viernes, 14 de noviembre de 2014

AMBROSIO GALLEGO [14.011]


AMBROSIO GALLEGO

(Peñalsordo, Badajoz, 1963)
Es licenciado en Filología Hispánica por la Universitat de Barcelona desde 1990. En 1982 su relato Jaula de luna fue galardonado en el I Certamen de Narración y Poesía “Sant Jordi”, convocado por la Generalitat de Catalunya. 

Publicó:

-"Casa con humo" (edición no venal, junio de 1986), con prólogo del poeta Eduard Sanahuja, en Hospitalet de Llobregat, localidad en la que reside actualmente, dedicado a la docencia.
-Que no haya olvido (1997) 
-Llueve en paz (2005) 
-El imperio de las luces (2005), por el que recibió el premio de poesía Provincia de Guadalajara, 2004.               
-"Con breves Ojos". El libro fue galardonado con el VII premio de Poesía César Simón que organizan la Universidad de València, La Editorial Denes & Ediciones Guerra y el Ayuntamiento de Villar del Arzobispo. 
-"Otros fríos", 2013 galardonado con el primer Premio Nacional Ángel González.

Sus poemas o colaboraciones críticas han aparecido en distintas revistas, entre ellas Turia, de Teruel, Il vento salato, de Milán, El Laberinto de Ariadna, de Barcelona, La hamaca de lona, de Madrid y las  americanas Arizona Journal, de la  universidad de Tucson o la revista de literatura y cultura Letr@s Hispanas, en Nueva York. Su tercer libro de poesía Llueve en paz (Madrid, Beturia Ediciones, en su colección Dávila, de autores extremeños) aparece en 2005, con prólogo del poeta Federico Gallego Ripoll. El imperio de las luces, Premio Provincia de Guadalajara de 2004 (editado por la Diputación Provincial de esta ciudad en 2005), es su cuarto libro publicado. En 2010 obtiene con el poemario Con breves ojos el VII Premio de Poesía César Simón, promovido por la Universidad de Valencia y la Editorial Denes y Ediciones de la Guerra. Por otro lado, Ambrosio Gallego ha sido incluido en las antologías 10 de Barcelona (Abadia Editors, Barcelona, 2008), prologada por Carles Duarte, El laberinto de Ariadna.10 años de poesía (Editorial Emboscall, Vic, 2008 y Poetas de la Extremadura Exterior (Sial Ediciones, Madrid, 2010).



UNA MADRE

Noche del 21 de julio
del año que prefieras.
En la parte vieja, sólo una puta
entrada en años, su voz.

La mejor, barato y completo.

Me dice que la edad no importa,
que el tiempo se nos ríe,
y qué razón tiene sin ser poeta,
cuando es la carne quien ordena
variar la ruta,
más allá del bien y del mal.
Su voz sabe bien que la escucho,
y que no la amo.

Pienso si tal vez sea capaz de vendar
la maltrecha pasión,
apartar la mojigata agonía.
Tampoco importa pagar
si no nos mira el dinero,
si nunca lo hace a la cara.

Nada más contundente que lo anónimo
posándose en lo que la noche escribe
y el día borra, desde siempre.

Sin venir a cuento me enseñó la foto de sus hijos.
Miraban como si escondieran una gran madre.

Y ella sólo supo decirme nada les falta.





COLCHONES EN LA CALLE

Te sorprenderían los colchones junto a casas
enjalbegadas, con salamanquesas a su luz.
Donde hay quienes estrellan contra lo alto
ojos envidiosos de lejanos brillos,
allí hemos de ir, y esperar.
El pensamiento suele arrellanarse en lo humilde,
en lo que permanece como más básico: la respiración,
el olor transbordante de la hierba agostada,
la rebeldía sin causa de los gatos…

Lo demás son migajas en el silencio rural:
los últimos bares, una idea seria, algún motor: migajas
que el sueño, como un gallo, picotea.






EL VIEJO PUENTE ROMANO

Ignoro, puente, cuántas piedras te tragaste,
cuánta agua miraste en tantos siglos.
Te cruzo y sólo puedo pagarte con poetas
que también son como puentes,
y pesan –algunos- lo que tus piedras.
Si supieras que todo trata de parecerse a ti:
recuerdos, inventos, saludos…
Viejo coleccionista de pasos, sigues ahí,
ofreciendo la otra mejilla
sin temer nuestro peso arrogante.

(Del libro Llueve en paz)





SELECCIÓN DE POEMAS

(I)

¿Cuántas cascadas
de Tormantos a Yuste
nos han callado

y detenido
esta frialdad de pájaros
con que mirar?

(II)

El agua rompe
sobre una poza umbría.
Desaparece.
Pero, ¿y el ruido
en goloso bocado?
¿Es que no invita?

(IX)

La luz del claustro,
llena de timideces,
amansa ojos.

Los limoneros,
raptados por la fuente,
piden oídos.

(Del libro Con breves ojos,
VII Premio César Simón 2010)





ÉTICA

Sábado, 29 de julio.
Esperando la noche entre calles
estrechas y orinadas.

Una yonqui apoyada en su muerte.
Su puerta pesa en mi sien,
y la evito.
Cambio de acera
como quien cambia de sabor.
No sé qué hacer, tal vez nada quiera hacer.
La veo encogerse como esos días de octubre,
y es verano, un verano de brazos abiertos.

Yo, de ella, odiaría mi temor,
creería que nunca me dolió la vida.

Y no sabría decirle qué programa, qué imagen
me durmió la piel de gallina.

(Del libro Que no haya olvido)





HIJOS DEL DÍA Y DE LA NOCHE

                      (II)

Parece, noche, que nos sanes con sólo escucharnos.
¿Cómo es que para los antiguos engendraste divinidades
nefastas que son causa de sufrimiento?
Hoy sólo quedan preguntas de negro plumaje
para sacrificar en tu honor.
Ahora que llueve desde donde nos miras
todo se abreva de dulce paréntesis.
Misteriosa cosecha de espigas o raíces
que refulgen a espaldas de las farolas,
frente a ventanas abriéndose
o frente a la raída luz de algún garito.

Mientras, tú, noche, velas por tus frutos:
la camarera que ensalza sus cabellos
y dibuja un sencillo mapa a los ojos;
el joven de la barra que ondea su ingenio,
embelesado por la esfinge que le sirve;
aquel señor maduro cuyo pasado es un descapotable
en mitad del desierto atestado
o esa mujer sentada al otro extremo del mundo,
con gato por marido.
¿Quién garantiza en ellos el bien
preciado y escaso de la soledad?
Me pregunto si estar solo no es 
sino una invención de las piedras,
si en realidad jamás nadie estuvo solo.

Tú pides siempre la penúltima copa
como el pintor que nunca acaba su obra,
como la obra que nunca acaba el mundo.

(Del libro El imperio de las luces.
Premio Provincia de Guadalajara 2004).





NADA ES SIMPLEMENTE AYER

Hacia vosotros me dirijo, primeros años,
y lo hago con las manos llenas de aquí, 
hoy que puedo encenderos sin nostalgia, 
con la suma de todas las rosas futuras,
como de cualquier nuevo camino.
Porque el suelo que pisen mis pies es lo de menos.
Lo dice la noche que me invita a su mesa 
con dos vasos y una jarra de lluvia.

De estas fotos en blanco y negro guardo el color, 
el calor primero de una casa toda de piedra,
con humo siempre.
También el miedo al agua cerrada que no suena, 
al silencio que deja tanto suicida impensable.
Imágenes que te llevarían, oh, noche, 
a donde nunca llegó el sabueso olvido,
a donde todavía espera el vacío de los cántaros
y los aperos cubiertos de ortigas.
Animar quisiera estos caminos, ya sepultos, animar
La Serena, ayer llanura de alondras, 
hoy luengo embalse
donde arroyos perdidos borran su orfandad.
Aquí confluyó el vuelo bajo del águila
con la pétrea soledad que ampara hasta las bestias.
Lugar ahora del barbo que se instaló discorde 
sobre casas ahogadas que a menudo asoman su dolor.

Y si sólo soy estos primeros años
que no sea para volver atrás -nunca se vuelve-,
sino para ser de nuevo, pero desde un entonces
todavía cómplice y maestro.

Un justo homenaje requiere ojos de ahora,
que aquí también se crece porque todo el tiempo es uno,
porque ningún año sobra y todo hace al corazón.
¿Qué viento empuja lo vivido hasta lo por venir?
¿Por qué del ayer se cosecha la conversación del mañana?
Alrededor del fuego filósofo o junto a la lluvia coleccionista, 
la memoria reclama todos sus bienes,
como la adolescente de Balthus todos sus sentidos,
o como el pescador sobre el Véneto en día de niebla,
al que orientan los vivos colores de las casas de Burano,
así esas fotos, faros en el tormentoso mar del papel,
tinta iluminada para un náufrago más del mundo
que a tientas recorre en voz las calles de su infancia.





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