martes, 30 de mayo de 2017

FELMAN RUIZ RODRÍGUEZ [20.161]


Felman Ruiz Rodríguez

(La Paz - Bolivia, 1989). Ha publicado “Fauces o de Belleza Magra” (Editorial 3600) y ha colaborado en los Fanzines Bipolar Fanzine (Colombia) y LetrAmargo (Bolivia). Publica sus textos en el Blog enlamasmedula1953.blogspot.com.



Dead horse

Ciudades descomunales se levantan ante tus ojos
Y cientos de avenidas que transitan por el mundo como hipódromos
Ves caballos de carrera reventando el músculo para no quedarse rezagados
Galopar indomables hostigando imposibles
Para que al caer, al menos su vida no haya sido silencio
(ya lo había leído antes, o eres parte del ruido o eres parte del silencio)

La intermitencia de una luz compacta te devuelve a la broma cruel
del frío cuarto de baño donde estás exactamente ahora.

Asomas tu rostro al espejo sólo para que éste te escupa.

El caballo domado
El hombre que pasta.





Soledad ladera

¿Por qué transitas esta calle de noche angosta y empinada si no lleva a ningún lado?
Y encima cargas con la tristeza como si cargaras a un muerto
La envuelves en sábanas y la arrastras con un amarre alrededor de tus hombros con tal cuidado
que pareciera que se tratara de tu propio cuerpo.
Y el empedrado duele
y también duele la cuesta que no asoma final alguno
Y aun así caminas sin soltar muerto
Parece que supieras que al final de la noche hay un sitio para enterrar esa tristeza, para ese peso de plomo en el que te has convertido
Pero la noche se hace más angosta que ya no caben ambos
Debes soltar amarras o habitar el otro cuerpo que yace tendido
Pero no puedes caminar solo
No puedes liberarte de los nudos que has entrelazado
Y minutos antes que la calle amanezca
Un barrendero te pisa los talones como si fuera el mismísimo frío ejecutando su oficio

Ahora son dos
Los muertos que necesitaban sábana





La vena creativa

Noche punitiva Habitación 4×4 Maderas crujientes Pieles percudidas
Partículas de vicio Recargado aire
Fernet apolillado Tapices sucios Colillas amargas Sábanas astilladas.

Y los oyes afuera merodeando.
Depredadores Hoyanco de Calaña
Miradas pérdidas Ojos que se evaden. El reflejo no carece de culpa.

Te perciben Te conjeturan Te roen Te deambulan
El bulbo raquídeo El aura El espectro La voluntad El armatoste

Quieren Inhalarte Dejarte vacía
Beberte hasta traspasar tu vaso Erosionarte Clausurar tu vida
Pero no los dejas
Te escondes tras aldabas Candados
Tablas tapiadas Clavos Remaches Metal abisagrado
Fisuras las luces Te envuelves en púas Atrincheras tu alma en cristales rotos
Te abandonas en la cruz para que no te hagan daño No esperas resurrecciones
La respiración se contrae El esófago La sangre de las manos El esfínter
Ves a la esperanza muerta retorciéndose en el sol.
Afuera rugen Emanan en bestias Muestran los maxilares Arremeten contra tu refugio
El revestimiento crepita Tus paredes te lloran El olor a carnicería se centuplica
La puerta cae Los canes entran El miedo les excita Tu miedo los enerva
Febos los amamanta
Calderos o quebrantahuesos Se te quedan mirando. Te me quedo mirando.
Y en ese infinito entre hallar tus ojos y deshacerte —Te pido me perdones
Porque en realidad tú no existes Porque eres una invención aldabada desde mi vena fálica.
Porque todo este aire viciado que es la ficción que está por acontecerte
Sólo yace en mi cabeza Oscuro recoveco de Mariposa pérfida.

Suelto los canes a finiquitarte Y me muerdo los labios.





Petricor

A Claudia

No sé exactamente lo que necesito

Quizás un grito de la vida con la boca llena de sangre
Quizás drenar este corazón que está cansado de transformar todo en acericos
Y llenarlo de la espuma rabiosa nacida de una marejada
Quizás dejar de parir precipicios
Dejar d
e bautizarlos y de guarecerlos, de verlos crecer pero nunca irse de esta casa
Quizás incendiar esta casa y verla arder a pocos metros con todos los precipicios dentro
Girar y partir, esperar luego la lluvia.

No sé exactamente lo que necesito Pero lo busco
Para también así hallarte,
Hallarnos
(El mismo amor, la misma lluvia, Campanella)
Y reencontrarte como en aquellas primeras veces
En que la medida de mi tiempo
Eras tú y el petricor.
El olor del amor hecho por primera vez.




Anomalía

Joder que ella era un maldito milagro.

Era una mañana de tregua en un país nacido en guerra
El olor del amor impregnado en la almohada
O como esa imagen de círculos concéntricos que se forman tras la precipitación leve sobre los adoquines.

Ella era una singularidad
Casi como esa mirada que al verte sabes te pertenece sin haberlo pedido.





Muñón

¿Antelabas que el primer apego (al que llamaste paliativamente amor) habría de culminar como un muñón en tu existencia?
Como si al espíritu le escindieses una extremidad gangrenada sin una sola venda
Y la cicatriz quedase como certeza de ello y sólo para recordártelo.

(Y nunca será sólo un primer muñón, serán varios. Habrá tiempo para ello).

Observo al árbol talado y al muñón que deja como evidencia de lo que alguna vez fue su arboleda
De graznidos de aves y de frutos húmedos
Ese verde que no prosperará nunca más pero cuya imagen se sostiene.

Es taxativo: Cada amputación te transforma.





País de silencios

Hoy
de madrugada
Vi a mi país atropellado bajo las ruedas de un tráiler
Y no sé qué me disloco más
Si no ver a nadie voltear para constatar su cuerpo
O el olor a indiferencia que despedía tanta tristeza sobre el asfalto.

Como sea, vi a mi país en la lona
Lo vi tirado en un cajero automático evitando morir de frío
Lo vi sentado sobre un adobe en una escuela miserable sin poder oír nada más que los perros en su estómago

Y entre un estruendoso silencio
Vi a mi país callar con las manos llenas de puntadas
Como si una máquina de coser le cosiera la boca de una sola dentellada

y hasta el futuro.
La colección de Textos a continuación son parte del poemario “Fauces”




ADEMÁN DE DOS DEDOS CONTRA LA SIEN

Este agujero en la sien
desde donde se bailan las musas.
Es una herida directa tras el gatillo
un puente entre este mundo y todos los otros
entre una escalera contra la nada
y una ventana que regurgita.

Partículas haciéndose firmamentos
-la entropía inmersa en este arte.

Cuando una vena abierta no quiere cerrarse
se hace evidente la danza que brotará de ella:
El ritual del agua escurriéndose entre las piedras
la danza de las musas haciendo de las suyas
tal es la destilación insostenible
entre las manos.

La sentencia que lo abarca todo:

La palabra también horada huesos enteros

La palabra

también

horada.





LOS ARGUMENTOS

¿No te intriga la ceguera de los que no lloran entre líneas?
¿La ironía de dibujar árboles en hojas de papel
o la asimetría irresuelta de los espejos?
¿No te fosfora la inercia mental de los cóncavos?
¿La ley del más fuerte/ y su transcripción cancerígena de
 los hechos?

Justificado entonces el soliloquio:

Todo autoesti(g)ma termina en vidorria
se debe estar al tanto del torso y su acertijo breve.
Toda piel está hecha de fósforo
y el fuego tiene sus argumentos.

MUJER ATADA CONTRA SU VOLUNTAD

Hay un océano escondido en esos cuencos tuyos
cuyas blancas aguas olean rojas, apenas
mi curvatura se tiñe sombra sobre la hendidura.

Indagar no concluyo
un pedazo de tu belleza
algo de tu lumbre
algo que me disloque en este mi dolerme
pero no
no comprendes que eres la gota infinita sosteniendo mi vaso:


No comprendes que sólo quiero humedecerme en tu noche
sin que tu cuerpo de agua intente hu(nd)irme.




SEXO A CIELO ABIERTO.

Donde yaces?
Bajo que yugo?
Montando sobre que yegua?
Eres acaso semental?
O acaso campo de sal pretendiendo dar espuma?
Te creía tormenta solar entrando por la boca

Pienso, quizás, eres hembra
Que entre tu entrepierna, llueve una diosa fecunda
Que termina a cielo abierto y con los ojos desbordados
Un alma satisfecha toda brava
Resurrecta entre las cortaderas
Semental o hembra
Tu sexo es viento donde copulan tigres azules.





POEMA DE AMOR PARA LOS ASIMÉTRICOS O ENTRE INCALCULABLES MOTIVOS DE LA NADA

Si una mujer logró desbaratarme hasta el fémur
fue por su sobrada falta de simetría
por esa su alambrada de púas trepándose en mi primer
    nervio a regañadientes
por esa su cabeza que más que cabeza era una bola de
      ferrocarriles en celo
un espectáculo de mercaderes ambulantes en pleno
         orgasmo     
un desastre de tálamo.

La amé por curtiembre y por su galaxia de anfibios
un celeste atorrante que coloca a cualquier con la cara de
   equilibrista 
a punto de romperse y que se rompe.
Era un azote de olas provocada por cuatro lunas
un tsunami capaz de atragantarse el cinturón de Orión
      entero
y aun así no sabía tender ni la cama.

Era la desquiciante
mi desquiciante
la que sólo me dejaba el alma llena de ropa sucia y de sauces a medio talar
y con la casa llena de alacranes copulando por mis
      alfombras
la que arrojaba todo contra los vidrios y éstos no se
          rompían
solo nos rompíamos los dos
a carajazos.

Aun teniendo los ojos como caballos de Troya
le ofrecí mis llanuras
sacudiéndose dentro
           espoleó
y cabalgamos directo a perdernos
primero los estribos después las nucas
hasta quedarnos sólo con las mandíbulas colgando.

Nunca antes había conocido el sexo entre dos herraduras.

Era el verbo más torcido que había explorado mi lengua
la que prefería clavarme una caja de clavos en las sienes antes que empaparnos en aguas tibias

la muy querida desalmada arcada
la más exquisita puñalada entre tanta cosa insípida.

Todos buscamos alguien tan infame como nosotros mismos.
La elegí en aquel entonces
Y la elegiría de nuevo.







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