sábado, 20 de noviembre de 2010

OLGA BERNAD [1.997]



Olga Bernad

(Zaragoza, 1969) Licenciada en Filología Hispánica. Ha publicado los poemarios El mar del otro lado (2012), Nostalgia armada (2011) y Caricias perplejas (2009) en Ediciones de la Isla de Siltolá; las novelas El buen amor (2013, Nuevos rumbos) y Andábata (2010, Paréntesis editorial) y una recopilación de prosas que lleva por título Algunos cisnes negros (2013). Actualmente está en prensa su cuarto poemario, Perros de noviembre, que será publicado en Ediciones de la Isla de Siltolá.

Ha sido incluida en diferentes antologías y traducida al griego, al francés y al árabe; así mismo ha participado en varios libros colectivos y revistas literarias con textos propios o colaboraciones críticas, entre ellas Turia, Rolde, Estación poesía, Anáfora,  Isla de Siltolá,  Quimera o Artes&Letras (suplemento cultural de Heraldo de Aragón).


TODO

Sé desde hace algún tiempo
que ya nada sería suficiente,
salvo absolutamente todo.
Y no sé qué es todo,
no sabría pedirlo ni explicarlo,
no sabría tal vez reconocerlo.
Pero lo quiero todo.
Y no sé si sería suficiente.

De Caricias Perplejas, Ediciones de la Isla de Siltolá, 2009.



DISTINTO AMOR

No vendo mi alma al diablo por la gloria
que persiguen discípulos más débiles,
ni regalo un minuto de mis sueños
por poderlo contar.
Algo distinto y nuevo me envilece:
mi corazón por una galopada,
ver esta tierra desde tu montura
y saberlo contar.

De Caricias Perplejas, Ediciones de la Isla de Siltolá, 2009.



LA ISLA

No habrá una sola torre en esta isla:
ni la iglesia, ni el faro ni tu alma.
Nada levantará la voz al cielo.
Será la arquitectura de la playa,
la planicie sin fin del mar inmenso,
el horizonte en círculo perfecto
y las luchas de los acantilados
(revolución de espumas y de ahora
que inflama el torbellino de las olas
contra las viejas piedras de los tiempos).
Será la perdición de mi mirada
mi soledad cubierta por el cielo.
No voy a defenderme pero quiero
que me sonrías antes del disparo.

De Caricias Perplejas, Ediciones de la Isla de Siltolá, 2009.



PECADOS DE SEPTIEMBRE

Siempre echaré de menos la inocencia.
Sólo con la inocencia es nuevo el mundo:
el viejo sol le alumbra la mirada
y el horror de los ojos de los hombres se borra,
pues ella no lo mira y nunca entiende
la hermosura vibrante de la sierra del diablo.
Y sin embargo escucha
las palabras de amor en el otoño,
los primeros pecados de septiembre
que envolvían en fuego las caricias más torpes.
Cuando aún no sabemos
si son nuestras las calles, si los mapas
dibujarán los viajes infinitos
o si todos los trenes acabarán volviendo
a su ruta terrestre y melancólica.
Cuando no comprendemos.
Son nuevas las sonrisas y la lumbre
del deseo en los labios; me acarician
los pájaros alegres de alas largas,
los pájaros del brillo, los cautivos
futuros de las noches estrelladas.

De Caricias Perplejas, Ediciones de la Isla de Siltolá, 2009.



OBEDIENCIA CIEGA

Quiero que el viento zoe y limpie cada verso
como limpia los puertos y las playas,
rompiendo el orden de los vertederos.
Que lo que pienso sea
del loco transparente que sopla en nuestras bocas
y mueve dunas y olas, y mueve la miseria,
pues no quiero enredarme en la dulzura
ni tropezar en cada sentimiento,
tender trampas inútiles
con mi dolor inútil como excusa.
Quiero seguir de pie mientras me acerco.
Tal vez si un día me miras
caminaré despacio sobre el agua,
el mar de mar sembrado -el mar desconcertante
que estaba enamorado de la calma-
y el desierto sereno respirando en la arena
y las cosas huidas de sus nombres,
acunadas tan sólo por su ritmo,
por mi obediencia ciega a su misterio,
por el abismo propio
del trozo de vacío que negaron
y la imposible ciencia de entenderlas.

De Nostalgia armada, Ediciones de la Isla de Siltolá, 2011.



MAPAS Y HOMBRES

Si no existiera el mapa,
¿dónde dibujarías la frontera?
Si hubieses heredado
la tierra entera para dominarla
y enmudecer los llanos impensables,
el fiel rumor del mar en las mareas
y el infinito cielo.
Liberar el espacio de su inmensa
perdición sin fronteras es un juego
de locos o de niños o de dioses.
Pero el hombre ha podido hacerlo sin vergüenza:
llenó el aire invisible de poderosos muros
que hablaban siempre y sólo de victorias.
Vomitando su orden inventado,
llegó al libro de Historia y a los mapas
que yo heredé y me libran de pecado
(o me incluyen en uno que no es del todo mío).
Y en sus ojos sombríos se confunden
fidelidad y ladrido:
la belleza del hombre y la mirada
que vigila las puertas del infierno.
Y no sé si le amo o le desprecio.

De Nostalgia armada, Ediciones de la Isla de Siltolá, 2011.



LA ELEGIDA

Ha sido muy hermoso, como siempre,
dejarme secuestrar por tus caricias.
Lo esperaba y has sido lo esperado
y, mientras tú cumplías tu destino,
yo he jugado las cartas que tenía:
hormonas y horizontes
y esa curiosa sed de alma del cuerpo.
Arco de aliento, flecha del deseo,
jadeo de animal que muere y mata,
resurrección y pan de cada día.
Ya está, mi amor, apaga el cigarrillo,
tu lado de la luz y mi silencio.
Hace treinta segundos
que mis ojos añoran mi mesilla.
Sobre el lomo del libro que ahora duerme me espera
–a mí, soy su elegida–
el exacto galope que me adentra en mí misma.
Un noble potro oscuro es mi montura,
el mar más lento ruge dentro y lejos.
Dios duerme, yo me escapo;
a veces mi alma tiembla como el aire
cuajado de tambores de sus guerras.

De El mar del otro lado, Ediciones de la Isla de Siltolá, 2012.




HIC SUNT DRACONES

Has venido a buscarme
cuando ya unos hombres me recuerdan a otros,
tus miradas a otras, tus palabras
a otras que hace tiempo me dijeron.
Y cuando ya he buscado detrás de las canciones,
de los nombres que acarició mi lengua,
de los cuerpos que ardieron ante mí.
Tantos incendios
fueron luces fugaces apenas presentidas
a lo lejos por dios o por el diablo
o por quien sea
que gobierne ese páramo desde el que me sonríes.
Debo decirte cuando me preguntas
en qué pienso o qué me preocupa
que vivir es también negarse a hacerlo.
Cómo voy a contarte las cosas que me pasan,
la sangre que me hierve mientras guardo
las formas y la voz. Y también guardo
algunas cicatrices y locas estampidas
de bisontes azules contra mi corazón,
los bisontes azules que golpean
y corren hacia mí o desde mí o acaso
galopan sobre mí. A veces duermen
dóciles por mis venas; tengo entonces
la sangre acariciada por un frágil ejército
de niños navegantes.
Pero cómo decirte que me duelen
y me gustan, sentirlos es sentir
y así es mi extraña vida. Si despierta
de noche la manada, yo quisiera
ser ellos, no ser yo; correr con ellos
-brutales y magníficos-, son ellos
mis canciones de amor.
Has venido a buscarme cuando sé
que estoy perdida. Vete
tras tu triste pedazo de realidad, conquista
con tu sangre tus propios desengaños.

De El mar del otro lado, Ediciones de la Isla de Siltolá, 2012.




DESDE EL PUERTO


Parecías un lento petrolero
ensimismado bajo un sol de escarcha.
Y el corazón atado tras el buque
se mecía aún más lento sobre el agua;
y el descampado gris y azul del agua
otro mar de metal oscurecía:
mar negro sobre el mar en mi mirada.



SEMPER FIDELIS


La sed, escandalosamente pervertida
por la necesidad brutal de ser saciada
cada uno de los días de tu vida.
La esclavitud del cuerpo que pretende
su parte del dolor, la primavera
y el ajusticiamiento inmoral de las espigas
con la excusa poética del pan.
El tiempo alegre de las recolecciones
no es más que el escenario del placer,
su sabor a condena y a derrota.
Créeme, yo quería,
pensaba ser estricta primavera,
muerte ideal del alma atrincherada
en la flor del cerezo que la lluvia arrancó.
No dejar de ser flor, morir sin fruto
y siempre sin placer; morir sin dudas,
sin nada más, contigo en la memoria.

Te imagino
buscando como yo la luna negra,
con la misma imprudencia de otros hombres.
Y sólo te prometo que solamente tú
tendrás de mí ese no de tu mirada,
el ciego no de ti,
el que me hace llorar y me despierta.

Pero estoy viva y junio
desespera esta noche mi alegría:
en la fiesta pagana de las recolecciones,
nocturnas hadas bajo los cerezos acarician mi amor
y tú no vienes.
Lo siento.
Ningún ángel me mira cuando espero
ese beso caliente
en el rincón más tuyo de mi cuello
y la nostalgia en junio
de cada escalofrío y del rubor.



MILICIANA

Voy a quemar el pueblo y sus iglesias.
Voy a descerrajar todas las casas,
los cofres, las malditas celosías
por donde llueve luz sobre las celdas.
Y voy a ajusticiar a los soldados:
los pondré de rodillas y de bruces,
los amaré hasta que se acabe el día
y les haré creer nuevas mentiras.



INSENSATOS RELOJES ESPERANDO


El tiempo se vuelve a veces
una suave guitarra melancólica.
Intocada y serena, incomprensible como
la sonrisa en un sueño,
el misterio tremendo,
la terrible dulzura
que trae de no sé dónde cada recién nacido.
Y mis ojos mirando hacia tu casa.
Todo lo que en el fondo jamás entenderemos.
Los ríos de estupor, horas de piedra
que se parecen tanto a tu silencio.
Que importa lo que hagas:
tú no eres lo importante.
Pues mi amor es más terco que la forma
de un cuerpo de mujer que se repite
en cada mujer nueva; en cada hombre
veo un pequeño dios desde que callas.
Mi amor gotea sobre los relojes,
cada gota de arena, cada segundo en cada
grano de tempestad
martillea tejados que no existen.
Lo ingobernable siempre, lo esperado,
lo que gasta la vida, lo que espera,
y un vago presentir
y un desconsuelo.



PECADOS DE SEPTIEMBRE


Siempre echaré de menos la inocencia.
Sólo con la inocencia es nuevo el mundo:
el viejo sol le alumbra la mirada
y el horror de los ojos de los hombres se borra,
pues ella no lo mira y nunca entiende
la hermosura vibrante de la sierra del diablo.
Y sin embargo escucha
las palabras de amor en el otoño,
los primeros pecados de septiembre
que envolvían en fuego las caricias más torpes.
Cuando aún no sabemos
si son nuestras las calles, si los mapas
dibujarán los viajes infinitos
o si todos los trenes acabarán volviendo
a su ruta terrestre y melancólica.
Cuando no comprendemos.
Son nuevas las sonrisas y la lumbre
del deseo en los labios; me acarician
los pájaros alegres de alas largas,
los pájaros del brillo, los cautivos
futuros de las noches estrelladas.


MAPAS Y HOMBRES


Si no existiera el mapa,
¿dónde dibujarías la frontera?
Si hubieses heredado
la tierra entera para dominarla
y enmudecer los llanos impensables,
el fiel rumor del mar en las mareas
y el infinito cielo.

Liberar el espacio de su inmensa
perdición sin fronteras es un juego
de locos o de niños o de dioses.
Pero el hombre ha podido hacerlo sin vergüenza:
llenó el aire invisible de poderosos muros
que hablaban siempre y sólo de victorias.
Vomitando su orden inventado,
llegó al libro de Historia y a los mapas
que yo heredé y me libran de pecado
(o me incluyen en uno que no es del todo mío).
Y en sus ojos sombríos se confunden
fidelidad y ladrido:
la belleza del hombre y la mirada
que vigila las puertas del infierno.

Y no sé si le amo o le desprecio.





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1 comentario:

  1. No tenía ni idea de haber sido incluida en esta antología, ¡y hace mucho tiempo! Gracias por tu atención hacia mis poemas.
    Un saludo.

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