Vicente Barrantes
Vicente Barrantes Moreno (Badajoz, 24 de marzo de 1829 - Pozuelo de Alarcón, Madrid, 17 de octubre de 1898), poeta y bibliófilo español.
Estudió en el seminario de su ciudad natal, pero la temprana muerte de su padre en 1841 le obligó a dejarlo y ponerse a trabajar. Ingresó como escribano en el Cuerpo de Administración Militar. Autodidacta sin titulaciones académicas, llegó a poseer una formidable erudición que aplicó sobre todo a las cosas de su tierra extremeña, que amaba profundamente.
Desde 1848 residió en Madrid dedicado al periodismo, a la poesía y a los estudios históricos y bibliográficos. Su primer artículo apareció en 1847 en El Guadiana de Badajoz. Redactó él solo Las Píldoras, revista satírica que fue prohibida por el Gobierno. Sus mejores crónicas periodísticas aparecieron en La Ilustración Española, en Las Novedades de Ángel Fernández de los Ríos, El Semanario Pintoresco Español, La Ilustración Católica y Los Niños, de Madrid, y en El Mundo Ilustrado, de Barcelona. Utilizó a veces los seudónimos de Publicio y Abate Cascarrabias en la prensa, y Modesto Infante, Bachiller Clarín Brocado y Barvic para publicar libros.
Fue cronista oficial de Extremadura y denunció la rapiña y el destrozo que sobre el patrimonio artístico y monumental extremeño realizó la Desamortización de Mendizábal. Fue amigo de Fernán Caballero, con quien intercambió correspondencia epistolar. Fue uno de los primeros en leer e imitar a Edgar Allan Poe en España. En 1875 publicó Días sin sol, que es la primera obra literaria donde, en el sainete cómico "Idilio de última hora" incluido en ella, se utiliza el habla extremeña.
En el primer gobierno de Antonio Cánovas del Castillo fue nombrado Director General de la Administración en Filipinas, miembro del consejo del gobernador y su secretario; ya toda su vida se interesaría por la hispanización del archipiélago. Publicó al respecto obras como su Teatro tagalo (1889), donde sostiene que los filipinos son incapaces de pensamiento creativo tras analizar su teatro religioso tradicional, lo que le valió las pullas de José Rizal; Apuntes interesantes sobre las Islas Filipinas que pueden ser útiles para hacer las reformas convenientes y productivas para el país y para la nación escritos por un español de larga experiencia en el país y amante del progreso (1869) Madrid : [s.n.], 1869 (Imp. de El Pueblo) o su La instrucción primaria en Filipinas de 1586 a 1868; su pensamiento en estos aspectos es colonialista; en las páginas de la revista La España Moderna sostuvo una gran polémica con Fernando Blumentritt sobre la novela Noli me tangere.
Fue consejero de Instrucción Pública y académico de la Historia (1872) y de la Lengua (1876), diputado a Cortes y senador por Cáceres en las legislaturas 1891-1893 y 1896-1898. Su Diccionario de extremeños ilustres inédito se ha perdido. Imprimió la Recopilación en metro del bachiller Diego Sánchez de Badajoz Madrid: Librería de los Bibliófilos Fernando Fé, 1882-1886 y editó, con prólogo y notas a cuatro tintas y con ilustraciones (litografías y una fotografía), de Lope de Vega, Soliloquios amorosos de un alma a Dios (Madrid: Imp. de Prudencio Cuartero, 1863), para lo cual utilizó el texto de la edición que publicó en Roma, 1646, Leonardo de San José. Tradujo, de Alejandro Dumas, El Conde de Monte-Cristo (Madrid: Murcia y Marti, 1861) y La piel de zapa de Balzac (Madrid, 1854), para el folletín de Las Novedades.
Intentó el teatro escribiendo en colaboración con Cándido Barrios el drama en verso y prosa Laura de Monroy, o Los dos maestres Madrid: Vicente de Lalama, 1850. Su novela histórica en dos volúmenes Juan de Padilla (Madrid, 1855-1856) fue prohibida por la autoridad eclesiástica a causa de sus pasajes anticlericales, por edicto del 28 de diciembre de 1857.
Obras
Poesía
Baladas españolas, Madrid: Imp. de Julián Peña, (1853, segunda edición 1865 con un prólogo de Luis de Eguílaz y un artículo crítico de Agustín Bonnat). Reeditado por Gregorio Torres Nebrera, Badajoz: Carisma Libros, 1999.
Días sin sol, (1875) poesías filosóficas; incluye una carta de Antonio Trueba
Epistola religiosa y social dirigida al... Fr. Zeferino González Badajoz, 1873 (José Santamaria y Navarro)
San Pedro de Alcántara: cristiano romance en que se refiere la vida y virtudes del extático varon Madrid, 1880 (Imprenta de la V. é H. de D.E. Aguado)
España vencedora: poesía Madrid, 1860 (imprenta y litografía de J.J. Martínez)
Narrativa
Juan de Padilla Madrid, t. I, 1855; t. II, 1856 (Imp. de Ramon Campuzano), novela histórica.
Siempre tarde, Madrid, 1852 (C. González), novela original, reimpresa en Madrid (Imprenta de Alhambra y Compañía) 1862.
La viuda de Padilla Madrid, 1857 (Impr. de Gabriel Alhambra), novela histórica.
Narraciones extremeñas Madrid, 1873 (Imp. de J. Peña)
Cuentos y leyendas Madrid, 1875 (P. Muñez)
El veinteicuatro de Córdoba narración popular Córdoba, (Imp. y lib. de D. Rafael Arroyo), 1859.
La querida del soldado, Nueva York, colección Novelas de La Crónica (1848-1851)
Un suicidio literario. La joven España.
La corte de los poetas. Novela histórica del año 1619.
Don Rodrigo Calderón. Novela histórica, folletín, publicado en La Ilustración, 1851-1852.
Teatro
Con Cándido Barrios, Laura de Monroy, o Los dos maestres Madrid: Vicente de Lalama, 1850.
Sobre Extremadura
Catálogo razonado y crítico de los libros, memorias y papeles, impresos y manuscritos, que tratan de las provincias de Extremadura, así tocante a su historia, religión y geografía, como a sus antigüedades, nobleza y hombres célebres, Madridd: Imprenta y Estereotipia de M. Rivadeneyra, 1863, 1865
Aparato bibliográfico para la Historia de Extremadura, (Madrid: Estab. Tip. de Pedro Núñez, 1875-1877), 3 vols., reimpreso en Badajoz: Institución Pedro de Valencia, 1977 y reeditado con las notas de Barrantes a su ejemplar en Mérida, 1999.
Índice de la Biblioteca extremeña Madrid, 1881 (Imp. de "El Mundo político")
Barros emeritenses: estudio sobre los restos de cerámica romana: que suelen hallarse en las ruinas de Mérida Madrid, 1877 (Imp. de T. Fortanet)
Las Jurdes y sus leyendas: conferencia leída en la Sociedad Geográfica de Madrid la noche del 1o de julio de 1890 Madrid, 1891 (Establecimiento tipográfico de Fortanet). Impresión facsímil Valladolid: Editorial Maxtor, 2001.
Nota final sobre Las Jurdes (S.l.: s.n., 1893)
La Virgen de Guadalupe y las mujeres extremeñas Badajoz: La Económica, s. a. (tip. de Rodriguez y compañía)
Sobre Filipinas
La instrucción primaria en Filipinas de 1586 a 1868 (sin año, sin cuna de imprenta, en la página 8 se dice 1869)
Apuntes interesantes sobre las Islas Filipinas que pueden ser útiles para hacer las reformas convenientes y productivas para el país y para la nación escritos por un español de larga experiencia en el país y amante del progreso Madrid, 1869 (Imp. de El Pueblo)
El teatro tagalo Madrid, 1889 (Tip. de Manuel G. Hernandez)
Guerras piráticas de Filipinas: contra mindanaos y joloanos Madrid, 1878 (Imp. de Manuel G. Hernandez). Reimpreso en 2004.
Otros ensayos y escritos[editar]
La joven España: folleto dedicado á la Asamblea Constituyente Madrid: Libr. de Cuesta, 1854 (Imp. de Julian Peña)
Viaje electoral, hecho con la bolsa a cuestas y el cuerpo molido á palos, por Barvic á los infiernos del sufragio universal Madrid, 1872 (Imp. Viuda e hijos de Galiano)
Plutarco de los niños: libro de lectura para las escuelas de instrucción primaria, Madrid: 1857 (Imprenta de Julián Peña); Madrid, 1861 (Establecimiento lito-tipográfico de J.J. Martínez); Manila, 1868 (Imp. de Ramírez y Giraudier), declarado libro de lectura para las escuelas de instrucción primaria de niños y niñas; Madrid, 1876 (Tip. de G. Estrada, Ca); Madrid: Establecimiento tipográfico de P. Nuñez, 1876, 1877 y 1882; y Madrid: Librería de la Viuda de Hernando y C.ia, 1890 y 1896.
Discurso leído ante la Academia de la historia en su pública instalación en la casa del nuevo legado por el Excmo. Sr. Vicente Barrantes... el día 21 de junio de 1874 Madrid: Academia de la Historia, 1874 (Imp. de José Rodriguez).
La línea recta: carta a S.A. el Regente de España Madrid, 1869 (imprenta de los señores Rojas)
Cursos seguidos en la Universidad de la Vida Madrid, 1867 (Imp. de E. Aguado)
EL ALMA EN VELA
Cuando tiende la noche
su manto negro,
enmudecen las tumbas
del cementerio;
porque los vivos,
que despiertos olvidan,
¿qué harán dormidos?
Pero la tumba blanca
del tierno infante,
resuena cual capullo
que se entreabre;
porque ni en sueños
una madre se olvida
de su hijo muerto.
Entre sueños se abrazan,
y se sonríen,
y él, desde su sepulcro,
"Calla", le dice,
"No sueñes, madre,
no sueñes más conmigo,
que soy un ángel.
"Cuando tu mente vela,
madre querida,
mi pobre alma no puede
dormir tranquila;
que cada lágrima,
cada suspiro tuyo
me llega al alma.
"Y en esta blanca tumba
donde reposo,
me conmueve y me pone
lleno de gozo,
como una gota
de rocío conmueve
la blanca rosa."
Y su madre dormida
responde : "Calla,
no me impidas que sueñe,
prenda del alma,
ni que te llore
como llora el rocío
sobre las flores.
"Como en mis tiernos brazos,
madre amorosa
te arrullé en otro tiempo,
te arrullo ahora.
Hijos y madres
no hay sepulcro ni hay muerte
que los separe."
Humo
Balada VII
La vie est un combat dont la
palme est aux cieux.
Casimiro Delavigne.
Cabe la cuna del niño
voz dulce y casta resuena,
como un beso.
Voz de maternal cariño,
aunque niño, ya le llena
de embeleso.
Aura que las flores riza,
de sus labios se desliza
risa blanda;
y con sus ebúrneos brazos
mil besos y mil abrazos
a la dulce voz demanda.
Un ¡ay! resuena en torno, que su razón
conmueve.
¡del niño los abrazos disipan humo leve!
del huérfano las lágrimas no enjuga nadie
ya.
Aquel humo
¿adónde va?
Quince abriles. Todo flores,
aromas, luz y rüido:
¡cuánta, cuánta
sirena hermosa de amores,
que sin cesar a su oído
así canta!
–«Ven: yo soy fuente escondida,
»y dan y sorben la vida
»mis corrientes.
»Ven a gustar sin medida
»la más sabrosa bebida
»que manan todas las fuentes.»
En pos de la sirena su pie ligero mueve:
¡del joven los abrazos disipan humo leve!
El mundo y la sirena son yermo y humo ya,
Aquel humo
¿adónde va?
En sus sienes arrugadas,
ayer espiga de oro,
se ven luego
las cenizas, apagadas
acaso con triste lloro,
de aquel fuego.
¡Un corazón, una mano
méngüenle el peso tirano
del destino!
Los vislumbra en lontananza,
y tras su amigo se lanza,
como raudo torbellino.
Medroso se adelanta, al ídolo se atreve:
¡del hombre los abrazos disipan humo leve!
¡también como sus sueños es humo la
amistad!
Aquel humo
¿adónde va?
Yerto su pecho palpita,
que apenas es del sentido
tronco inerte,
su cuerpo se precipita
por el alma retenido
a la muerte.
Rasgan sus pies los abrojos;
el llanto ciega sus ojos;
tiene frío;
no hay para sus ayes eco
tronco carcomido y seco
cae al fin en el vacío.
Sólo la tumba lóbrega a su dolor se mueve;
pero también sus antros exhalan humo leve.
–El alma del anciano. –¿Es humo? ¿Qué será?
Aquel humo
¿adónde irá?
Baladas españolas
Vicente Barrantes Moreno
Historia de Cádiz
A D. Adolfo de Castro
Cuando el vencedor de Anteo
mares y tierras corría,
de la humana fantasía
traslado y símbolo fiel,
En medio del Occeano
detuvo su heroica planta,
roca audaz que se levanta
como arabesco dosel.
Maceta de gayas flores
regada por las espumas;
lecho de nieblas y brumas,
donde los genios del mar,
En las noches silenciosas
vienen en conchas marinas
en brazos de las ondinas
muellemente a reposar.
Irguió el buen dios la cabeza
de tantos lauros ceñida,
y la vista complacida
en torno suyo tendió.
Un cielo de ondas y espumas
sonriendo a la bonanza,
y un edén en lontananza,
con alborozo miró.
Guadalquivir, coronado
como las ricas doncellas,
de frutos y flores bellas
se casa allí con el mar.
Ciñendo la verde oliva,
como vencido guerrero,
de vencedor altanero
las plantas viene a besar.
Sólo entre el Tigris y el Eúfrates,
do Adán y Eva moraron,
ojos nacidos hallaron
paraíso como aquél.
Hiere el dios la dura roca
con su clava omnipotente,
y mar, roca y tierra siente
estremecidos por él.
Rocas, tierra y mar a un punto
desgarrando sus entrañas
con sacudidas estrañas,
y fantástico vaivén,
Abortaron mil visiones
impalpables, indecisas,
siervas ante el dios sumisas,
y diosas ellas también.
En concha rutilante
tirada por sirenas,
apareció radiante
la diosa del amor.
Ondas, espumas, arenas,
abriéndole van camino;
y un genio marino
las brisas serenas
con himno divino
de Venus puebla en loor.
Como la rosa guarda
la perla de rocío,
que allá en la noche parda
el cefirillo frío
en su lánguido cáliz vertió,
al seno de alabastro
estrecha Venus al ciego amor,
astro que engendra luz de otro astro,
luna que roba su luz al sol.
En carro guerrero,
cual golpe de acero
que en chispas ardientes abrasa la mar,
el rostro bravío,
ferrado atavío
ostenta Mavorte de Venus a par.
Las ondas agitadas
huyeron asustadas
al mirar en su espejo sombrío
la lanza ponderosa,
la espada valerosa,
como olímpicos rayos fulgurar.
Más veloz que el pensamiento
cruzando la fantasía,
surge en la región vacía
rara, espantosa visión.
Un dios con alas: -sus ojos
en el seno de la tierra
ven los tesoros que encierra,
y los arranca a traición.
Sus manos siempre crispadas
como al contar del dinero,
ostentan uñas de acero
para guardarlo quizás.
Si fuera un cristal su frente
números viéranse y sumas,
que hasta del mar las espumas
compra y vende al que da más.
De los dioses mensajero,
y hermano en poder y esencia
él es dios de la elocuencia
y del comercio también;
y acaso su nombre invocan
en impías oraciones
bandoleros y ladrones
que sin amparo se ven.
Cual faro que brota inmóvil
entre tinieblas y olas,
más inmóvil, cuando ellas
más lo envuelven, más lo azotan,
a su rugir, impávido,
sereno ante su cólera,
y con su espuma haciéndose
magnífica corona,
brotó el dios de las aguas
en su imperial carroza.
Blande el tridente,
los brutos doma.
y desde el medio del mar
a Hércules escucha hablar.
HÉRCULES
Del Olimpo moradores,
de mar y tierra señores,
hijos de Júpiter caros;
venid, que quiero mostraros
la mansión de mis amores.
En menosprecio tendré
los trabajos que emprendí,
y los lauros que alcancé,
si dejar no logro aquí
larga memoria de mí.
Mi fama asombre a la gente,
y pase la mar cerúlea,
no por ser yo dios potente;
por vivir eternamente
en una ciudad hercúlea.
VENUS
Yo en rosas
la poblaré:
yo hermosas
a sus mujeres haré.
Mi copia en ella
quiero dejar,
dádiva suma,
gloria sin par.
Que nazca de la espuma
Cádiz la bella,
corte del mar.
HÉRCULES
No en valde la palma ganas
a las diosas tus hermanas
en hermosura y poder...
Gaditanas, gaditanas,
¡oh qué hermosas vais a ser!
MARTE
En la recóndita
futura edad,
su cuna tendrá y tálamo
aquí la libertad.
En fuego bélico
todo varón,
siempre sentirá ardérsele
su noble corazón.
Brazo fortísimo
tendrá también,
que humille de los déspotas
la vil altiva sien.
Y acento mágico
para gritar
del Betis hasta el Pírene:
¡viva la libertad!
MERCURIO
El oro, que es el poder:
le he de traer.
sobre las olas del mar
a fuerza de navegar.
Yo haré que nazca un hombre
que al mundo asombre,
rompiendo del mar azul
la flotante barrera de tul.
Y allí otro mundo
nuevo, fecundo
sus entrañas abrirá,
y de perlas y de oro
inagotable tesoro
por tributo le dará.
HÉRCULES
Con tanta hermosura,
con tanta grandeza,
con tanta bravura,
con tanta riqueza...
ya logro dejar aquí
memoria digna de mí.
NEPTUNO
¡Ea!
¡sea!
Hiere la roca con su tridente,
y cual sirena que de repente
hombros y pechos saca al cantar,
nace en la espuma, blanca y riente,
Cádiz la bella, corte del mar.
El fuego fatuo
Sobre la enhiesta loma, entre el tapiz de flores,
cuando su carro Febo sepulta en el nadir,
me place mi tesoro de luz y de fulgores
vertiendo entre los pliegues de las tinieblas ir.
El amador mancebo que la señal espera
para volar al seno de su querida fiel,
por mí tuerce engañado su rumbo y su carrera,
y me maldicen ambos, la enamorada y él.
Si en el desierto rugen los fieros huracanes,
y el caminante pierde rumbo, esperanza y luz,
la mía le conduce a simas y volcanes,
y do buscaba asilo, encuentra el ataúd.
También sobre las ondas a su feroz arrullo
el náufrago me mira agonizante ya:
apenas de alegría su voz alza un murmullo;
y nada, y nada, y siempre estoy yo mas allá.
Volando en los espacios corno la mente loca
mi luz es el deseo que, mata sin sentir,
el vaso de ambrosía que nunca el labio toca,
el postrimer fantasma que vemos al morir.
Imagen soy del mundo: mi resplandor atrae
al náufrago, al viajero, al rondador doncel;
cercado estoy de abismos: si alguno en ellos cae,
imagen soy del mundo... ¡rogad a Dios por él!
Esposa sin desposar
Carlos quinto, rey de España,
a campaña
en son de guerra salió;
y con él salió Gonzalo,
mi regalo,
el capitán que amo yo.
Es el doncel más valiente
de la gente
que va a la lid a vencer;
en lo apuesto un pino de oro,
y le adoro
como nunca amó mujer.
También antaño, a la guerra
de la tierra
descubierta por Colón,
con Cortés, -el Estremeño,-
fue mi dueño,
dueño de mi corazón.
A través de tierra y mares
sus pesares
mi voz consoló y su afán;
y me oyó, y el indio bravo
fue ya esclavo
de mi bravo capitán.
Y le salvó de la tumba
en Otumba
mi ruego incesante a Dios;
porque yo soy su ángel bueno,
y en mi seno
guardo el alma de los dos.
Con preseas y con galas
volvió en alas
a Toledo, de su afán.
-«Bella estás entre las bellas
»tú con ellas,»
decía mi capitán.
Pronto la ventura acaba
que tornaba
a resonar el clarín.
Cabe las aras de Himene
el rey viene
pidiendo su paladín.
Al partirse de Toledo
en mi dedo
puso el anillo nupcial
y me regaló un secreto
amuleto,
en virtudes sin igual.
Y me dio de amor en arras
doce barras
de oro fino del Perú;
y diamantes muy bruñidos,
y vestidos
y vestidos de tisú.
Al subir a su alazano
de la mano
me trabó en Zocodover,
y con llanto que vertía
me decía:
-«¿Nos volveremos a ver?
-«Sí, capitán. En el alma
»yo la calma
»siento del que espera en Dios.
»Volverás. Soy tu ángel bueno,
»y en mi seno
»guardo el alma de los dos.
»Cada día en mi delirio
»iré un cirio
»ante el Eterno a encender.
»Iré a San Juan de los Reyes,
»de sus leyes
»la más horrible a torcer.
«A la Virgen, mi patrona,
»gran corona
»de oro ofrezco y de rubí,
»si mi amante no me olvida,
»y su vida
»guarda entera para mí.»
Parte el bruto en raudo giro:-
aun le miro,
aun le miro descender,
como torrente a los valles,
por las calles
que dan al Zocodover.
-Pero alégrate alma mía,
que hoy el día
es tan anhelado y tan...
vuelve de laurel ceñido
mi querido,
mi querido capitán.
Doncellitas toledanas,
que ventanas
y balcones inundáis,
y a los bravos vencedores
lindas flores
desde la falda arrojáis;
Ved que ya a pasar acierta
por la puerta
por la puerta del Cambrón
el tercio real donde viene
el que tiene
cautivo mi corazón.
Por las chispas de su callo
su caballo
reconoceré entre cien.
-Pasad, pasad más ligeros,
caballeros,
que aun mis ojos no le ven.
Brillan que parecen soles
españoles
los bravos, en confusión;
pero el tercio de Gonzalo,
mi regalo,
más brilla... en mi corazón.
Ved al capitán Paredes:
-tú no puedes
competir a mi galán.
Ved al alférez Fajardo:
¡qué gallardo!
-pues más es mi capitán.
Los laureles de tu frente,
rey valiente,
Carlos quinto emperador,
tu corona... ¿vale nada
comparada
con las glorias de mi amor?
A girones las banderas
prisioneras
el suelo besando van.
Algunas habrá ganado
mi adorado,
mi adorado capitán.
Ya relumbran los almetes,
los mosquetes...
¡favor! vacilan mis pies.
¡Oh! dadme la enhorabuena
que mi pena
acaba:-¡su tercio es!
Allí el cabo, y el alférez
Pero Pérez,
sus camaradas allí.
-Pasad, pasad más ligeros,
caballeros,
que estoy ya fuera de mí.
¿Dónde mi Gonzalo, dónde
se me esconde,
que no le veo en mi afán?
¡Ay! ¡su caballo enlutado!
¡ay mi amado!
¡ay mi amado capitán!
Al suspiro lastimoso
el glorioso
Carlos quinto, contempló
una flor sin tallo en tierra...
-de la guerra
el capitán no volvió.
El copo de nieve
Subiré a la montaña
do entre la yerba,
la nieve del invierno
aún se conserva.
Cojerla quiero,
para acordarme en Mayo
de que hay Enero.
Susurrando y lijera
cual aura leve,
cogió la niña el último
copo de nieve.
¡Cosas de niña!
antojos infantiles,
¿quién no la envidia?
Como en su virgen seno
brilla su alma,
brilla dentro del vaso
la nieve blanca.
Nadie dijera
cuál es más blanca nieve,
la nieve o ella.
Un galán caminante
triste y cansado,
reposa bajo un olmo
del verde prado.
Cuándo se cruzan,
él la mira con ojos
que la deslumbran.
-Buenos días, zagala.
-Salud, mancebo.
-¡Ay qué sed me devora!
-Agua no llevo;
pero en la aldea
baila con mil amores,
y pura y fresca.
-Si yo fuera contigo,
di, ¿volvería?
(La niña ya se pone
coloradita,
y mal su grado
bajo el cendal descubre
su limpio vaso).
-Como el fuego de amores
la dicha fragua,
del sol el fuego trueca
la nieve en agua.
Dame tu copa,
que más que el sol de Junio
arde mi boca.
Casi vertiendo lágrimas
la niña cede
y ve que se derrite
su blanca nieve.
¡Ay de los ayes
que en el pecho se ahogan
del pobre ángel!
¡Qué turbio quedó el vaso,
tan puro y limpio!
subir a la montaña
de nuevo quiso...
Subieron juntos,
y en la fuente lavaron
el vaso turbio.
Pero ya de la niña
no ven los ojos
aquella blanca nieve
de sus antojos;
ni el vaso queda,
aunque lo lava y lava
como antes era.
Barrieron ya la cima
cierzos de estío,
el cristal empañado
parece vidrio.
La desdichada
pasa días y noches
lava que lava.
Y dice que la boca
de aquel ingrato
soló puede su brillo
volverle al vaso...
¡Ay niña triste!
es la esperanza nieve
que se derrite.
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