lunes, 10 de noviembre de 2014

MIGUEL ÁNGEL LEÓN GOVEA [13.959] Poeta de México


Miguel Ángel León Govea  

(1985. Colima, Colima, México). Estudia la maestría en Literatura Hispanoamericana. Ha publicado A dios se le hizo tarde (Universidad de Colima, 2009) y Verbi Gratia (SCC, 2011). Participó en la XXV edición del Festival Internacional de la Poesía, en Tres Ríos, Quebec, Canadá, en el Festival de poesía joven Colima 2008; en la presentación de poesía escénica Alumbrado público: doce poetas en escena, presentado en el Teatro Hidalgo de la ciudad de Colima. Fue integrante del curso intensivo de metáfora, organizado por la poeta Dora Moro. Ha participado y organizado diversas lecturas de poemas.





El jaguar

El jaguar duerme. Sus ojos pueden ser la montaña; las palabras, su respiración. Él mismo es su sombra, y él mismo no sabe de su existencia.

Dicen que a quien escucha su rugido se le paraliza el corazón: El jaguar es el perfecto cazador de instantes.

Poseedor de una luz imposible, encuentra su reflejo en el alma de mujeres y hombres, y no huye, pero los deja ir sin que lo sepan.

Miro al jaguar esta tarde y no le temo.

Escucho su rugido y no invade mi silencio.

Es de barro,
está sobre mi mesa.





Todo acá es lluvia
e inicio de soles
que se consumen 
en el intento.

Todo es agua
y ríos que nacen
sobre la corriente
-a contracorriente-

pan mojado
las goteras
             sus grietas
por donde la lluvia
entra en busca de una casa.

Es la luz la que hace
la claridad del agua
y aquí está claro
que no vendrá el día
a secar los sillones
                la cocina
a mi cuerpo

Sólo acá es lluvia
y la alegría
y la tristeza
                  En la calle
el cielo está en escombros.  





Para los que buscan a un tal Pedro Páramo

A mi amigo Álvaro Arribas Miguélez

I

Pedro.
Mira tus calles
Miel de sol derramada
Mira el tizne en parvadas que avecina el cerro.

Mujer de luna media, tus días son.

Y no te das cuenta, Pedro              no te acuerdas, páramo
no te alcanza
Si tu piel es igual a tu tierra:
                        Todos cruzamos los brazos el día de nuestro entierro.


II

Dos  cuatro     tres…                  …y el más lejano.
Cada sendero un paso
y cada paso certero entierro..
Vine a Comala incierto,   
vine y no me dijeron.

El miedo anduvo en burro.
Llegó a este pueblo.




III

(Habla el padre Rentería en Comala)

Cristo:
Con tus brazos abiertos
¿Qué nos obliga a cruzar los nuestros?





ES ÚNICA LA DIFICULTAD DEL DESIERTO

Y no es la sed,
ni el sol
ni la tristeza.

Es el tiempo.





Y la poesía saldrá a la calle
(poesía ergo sum)

a decirse vestida de silencios cotidianos,
de miseria y de opulencia,
de tren, zapato y bicicleta;

desvestida en la mujer que espera un hijo,
travestida en un informe pericial,
divertida en el beso de la última adolescencia.

Y la poesía será la callehabitación
cuando el asesinato del día nos vuelva humanos.

Dirá tu nombre en otro mar lejano.

Dejará de gravedad herido al astronauta
y a toda aquella ave citadina
que da de comer a los ancianos la alegría.

La poesía saldrá a la calle
Oh, sí,
desnuda la palabra,
revolucionaria en todos los idiomas,
pura en su sagrada soledad de sordos,

saldrá a la calle porque en casa
duda de su propia existencia

y a los libros se les acumula el polvo.




Para comprender el silencio

Para comprender el silencio
hay que escuchar la espuma de mar:

una voz lejana y profunda,
naufragios y las sirenas necesarias,
pero efímera en su infinitud.

Hay que mirar la sal,
el residuo:

el término preciso
al que aspira

la palabra.





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