miércoles, 1 de septiembre de 2010

813.- PETER HUCHEL



Peter Huchel 



Fue uno de los poetas más importantes de la extinta República Democrática de Alemania. Nació en Berlín en 1903 y fue director artístico de Radio Berlín y, posteriormente, de la revista literaria Sinn und Form, probablemente la más prestigiosa de la Alemania Oriental. En 1962, fue apartado de la dirección de la revista, públicamente censurado y forzado al exilio interior. Tras muchas presiones de Occidente, en 1971 pudo abandonar al fin la República Democrática. Murió en 1980 en Alemania Occidental, después de haber recibido el reconocimiento internacional a su poesía. Carreteras, carreteras (Chausseen, Chausseen) es uno de sus mejores libros de poemas.


(Alemania, 1903-1981)

Poeta alemán nacido en Berlín-Lichterfelde, cuya obra y biografía reflejan como pocas la accidentada historia de Alemania en el siglo XX. Creció en la granja de su abuelo en Brandeburgo, y posteriormente estudió Literatura y Filosofía en Berlín, Friburgo y Viena. Entre 1927 y 1930 viajó por Francia, los Balcanes y Turquía. Tras su regreso a Alemania comenzó a colaborar con la revista literaria Die literarische Welt (El mundo literario), y en 1932 recibió su primer premio, el de Lírica de la revista de Dresde Die Kolonne (La columna), por su poemario Der Knabenteich (El estanque de los muchachos). El mismo Huchel impidió que el volumen se publicara, pues temía que su lírica de la naturaleza fuera malentendida y prohibida por los nacionalsocialistas. Los planes que hizo para emigrar no tuvieron éxito, de modo que sobrevivió el periodo nazi trabajando para la radio. En 1940 fue llamado a filas, y en 1945 fue hecho prisionero por el ejército soviético. De 1946 a 1948 fue director artístico de la radio de Berlín Este; poco después fue nombrado redactor jefe de la revista literaria Sinn und Form (Sentido y forma) editada por J.R. Becher en colaboración con el historiador Paul Wiegler. Sus esfuerzos por hacer de la revista un foro de debate de literatura marxista sin dogmas, y presentar en ella nuevos valores literarios, le causaron numerosos problemas con el Partido, hasta el punto de verse obligado a dimitir en 1962. En 1963 se le concedió el Premio Fontane de Berlín occidental, cuya réplica oriental había obtenido ya en 1951, hecho que junto a la negativa por parte del Partido a que viajara al Oeste para aceptar una cátedra de Poética que se le había ofrecido en Frankfurt, contribuyó a aumentar su aislamiento en la antigua RDA. Tras numerosas protestas públicas consiguió el permiso oficial para marchar a la RFA. A pesar de su escasa producción, Huchel es uno de los poetas más significativos de las letras alemanas. Su poesía está impregnada del recuerdo de la infancia y de la experiencia de la naturaleza, y en ella, el lenguaje se va haciendo cada vez más preciso, demostrando así un cierto escepticismo respecto de la realidad. Cargada de metáforas de la naturaleza y se caracteriza por una fuerte presencia del mundo campesino y del paisaje de Brandeburgo, donde pasó gran parte de su infancia. En los momentos más optimistas su visión del mundo fue nostálgica, pero en general en su contemplación del paisaje manifiesta un sentimiento trágico de la vida.






A LOS SORDOS OÍDOS DE LAS GENERACIONES

Era un país con cien fuentes.
Llevad agua para dos semanas.
El camino está vacío, el árbol quemado.
La desolación absorbe el aliento.
La voz se convierte en arena
y se arremolina alta y sostiene el cielo
con una columna que se desmorona.

Después de mucha distancia otro río muerto.
Los días vagan por el junco
y arrancan lana de los cirios negros.
Y una piel de verdín tapona
el agujero del agua,
como podrida moneda de cobre allá en el cieno.

Piensa en la lámpara
de la tienda bordada en oro del joven Africanus:
no permitió que su aceite siguiera ardiendo,
pues el fuego arreciaba lo suficiente
para alumbrar las diecisiete noches.

*

Polibio cuenta acerca de las lágrimas
que Escipión ocultó en el humo de la ciudad.
Después cortó el arado
por entre ceniza, hueso y escoria.
Y quien lo escribió, pasó el lamento
a los sordos oídos de las generaciones.






SALMO

Que de la semilla del hombre
no surja
hombre alguno
y de la semilla del olivo
olivo alguno,
eso hay que medirlo
con el codo de la muerte.

Los que allí habitan
bajo la tierra
en una esfera de cemento,
su fuerza iguala
al tallo
bajo el azote de la nieve.

La desolación se hace historia.
Las termitas la escriben
con sus pinzas
en la arena.

Y no se indagará sobre
una especie
celosamente empeñada
en aniquilarse.



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Otoño de los mendigos

En el seto de zarzamoras, la madera
quebradiza, dïo muchos frutos hacia afuera,
tostados por el sol, muy térreos,
y frescos de lluvia por dentro.

Los que descansan por la noche al raso
peinaron el follaje,
antes de que, en zapatos con remiendos de alambre,
los alejara bajo el polvo el paso.

Arbustos de octubre, húmedos y deshojados,
hendidura de nueces descompuestas,
en hierba que la escarcha ha congelado,
la fría dentellada de la niebla.

Vaciado, como un panal,
absorto, el girasol mira.
El viento, que entre espinas se desliza,
como un cuchillo es duro al tintinear.






Sibila del verano

Septiembre arroja lejos el panal
de la luz, más allá de los jardines rocosos.
Aún no quiere morir la sibila del verano.
Con el pie en la niebla y rígida la faz,
vigila el fuego en el hogar frondoso;
cáscaras de almendras, como urnas en pedazos,
yacen allí dispersas, en dura, herbosa senda.
La inclinada hoja de la caña el agua ha grabado.
La arañas vïajan, hilos vuelan.
Aún no quiere morir la sibila del verano.
Anuda a los árboles su pelo.
En podredumbre abierta el higo alumbra.
Y blanca y redonda cual huevo de lechuza
brilla de noche la luna en ramaje cenceño.






Sin respuesta

Sobre la flotante cabeza de niebla
del roble
se posa la corneja.
El tirante está vacío.

Sombras de secos
pámpanos
en el cielo raso.
Signos,
escritos
por la mano de un mandarín.

El alfabeto
que posees,
no alcanza,
para dar respuesta
a la escritura indefensa.

(Traducción: Héctor A. Piccoli)


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INFORME DEL PÁRROCO SOBRE LA DECADENCIA

DE SU CONGREGACIÓN

Cuando Cristo descendió ardiendo de la cruz-
¡oh horror mortal!
clamaron las trompetas broncíneas
de los ángeles, volando en la tormenta de fuego.
Ondeaban ladrillos como hojas rojas.
Y aullando se quebró en la torre vacilante
y arrojando sillares el muro,
como si estallara el núcleo de hierro de la tierra.
¡Oh, ciudad en llamas!
Oh, claro mediodía, encarcelado en gritos-
como un rescoldo de heno se esparció el cabello
de las mujeres.
Y donde ellos disparaban en vuelo rasante a los
que huían,
allí la tierra, el cuerpo del señor, yacía desnuda
y sangrienta.

No era el derrumbamiento del infierno:
Huesos y cráneos como lapidados
por una gran cólera, que fundió incluso el polvo,
y unida a la luz aterrada
se desprendió la cabeza de Cristo de la cruz.
Volteaban atronadoras las escuadrillas.
A través de cielos rojos despegaron,
como si cortaran la arteria del mediodía.
Yo la vi hincharse, devorar, arder-
y revuelta estaba también la tumba.
¡Aquí no había ley alguna! Mi día era demasiado
corto para conocer a Dios.

Aquí no había ley alguna. Pues de nuevo lanzaba
la noche
desde fríos cielos escoria ardiente.
Y viento y humaredas. Y aldeas encendidas
como carboneras.
Y gente y ganado sobre la estrecha vereda.
Y por la mañana los muertos de la barraca del tifus,
que yo enterraba, sobrecogido de horror-
Aquí no había ley alguna. El sufrimiento escribía
con escritura cenicienta: ¿Quién puede resistir?
Pues próximo estaba el momento.

Oh, ciudad desolada, qué tarde era,
iban los niños, los ancianos
con pies polvorientos atravesando mi plegaria.
Por las calles agujereadas los veía caminar.
Y cuando se tambaleaban bajo la carga
y se derrumbaban con una lágrima helada,
por la niebla de las largas carreteras del invierno
nunca venía un Simón de Cirene.






Entonces

Entonces el viento de la noche ceñía
aún la casa, sacudiéndola con brazos poderosos.
El follaje del tilo hablaba con el niño,
la hierba exhalaba su alma.
Al pie de la colina donde vivía
las estrellas custodiaban entonces el verano:
mía era la noche de pupilas felinas
y el grillo que cantaba bajo el quicio.
Mía también la serpiente sagrada de la aulaga,
con sus sienes de leche lunar.
En el portón solía gemir la oscuridad,
el perro respondía y yo escuchaba largamente
las voces en medio del temporal, apoyado
en las rodillas de Marisueños, que, acurrucada y muda,
devanaba madejas de lana en la cocina.
Y cuando me miraba con su adormecedora mirada gris,
el sueño, como un soplo, traspasaba los muros de la casa.

Incluido en 21 poetas alemanes (Visor Libros, Madrid, 1980, selecc. y trad. de Felipe Boso).









Herbst der Bettler

Das spröde Holz am Brombeerzaun
trug auswärts Früchte viel,
ganz erdige, von Sonne braun
und Regen innen kühl.

Die nachts auf blachem Felde ruhn,
sie kämmten aus das Laub,
eh sie auf drahtgeflickten Schuhn
fortzogen unterm Staub.

Oktoberbüsche, kahl und naβ,
verfaulter Nüsse Riβ,
im rauhreifübereisten Gras
des Nebels kalter Biβ.

Wie eine Wabe, ausgeleert,
die Sonnenblume starrt.
Der Wind, der durch die Dornen fährt,
klirrt wie ein Messer hart.







Sibylle des Sommers

September schleudert die Wabe des Lichts
Weit über die felsigen Gärten aus.
Noch will die Sibylle des Sommers nicht sterben.
Den Fuß im Nebel und starren Gesichts
Bewacht sie das Feuer im laubigen Haus,
Wo Mandelschalen als Urnenscherben
Zersplittert im harten Weggras liegen.
Das Schilfblatt neigt sich, das Wasser zu kerben.
Die Spinnen reisen, die Fäden fliegen.
Noch will die Sibylle des Sommers nicht sterben.
Sie knotet ihr Haar in den Bäumen fest.
Die Feige leuchtet in klaffender Fäule.
Und weiß und rund wie das Ei der Eule
Glänzt abends der Mond im dünnen Geäst.







Keine Antwort

Aufs schwimmende Nebelhaupt
der Eiche
setzt sich die Krähe.
Der Katzenbalken ist leer.

Schatten von dürrem
Weingerank
an der Zimmerdecke.
Zeichen,
von eines Mandarinen Hand
geschrieben.

Das Alphabet,
das du besitzt,
reicht nicht aus,
Antwort zu geben
der wehrlosen Schrift.






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