
los días estrellados
cuando mi vida aun
era una pagina en blanco.







Poemas de LA ÍNTIMA DESMESURA

…con herida ajena.
Virgilio

   …la huella dejada por la palabra sobre lo que es
 Yves Bonnefoy





SIEMPRE

 Escribo entre desapariciones
en esta página sin orillas

Recorro con el dedo lo que he sido
Borro  Escribo de nuevo
No veo lo que he escrito

 Busco un nombre de pocas palabras
un nombre definitivo

 como un estupor.






HUERTO

 Una rama es bastante

es mucho para ser ella

Si fuera continua
si cubriera
no sería este país

 Mírala y ya
eso basta para que sea rama

Desearía para ti su desnudez
La claridad que la ilusiona
y la sombra que la olvida.





CONFESIÓN

 Nada tengo que ver con la ceniza
No soy de los suyos
ni de su justicia

Si uso su nombre
es para ocultar que viví

Me gusta sí  recorrer su camino
que sabe adónde vamos
pero no el color de su viaje
no su polvo
que es de corazón afuera

Y amo su jardín
–su flor suelta imaginaria–
porque queda lejos.






INVITACION

Eres tuyo
dice lo íntimo

Repite lo que respiras
confiésale tú también a tu secreto
cuánto vives
asido
cuánto sin fondo

Oye lo callado
en cada vuelta
cada deriva

Regrésate luego
con rudeza
y nómbrate
sí nómbrate
bien abajo.






REVELACIONES

La culebra no avanza entre las hojas
sino entre las palabras

No es áspera nuestra mano
sobre lo que nos contempla
sino la herida de su nombre

No ha sido la puerta la que nos encierra
sino lo que es es

La rapiña no es pájaro de sequía,
es ocre

No somos nosotros los que alcanzamos
la edad de oro en el crepúsculo
es el alma después de la lluvia

y es estrecha la extensión que nos distancia
pero no en el destino.







LA ROSA DE CELAN

 He vuelto a eso

Algo ha dicho que te recibe
Aquello te despide
Lo demás te da la espalda
Lo silencioso pregunta por tí
ha traído su piedra cruda
El yo ya no nos quiere
nos niega ser uno
de la torcaza para siempre.






EXTRAÑO

No me esperes
Se agrieta lo ido
y lo quieto

Lo que va suceder lo sabe
me obliga a dejarte

En el cuarto de la infancia
aguarda la serpiente
en las sillas del recibo
hay un jardín que lastima

y hay como una rama de yabo
en la calamidad.






LUGAR

Hay también un matorral
no sé dónde
pensante

De él es el confinamiento
y suyo también el ansia

   No crece
sucede
no está
nos pasa

Ha hallado en nosotros
el desierto que colma su sed

y cuando el aire lo estremece
sabemos por qué callamos.






PROMESA

Perdurará el pasado monte
ocurrirá la hierba inerte
el bosque interminable volverá al árbol único
el matorral cometerá de nuevo el mismo abandono

y el más allá dejará de ser humo
o gavilán.





TENER Y NO TENER

La chuchuba
se adentra

ha estado en el tiempo
sobre la cerca suelta

donde estuvo
veo su presencia

tanto espíritu en el poco instante
tanta infinitud en lo siempre escaso

en esta la próxima vida con que vuela.



ELLA

Cuando subía al balcón
era su escalera
Abría las ventanas
pero nunca fue de día
Regaba las matas
y se le anublaba el pensamiento
Barría el polvo
y su casa se achicaba
Mientras oraba
le traían a su hijo
con un cendal de tunas
en la cabeza
Se enlutaba para dormir
y despertaba con el corazón
aún oscuro

Hace muchos lunes que ha muerto
Pensando en ella
le observo una mancha en el rostro
con que me mira sobre el muro

¿Al fin su alma?








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