viernes, 14 de febrero de 2014

RICARDO PALMA [10.942]

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Ricardo Palma

Ricardo Palma, inscrito en su partida de bautismo como Manuel Ricardo Palma Carrillo1 (Lima, 7 de febrero de 1833 – Miraflores, Lima, 6 de octubre de 1919) fue un escritor romántico, costumbrista, tradicionista, periodista y político peruano, famoso principalmente por sus relatos cortos de ficción histórica reunidos en el libro Tradiciones peruanas. Cultivó prácticamente todos los géneros: poesía, novela, drama, sátira, crítica, crónicas y ensayos de diversa índole.

Sus padres fueron Pedro Palma Castañeda y Guillerma Carrillo, aunque algunos creen que este es el nombre de la abuela materna y que su madre fue la esposa, Dominga Soriano.1 Nació en el seno de una familia humilde, en Lima (aunque existe una teoría que pone su cuna en Apurímac).
Asistió a la escuela para párvulos de Pascual Guerrero, a la de Antonio Orengo y a la de Clemente Noel. Después siguió leyes en el Convictorio de San Carlos (aunque algunos cuestionan éste dato como una superchería del autor y otros dicen que probablemente fuera alumno externo)
A los 15 años comenzó su carrera literaria, primero escribiendo poesía y dramas. Fue a esa edad que empezó a usar, junto con el primer nombre, su segundo, Ricardo, que después ya utilizaría solo, sin el primero original de Manuel. También desde joven se mezcló en política, y en 1857 secundó la sublevación del general Manuel Ignacio de Vivanco contra el presidente Ramón Castilla, por lo que fue separado del ejercicio de su cargo en el Cuerpo Político de la Armada del Perú.
Se inició como masón en la «Logia Chalaca Concordia Universal» el 4 de julio de 1855, cuando tenía 22 años, siendo Venerable Maestro Damian Alzamora, Orador Antonio Álvarez del Villar y Secretario José Antonio Barboza [cita requerida].
En la Armada, a la que ingresó como oficial tercero en 1853, sirvió en la goleta Libertad, el bergantín Almirante Guisse, el transporte Rímac —donde el primero de marzo de 1855 estuvo a punto de morir a consecuencia del naufragio de la nave— y el vapor Loa. 3 Tomó parte en el desembarco de Guayaquil en 1859, durante la guerra con Ecuador.
En noviembre de 1860 participó en el fallido asalto a la casa presidencial que acometió un grupo de civiles y militares de tendendica liberal, liderados por José Gálvez. El fracaso del golpe contra Castilla lo obligó a abandonar el Perú y el 20 de diciembre se embarcó con destino a Chile.
En Valparaíso, adonde arribó a fines de mes, frecuentó los salones literarios, fue miembro de la Sociedad de Amigos de la Ilustración y colaboró en la Revista del Pacífico y en la Revista de Sud-América. Los casi tres años que pasó en esa ciudad —durante los cuales realizó frecuentes viajes a Santiago— fueron literariamente «intensos y fructíferos». Allí conoció a José Victorino Lastarria, Guillermo Blest Gana y otros escritores, y en las revistas mencionadas publicó textos importantes: poesías, siete tradiciones y lo que después derivaría en los Anales de la Inquisición de Lima que aparecerían en la capital peruana a su regreso y con el que puede decirse que «comienza la plenitud literaria de Palma».
Regresó al Perú en agosto de 1863, después de ser amnistiado, y en julio de año siguiente fue nombrado cónsul en el Pará, Brasil, cargo que aparentemente no llegó a ejercer: obtuvo una licencia y viajó a Europa: El Havre, París, Londres. En 1865 retornó vía Estados Unidos —se quedó un tiempo Nueva York—, cuando Perú está ya en pleno conflicto con España. Con el puerto del Callao bloqueado, Palma desembarca probablemente en Paita y es nombrado asistente de Gálvez, ministro de Guerra y Marina. Ambos participan, desde la torre La Merced del Callao, en el combate contra la escuadra española el dos de mayo de 1866, en el que Galvéz murió cuando una bomba, disparada desde la fragata española Almansa o desde la Blanca, cayó en unos depósitos de pólvora. Palma se salva milagrosamente: había abandonado la torre minutos antes de la explosión.


El balneario de Chorrillos, 1843, óleo de Mauricio Rugendas.

Tomó parte en la sublevación del coronel José Balta al año siguiente, y estuvo en prisión y desterrado brevemente en Guayaquil. Balta lo nombró su secretario particular después de ser elegido presidente en 1868. Al poco tiempo fue elegido también senador por Loreto, cargo que ejerció hasta 1872. El asesinato de Balta, ocurrido el 26 de julio 1872, marca el fin de la vida política de Palma, que pasa a dedicarse exclusivamente a la literatura. Tres años más tarde se retira a Miraflores y en 1878, se muda con su familia al balneario de Chorrillos.
Durante la guerra con Chile participó en la defensa de Lima. Cuando las tropas de ocupación incendiaron en enero de 1881 su casa, ubicada en el balneario de Miraflores, Palma perdió su biblioteca y algunos manuscritos, como el de la novela Los Marañones y sus memorias del gobierno de Balta. Perdida su casa, se traslada a Lima donde alquila una en la calle Veracruz.
Dos años más tarde, el dueño del diario La Prensa de Buenos Aires le ofreció el cargo de redactor literario del periódico, pero el presidente Miguel Iglesias logró convencerlo que aceptara la dirección de la Biblioteca Nacional, que se encontraba destruida como consecuencia de la guerra y que durante la ocupación había sido saqueda por los chilenos. Al ocurrir esos hechos en marzo de 1881, Palma, que era a la sazón subdirector de la Biblioteca, había redactado una carta de protesta, firmada por él y el director, Manuel de Odriozola. 5 Esto motivó que el entonces contralmirante Patricio Lynch y comandante en jefe del ejército de ocupación, dictara prisión contra el escritor, que cumplió primero en el segundo piso de la misma Biblioteca ocupada y después en un buque en el Callao, donde pasó 12 días hasta que recuperó la libertad gracias a gestiones de diplomáticos franceses y brasileños. Odriozola, contra el que también había orden de arresto, «logró asilarse en la legación norteamericana».5
Su labor al frente de esta institución constituyó uno de sus grandes logros. Fue en aquella época que se ganó el apelativo de el bibliotecario mendigo, porque, ante el magro presupuesto con el que contaba, decidió utilizar su prestigio y sus contactos para pedir a personalidades de diversos paises que donaran libros. Gracias a su amistad con el presidente de Chile Domingo Santa María (1881-1886), consiguió recuperar unos 10 000 de manos chilenas. El 28 de julio de 1884 inaugura la biblioteca, que dirige hasta febrero de 1912, cuando renuncia por discrepancias con el gobierno de Augusto Leguía, que, en reemplazo, nombra a su enemigo, Manuel González Prada. Verdad es que el escritor tendrá su desagravio: el nuevo gobierno del coronel Óscar R. Benavides lo nombrará director honorario de la Biblioteca en 1914, González Prada será destituido y su puesto lo ocupará el candidato de Palma, Luis Ulloa. Esto, sin embargo, no durará mucho: en febrero de 1916 González Prada recupera el cargo y el famoso escritor renuncia a su nombramiento honorario.
Palma, ya convertido en el patriarca de las letras peruanas, se había retirado en marzo de 1912 a Miraflores, donde viviría los últimos años de su vida.



Ricardo Palma con sus hijos

Fue miembro correspondiente de la Real Academia Española (1878) y de la Peruana de la Lengua —que presidió desde su fundación en 1887 hasta su renuncia en 1918, cuando pasa a ser director honorario—, y de otras prestigiosas instituciones.
Casado desde 1876 con Cristina Román Olivier, tuvieron 7 hijos (alguno fallecido prematuramente): Félix Vital, Angélica, una de las fundadoras del movimiento feminista peruano, Ricardo, Peregrina Augusta, Cristina, Cristián y Renée Cristina. Antes tuvo un hijo natural con Clemencia (o Clementina) Ramírez: Clemente Palma, quien se convertiría en un destacado escritor.

Trayectoria literaria

Debutó en la literatura en 1848 formando parte del grupo que él mismo llamaría más tarde la bohemia de su tiempo. Comenzó con poesía —unos versos románticos que aparecieron el 31 de agosto en El Comercio— mientras paralelamente escribía en diversas publicaciones críticas de espectáculos con numerosos seudónimos. Luego pasó a escribir obras de teatro —su primer drama, El hijo del sol (1849), no se llegó a representar—, pero alrededor de 1858 dejó de hacerlo a pesar de haber obtenido algún éxito en el público limeño.
Solo dos piezas de este periodo han sobrevivido: el drama Rodil (1851), redescubierdo cien años después de su publicación (Palma había destruido la mayoría de los ejemplares) y la comedia El santo de Panchita, que escribió junto con Manuel Ascencio Segura.
Su primer libro de prosa, Corona patriótica, apareció en 1853. Dos años más tarde sale Poesías y en 1865, Armonías. Libro de un desterrado.
Su obra poética no estuvo exenta de polémica: en 1890 publicó A San Martín, poema que provocó la protesta del gobierno chileno, que lo consideró ofensivo para su país. El último poemario de Palma, Filigranas. Aguinaldo a mis amigos, apareció dos años más tarde. En 1865, compiló la antología Lira americana. Colección de poesías de los mejores poetas del Perú, Chile y Bolivia.
Como periodista, colaboró en numerosos medios nacionales y extranjeros. A los 15 años, la misma edad en la que hizo su debut literario, dirigió El Diablo, un periódico político y satírico. Esta última vena la seguiría explotando en su colaboración con la hoja El Burro (1852), en 1867 sería redactor principal de otro periódico satírico y político, La Campana y diez años más tarde fundaría, junto con Acisclo Villarán y Manuel Atanasio Fuentes (conocido como El Murciélago), La Broma (1877-1878). Fue redactor de El Liberal, El Mercurio, La Revista de Lima —tardío órgano literario del romanticismo, que llegó a dirigir—; colaborador de El Correo del Perú, donde publicará numerosas tradiciones, El Correo de Lima, La Patria, El Liberal, La Prensa (Buenos Aires) , El Perú Ilustrado, y de muchos otros periódicos y revistas, tanto peruanas como de otros países.



Escultura de Palma en Bogotá.

Palma destacó también en el género histórico. De su pluma salieron los Anales de la Inquisición de Lima (1863), el polémico Monteagudo y Sánchez Carrión. Páginas de la historia de la independencia (1877) y su Refutación a un compendio de historia del Perú (Lima 1886). En esta obra, Palma, que era masón, lanzó un ataque contra los jesuitas tan virulento que motivó la prohibición, por el Congreso peruano, del establecimiento de esta orden religiosa en el país y su expulsión.
Como lingüista —Palma fue presidente de la Academia Peruana de la Lengua desde su fundación, el 5 de mayo de 1887— abogó por la admisión de nuevos vocablos, lo que quedó reflejado en sus libros Neologismos y americanismos (1896) y Papeletas lexicográficas (1903).
Los relatos breves sobre diversos temas, que comenzó a escribir a principios de los años 1859, más tarde derviarían en sus Tradiciones peruanas (en rigor, la primera vez que usó el nombre de “tradición peruana” fue para un texto de 1854 titulado Infernum el hechicero y que nunca fue recogido en las series). La primera serie de esta obra magna de Palma la publicó en 1872, el mismo año en el que, a raíz del asesinato del presidente José Balta, decide abandonar la política y consagrarse definitivamente a las letras.
Los textos que componen las Tradiciones —y que se puede decir que constituyen un nuevo género, intermedio entre el relato y la crónica— están construidos a partir de hechos históricos o anécdotas populares de carácter ligero y burlesco que constituyen un género literario particular. Al primer volumen, le seguió, dos años después, otro con la segunda serie. En total, las series fueron seis, a las que hay que agregar Ropa vieja y Ropa apolillada. El título de Tradiciones peruanas, con el que se conocen hoy el conjunto de esos libros, fue utilizado por primera vez en la edición barcelonesa de cuatro tomos (1893-1896). Pero este no fue el fin de la serie: más tarde publicó Tradiciones y artículos históricos, Cachivaches, Mis últimas tradiciones peruanas y cachivachería y Apéndice a mis últimas tradiciones peruanas, más la edición El Palma de la juventud. Las hijas de Palma, ya muerto el escritor, se encargaron de hacer la edición definitiva, en seis volúmenes, de las Tradiciones peruanas, que contó con el apoyo del gobierno de su país.
Las Tradiciones han sido objeto de variados análisis, y mientras algunos han visto en ellas a un nostálgico del pasado colonial, otros han considerado que la ironía con la que describe ese pasado esconde una crítica social. Sea como fuere, e independientemente de las discusiones en torno a sus méritos literarios, es innegable el impacto que esta obra tuvo en la narrativa hispanoamericana.
Su estilo de escritura tradicionista es historia en Lima. La tradición cultivada fuera de Lima y por otra pluma que no sea la de Palma, no se da bien, tiene poco perfume, se ve falta de color.

Rubén Darío

El historiador Raúl Porras Barrenechea, por su parte, calificó a Palma de segundo fundador de Lima, por haber creado la imagen de esta ciudad y una visión particular sobre su pasado, que a pesar de sus errores no ha podido ser remplazada todavía.

Correspondencia

Sus hijas Augusta y Renée editaron en 1949 la primera recopilación de sus cartas: publicaron dos tomos con el epistolario de Palma de 1862-1918. En 1969 Carlos Miró sacó una selección de la correspondencia del escritor titulada Cartas indiscretas y, finalmente, entre 2005 y 2007 la Universidad Ricardo Palma publicó tres tomos de sus cartas bajo el título de Epistolario general. Aunque esta edición es la más completa hasta el momento, no se trata todavía de la la definitiva, pues no contiene las que guarda Biblioteca Nacional del Perú. Además, algunos investigadores piensan que, dado que en 1997 una conocida firma de subastas de Londres puso a la venta un lote de 50 cartas que había enviado a un amigo argentino y que fueron adquiridas por la propia Biblioteca Nacional del Perú, todavía habrá nuevos hallazgos.

Figura contradictoria

George W. Umphrey y Carlos García-Prada, estudiosos de la obra de Palma, caracterizaron la contradictoria figura del escritor con las siguientes palabras: “Ricardo Palma era un mestizo representativo del siglo diecinueve, vale decir, un americano nuevo, inestable, en vía de formación: un espíritu sin orientación clara, precisa, definida, que se hallaba atraído por valores y realidades opuestas de fuerza para él irresistible: un espíritu en busca de su propio equilibrio. Esto lo vemos en su carácter, en su vida, en sus escritos. Quería una síntesis que no comprendía bien, y que en él actuaba de continuo. Era americano y procedía del pueblo, pero se doblegaba ante el prestigio de la aristocracia española, peninsular o americana. Se intitulaba ‘liberal’ y hacía campañas anticlericales, pero lisonjeaba a las clases conservadoras, y simpatizaba aún con los carlistas de España; se condolía de los pobres y de los humildes, pero pelechaba con los poderosos y se enorgullecía de los honores que le conferían a cambio de sus zalemas literarias; amaba el orden, la limpieza y el primor, pero se ‘perecía’ por lo abigarrado y por lo sucio si le parecían pintorescos y divertidos; cultivaba el idioma con esmeros de académico, pero lo ‘matizaba’ de vulgarismos, si ello le daba sabor a sus travesuras y picardías”. 

Homenajes póstumos

Muchas instituciones educacionales (la Universidad Ricardo Palma, escuelas varias), culturales, medicinales y de otra índole llevan su nombre. Hay hoteles, calles, una estación de metro, un feria del libro (que tuvo su 33ª edición en 2012), un centro de esparcimiento bautizados en su honor.

Billlete de 10 intis, 1985

En Miraflores funciona su Casa Museo, que es también un centro de investigación dedicado a la obra del escritor. 8 También existe la Fundación Ricardo Palma.
Monumentos han inmortalizado su figura, y estudiosos han llenado miles de páginas analizando su obra. El Banco Central puso en circulación un billete con un retrato de Palma de de 10 intis en 1985 (con reverso de agricultor indígena y cosecha de algodón), que en 1988 se convirtió en uno de 500 000 (con la Iglesia de la Caridad, sede del Primer Congreso Constituyente, en el reverso); dejó de circular en 1991.

Obras

El hijo del sol, teatro, 1849
Consolación, primer ensayo de prosa romántica, 1951
Rodil, drama en tres actos, publicación: Lima, 1851; estreno: Lima, 12 de enero de 1852
La hermana del verdugo, "abominación patibularia en cuatro actos"; estreno: Lima, 19 de junio de 1851
La muerte o la libertad, teatro; estreno: Lima, 27 de julio de 1851
Corona patriótica, "apuntes biográficos" con los que debuta en el género histórico, Lima 1954
Poesías (con el nombre de Manuel R. Palma), Lima, 1955
El santo de Panchita, sainete, junto con Manuel Ascencio Segura, estreno: Lima, 1859
Anales de la Inquisición de Lima, ensayo histórico, Lima, 1863
Congreso constituyente, sátira publicada bajo el seudónimo de Un Campanero, 1867
Armonías. Libro de un desterrado, poesía, París, 1895
Lira americana. Colección de poesías de los mejores poetas del Perú, Chile y Bolivia, París, 1895
Pasionarias, poesía, con prólogo de Luis Benjamín Cisneros; Havre, 1870
Tradiciones, primera serie de su obra magna, Imprenta del Estado, Lima, 1872
Don Juan del Valle Caviedes, el poeta de la Ribera, ensayo, 1873
Tradiciones. Segunda serie, Imprenta Liberal de El Correo del Perú, Lima, 1874
Tradiciones. Tercera serie, Benito Gil Editor, Lima, 1875
Tradiciones. Cuarta serie, Benito Gil Editor, Lima, 1877
Verbos y gerundios, poesía, Lima, 1877
Monteagudo y Sánchez Carrión. Páginas de la historia de la independencia, ensayo, Lima, 1877
Tradiciones. Quinta serie, edición de Carlos Prince, Lima, 1883 (Prince, además, publica asimismo las cuatro anteriores)
Tradiciones. Sexta serie, edición de Carlos Prince, Lima, 1883
El demonio de los Andes, tradiciones sobre el conquistador Francisco de Carvajal, Imprenta de Las Novedades (periódico en el que Palma colaboraba), Nueva York, 1883 (2ª edición: Casa Maucci, Barcelona / Buenos Aires, 1911)
Enrique Heine. Traducciones, realizadas sobre la versión francesa de Gérard de Nerval, 1886
Refutación a un compendio de historia del Perú, contra el libro del jesuita Ricardo Cappa, Lima, 1886
Poesías, antología que recoge la mayoría de su lírica; lo acompañó, como prólogo, del estudio La bohemia limeña de 1848 a 1860. Confidencias literarias; 1887
Ropa vieja, sétima serie de Tradiciones; Imprenta del Universo, de Carlos Prince, Lima 1889
Cristián, librito de homenaje publicado en edición privada por los Palma al hijo del escritor fallecido a los diez meses; Lima, 1889
Tradiciones peruanas, primera edición extranjera de esta obra; Buenos Aires, 1890
A San Martín, poema, Lima, 1890
Ropa apolillada, octava y última serie de Tradiciones; Imprenta del Universo, de Carlos Prince; Lima, 1891
Filigranas. Aguinaldo a mis amigos, su último poemario, Lima, 1892
Tradiciones peruanas, 4 volúmenes, Montaner y Simón, Barcelona, 1893-96
Neologismos y americanismos, Lima, 1896
Recuerdos de España, sobre su viaje de 1892; Buenos Aires, 1897 (reeditadas con el título Recuerdos de España, precedidos de La bohemia de mi tiempo, Lima, 1899)
Tradiciones y artículos históricos, Lima 1899
Cachivaches, artículos literarios y bibliográficos; Lima, 1900
Dos mil setecientas voces que hacen falta en el Diccionario. Papeletas lexicográficas, Lima, 1903
Mis últimas tradiciones peruanas y cachivachería, Casa Maucci, Barcelona / Buenos Aires, 1906
Apéndice a mis últimas tradiciones peruanas, Casa Maucci, Barcelona / Buenos Aires, 1910
Poesías completas, Barcelona, 1911
Tradiciones selectas del Perú, A. J. Sagrestán y Cía., Callao, 1911
Las mejores tradiciones peruanas, seleccionadas y prologadas por Ventura García Calderón y acompañadas de una breve autobiografía; Casa Maucci, Barcelona, 1917
El Palma de la juventud, Lima, 1921* Epistolario, 1862-1918, edición de Augusta y Renée Palma con prólogo de Raúl Porras Barrenechea, dos tomos; Editorial Cultura Antártica, Lima, 1949
Tradiciones peruanas, edición auspiciada por el gobierno peruano y supervisada por sus hijas; 6 volúmenes, Espasa-Calpe, Madrid, 1923-25
Tradiciones peruanas, la primera edición peruana completa de las tradiciones de Palma; 6 volúmenes, Editorial Cultura Antártica, Lima, 1951
Tradiciones peruanas completas, a cargo de Edith Palma, nieta del escritor e hija de Clemente Palma; Aguilar, Madrid, 1952 (varias reediciones; incluye también los Anales de la Inquisición de Lima, La bohemia de mi tiempo y Recuerdo de España, artículos, los "prólogos” humorísticos que acompañaban algunas series, y numerosos apéndices)
Cartas indiscretas, edición de Carlos Mirón; F. Moncloa, 1969
Epistolario general, tres volúmenes con prólogo, notas e índices de Miguel Ángel Rodríguez Rea; Universidad Ricardo Palma, Editorial Universitaria, Lima, 2005-2006






TORPEDO

Hablaba un diputado en el Congreso
de Lima, Quito, Bogotá o Santiago
pues fiel memoria de lugares no hago
y nada importa el sitio del suceso.
–Si queréis gloria, libertad, progreso,
a Roma contemplad. Mirad que estrago
causa el puñal de un Bruto dando en pago
de tiranía vil muerte a un obseso.
¡Y Roma se salvó! Mas un tunante
de aquellos que en la barra echan venablos
gritó, del aguardiente en los eructos:
Esa es grilla, señor preopinante
Si un bruto salvó a Roma, ¿cómo diablos
No salvan a esta patria tantos brutos?







LA POESÍA

–¿Es arte del demonio o brujería
esto de escribir versos? –le decía,
no sé si a Campoamor o a Víctor Hugo
un mozo de chirumen muy sin jugo.

–Enséñame maestro, a hacer siquiera
una oda chapucera.

–Es preciso no estar en sus cabales,
para que un hombre aspire a ser poeta;
pero en fin, es sencilla la receta:

forme usted líneas de medidas iguales,
luego en fila las junta,
poniendo consonantes en la punta.

–¿Y en el medio?
–¿en el medio?
¡Ese es el cuento!
¡Hay que poner talento!






A Aníbal Galindo

De heroísmo verdadero,
fue una edad que ya se aleja.
¡Os hace falta un Homero,
tiempos de la patria vieja!
De aquel general que pudo,
de Ayacucho en la victoria,
dejar de palmas desnudo
todo el árbol de la gloria;
del bravo entre los mejores,
que dijo: arma a discreción,
y paso de vencedores,
oídme una tradición.

Espartaco en bizarría
era el gallardo doncel:
mozo que a nadie cedía
del heroísmo el laurel.
Es la civil disensión
y es un campo de batalla:
De ancho llano en la extensión
siembra muertos la metralla.
Héroe de la antigua Grecia
transportado al Mundo Nuevo,
allí do el combate arrecia
se ve impávido al mancebo.
¡Oh, cuánta estéril hazaña!
¡Cuántos tajos y reveses!
Así bajo la guadaña
del segador caen las mieses.
–¡Ríndete –le grita alguno–,
tu esperanza es ilusoria…
Somos ciento y eres uno,
y es nuestra ya la victoria.
Con tranquilo parecer
y altanero sonreír
–Si es imposible vencer
no es imposible morir,
dijo el soberbio adalid,
y espoleando su bridón
cayó en la revuelta lid
destrozado el corazón.





FAREWELL

La curva de los mares
dilata el horizonte,
y mi nativo monte
no alcanzo a contemplar
¡En él queda mi alma!
De muerte herida el alma
¡oh patria! te abandono a mi pesar.

Los malos se alborozan
cuando los buenos gimen;
arriba se halla el crimen
ceñido de laurel,
y un César se levanta
que, con inmunda planta,
holló de la República el dosel.

Me arroja al extranjero
mi fe en la Democracia;
allí de la desgracia
me espera amargo pan;
mas ¡patria que amo tanto!
tu nombre sacrosanto
mis labios sin cesar bendecirán.

Amiga cariñosa
del pobre peregrino,
no llores... El destino
nos juntará a los dos
La noche por el cielo
extiende ya su velo...
¡Patria, amores, adiós, adiós, adiós!






Rimas "Los Gloriosos"

"Fue rayo de la guerra Bonaparte;
su sangriento estandarte
de nación en nación, de gente en gente,
tuvo sólo por pérfido baluarte
despotismo insolente."

"Y Colón con su genio sobrehumano,
armado de una cruz y de una espada,
nos trajo al continente americano
todo el horror de la conquista armada
y hierros puso al pensamiento humano."

"No se impone el progreso con la lanza
ni trajo libertad el cesarismo,
nunca emblema del bien fue la matanza
ni antorcha luminosa el fanatismo."

"Dominador, del aire y del abismo,
Jorge Chávez logró más alto nombre.
Si en la tierra y el mar imperó el hombre,
y en los aires el águila siniestra
negando a toda exploración acceso,
a la Aviación, que es ciencia y es progreso,
subordinó su orgullo soberano.

La gloria de este triunfo es gloria nuestra
porque es gloria de un ínclito peruano.





Verbos y gerundios

Ricardo Palma


  
Verbos y Gerundios no es un catecismo de gramática para la escuela, sino un precioso tomito de poesías del simpático escritor peruano Ricardo Palma.

Si os complace ver siempre la cabellera desgreñada, la faz siempre pálida, los párpados siempre sombríos y las pupilas siempre húmedas de la poesía lacrimosa, no os aconsejamos leer Verbos y Gerundios.

CARLOS AUGUSTO SALAVERRY.
París.



  
A CRISTINA

En 1870 formé el propósito de no publicar más tomos de versos. Te has empeñado en hacérmelo quebrantar, y, a fin de que compartas con tu esposo la expiación de tan gordo pecado, te dedico el libro.

Lima, junio de 1877.





   


 La última copita

Ayer, entre dos luces,
casi me di de bruces
con un pobre borracho
que, sin norte ni rumbo,
daba por esas calles tumbo y tumbo,
enriada ya la dignidad a un cacho
y hecho de la moral un higo chumbo.

    Perdone usted, me dijo, caballero.
¿La plazuela de Otero?
Es, señor, ese pícaro italiano,
dueño de la chingana de la esquina,
vende un aguardientito tan liviano
que es cosa más que rica y que divina.
¡Ese aguardiente sí vale la plata!
Dicen que lo adereza
mezclando motocachi con cereza.

    Treinta copas bebí, no es patarata,
y tan fresco quedé como una horchata,
prueba de que no es mala mi cabeza.
Mas de yapa, al salir, por mi desdicha,
obsequiome el bachicha
un traguito, y... ¡vea usted lo que me pasa!
Que si atinar no puedo con mi casa
y estoy dando traspiés y sin levita,
es por culpa de la última copita.

    ¡Tal es la humanidad! Un desatino
con otros anteriores se eslabona.
¡Trueno gordo! Un gran mal nos sobrevenino
que a otros males le sirve de corona.
Y no culpamos nuestros hechos todos
sino que, como lo hacen los beodos,
lo atribuimos, con cólera infinita,
       a la última copita.




 Lo de siempre

Si llega a ser gobierno el rey Perico
¡ya verá usted, mi amigo, lo que es rico!
Pondrá coto al derroche
y no andarán los pícaros en coche;
no bailará el ratón dentro del queso
y libertad tendremos y progreso;
y habrá tal abundancia
en aldea y ciudad, plaza y esquina
que, como lo anhelaba un rey de Francia,
todos tomarán caldo de gallina.
No tendremos ni chinches en la cama
si cumple don Perico su programa,
y seremos, mi amigo, tan felices
que hasta al que es chato le saldrán narices.
Con tal que cumpla, cuando se halle arriba,
¡viva Perico! ¡Viva! ¡Viva! ¡Viva!

    Tras de una cachetina
de esas de cuerda, bombo y chamusquina,
el rey Perico, al fin de la jornada,
cálzase la prebenda suspirada,
y ¡mire usted qué hallazgo!
con el otro moríamos de hartazgo,
y con este tenemos ¡voto a sanes!
el milagrito de los cinco panes.
La casa los ratones han limpiado
y ni estaca en pared nos han dejado;
nadie tiene seguro su pellejo
y adelanta el país... como el cangrejo.
-Pues, muchachos, cambiemos de bandera,
¡muera Perico! ¡Muera! ¡Muera! ¡Muera!

    Ante tal batahola me amilano,
sospecho que tuvo ciencia infusa
la viejecita ruin de Siracusa
que a los dioses rogó por el tirano.

  


Baúl cerrado

Dicen que dices que me dijiste
no sé qué historia del corazón,
y qué ojerosa te hallas y triste
porque recelas mi indiscreción.
¡ Vaya una tonta de flor y rama!
Si yo la diese circulación
conquistarías más alta fama
       que Napoleón.

    Capaz me juzgas de que yo diga
que cierta noche, como a las diez...
antes me ahorquen con una liga
que yo revele tal pequeñez.
A más que nada, nada me obliga
para que, usando de avilantez,
cuente el achaque que a tu barriga
       dio redondez.

    Tampoco temas que luzca el cuento
de que engañabas a un tiempo a dos.
Nunca lo ajeno yo doy al viento...
de tal pecado ¡líbreme Dios!
¡Ni soy tan pillo ni soy tan bolo!
¡Baúl con llave soy! Para los
secretos... ¡Vamos!... Me pinto sólo
       acá inter nos.

    Antes que todo soy caballero
y no publico tu liviandad.
¡ Cuál te pusiera como un harnero
la chismografía de la ciudad!
Poner tus gracias en candelero
fuera en mí mucha temeridad,
y yo no hago eso... porque no quiero
darte, mi vida, celebridad





La mujer

Ella de Judas no inventó el beso
que a Jesucristo sacrificó;
ni su alma al miedo prestando asilo
fue ella el apóstol que lo negó.
Lo amó en el triunfo y en el Calvario,
con entusiasmo y abnegación;
incontrastable fue su creencia,
incontrastable su corazón.

    Nos encadena con su sonrisa;
perlas sus lágrimas del cielo son;
llore o sonría, cautiva el alma
con misteriosa fascinación.
Infame el hombre que la calumnia,
que sus virtudes niega ¡traidor!
Amante, esposa, madre o hermana,
quien mujer dice, nos dice: -¡amor!






La poesía

¿Es arte del demonio o brujería
esto de escribir versos? - le decía
no sé si a Calderón o Garcilazo
un mozo más sin jugo que el bagazo
enséñeme, maestro, a hacer siquiera
una oda chapucera.
-Es preciso no estar en sus cabales
para que un hombre aspire a ser poeta;
pero, en fin, es sencilla la receta.
Forme usted líneas de medida iguales
y luego en fila las coloca juntas
poniendo consonantes en las puntas.
-¿Y en el medio? -¿En el medio? ¡Ese es el cuento!
       Hay que poner talento.

  




Confidencia

Jóvenes ambos: él, todo nobleza,
    amor y abnegación.
Ella, toda hermosura y gentileza...
    coquetismo y traición.

Que fue ayer me parece -y han pasado
años sobre los dos-;
ya una cana ella oculta en el peinado,
y él, que tanto la amó, se ha vuelto a Dios.

Olvidarla, en la celda solitaria,
    es vano pretender,
que cuando a Dios levanta su plegaria
en ella mezcla un nombre de mujer.

Y para él, el recuerdo de la impura
    vive en el corazón
como áspid venenoso, y lo tortura
y muerde como pérfido escorpión.

Y ella, con burla impía, dice en tanto
de un banquete en el loco frenesí:
-Si llega a hacer milagros ese santo,
    clávenmelos a mí.

    


Al poeta Adolfo García

Las tus trovas falagüeñas
a doncellicas e dueñas
    non son dardos;
ca non tiempos son aquestos
de los joglares apuestos
    e gallardos.

En tu pénnola polida
cobra dulcedumbre e vida
    la canción.
Non han tus ritmas desmedro
con las ritmas del don Pedro
Calderón.

Empero a ser meresciente
de burla malediscente
    non te val,
Nin doña Virgen María
e toda la behetría
    celestial.

E cata que agora se usa
ser vocinglera la musa,
    non sirena.
Tiempos de barraganía
son los de ogaño -diría
    Johan de Mena.

Mal maridada ¡qué mengua!
De Alonso el Sabio la lengua
    majestosa,
va con palabras de allende,
e ansí ya non se compriende
    muy grant cosa.

La sotil e gaya ciencia
non finca su preeminencia
    principal
en la natural semblanza,
que fue de prístina usanza
    poetal.

Nin cuemo antaño sesudos
son los prestes capilludos
    en poridat,
que en leturas y sermones
pecan sus lucubraciones
   de pobredat.

Non con frasi noblescida,
sí de la Galia venida,
    el scriptor
fama adquier de imaginero,
e de home ilustre e mañero,
    e sabidor.

Mi copla homilde te avisa
que scribas non de otra guisa,
    por tu bien,
que cuemo se estila ogaño.
Sálvenos de cuita e daño
    Dios. Amén.

  


Cuentecillo

 En un corro de malos comediantes
uno decía a la demás canalla:
-Señores, mi caballo de batalla
es el Nerón, tragedia en asonantes.
Qué aplausos ¡voto a cribas! he alcanzado.
Vamos... ¡si aquello no es para contado!
Tanto valdrá discurro
las estrellas contar. -Y en esa pieza
(preguntó otro moviendo la cabeza);
¿Qué papel desempeñas? -El de Burro  





La gata zapatera

(Imitado de Heine)

¡Vaya! ¡Vaya, si es pícara la gata!
Más vieja que la sarna y la ronquera,
echándola de honrada y de beata
       se metió zapatera.
Para correr ya medio patizamba
se dijo: -Pues salir de aquí no puedo
por causa de mis males ¡qué caramba!
no siempre me he de estar chupando el dedo.
Fue, pues, lo de poner zapatería
       pura alcahuetería.
    Adornó la ventana con chinelas
de terciopelo y raso;
y las jóvenes ratas, coquetuelas,
       detenían el paso
hechizadas ante esas bagatelas;
mas no pasaban de la puerta el quicio
       por miedo a un estropicio.

    Al fin una, refieren los anales,
llamada Chepitinga la Elegante,
rata muy pizpireta y remonona,
       muy echada adelante
y criada en finísimos pañales,
se aventuró a decir: -¡Hola! ¡Patrona!
Hay botas con taquito a lo Luis quince
       de las de última moda?
Y contestó la gata que era lince:
      -¡Pues no ha de haber, hijita!
-Las compro si no valen mucha plata,
que andan los tiempos por demás fatales,
y a mi papá, que es medio civilista,
ha meses no le pagan la revista.
       -Entre la señorita,
(muy zalamera continuó la gata)
ya verá cómo el precio la acomoda.
Entre la linda niña;
por duro más o menos no habrá riña.
En mi tienda se calzan, no es embuste,
       las ratas de más fuste.
Entre para probarla una botina
que usa la emperatriz de la gran China.

    Chepitinga, animada, tomó asiento
       y echó a lucir la pierna.
¡Qué pierna, Jesucristo! ¡Era un portento!
¡Redonda, limpia, trasparente, tierna!
De esas piernas tan pródigas de encantos
que hacen prevaricar hasta a los santos.

    Trajo la zapatera un taburete
y, cogiéndola un pie, la echó grillete,
a la vez que, con pérfida destreza,
un mordisco le daba en la cabeza
       diciéndola: -Hija mía,
conmigo te cayó la lotería.
Por afición al lujo te has perdido
como tanta ratita mentecata
que, por no usar zapatos con zurcido,
engatusar se dejan por la gata.





Cuentecillo

¡Fuego! ¡Incendio! La turba clamoreaba,
    las campanas tañían,
la tropa de bomberos se agitaba
    y los perros gruñían.

Un poeta novel y mujeriego
    dijo en tal ocasión
a una chica: -Yo sé donde es el fuego.
    -¿Dónde? -En mi corazón.

Y la muchacha contestó al doncel:
    -Pues, hijo... ¡agua con él!

  



A Adriana Buendía

Perdona, si estás molesta,
mi falta de cortesía
porque dejé el otro día
tu inspiración sin respuesta.
       Un mi amigo
dijera (yo no lo digo):
Dios me hizo así tan así,
tan a etiquetas contrario,
que es el social formulario
cosa inútil para mí.

   ¡No! No soy un hotentote
montaraz y mal criado,
ni la fama he conquistado
de tonto de capirote;
       si no que
tanta mi sorpresa fue
al mirar que un serafín
se acordaba de mi nombre,
que me achispé, no te asombre,
y se me acabó el latín.

    También te diré, en confianza,
que pensé escribirte en prosa;
mas contestar a una hermosa
en prosa vil no es crianza.
       Y la musa
que ha tiempo que me rehúsa,
con obstinación fatal,
el favor que antes me hacía.
En mí es ya la poesía
anticonstitucional.

    Y hay razón. La musa en tanto
es mujer, y el entrecejo
de quien ya va para viejo
debe de causarla espanto.
      Si no fuera
así, paloma hechicera,
hoy por hoy una canción
romántica te enviaría,
en la cual te endilgaría
todo un credo cimarrón.

    Hasta en tu nombre gentil
embeleso encuentra el alma,
y se acuerda de Djalma
y Adriana de Cardoville.
       Mira, mira,
niña de la dulce lira,
que a ser yo aún trovador
de galantería extrema,
de sobrarme hubiera tema
para una flor y otra flor.

    Pero, en fin, ¿cómo ha de ser?
Do llega tarde quien llega,
y el que con candela juega
peligro corre de arder.

       Muy bonito,
Adriana, encontré tu escrito.
Hay hechizo en tu laúd,
y presiento, niña bella,
que a ser llegarás estrella
de primera magnitud.

  


¡¡¡Vicente Escobar!!!

De Caín la leyenda fratricida
eterna habrá de ser sobre la tierra,
y en vano la moral escarnecida
predica sin cesar: -¡Guerra a la guerra!
Dios a todos los hombres hizo hermanos,
y ellos huyen vivir en armonía,
y, sangrientos milanos,
se despedazan en contienda impía.
Y se esconde, entre duelos tan prolijos,
la luz de un porvenir consoladora,
y la patria infeliz, la patria llora
viendo caer a sus mejores hijos.

    Y tú también, de juventud y vida
lleno y de abnegación y de heroísmo,
cual águila caudal del plomo herida
¡caíste del no ser en el abismo!
Generoso y leal, nada ha manchado
las hojas bellas de tu breve historia,
y en tu modesta tumba de soldado,
florecen los laureles de la gloria;
y amigos y enemigos
de tu esfuerzo testigos,
ante ella siempre inclinarán la frente
para decir: -Aquí yace un valiente.

  


Crónica religiosa

Hanme contado, Belén,
que ganaste el jubileo
Dios te haga una santa, amén,
y te acuerde todo el bien
que yo para mí deseo.

    Supe que en la procesión
pasaron cosas no vistas
y que ibas tú, corazón,
realizando más conquistas
que César y Napoleón.

    Ceñida al talle gentil,
que cubre negro sayal,
¡correa descomunal!
¡Y rosario de marfil
con misterios de coral!

    ¡Vestida de penitente!
¿Y no te dejaste en casa
esa sonrisa elocuente
y esa mirada que abrasa?
No lo entiendo, francamente.

    ¿Peinada de caballito
cierto es que ibas serafín?
¿No sabes tú que el Maldito
inventó ese peinadito
que hace al hombre hablar latín?

    Dirás que esto es una homilía
propia del púlpito mismo;
pero el cristiano ascetismo,
muy poco o mal se concilia
con mundanal coquetismo.

    Por eso dijo un tronera,
que en este siglo liviano,
es moneda callejera,
llevar a Dios en la mano
y al diablo en la faltriquera.

  




 Herodías

(E. Heine)

En su mirada ardiente
reflejábase el brillo del Oriente;
tan esbelto y flexible su talle era
que envidiarlo podría la palmera;
y el beso de su labio regalado
dulce era cual la fruta del granado.
Si era ángel de almo coro
o demonio, lo ignoro,
que en cuestión de mujeres
nunca acordes están los pareceres.
¿Ni quién deslindará do la belleza
cesa del ángel y el demonio empieza?

  




 In extremis

Éste es mi irrevocable testamento,
y dé fe su merced el escribano
yo Juan de Mata López y Sarmiento,
católico, apostólico, romano,
próximo a dar el postrimer aliento
en el santo hospital carmelitano;
lego, por bien del alma de mi hermano,
misas catorce... y por mi abuela, ciento.

    Ítem: declaro no dejar ni un Cristo,
alhajas, mobiliario ni dehesas;
que en la pobreza imito a Jesucristo.
-¿Y de dónde saldrán las misas esas?
-¡Qué borrico es usted, por vida mía!
¿De dónde? De la misma sacristía.




Sedán

(De Víctor Hugo)

 Es grande Lucifer en su caída.
Algo del apoteosis hay en ella.
En su inmensa catástrofe una huella
de vivísima luz puso el Señor.
¡Bonaparte cayó! Luces y nieblas
rodean su memoria soberana.
Queda la duda en la conciencia humana,
sobre el mal que hacen los que grandes son.

    Cuando asciende un gigante a las alturas,
imitarlo pretende hasta el pigmeo
no alienta en un enano un Prometeo.
Quien nació chico, chico quedará.
Y Dios, para lección de los mortales,
 tras la epopeya la parodia trajo,
y así vimos un triste renacuajo
caer desde una altura colosal.

    Era el crimen ese hombre. Era preciso
que al caer ostentase su miseria,
Histrión infame, que en infame feria
revistiera la púrpura imperial.
Y al caer entre el lodo, el mismo lodo
se avergonzó de recibir sus manes...
¡César! Asco inspiraste aún a los canes
y náusea al inmundísimo albañal.




Heroicidad

 ¡No bebo más! ¡No bebo! -repetía
uno a quien siempre conocí borracho;
no quiero ser más débil que un muchacho.
Alguna vez tengamos energía.
¡Nada! Aunque Cristo Padre me lo mande,
juro no tomar más, chica ni grande.

    Esto diciendo, lo encontró su amigo
Juanito Papa-higo,
que es otro borrachín de tomo y lomo,
y díjole: -¡Alto ahí! ¿Qué es eso? ¡Cómo!
¡Qué! ¿No remojaremos la palabra?
Abra usted, patrón, abra,
el ventanillo y sirva prontamente
dos copas de emoliente.
Cortaremos la bilis que ella estraga
el hígado y el bazo... ¡Soy quien paga!

    El otro vaciló; porque terrible
era para él la tentación aquella;
pero a la postre consiguió vencella,
y contestó con voz desapacible:
-Dispénsame... no bebo... lo he jurado.
-¡Pues anda a cazar moscas, renegado!

    Y nuestro hombre siguió la calle arriba
exclamando: -¡Que viva!
¡Vaya si soy valiente!
Tengo el alma templada como acero.
No hizo lo que he hecho Napoleón primero.

    ¿Cómo a la tentación resistir pude?
No seré yo quien de prodigios dude
que obra la voluntad omnipotente.
¡Heroico es lo que yo hago!
Entremos donde Broggi... francamente,
tamaña heroicidad merece... un trago!

  


Palabras

de Netzahualt, rey de Tezcuco

La pompa mundanal se me figura
de los sauces coposos la verdura;
o el agua del arroyo enrarecida
que no vuelve al caudal que le dio vida.
Lo que fue ayer no es hoy. Sobre el mañana
nada osará afirmar la ciencia humana.
Los sepulcros, en polvo pestilente,
encierran al que ayer fue omnipotente.
Es la gloria, quimera que el hombre ama,
de otro volcar Pocatepelt la llama.
¡Nada sé! ¡Nada sé! Que el cielo esconde
la misteriosa cifra que responde
al enigma fatal, enigma sumo...
¡Todo, sobre la tierra, todo es humo!

  




Corazones

(De Enrique Heine)



- I -

 A sus ojos y boca,
a toda su belleza juvenil,
       mi fantasía loca
entusiasta rimó conceptos mil.
      ¡Ah! qué trova más bella,
qué soneto tan lindo y qué canción
al corazón la hiciera; pero ¡ay! ella
no tiene corazón.



- II -

¡Cuál brillaba en el baile de palacio
       tu diadema, alma mía!
¡Rubí, zafiro y ópalo y topacio!
Diadema de tan rica pedrería
una reina del Asia envidiaría.
Pero de esos brillantes con que pueblas
tu faz, ninguno tiene irradiación
que a iluminar alcance las tinieblas
       que hay en tu corazón.


- III -

       Tú vertiste veneno
en mi alma de poeta, y mis cantares
amargos como la onda de los mares
       y envenenados son.
       ¿Cómo pedir a mi alma
cánticos dulces, trovas inocentes,
cuando traigo escondidas mil serpientes
       y a ti en el corazón?


- IV -

De tus mejillas las purpúreas rosas,
de tus manos las blancas azucenas
       siempre lozanas son.
Siempre son primaveras deliciosas
tus horas dulces de ilusiones llenas...
¡y mustio sólo está tu corazón!


- V -

Tocaron las trompetas botasilla
y a escape penetraron en la villa,
luciendo cascos bien empenachados,
los hulanos azules y encarnados.
¡Qué confusión! ¡Qué gritos! ¡El estruendo
de las armas alzaba un eco horrendo!...
Al fin buscan posada... ¡Qué locura!
Conozco el corazón de una perjura
       que dar puede (no miento)
       posada al regimiento.






El árbol sin rival

(Cuentecillo)

-Es eucalipto, es fresno, es atrapea
ese árbol primoroso
que en su jardín se eleva tan frondoso?
¡Qué sombra! ¡Qué frescor! ¿Quién no desea
un árbol tal? -decíale a un ricacho
ayer cierto mancebo vivaracho,
y el dueño del jardín lanzó un suspiro,
contestando: -¡Ay! mi amigo, según miro,
ignora usted la historia
de ese árbol en que cree cifro mi gloria,
y que, en medio de tanta preeminencia,
por siempre ha envenenado mi existencia.
Dos veces viudo soy. Mis dos conjuntas
de tal árbol se ahorcaron en las puntas.
¡Dolor no habrá cual mi dolor tremendo!
¡Salid sin duelo, lágrimas corriendo!
Y el infeliz marido
rompió a llorar de la aflicción vencido.

    En tanto el mozalbete así decía:
-Pues, hombre, es un motivo de alegría,
es síntesis de todos los placeres
tener árbol que, entre otras perfecciones,
luce la de inspirar a las mujeres
tan gratas tentaciones.
Por si me enrolo un día
de San Marcos en la archicofradía,
merecer de usted quiero un gran servicio,
que me ha de redundar en beneficio.
Poco, muy poro mi amistad reclama:
cuando lo pode usted... deme una rama.

  


A una beata

 En tiempo de Diocleciano,
guapo emperador romano,
floreció Santa Nefija,
de la cual se habla prolija-
mente en el Año cristiano.

    Y refiere de la tal
un muy docto historiador,
algo que prueba en rigor,
que ni pecado venial
es besar al pecador.

    Persiguiendo el cristianismo
aquel bárbaro, a los fieles
condenaba al ostracismo,
si no hacía el barbarismo
de echarlos a sus lebreles.

   Fue la santa desterrada,
y en ello fue bien librada,
que él, con feas o bonitas,
no se andaba con chiquitas
para hacer una gatada.

    De llegar hubo a una ría,
y no teniendo dinero
para pagar al barquero,
le pagó... ¡quién lo diría!
con un baso bullanguero.

    Sí, tras el toque de queda
comer ansiaba una hogaza.
un beso daba muy leda,
que eran sus besos moneda
bien aceptada en la plaza.

    Si limosna la pedía
alguien, por amor de Dios
la santa se detenía,
y así... sin gazmoñería...
daba un beso , y hasta dos.

    Y de esa santa en elogio
y ajeno a toda diatriba,
casi, casi a decir iba,
que en todo el martirologio
no la hay más caritativa.

    -Pero ¿todo eso es verdad?
-Y la purísima, hija.
Si aspiras a santidad,
conmigo haz la caridad
que hacía Santa Nefija.

  


En un álbum

Mejor que las románticas canciones
de un vate, cuyo numen no es gran cosa,
serán ¡oh niña de la tez de rosa!
de mi afecto las francas expresiones.

    Que no mueran jamás las ilusiones
en tu alma juvenil y candorosa;
que del mundo en la escena borrascosa
hagas de amor latir los corazones;

    Que disfrutes de honores y fortuna;
que afanosos te busquen los placeres;
que no halles de aflicción hora importuna
y que te envidien todas las mujeres...
Y si con esto, en fin, no estás contenta,
dete Dios... la vejez de la pimienta.

  



¡¡¡Adolfo Valdez!!!

Fosa humilde, en región hospitalaria,
encierra al peregrino trovador:
no vibra ya de su apacible lira
el melodioso, delicado son.

    No le halagó la dicha en su camino;
la adversidad su juventud gastó;
y arrastraba la cruz de su infortunio,
alegre el rostro, enfermo el corazón.

    En su mente el ideal resplandecía
como en el éter resplandece el sol;
noble y leal, su espíritu valiente
siempre contra lo injusto protestó.

    Y en esa lucha desigual, tremenda,
el poeta rendido al fin cayó
digno y sereno, cual caer debía
en la Roma pagana el gladiador.








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