Gastón Carrasco Aguilar
(Santiago, 1988). Profesor de Lenguaje y Comunicación. Autor de Viewmaster (Cuadernos de poesía / Biblioteca de Santiago, 2011). Becario de la Fundación Pablo Neruda 2012. Escribe reseñas y artículos para El desconcierto y para el sitio www.letrasenlinea.cl. Actualmente colabora en la edición crítica de los cuentos completos de Manuel Rojas.
Nos bajaron a piedrazos de este árbol
En la ley de Newton
verdes, machucados
nos bajaron de ese árbol
a peñascazo limpio
como una manzana en su ley
gravitamos y aterrizamos
de pie, como los gatos que fuimos
y seremos, en nuestras 7 o 9 vidas
a mal traer
pisando fuerte las techumbres vecinas
patadas de gigante en la nocturna de agosto
enmarañados
en algo así como un juego
niños o la animalización de nuestros
pasos, ahora sobre un árbol
luego sobre el suelo
que nos acoge
sobre todo en sus veredas
un poco dolidos
alcoholizados
con algo de rencor
y cansancio en nuestros cuerpos
Creo que oí esa palabra antes
Estamos en el jardín de un tipo extraño.
Le pedimos agua y nos mira como si hubiese sido dinero.
Te veo poner la mano en posición de vasija
y recibir el agua salida de la llave.
Las cañerías tiemblan y tus ojos se estremecen.
El agua cae en los adoquines
moviéndose según cada fisura
fluyendo en consonancia al tiempo
que nos mantiene ahí de pie.
Una canción empieza a sonar en mi cabeza:
recuerdo vago de nuestra infancia juntos.
Esa palabra, la de antes, y tus manos en forma de vasija.
El tipo se queja y más es el derroche.
Nos reímos y jugamos con la libertad de antes.
Todo se trata de ese antes.
Cerrar la llave fue cerrar toda posibilidad de vuelta atrás.
Sudamerican rockers
hablamos español
o cargamos con un muerto parecido
porque vivir es igual a ahogarse
en las calles desoladas de américa latina
el alumbrado in medias res
nos da la sombra por la espalda
los vidrios de las casas están rotos
parchados con cartón o cinta adhesiva
marca scotch
seguimos nuestro travelling
dispuestos a morir en un patio cualquiera
nos arrojamos al juego de las manos
los amigos toman lo suyo de la bomba de bencina
los espero con el motor encendido
con el pie a tientas en el acelerador
un grito y un disparo y un silencio
corren suben acelero y carretera
fugitivos el arranque nuestros muertos
el sonido del motor en la ciudad deshabitada
luego unas luces amarillas en un fondo negro
Las calles ya no están en su lugar
Digamos que estoy algo perdido
digamos
en algo así como un limbo
y este limbo está hecho de asfalto
y la planta de mis pies se raspa
en el concreto
podría incluso decir que estoy algo drogado
algo narcótico
porque la vista se me nubla
o se me pierde la razón
como las llaves en un cuarto vacío
me devuelvo entonces a buscarlas
con la vista más nublada aún
un poco dios para mis cosas
y claro
te veo ahí asomada en el umbral
de nuestra puerta
sonriente
con las llaves en la mano
y una luz que no me canso de mirar.
[Escena de la] Penitencia
Como hijo maldito andaba yo
dentro de un carro fúnebre
o patrulla policial
una noche de septiembre
entre lobos, hienas y bestias
todos malditos, violentos
hijos de la gran santa muerte
residuos parte del sistema
bacterias necesarias
para justificar el engranaje.
Un grupo no menor
intentaba violar
a un joven. Nos avalanzamos
y encaramos a la muerte.
Pudo haber sido peor.
Los rostros desfigurados
el arma blanca opacada
por la sangre de un extraño.
El temblor de rigor en las manos
los ojos al borde de sus órbitas.
Los gendarmes tirando de nuestras chaquetas.
Quema de pastizales
Como niño inquieto el fuego se movió
impredecible hacia nuestras casas.
El cielo parecía avisar el fin de los tiempos
el juicio final o algún absurdo parecido.
La llamada de alerta en el pasaje
sonaba como una alarma de muerte.
Las señoras enrojecidas corrían de lado a lado
como autitos chocadores entorpeciendo el camino
de quienes sabían lo que hacían.
Los espectadores vecinos del barrio
como las cenizas en el cielo
aparecían y se iban.
Sus rostros se iluminaban, prendían
y apagaban: luz y sombra del suceso.
Las nubes de humo borraron una y otra vez
la imagen del hogar en llamas.
No faltó el sujeto que sacó su cámara
y comenzó a grabar el siniestro.
Otro comenzó a fotografiar las cenizas en el aire.
Poeta, de seguro.
Algunos nos alejamos y fuimos a comprar
un poco de vino y vasos de papel.
Los amigos pasaron a buscar a
sus hijos a los colegios y jardines
y nos dirigimos a un cementerio
cercano a la colina -la ciudad otra
donde cada familia tiene su otra casa-.
Una niña, hija de un amigo
se echó a reír y a bailar
en medio del campo de tumbas
como sabiendo que todo
iba a estar bien.
Cruces
Las torres de alta tensión
y esa luna que se cuela
entre los cables.
El vidrio trizado y el metal
enrojecido por el óxido:
algo parecido a un sol
en vías de apagarse.
Cruzamos la línea del tren
tropezamos y salimos adelante.
El tren pasa detrás
ahogando nuestras voces.
Maleza
Como el acto de fotografiar la maleza
que crece entre los rieles
caminamos corroídos por la mano del hombre.
Todo el camino sin vuelta se torna la imagen
de una reja interminable.
Maleza puede ser el eufemismo
para hablar de familiares olvidados
o simplemente no admitidos por la voz padre
la ley de siglos, la cruz crucificada
a la pared del dormitorio.
Puede ser también la ley del menos fuerte
la hermana fea de las calas
o de los dientes de león
y su diáspora semilla.
Hierba cana al aire libre.
Maleza es resistencia
o la insistencia sobre el suelo
la mano del hombre nada puede hacer
es el gesto necesario para seguir en pie
aunque te arranquen los brazos.
Todo el cuerpo pudo ser la semilla al viento
de un diente de león.
Demos gracias por nuestra violencia
Los restos de un bosque
de escombro en llamas
las cenizas al viento
y el suelo ennegrecido:
fiesta de todos nuestros muertos
los cables rendidos
a la gravedad
y el aire enrarecido
el ritmo de ese baile nocturno
la historia reciente
de este suelo negro.
La ciudad rota
Qué nos queda
sino rozar como gatos
o ladrones las paredes
hacer rituales y desmanes
como la única forma
de religión posible.
Al poner el ojo en el lente
Ahí estaban los muertos
esperando su oportunidad
para aparecer en mi memoria.
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