© Karlos Zurutuza
Aicha Maghrabi
Poesía de color feminista
Aicha Idris al Maghrabi es una de las pocas mujeres de Libia que han conseguido alzar su voz, una voz de poesía, durante la dictadura de Gadafi, y una de las muy pocas que continúan haciéndolo ahora, cuando el absolutismo de un jefe único ha sido reemplazada por innumerables pequeñas dictaduras locales de las milicias, que a menudo le agregan islamismo al absolutismo.
La vida en la época de Gadafi no era fácil para los literatos: A partir de 1979, numerosos escritores fueron detenidos y pasaron una década en la cárcel, entre ellos el propio marido de Maghrabi, Fathi Nasib, según recordó la poeta en una entrevista con el diario digital saudí Sauress en 2011. En un país donde incluso los libros importados estaban sometidos a censura y control, el silencio fue para muchos escritores la única manera de sobrevivir, añadió.
La vida en la época de las milicias islamistas no es fácil para las mujeres. Y Aicha al Maghrabi sigue levantando su voz contra esa opresión, por ejemplo encabezando una marcha de mujeres a favor del derecho de circular sin “hombre protector” (un concepto islamista instaurado por alguna fetua reciente) como relató a M’Sur en una entrevista en 2014. “Hoy, las mujeres libias no somos más que un botín de guerra”, critica la poeta. “Fuimos parte de la revolución, tuvimos nuestras propias mártires pero a diferencia de los hombres no hemos conseguido ningún beneficio político de todo ello”.
Pero además de su compromiso activista, es la propia poesía, fuerte, colorida, lanzada como a brochazos, de Aicha al Maghrabi la que deja intuir la vivencia feminista de la autora: trasluce una frescura sensual (Estábamos distraídas / en el robo del día / de los regazos del atardecer…” “Fui yo la primera de las naranjas”) combinada con un juego travieso de imágenes: “Las habladurías treparon / como las campanillas / hasta mi balcón…”).
Profesora de Filosofía de la Estética, Maghrabi se graduó en esta materia en la Universidad Qar Yunes de Bengasi y estudió para su tesis en la Sorbona. En 1986 publicó su primer poemario, Las cosas buenas, al que siguió diez años más tarde Divulgando el secreto de mi hembra. En 1997 siguió La princesa de las hojas y en 2007, El silencio de las violetas. En 2013 publicó una obra de teatro, La vendedora de flores. Y esperando la imprenta están los poemarios Pasajes de viento y Apuntes en los márgenes de los libros, así como el tomo de relatos Fantasmas de polvo.
Maghrabi se ha definido como “una poeta a tiempo completo” y ha sido invitada al Festival de poesía árabe moderna en Tozeur en Túnez (2011) y a la Feria del Libro tunecina en 2013. En 2014 cedió a la revista gaditana Caleta tres poemas suyos, que se retoman aquí en la traducción de la arabista Eva Chaves: Mujeres de naranja, La noche de ayer y Postal de Año Nuevo.
[Ilya U. Topper]
Mujeres de naranja
نساء البرتقال
Ocurrió que las estrellas
se lucían provocando
a una luna
distraída en su seducciónEstaba la noche
insomne con su taza naranja
Nos reunimos
las mujeres naranja
cuando
nos cayó encima el naranja
que irradiaba el sol
justo antes de partir
Estábamos distraídas
en el robo del día
de los regazos del atardecer
y fuimos las primeras en salir
a combatirlo
Fui yo la primera de las naranjas
en narrar la historia
en revelar el ocaso
me vigilaba
un policía astrónomo
y un inspector
de las noticias del tiempo.
Se retrasaba la luna
y las estrellas jugueteaban
con el azul
y el naranja
se confundían
noche y día
y era
un noche insomne con su taza
de colores.
Verano 2010
La noche de ayer
ليلة البارحة
Ayer
la tristeza pasó por mi puerta
guiñando un ojo, riéndose
metió el dedo índice en la ventana del corazón:
Me quedaré aquí.Ayer
los racimos iluminaban la oscuridad,
mi camino.
Tropecé con ellos
los exprimí
los bebí.
Ayer
los amigos pasaron
y no me saludaron.
Pasó el río sin desbordarse
y las cargadas nubes se calmaron
sin llover.
Las habladurías treparon
como las campanillas
hasta mi balcón.
Ayer
la ciudad palidecía
a pesar de la fiesta.
Se estrechó el horizonte
se durmieron las estrellas
y huyó la luna,
dejaron al cielo
suplicando ayuda.
Ayer
la alegría pasó con su jaleo
y no se despertaron las violetas.
La noche durmió profundamente
dejando a los sueños
en el sótano.
Ayer
mis sueños querían
una puerta a la que llamara el día.
Ayer
todos cruzaron
al lado del afecto,
se montaron a la embriaguez de la salida
les vendí los billetes de subida
y no quedó un sitio para mí.
Ayer
la lluvia estaba invitada
donde mi vecina.
Canté para ella
en el camino de al lado.
Las espigas de mi campo le bailaron
pero se disculpó por haber llegado.
Estaba cansada de caer.
Cargó con las nubes a la espalda
y nos dijo adiós con la mano.
Ayer
pasó el invierno
pesado y frío
a pesar de las chimeneas encendidas.
Pasó la tristeza por mi galería
arrastrando sus pesadas maletas.
Burlona, señalaba:
Me quedaré aquí.
Ayer, qué sabes tú de ayer.
Trípoli. Otoño, 2007.
Postal de Año Nuevo
بطاقة معايدة للعام الجديد
Cuando el mar se despojó
de las conchas
y los lugares del mundo se adormecieron
al acabar el año
anoté los deseos del año que viene
sin olor a plástico
ni a hierro
ni los cadáveres del día.Te bauticé, mis deseos
en las velas de Navidad.
Te coloreé con el dulce de los pequeños
y el letargo del día
en sus sueños.Robé del regazo de mi madre
el calor del invierno
de sus manos la henna
de su voz
el tejido de los cuentos
y su ternura son regalos
para aquellos ojos parados
al borde de la melancolía.
Te envié, mi amor
a un cartero
en la noche del Año
a los lugares de la tierra
donde las direcciones se borran con la lluvia
esparciendo, mi amor
tus estrellas sobre su oscuridad
porque
tienes lo que me basta
y abunda para la felicidad del mundo.
Te dibujé
una postal de felicitación
en los poros del Año Nuevo.
Trípoli. Invierno de 2006
© Aicha al Maghrabi (2014). Traducción del árabe: © Eva Chaves ·
Aicha Almaghrabi: "Las mujeres libias no somos más que un botín de guerra"
Por Karlos Zurutuza
“Si no se imponen cambios inmediatos, Libia se abocaría a un modelo `afgano´ en cuanto a los derechos de la población femenina” opina Aicha Idris Almaghrabi (Bengasi, 1956). Escritora y profesora universitaria, Almaghrabi preside también la Organización para la Defensa de la Libertad de Pensamiento. Es autora de cuatro libros de poesía, una novela y una obra de teatro, solo publicadas en árabe. Actualmente trabaja en otros tres libros, tarea que compagina con su activismo y las clases que dicta sobre filosofía de las artes plásticas.
En octubre pasado se cumplieron dos años desde el brutal asesinato de Muamar Gadafi. ¿Qué ha cambiado para las mujeres libias desde entonces?
Las cosas ciertamente han cambiado pero no a mejor. Hemos perdido los pocos derechos que teníamos. A modo de ejemplo, la poligamia sigue siendo habitual en Libia pero, al menos, el hombre necesitaba la aprobación de su esposa para casarse con una segunda vez durante el mandato de Gadafi. Hoy ya no hay necesidad de eso. En realidad, Mahmud Jibril –antiguo presidente del Consejo Nacional de Transición- en su famoso discurso tras el final de la guerra mencionó la revisión de la ley sobre la poligamia incluso antes de hablar de la reconstrucción del país y de su sociedad civil. ¿Cambios? Hoy las mujeres libias no somos más que un botín de guerra. A nivel de la calle, aquellas que reclaman sus derechos son constantemente insultadas, hostigadas y amenazadas. Fuimos parte de la revolución, tuvimos nuestras propias mártires pero, a diferencia de los hombres no hemos conseguido ningún beneficio político de todo ello.
Pero varios cargos del Gobierno sí que son ocupados por mujeres, ¿no es así?
Es cierto pero también lo es que apenas pueden conservar sus puestos porque fueron utilizadas como meros reclamos electorales. Sin ir más lejos, en el llamado “Comité de los 60” – el grupo que ha de redactar la Constitución de Libia- tan sólo hay seis escaños reservados a mujeres. Por si fuera poco, uno de los miembros del Congreso Nacional -la autoridad legislativa general en Libia- incluso pidió medidas para evitar que hombres y mujeres compartan el mismo espacio durante las reuniones. Algunas cifras también son elocuentes: un 90 % del profesorado en Libia son mujeres pero sólo un 2% participan en la toma de decisiones.
En cualquier caso, se podría pensar que la política en Libia palidece ante la figura del muftí –máxima autoridad religiosa.
El muftí ostenta la autoridad religiosa pero en Libia ésta es respaldada tanto por el aparato político como el militar. Se busca que la sharia -ley islámica- sea el núcleo del código penal y de la futura Constitución. Lo que persiguen es institucionalizar su propia interpretación del Corán, algo que resulta mucho más peligroso que el libro en sí mismo. Además, existe un debate sobre la sharia pero a menudo olvidamos que hay muchas versiones de la misma: ¿queremos la iraní ? ¿Quizás la afgana? Tal vez la marroquí?
Pero todos tienen algo en común…
Uno de sus objetivos principales es controlar a las mujeres a través de su propia visión del Corán. No me canso de insistir en que es prioritario separar la religión de la política. Desgraciadamente, las niñas en la escuela son ya obligadas a usar el hijab -velo islámico- y el muftí también está impulsando una campaña para que el resto de las mujeres cubran siempre su cabello. Soy profesora en la Universidad de Zaytuna -centro de Trípoli- pero soy la única que no cubre su cabello. El resto de mis colegas utiliza el hijab, o incluso el niqab -un paño que cubre la cara. Su número no está creciendo debido a la ley sino que es la propia presión del grupo la que se encarga de ello.
¿Qué sabe de los rumores sobre una nueva fetua –edicto islámico- que entraría en vigor a partir del próximo enero, y según la cual las libias no podrán desplazarse por el país sin un muharrim -compañero masculino?
No me sorprendería en absoluto. Vivo fuera de la ciudad y el 13 de febrero fui retenida durante una hora y media por un grupo de hombres armados de camino al trabajo porque no tenía un muharrim a mi lado. Llevé el asunto a los medios de comunicación y el 14 de marzo organizamos una protesta que dimos en llamar “la marcha por la dignidad de la mujer.” Como de costumbre, nos insultaron y amenazaron, y algunas de mis compañeras fueron incluso golpeadas.
¿Es la creciente violencia el problema más acuciante de las mujeres libias?
Es sólo uno entre muchos. Las mujeres en Libia soportamos la carga familiar en toda su dimensión. Las calles no son seguras para nosotras y sufrimos muchos asaltos e incluso secuestros. Por otra parte, todavía no hay una voluntad de garantizar los derechos de las mujeres en la nueva Constitución. La cada vez menor participación en la sociedad civil es también muy preocupante. Empezamos muy fuertes pero la creciente presión ha hecho disminuir nuestra presencia progresivamente. Hoy contemplamos con estupor cómo intentan transformar nuestros ideales de libertad y justicia a través de fetuas y discursos religiosos que tienen una fuerte influencia en las nuevas generaciones. Incluso Gadafi cambió su discurso hacia uno más religioso en los años 80, cuando se dio cuenta de que el islam podía ser una herramienta eficaz para obtener una mayor influencia sobre el pueblo. Sin embargo, la falta de derechos y libertades durante su gobierno impulsó a muchos a posiciones más extremas, como las de los Hermanos Musulmanes o los yihadistas .
¿Qué puede ayudar a desbloquear una coyuntura tan difícil para las mujeres libias?
Incluso en el improbable caso de que finalmente tengamos una Constitución basada en los derechos humanos, todavía será necesario para llevar a cabo otra revolución para cambiar la mentalidad de las mujeres libias. Pero antes de redactar la Constitución es clave acabar con la impunidad de las milicias así como la de todos los grupos armados actuando al margen del Ejército Nacional y la Policía. De no producirse cambios de forma inmediata, nos veremos abocadas a un modelo “afgano” en lo que respecta a los derechos de la mujer.
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