Abigail Desafi
Abigail Desafi nace en Chillán, Chile, en 1969.
Nieta de inmigrantes andaluces, hija única, crece en un medio estrecho cultural y socialmente, bajo un régimen religioso estricto y autoritario. Por esta razón, la búsqueda de la libertad y el protagonismo de la individualidad, se ha convertido en su principal propósito, digno del esmero de toda una vida.
Anarquista por naturaleza, su espíritu inquieto lo ha manifestado de formas creativas como artesana textil y autora de canciones.
Ha escrito “La comarca del destierro”, “Cavilaciones de insomnio”, “Viajera Innominada” (poesía), “Cuentos de más”, “Narraciones transgénicas”, “Trilogía para un tablón” (dramaturgia), “El bichito” (novela)…
Ha obtenido diversos premios en festivales de música folclórica, y concursos de cuento y poesía.
Actualmente trabaja en una adaptación de la novela inglesa de Joselyn Brooke, “El chivo emisario”, y prepara un disco en el que incorpora la décima espinela al rock. Paralelamente, prepara el lanzamiento de “El culto de los Óspetas” (novela).
Cavilaciones de Insomnio
Abigail Desafi
Primeras palabras
Mi canto no es un verso inventado,
es un recuerdo que retorna arrepentido
de su exilio entre sinapsis y otras muertes…
Monólogo de la máscara
A las 23:00 horas, cotidianamente
ingresas a tu guarida.
Te intoxicas de sombras,
depositas una mirada famélica
en torno de la soledad que se aglutina
en el techo color hollín.
Entonces decides despojarte del disfraz:
cartera, zapatos,
medias transpiradas en los extremos,
húmeda también la entrepierna y me arrojas,
displicente,
al rincón más sacrílego de tu santuario.
Ahora prescindes de mi dureza protectora:
ahora puedes mirarte en el espejo con todas tus canas,
tus abortos ¿espontáneos?,
tus fracasos recurrentes...
Mientras yo vanamente espero,
como un montón de ruinas esperaría el milagro
disfrazado de pájaro,
oxidándome con los vapores de tu aliento
o de tus lágrimas, no sé,
distrayéndome hacia otras dimensiones
el aleteo circular del insomnio:
la sospecha de que los buitres
ya pesquisaron la podredumbre en ciernes.
Ritual
Antes de ir a dormir
revisar que las llaves no goteen,
sacar los perros,
asegurar puertas y ventanas,
cepillarse los dientes,
depositar un beso sobre el rostro más próximo…
¿Y quién revisa a los muertos sus atuendos,
quién clausura sus terrores bajo llave
antes de condenarlos a su lecho de tierra?
La obsesiva compulsiva
La obsesiva compulsiva
visita por las mañanas el cielorraso con la escoba,
aspira filamentos de sus rasguños,
sacude el augurio del teléfono
con su cabellera,
estruja el trapo del desencanto
como si fuera un trapo
y no el delirio de sus propias venas.
La obsesiva compulsiva
barre las veredas de todo su barrio
y engulle a tarascadas montañas de hojas amarillas.
Desinfecta los lametones del gato
de las manos de sus hijos,
separa las ramas de los árboles cortados
por especie,
enumera los suicidios en la gaveta de su memoria,
los archiva en documentos clasificados
y al final del día,
cuando la urbe ronronea anestesiada,
la obsesiva compulsiva decreta sus ardores
por frecuencia,
por gemidos,
por espasmos…
pero vuelve a levantarse en mitad de la noche
a recoger del piso de la habitación de arriba
una minúscula mota que ha quedado rezagada.
Ella no descansa,
aún después de muerta
la obsesiva compulsiva ha reencarnado,
solamente porque en su biografía
había quedado un adjetivo sin definir…
y de pasada sacude el polvo
de la repisa,
y de sus libros el rumor de bombardeo,
la conjetura de un posible genocidio.
Desvelada
Te juro que no recuerdo si ayer comieron los gatos,
si pagué la cuenta del agua,
desde cuándo no riego las plantas…
Voy como sonámbula por habitaciones polvorientas,
y al baño le hace falta, urgente,
un lavado con cloro…
Hasta mis duendes reclaman
que ya basta de flojera
y yo sólo tengo la cabeza furiosa de palabras,
palabras rudas, palabras luminosas,
obsoletas,
esquizofrénicas,
me sugieren imágenes aterradoras,
cuchillos y cópulas forzadas sobre una piedra de sacrificios,
en medio de un bosque danzan mis palabras,
en derredor de una pira
se retuercen de ofuscación mis palabras…
¿Será la luna la causante de esta anomalía…?
¿Será la luna
que acusa el genocidio de allá fuera,
el rito pagano
por donde se desangra la infancia?
Las mañanas no existen en este itinerario
Yacer como las bestias,
comer mendrugos en un cuenco indígena
contrabandeado por huaqueros,
escribir poemas de celulosa, cobrar el sueldo
de los basurales,
y el licor furioso
manchándote las comisuras…
Rezar de rodillas al oficialismo
por un pasaporte al ámbito de la razón…
y el licor furioso
manchándote las comisuras…
Qué más pedir para alguien que no se levanta,
jamás,
antes del mediodía.
Habitación
A esta habitación le hace falta un poco de aire,
a esta habitación le hace falta
una pasadita de plumero,
a esta habitación le hace falta un habitante
que no agarre pulmonía
a la primera emboscada del invierno,
ni se suicide
al primer encontronazo con la vida.
Trashumancia
Cuando cierro los ojos
me enfrento a un murallón de piedra:
entre rayados, sus oquedades,
hendiduras dolorosas por donde corre una hormiga,
va y viene cargando un fardo de culpas;
en su agotamiento
sueña con la trashumancia
pero en otras latitudes,
imagina la geografía de un pie desnudo,
marcado sobre la arena,
por ejemplo.
Paseo
(a Chillán)
Después de un viaje demencial por regiones celestes,
encarnizado,
irreductible el paseo de los huérfanos,
debíamos regresar a casa para reanudar el volteo de las hojas.
En esta ciudad cuadriculada se escribe bien,
quizá mejor que en ninguna otra,
porque sólo aquí el sol se arrebuja bostezando
en su camastro de huesos,
sin dar explicación por la desidia,
ni exigirla.
Porque siempre se termina regresando a casa,
a la cueva augural, al tálamo,
al huevo resquebrajado que la poesía incubara,
impunemente,
en su primer adulterio…
Ciudad
Se han construido muchos puentes
sobre el mismo río
de aguas esquizoides, demasiado fierro
y concreto para canalizar la carótida
de la periferia
y evitar que se desbande
hacia el ombligo de la razón.
Esta tarde ha llovido…
Esta tarde ha llovido sobre los techos de Chillán:
polvo azufrado
desencadenando sus partículas
sobre los estupefactos de acá abajo,
sellando los párpados
y la boca
con su ralladura de piedra.
El Calbuco envió estafetas de su bramido,
mientras la tierra se contorsionaba
en un parto de fuego.
(Calbuco: volcán activo de Chile, ubicado aproximadamente a 680 kilómetros al sur de la ciudad de Chillán)
La cosecha
Y bien, aquí de nuevo,
agarrando a graznidos a la vida,
a guadañazos a la muerte,
a dentelladas a cada hijo germinado
de tanto riego a porfía, a contratiempo,
y aquí de nuevo la burra al trigo,
que de tan burra no entendió
que la certificación se la adjudicaron las transnacionales,
y dale con la testarudez
de los tópicos escupidos a mansalva,
como en otro tiempo…
Pero ya no somos los estupefactos que fuimos,
ya vamos entrando a oler a gladiolo,
aspirantes a reclutas
con 40 moléculas de ira en la conciencia,
a ver si vamos a correr tan rápido ahora,
por encima de todos esos poetas de bruces
como escombros de guerra,
sobre el pavimento
sembrado de miguelitos.
Facilismo literario
El error del existencialismo
fue matar a Dios
y solamente condenar al exilio a los Elohim
que nos moldearon a su imagen y semejanza…
El error del existencialismo
fue matar a Dios
y solamente condenar a prisión a los Elohim
que nos moldearon a su imagen y semejanza…
El error del existencialismo
no fue precisamente asesinar a Dios,
ni confundir su declaración en el juicio,
sino dejar tantos cabos sueltos
armados y acorazados,
los mismos sicarios de siempre,
los sicarios del vasallaje.
Epifanía
Que la pulsión creativa,
que el panfleto,
y el canasto con los huevos hueros.
Que la cáscara huérfana, el desquicio,
que mañana el estofado,
que la siesta…
Demasiado tarde descubrí
que yo era el centro de mi propia periferia,
que siempre llevé conmigo
una especie de mapa de pájaro en las córneas…
Ardid
Buscando dar con el cabo de la madeja
me pinté la cara de payaso,
me puse el traje sacerdotal de la musa,
escancié el licor de la demencia
hasta el último parlamento pautado.
Me sumergí en la sabiduría textil de los ancestros
cotejando tablillas cuneiformes,
sobre un entarimado de osamentas
para la mofa de los ángeles…
Pero era más simple todavía que sentar a la belleza
en las rodillas e injuriarla,
bastaba recordar el espasmo,
la secuencia vibratoria de la primera palabra
en que estaba contenida la existencia…
Por favor, no me culpen
(perdón pido por la triste pantomima):
no sabía que lo sabía todo…
Porcelana Quebrada
Abigail Desafi
(Violeta recuerda a su amado arquetípico, Nigromante)
Esto fue antes que lo viera
devorando mis vestidos,
dejándolos desteñidos
mi espíritu derritiera,
o quizá me pareciera…
Por factor inexcusable
firmé un pacto irrevocable
de canción recién parida,
fugándome por la herida
de un “malditismo” innombrable.
De un “malditismo” innombrable
heredé con la hinchazón
la piedra del corazón
y un color desagradable…
¡Y la mano como sable
pergeñando mis pavuras!
Tragando las levaduras
del inmundo sedimento,
la tonada de cemento
se me adhirió a las costuras.
Se me adhirió a la costura como una mancha de vino,
sobre mi falda de lino
quedó babosa andadura
tatuada con la premura
de cuajados estertores…
Yo, que no soy de licores,
caí como ebria en mi cama,
fantaseando con la dama
reina de los desertores…
Despeñarse de la altura
era el sino de la manta
que se deshila y decanta
sobre esta cruel criatura…
Piedra de mi sepultura
era esa cama de lino,
hermosa como el camino
hacia su pecho vacante,
donde un mío Nigromante
confabulaba el destino… hasta aquí la canción
Encabalgaba el fornicio
con tan airosa mirada
que su máscara embrujada
captaba todo mi auspicio.
Vértigo del precipicio
como vértigo de amor,
de súbito y dulce ardor
que hasta la luna salvaje
renunciaba a su embalaje
por un trozo de candor.
La desvergüenza del mundo,
¡palideciendo a su vera
el sol de la primavera!
Por otras llegaba inmundo
de un perfume vagabundo
que ajenos labios uncían,
las flores palidecían
en mi jardín adversario,
disfrazadas de sicario
en vano se retorcían…
Nigromante, negro y vil,
en fatigosa carrera
del hedor a mi cartera,
a mis muslos, ¡negro y vil!
Aunque abyecto en la servil
bocanada de un cigarro,
aúllame en el desgarro
desde un orgasmo que llora
de noche en la impía hora,
sobre un tálamo de barro…
Mutilada en el sufragio,
inquilina en las botellas
(inmoladas las estrellas)
me cobijo en el naufragio.
Repartido en el sufragio
mi vientre ha echado cenizas,
amado, dame tus brisas,
sacude mi cabellera,
que de ella se desprendiera
tu prole por las cornisas.
Tus hijos por las esquinas
como rudos batallones
de ojos fogosos carbones,
con brazos de jabalinas,
trepando por las cantinas
como demonio en legión.
Envíalos sin nación
matraqueando soledades,
estampando las ciudades
con la impronta de tu acción.
Al anverso de mi aldaba
la ciudad también rugía
un simulacro de orgía
que escasamente importaba…
Mi gruta yo gobernaba
tras los oscuros pendones,
vampíricas estaciones
se sucedían eternas,
rebanándome las piernas
nocturnas cavilaciones…
¡Cómo nos dolía el mundo
con porfía de grillete…!
A la hora de las siete
un espasmo nauseabundo
sacudía tremebundo
el sostén de la balanza…
Ya perdida la esperanza
la Señora y yo acordamos:
con agujas, ya sin amos
concretamos una alianza.
Concretamos una alianza
como dos mujeres de acre,
el convenio era de lacre
su estatuto la venganza:
disoluto de alabanza
Nigromante con su furia
quedó estampado de injuria,
desangrado en la memoria,
cercenado de la historia
en esta leyenda espuria.
Soy quien espía la hora
en oscuros callejones.
La casa de los ratones
es mi cripta desde ahora…
No respeto a la Señora
que se bebió mi linaje;
y para que no me ultraje
la flaca con su guadaña
la asalto con mi espadaña,
nos fundimos en herraje…
Nos mezclamos en ensamble
de “china” y de dama antigua,
rara si se no averigua
esa mixtura improbable.
Absurda mi irreparable
gesta de siglo veintiuno,
donde quizá more alguno
con su atado de poemas,
en la frente los emblemas
de la corte del tribuno.
De blanco y negro figura
después de tanto concierto,
sólo queda el foso abierto
para una cruel obertura.
En pos de la partitura
mi fuga se desvanece,
mi magia casi enmudece
ante oídos insensatos,
como romance de gatos
se encona, grita y perece…
En la órbita de Antares
camino de vuelta a casa
la guitarra de coraza,
marcada en números pares
mi andanza por estos lares.
También mi pobre grafía
pálida fotografía
quedó marcada en el viento…
Las trovas y mi lamento
ahogado en filosofía…
Ya no espero alba sedosa
y tampoco a Nigromante.
Si hasta la luna sangrante
(menstruando tan dolorosa)
se sumó a mi tenebrosa
reincidencia de estertores:
morfina por los dolores
que la flor de mi azucena
de su macho no se llena…
No redime sus errores.
No redime sus errores
como yo los míos no gasto.
Acumulo como trasto
más bien, todos mis rubores,
mis cuadernos, mis rencores,
mis porcelanas quebradas,
en añicos y afiladas
las venas hechas nuditos…
y en un cajón los trocitos
de mis pupilas violadas.
De porcelana quebrada
el espejo no se asombra:
me releva de su sombra,
intuye a mi nueva hada…
Alzo mi copa engarzada,
alzo una vela que alumbra
mi gesto que apesadumbra
y brindo por mi rareza,
por la muerte y su belleza,
al albor de mi penumbra…
-
Hermoso, extraordinario. Poesía que grita y conmueve.
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