lunes, 3 de febrero de 2014

DARÍO LEMOS [10.878]



Darío Lemos

(1942 -1987)
Nació en Jericó, COLOMBIA  en 1942. 

Darío Lemos, poeta de Jericó 

Autor: Iván Guzmán López 


Vamos a detenernos en éste, el poeta jericoano, el más joven de la logia de los Nadaístas. 
 
El Nadaísmo tiene su mérito literario y social; “al declarar que su empresa no es destruir el orden establecido sino desacreditar ese orden, los Nadaístas emprenden una lucha sin cuartel contra el establecimiento político y cultural de Colombia. Combatir la violencia que desangra el país por esos años, con la virulencia de la poesía y el arte, es el principal objetivo de los Nadaístas, quienes firman sus manifiestos como poetas geniales, locos y peligrosos”. Y por ello el Suroeste antioqueño tiene que acogerlos como una generación de muchachos, a los que en buena parte hoy debemos una concepción más avanzada de lo social y un catalizador de las costumbres literarias, políticas, religiosas y culturales de entonces. En los citados años 60 se constituyó en la más irreverente propuesta literaria, en consonancia con otros movimientos de vanguardia en América latina, Europa y el mundo. Darío Lemos enfermó muy temprano de existencialismo, mal que hacía estragos en Europa, y que llegó a Colombia de la mano de escritores como Jean Paul Sartre, Martín Heidegger, Federico Nietzsche o Soren Kierkeggaard, y que encontraron terreno abonado en la violencia que siguió al asesinato de Jorge Eliécer Gaitán y al desarraigo campesino que invadió entonces a pueblos y ciudades. Darío Lemos se paseaba, o mejor, vagaba por las calles de Medellín, perseguido por los poetas malditos y por sus propios fantasmas. De tal suplicio brotó una poesía honda, autentica, que encontró espacio en la rica solidaridad Nadaísta. 

En su primer poema, escrito a los 11 años, donde se observa alguna influencia quizá de Juan Ramón Jiménez, ya se vislumbra un “Nadaísta”, un inconforme que quiere expresar la realidad en la contundencia del verso: 

“Todo lo mismo. El naranjal, la fuente 
regando su canción bajo los pinos, 
la misma sutileza del ambiente 
y los mismos campesinos (…). 

Nadie pude expresar, mejor que él, la singularidad de Darío Lemos: 

“Yo soy de nombre y apellido dariolemos. Todo el mundo cree que dice una gran verdad cuando declara que existe. Yo digo para contrariar la verdad que yo no existo. Mido 1,76 en verano y 1,78 en invierno. Soy la dimensión de las estaciones. A veces, cuando no tengo que pensar, mido por kilómetros la angustia y la inutilidad de vivir. 

Visto simplemente, sin exageraciones, con un formidable desdén por la moda. Tengo chaqueta de aviador que nunca estuvo en la guerra. Vivo de la poesía, o mejor, la poesía vive de mí. Nunca tengo dinero, ni me interesa. Tengo en cambio abundantes amigos que pagan por mí en tributo a mi genio y a la amistad que les concedo por minutos, pues nadie es digno de mi compañía. Las mujeres se derriten de deseos bajo este sol tropical, porque yo cobro las miradas y los besos a precios muy altos y generalmente en dólares. 

¿Qué más puedo decir de un poeta excepcional como yo? Bailo rock and roll cuando la marihuana relaja mis músculos... De noche, cuando la ciudad duerme, me provoca asaltar a los ciudadanos, abofetearlos y gritarles que van a morir que desocupen la soledad, esos dominios de la poesía en los que me paseo como un emperador. 

En síntesis, soy un poeta sin antecedentes, y no dejaré sucesores. Conmigo nace y muere la poesía. No diré otras cosas porque no duermo esta noche. ¡Ah, se me olvidaba decir que no amo a nadie, y que nada me interesa! 
Su último poema, hermoso, fulgurante, a la manera del gran poeta ruso Vladimiro Vladimirovich Mayakovski, dice: 



Ahora que puedo no sólo mirar sino “ver” desde mi cama 
las aguas de un mar sin sal y sin ahogados; 
ahora que puedo guardar esas montañas en el bolsillo 
donde guardaba los cigarrillos amargos; 
ahora que ya casi viajo donde el animal tiene que viajar, 
voy a mirarlo todo con sonrisa de armonía sangrante, 
voy a ponerme nuevamente la pierna derecha, 
voy a poner un serrucho en cada encía 
y voy a “vivir” hasta que muera. 
Y posiblemente amaré las mañanas 
y nuevamente algún crepúsculo peinará mis cejas. 
¿Crees alma mía que este cuerpo fatigado y rebelde, 
medio cuerpo que antes fuera armónico, 
quiera soportar más esta tierra deslucida y cruel? 
¿O mi cuerpo agrietado permanecerá eterna tea? 
¿Llegarán los vientos como las argollas 
que llegaban a mi niñez de pececito sabio 
a refrescar los latigazos de bambalina 
con que mis padres y sacerdotes españoles 
castigaban mi manera de mirar azul? 



Olvidado de todos, hasta de sus amigos que antes lo saludaban fervorosos cuando pasaban por Versalles, sobre el pasaje Junín; perdido de la memoria de los que antes ponderaron sus versos; atacado día y noche por la gangrena que devoraba su pierna, murió el poeta de Jericó, en abril de 1987; murió fiel al Nadaísmo. De 45 años en la piel, en la poesía y en el corazón, murió balbuciendo, con un optimismo algo raro para un hombre como él, estos versos: 


“¡El cielo brilló! Aquí voy a lo eterno. Vengan mis dioses amigos y beban conmigo esta alegría (mosto de la mejor uva de cualquier viñedo). 

Muero de feliz. Adiós cárcel. Estoy preparado. Me voy a vivir con Gonzalo y con María de las Estrellas al lado de Dios que es la última posibilidad”.

Eduardo Escobar, Jotamario Arbeláez, Darío Lemos, Juan Manuel Roca

y Juan Gustavo Cobo Borda.




POEMA

Mi alma no soporta los lugares.
Estoy solo, pero una cortina interna me ciega
y hace mi piel mil veces más pesada.
He aquí que respiro sólo humo
y a veces quisiera matar a esa señora.
¿Seré yo el hundido de mi generación?
¿El que no mentirá para obtener el oro?
¡Ah!, yo mentiría por el oro
para poder regresar
y ver el paisaje y quedarme dormido sobre esos dos cuerpos.
Soledad, refréscame.



Darío Lemos, Poeta Maldito

Blog dedicado a recuperar la obra de Darío Lemos, dado el olvido histórico por parte de los antologistas del nadaísmo. Actualmente se prepara la publicación de una antología con la obra poética de Darío Lemos, Poeta Maldito.


http://elgranpoetanadaista.blogspot.com.es/


El ahogado en la memoria

Boris, amarillo mío,
caballito para montar huyendo de los calabozos,
ven porque han tomado mi alma los jueces para cubrirse del sol
y el verano en esta cárcel rasca las vísceras;
y aunque salgo de la celda en las mañanas encontrando que la luz no ha terminado para el hombre,
revuelco mis costados en fricción con costillas de otras cicatrices;
los pequeños carros donde llevan la sopa para tres mil digestiones
trituraron los dedos de mis pies,
estoy caminando en la cabeza,
soy el ciego que no tiene brazos.
Hoy me deslumbra la alegría cuando pienso que tienes cinco años
y no puedes comprender cómo tengo la mierda hundida hasta los ojos.
Y sin embargo miro el cielo y las palomas volando en el huevo dorado de verano sobre la capilla
como hojas blancas que se escapan del sumario
que lanzará, hijo mío, mis cosas a la luz,
a tu lado,
y los domingos nuevamente iremos a ese parque del concierto
donde las palomas son distintas a estas palomas de la cárcel.
(Mi barba creció, muñequito amarillo, y estoy muy parecido a Dios).
Todo el día acarician mi cuerpo los guardias requisando
y en cada bolsillo sólo encuentran pedazos del alma
y el recuerdo que tenía de ti, hijo, antes de tu nacimiento.
Siento miedo cuando la celda está oscura
y a través de la reja observo la ciudad abajo donde existe aire
y el hombre no se asfixia.
Olvidado tu rostro no puedo dibujarte en la memoria.
Sólo sé que tu boca es mi boca,
tus cosas son mis cosas cuando yo era un nene que azotaban,
y el mar que hay en tus ojos gredosos es el mar que siempre he llevado como sal que se queda en las axilas.
En la noche, hijo, los prisioneros cantan y sus cicatrices brillan,
como estrellas largas que perdieron su control en el espacio.
Acostado está el ciego que imagina que esto es un campo de flores,
sólo escucha el gemido de los hombres que agonizan en los calabozos.
Niño de carne de mamoncillo y mamey perfumado
sálvame porque estoy en la tierra y no tengo alas;
ábreme las esposas que necesito fumar con las dos manos.
Alimenta tu cuerpo tibio de helicóptero que gira eternamente
para que la leche y las legumbres suban a esta montaña donde queda la cárcel
y fortalezcan mi cuerpo de aguja.
El tiempo se quedó atravesado en el verano
donde los minutos han sentado sus nalguitas minuteras.
Hace un siglo que no escucho hijo tus cuentos rojos y tristes,
negros y felices.
He muerto mil veces ahogado en la memoria,
la época de los escarpines y los escorpiones,
los primeros sonidos de muñeco que levanta el pecho,
tus deditos sabios como pájaros pequeños sobre la baldosa,
el olor a lana que dejaste en la litera de ese tren que terminó en el mar
para que tus cosas se purificaran y tus ojos se abrieran como campos de golf.
Bajo el musculoso bosque de bocas que mastican sin dientes
camino en las manos que antes limpiaban tu ombliguito hongo,
y en la soledad de la cárcel a veces soy feliz.
En mi celda hay un hombre sin brazos que estalló una bomba
y un ciego que estaba introduciendo su mano en un bolsillo;
pero sus espíritus gigantes subliman la carne ya perdida.
Yo tengo brazos para orinar tranquilamente
pero mi espíritu está extraviado en una selva muy oscura del África.
Mi hijo está vivo como Dios olvidado.






Stop

Llegué al mar. Mi salud es negra.
Mañana posiblemente estaré muerto.
Los pescadores sufren por mí.
¡Son ángeles de mar!
Mi hijo está muy lejos, y ella...
Mañana posiblemente.






¡Aleluya!

¡Aleluya!
Voy hacia el mar.
El tren me mueve y no puedo escribir.
Pero ALELUYA.
Que mis amigos permanezcan en la ciudad.
Ya salí. Es lo importante.
48 horas en este tren.
Ya hablaremos.
No puedo escribir.






Sepulcros pulcros

Cuando tenía 4 años me picaron las hormigas
bajo un árbol maduro de mandarinas fértiles,
pero todavía no teníamos este desastroso cielo azul.
Alma ¿qué hacemos, si no somos piedras para rodar bajando la montaña?
Permaneceremos, alma, pisados por las mismas ambulancias,
esos gritos de los hombres sólo terminarán cuando sean colocados de pie en los sepulcros pulcros,
y si alguien queda llorando en la tierra el viaje de ese bienamado
que utilice el agua de esas lágrimas para refrescar los prados nomeolvides.
No es que yo quiera continuar viviendo,
sino que hoy amaneció un enano brillante a mi lado, disolviéndome.
¿A qué ciudad podría viajar para verdaderamente estar lejos?
La piel no se aleja de la piel,
y la piel del espíritu es lo que respira.
Ahogado el espíritu
comienza la segunda vida.
Esa vida que dejamos en los pequeños bolsillitos de pana donde sólo cabe un dedo.






La muerte deja el cigarrillo

28 años esperando viajar a otro mundo
parecido a este pequeño pocillo de azúcar.
Amo a los hombres, pero sus maneras
me obligaron a sentarme en una silla de ruedas.
Sólo se está limpio verdaderamente
cuando la conciencia ha cambiado de esponja
y no existe cirugía plástica para lacar el alma.
Es cierto que nací para esta época,
pero no puedo vivir con mi queridos héroes.
Voy a viajar muy lejos
                              aunque mi cuerpo permanezca aquí.



II

Cuando salgo con mi hijo lleno
sus manos de flores amarillas
pero él prefiere un tanquecito
de guerra.



III

No puedo estar en la tierra.
No puedo viajar hasta el cielo.
No puedo nadar bajo el agua.
Pero el suicidio es dejar las cosas adorables.
Y no se fuma más.

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Hablando como el viento
Espuma,
eras una niña que asomaba la cabeza por la ventana del auto.
Tu cabeza conocía el viento.
Yo siempre miré las cosas que estaban sobre la tierra como polvo de pantano;
frailes españoles y golpes fuertes en las nalgas con un garrote español,
y basta decir que como niño yo no era más que un pequeño pino
sembrado con mano izquierda.

Estoy hablando como el viento para que solo las voces horribles sean de tu conocimiento.
¡Pero soy un enano! ¡Pero soy un gigante!
Y frecuentemente gritábamos,
aunque difícilmente exista cálculo de voz para algún eco.
Es sencillo,
                   y para comprenderlo,
                                                     tuve que venir a la
                                                     niebla.






Mudanza

Si mueres antes de que mi cuerpo termine,
espérame que no soportaría quedarme sin tus cosas.
Yo me voy pero recuerda mi rostro, nariz y ojos.
Ven y saluda a tu padre desde cualquier nube.
Creo que viviré en desierto o montañita
para toda la vida






Rey del infierno

Yo no salgo a la calle cuando hay luz.
Quiero solamente mi luminosidad.
                Aquí
Como las tortugas duermo.
Soy mi templo.
Me elevo como un globo.
Tengo un gusto propio y el cabello que no quiero peinar.
Estos son los muros donde se pudren mis ojos,
se agrietan las costillas,
reboto como un balón
y voy perdiendo la vida,
desviviendo,
flagelándome.
Pero soy el dueño de mi infierno.
El rey de mi reino.
Aunque todas esas culebras suban a lamer la úlcera,
la gangrena también es sólo mía.
En estas murallas se cae mi piel
todas las flores me colorean
              y son negras






Los cantares del cantor

Tu cabello es morado como los mortiños.
Tu frente es verde como una lisa pizarra negra.
Tus cejas arqueadas son como una pelota lanzada por Pelé.
Párpados azules y pequeños para cerrar y abrir los ojos lentamente amarillos.
Nariz de pavo más real sin luz, pero mirando siempre las cuchillas.
Boca de vaca blanca y dientes de leche.
Cuello de árbol.
Cuerpo rojo.
La piel organiza tu territorio selvático.
Yo para vivir en la tierra conocí una niña
y estuve con ella 8 años bajo el cielo
que ya se acostumbraba a nuestra furia.
Hoy,
        ya,
              somos,
                          tres.
El vientre de la niña padecía como un globo que se infla
        para lanzarlo al aire.
Pero Boris salió por su vulvita oscura.
ya no podré viajar a Pakistán personalmente
pero que no ruede la salchicha más.
Es mejor quedarse sentado sobre el Sol
recibiendo energías por el recto,
y que por fin sean alas nuestros miembros.
La vida es un papagayo bebiendo maracuyá caliente
en un vaso donde sirvieron una nube y no hielo.
Nuestro vaso etéreo.







De la Estancia Primera

Mi alma no soporta los lugares.
El paisaje es bello,
pero una cortina interna me ciega
y hace mi piel mil veces más pesada.
He aquí que respiro sólo humo
y a veces quisiera matar esa señora.
¿Seré yo el hundido de mi generación,
el que no mentirá por obtener el oro?

¡Ah! yo mentiría por el oro
para poder regresar
y ver el paisaje
y quedarme dormido
sobre esos dos cuerpos.
¡Soledad, refréscame!





Agua estancada de la pena

Yo tenía 15 años y escribía unos poemas casi de nutria casi de gamuza,
Tú pasabas como un perrillo de raza con la cabecita al borde de
               la ventanilla en el lado exacto y diagonal a donde yo
               bebía café y el brazo ya quebrado.
(El bar "Miami" murió fue en un incendio).
Y entonces hombre y mujer, muchacho y muchachita más niña aún
fueron dirigiendo sus fuerzas afectivas con una serie de sensaciones
               ópticas,
hasta tal punto que una vez te ví y no quise que me vieras para que
               no me pensaras esa noche,
para que no se hincharan nuestras carnes de cordero tierno.
¡Tú no pudiste evitar! ¡Yo estaba evitando!
Hablo de ésto, de eso que nos condujo a este laberinto
porque si las cosas comenzaron así y llegamos, o mejor, vamos aquí,
querida cónyuge yo no soy el culpable aunque haya causado tantas
               muertes.
Estás viviendo muerta. Yo estoy viviendo muerto
y mi viejo transparente caballito y a la vez niñin de color tibio
está apuñaleado, tiene la cuerda en la garganta,
está muerto, mil veces muerto aunque sonriente como un ángel de
               azúcar
Ah, cómo a través de la mente podré hacerlos revivir?
Pues aquí están mis brazos huesudos que lanzarán comida y techo y
               lecho a la bocaza de mi hijo
Y si tu quieres ensuciar tus dientes y luego lavarlos con lo poco
que puedo ofrecer,
los muertos estarán vivos nuevamente. Si no me amas no importa,
Se trata de Boris, el azul. ¡De Borislemos!






Yo no salgo a la calle cuando hay luz...

Yo no salgo a la calle cuando hay luz
Quiero solamente mi luminosidad.
               Aquí
Como las tortugas duermo
soy mi templo.
Me elevo como un globo
Tengo un gusano propio y el cabello que no quiere peinar
Estos son los muros donde se pudren mis ojos,
se agrietan las costillas,
Reboto como un balón,
y voy perdiendo la vida,
 desviviendo,
flagelándome,
Pero soy el dueño de mi infierno
El rey de mi reino
y todas esas culebras suben a lamer la úlcera
la gangrena también es solo mía.
En estas murallas se cae mi piel
todas las flores me colorean.
               y son negras.






Noches del Sanatorio

No sé como controlarme. Acontece-que-muero de la felicidad. Sentado aquí como
Dios. ¡Estoy exacto!

Todo lo amado lo tengo. Sólo a esta hora puedo hablarte aquí. En el día es
imposible: el grito de los moribundos místicos, la flauta negra y la mordida de las
viejas enfermas o muchachas enfermas que enloquecieron porque un hombre cualquiera
no ha llegado a enseñarles que ellas tienen huecos profundos para respirar,
para enloquecer distinto. Pero en la noche ¡mi querido capitán!, los pacientes
duermen sintéticamente, drogados como ratas, vencidos respirando fuerte como
esos leones que traen los circos en sus jaulas.

Entonces llega el silencio en este hospital y "los bellos durmientes" dejan mi
cabeza clara, puedo ver y oler y sentir el sonido que hace la tierra cuando mueve
su huevo liso en el cosmos. Y yo? Yo por qué aquí, así, feliz? Hoy estoy aquí
porque necesitaba estar aquí, para después sentarme sonriente sobre el mundo. Yo
sé de que se trata cuando un hombre tiene en el rostro muchas piedras. Yo sé que
veremos en nosotros muchas cosas, pronto, muy pronto, porque mi limpieza
cerebral es absoluta.


Darío Lemos, Juan Gustavo Cobo Borda, Eduardo Escobar y Juan Manuel Roca.



El Camino Rocoso de la Soledad...

El camino rocoso de la soledad es blando.

Por que los poetas de mi generación han sonreído más, yo soy el anónimo con mis
poemitas guardados como gigantes en cajita de vidrio. Yo estuve con Genet en la
cárcel y con Artaud en el sanatorio, yo ayudé a despegar la oreja que cercenó Van
Gogh vilmente, y soy el marginado, vituperado acediado de demonios blancos
luminosos, que quieren ser dolor en mí, pero mi "mundo" gira en un sentido
común, para mí, por que no me entienden. Si yo matara a mi hijo no me entenderían.

No conocen el amor de la sangre.

Sucede que no puede quedarme en los objetos, me maltratan casi como me duele
y purifica Boris.

¡Y ha llegado Jesucristo a mi alma! Luz soy y soy número 7, amando dos puedo
ser no el ¨solo" sino el "solitario". Los ancianos no comprenden lo que dicen los
niños, por que los niños son ángeles y los ancianos ancianos. Ahora comprendo
por que nado mejor cuando lleno la piscina de sangre, que reflejada en el sol
parece vino. Abriguémonos soledad hasta luz.

Pero embriaguémonos y comamos culebras!

Solo la salvación está en el veneno que rechaza el espíritu. Soy un ángel que no
hago mucho ruido con las alas para no despertar a los habitantes cuando salgo y
aleteo un poco en el sitio donde mi hijo respira y tiene heridas las manos.






Poema de mi idiotez

Estoy desesperado porque no llueve
porque Dios se olvidó que Darío calla si no llueve
               estoy marihuano
siento en el estómago alacranes y fósforos de guerra
espero suicidarme cuando acabe el cigarrillo
               ahí va...
Voy llegando a cualquier encrucijada
las glándulas arreglan sus ropas para el viaje
voy a vivir al otro lado
también hay cine
y la cerveza es sangre de las vírgenes
Dios necesita un compañero loco
que le ayude a ponerse sus manoplas
y lo lleve cuando ebrio a su buharda.
Me voy en el bus del infierno
no quiero morir sin comer mandarina
con yodo y con alambre
sin comerme un buho asado al calor de unos brazos.
No me gusta el frente de las casas
No me importan los avisos de Neón ni sus maridos.
               Hablo con mi boca
               fumo con mis ojos
No quiero ver mujeres con los brazos lelos







HABLA DARÍO LEMOS (1942- 1987): 
NO SOY UN GENIO, SOY UN ILUMINADO


Por: Reinaldo Spitaletta (1956 – ).


Desde hace cuatro meses tiene prisa por morirse. Sentado sobre una silla de ruedas, con su cuerpo de aguja y su rostro de Cristo en agonía, el poeta maldito de los nadaístas parece una hoja seca a merced del viento. Ya no duerme en las aceras ni bebe alcohol en los parques de la ciudad. Vive en un refugio para pobres, en donde él quiere morirse de vida y no de muerte. Ahora la gangrena no solo le carcome sus piernas, sino su ánima. Darío Lemos, que ha pasado más de la mitad de sus 43 años en cárceles y sanatorios, mide todavía 1.76 en verano y 1.78 den invierno. Y sufre. No por el dolor, que le es familiar, sino por la reciente publicación de su libro Sinfonías para máquina de escribir.



¿Por qué rompió el libro que le envió Jotamario?

Mi libro es demasiado puro, demasiado bello; pero el prólogo es sucio. Además, creo que hubo mucha inmoralidad de parte de Colcultura. Ese libro no le dejaban salir dizque porque era dañino. Carlo que eso es verdad y yo no tengo la culpa… Entonces el galanismo, no, perdón, Moisés Melo dijo que era dañino para los jóvenes.



¿Por qué es sucio el prólogo?

No sólo el prólogo, sino todo el proceso de edición. Yo no firmé ningún documento. Por lo menos han debido pedirme permiso para publicarlo. Yo no quería publicarlo.



¿Por qué no quería?

Yo dije alguna vez que los poemas cuando se publican son como hijos que se van. Y uno se queda muy solo sin sus poemitas.



La voz del poeta suena gangosa. Sus manos, delgadas como hilos, se agitan como las de un ahogado que busca su tabla de salvación. En la sala del refugio una imagen de María Auxiliadora nos observa. Al fondo, detrás del poeta, a San Juan Bosco se le ilumina la cabeza con un halo de mansedumbre. Y Lemos agrega:

“Es que los nadaístas quieren tener de todas maneras un poeta maldito, quieren tener un Jean Genet. Pero, en realidad, yo puedo enseñarle a Jotamario que sea santo profanador que, sin embargo, logró salvarse.” Era Daríolemos.



Se dice que usted pisoteó una hostia en el atrio de la Metropolitana.

En realidad, es no fue cierto. Yo saqué una hostia y se la envíe a una amiga a Nueva Orleans. Eso fue algo de tipo social… pero no hablamos de eso.



Pero en una ocasión Jotamario le preguntó que sí con la pierna que ahora tiene gangrenada usted había pisado la hostia. Y usted contestó que las hostias no eran tan infecciosas. ¿Es verdad?

Sí, claro. Porque lo único que puede salvar al hombre es el sentido del humor, o del limón.



¿Cómo fue lo de la pierna?

El cigarrillo, maestro. Me amputaron unos dedos, y los médicos decían, hace unos diez meses, que debían amputarme la pierna derecha a ver si me salvaban la otra. No me iban a salvar el alma sino el cuerpo. Ellos son felices con la segueta. Los médicos son muy terroristas.



El poeta muestra una sonrisa triste y desdentada. Habla sobre unas cartas que está escribiendo a Gabo y a Simón González, el intendente de San Andrés, a quién él llama Simón el Bobito. “También estoy escribiéndome cartas a mí mismo. Y mi autobiografía precoz de Rimbaud. Yo tengo una versión de los hombres”.



Y a propósito de Rimbaud usted dice que superior a él.

No. Rimbaud y yo somos amiguitos. Simplemente que él todavía es terrenal. Entre él y yo hay una complicidad: la gangrena. Hace quince años yo ya estaba sentado en mi silla de ruedas. Y hace tres que tengo la gangrena. Fue una premonición. El poeta es un vidente.



¿Pero de pronto usted no quiso morirse a los 37 años como Rimbaud?

Yo no tenía deseos de morirme sino hasta hace cuatro meses.



¿Y por qué?

Porque hace cuatro meses escribí el poema de mi vida. Y después de ese poema, ya para qué vivir. Lo logré. Es el gran canto a la alegría. Va a ser traducido al portugués. Al inglés no quiero porque lo único bueno que tienen los gringos es la Coca-Cola.



Recite algo de ese poema.

No, porque a mí me duele mucho cuando hablo de ese poema. Fue verdaderamente parido, no decorado. Me senté. No tenía secretaria. E incluso no lo escribí yo; alguien me lo dictó. Y quedé muy enfermo después de ese poema. Tiene sólo seis frases. Lo logré. Es muy difícil. Desde los 16 años, cuando fundé el nadaísmo, estaba buscando ese poema. Y lo logré y me enfermé mucho.



¿Y no hay manera de asomarnos a ese poema?

A mí me da miedo ese poema. Y le aconsejo que nunca lo lea. Son apenas unas frases y es más grande que toda la obra de Marx y Freud juntos. Lo logré.



Y Darío Lemos habla entonces de sus recitales y sus borracheras, y dice que la poesía es una mentira, pero que él no decora: escribe. Y alguien le dicta, por eso –dice- él no es culpable de sus poemas.



¿Quién le dicta?

No sé. Antes llamaban a eso inspiración y de muchas otras maneras.

Y vuelve a hablar sobre su obra, la misma que dejado por ahí, al azar, en papelitos regados, porque después de parir un poema para qué la publicidad. Eso es algo vano, por eso siempre que escribe rompe.



¿Y la Sinfonía?

Esa la escribí hace más de quince años, y se perdió muchas veces. Alguna vez la lancé al mar durante un viaje de Cartagena a Tierrabomba, y el bobo de Simón González la cogió. Después se volvió a perder muchas veces. De todas maneras, lamento mucho que se haya publicado…



De pronto, el poeta advierte que llevo su libro. Y dice: “Ese es mi libro… Bueno, no es mío. Muéstrelo”. Si, pero no lo vaya a romper, como hizo  con el que le mandaron. “Y quien romperá los otros dos mil”, contesta con voz fatigada, pero en tono de triunfo.

Y luego, con la misma voz de agonía, habla de Gonzalo Arango, y recuerda a su hijo Boris y a su ex esposa Puma, y habla de las pastillas para el corazón que le han formulado los médicos, y de las fracturas y de su poema genial.


¿Cuándo se conocerá ese poema?

Se lo envié a Chico Buarque al Brasil. Quiero que él lo tenga y se encargue de él.



¿Usted se considera el mejor de los nadaístas?

Piensa un rato la respuesta. Se lleva las manos al rostro de facciones dolorosas y busca aire.

Me llaman el poeta maldito. El Genet. Dicen que soy el único auténtico. Pero sí me considero el más puro de ellos, sobre todo porque evité la fama y el dinero. Yo vine a la Tierra a hacer camino y no carrera. El camino duele. Si se hace carrera se consigue el renault, el apartamentico. Pero yo, como Jesucristo y Chaplin, vine a hacer camino…



¿Por qué lleva usted un cuaderno en la mano?

Es un tic nervioso. Tengo que mantenerme armado para escribir y botar.



Entonces debía tener a alguien detrás que fuera recogiendo.

Sí, pero que no sea el bobo de Simón González.



Pero Simón tiene un prestigio bien ganado en el país, no sólo como buen hijo de Fernando González.

En este país es muy fácil ser famoso: Basta con ser exagerado en algo, en cualquier cosa.



¿Y usted por qué no se ha suicidado?

Siempre me lo han preguntado. Pero no tengo vocación suicida. Dice que de tanto vivir –y yo viene a vivir y no a hacer pose- se puede llegar al suicidio. Pero yo quiero morir de vida, no de muerte.



¿Cómo llegó a este refugio?

Vine solo. No podía darle la oportunidad a ciertos burgueses de El Poblado para que tuvieran a Dariolemos en los últimos días. La pobreza se merece, y la riqueza se adquiere. Y adquirir es muy fácil; merecer es muy difícil.



¿Por qué has estado tanto tiempo en las cárceles?

Por amor. Siempre estuve en ellas por amor a algunos que amaba y por la marihuanita. Yo dije alguna vez que la marihuana era una legumbre.



¿Y la marihuana le ayuda a escribir?

No es que me ayude o me desayude, pero en verdad yo creo que es algo natural, el hombre no le puso nunca la mano encima. Los gringos le tiraron paraquat… La marihuana es una comunión.



Dariolemos se lleva las manos al pecho. Dice estar muy fatigado. Parece como si al hablar le surgieran más arrugas: “Estoy muy enfermo del corazón”.



Pero todos los poetas se enferman del corazón, ¿no?

Sí, del orgánico y del otro… ¡Pero aquí no hay sino poetisas! Los poetas, las poetisas se la pasan decorando, escribiendo cosas sin contenido.


Quiero hacerle una pregunta cómo para reina de belleza. ¿Cómo se autodefine?

Es verdad, yo no soy un genio, pero tengo muy mal genio. Soy un iluminado. Rimbaud también lo era. Y posiblemente Genet, Baudelaire, Michaux… Después de eso ya no hay más poesía… Ah, si, Prevert y este muchacho Maikovsky. Y en América, César Vallejo.



¿Y usted?

No tengo la culpa de ser poeta. Me agravé desde que ese libro se publicó. Yo no quería que se publicara nunca. Son cosas muy íntimas. Fui un poco famoso cuando era joven. Pero evité la fama porque me quitaba la intimidad.



Y Dariolemos llora, con un llanto sin lágrimas y sin contorsiones. Y dice que él siempre ha sido vituperado en el país –en este país que quizá no lo merece-, pero que en su autobiografía dirá porque vivió siempre en las cárceles y los hospitales mentales. Y también por qué escribió sus poemas.



¿Pero usted no vivió en los manicomios quizá por demasiada cordura?

Sí, hombre. Eso era un paraíso. Aprendí mucho en ellos. Me clarificaba, jugaba billar y fumaba marihuanita en los jardines. Me quedaba seis meses y luego volvía al engaño, a esta guerra, a este país miserable. Esto no es pose (Se señala la pierna gangrenada y la silla de ruedas).



En un radio se escucha la transmisión de la final juvenil entre Brasil y España. Y Dariolemos dice: “A Camus y a mí nos gusta el fútbol. Y a esos estúpidos de Picasso y Hemingway, los toros”. Y agrega: “Y ahora que me voy, quiero dejar a mis niños nadaístas sin pecado en la tierra”. Y luego habla sobre los escritores gordos y dice que un poeta no puede ser gordo, y que en la historia ha habido varios cerdos, como Hemingway y Balzac.



¿Lee aquí todos los días?

He evitado ser un hombre culto porque dejaría de ser salvaje. No leo libros porque puedo escribir otros. Pero a veces, lo confieso, me escondo a leer. Y me he enamorado de algunos libros como: “El cuarteto de Alejandría”.



¿Y los de Rimbaud?

“Una temporada en el infierno” y… ¡Oh!, Rimbaud, qué cambio, no? Ojalá yo no termine como Rimbaud, traficando con colmillos de elefante y guardando monedas en un cinturón.



Entonces ¿cómo quiere terminar?

Desnudo.



Y luego agrega que ojalá su hijo Boris –que ya tiene 20 años- no lea, y sea un ser común y corriente. “Ojalá se vuelva gordo y bien bruto”.



Ajá, porque quien más piensa es quién más sufre, ¿verdad?

Sí, claro. El ser talentoso sufre mucho. La creación duele. Pero uno no puede cambiar nada. Pero, en síntesis, yo no soy una víctima.



¿Entonces es un verdugo?

Necesariamente, soy cómplice. Todos somos cómplices.



Y el poeta se queda solo en su refugio, con su dolor, con su angustia, con su genio. Y con su silla de ruedas y su gangrena. Se burla de sí mismo y de los demás. Sí. Es un Cristo en agonía. Y su cruz ha sido la poesía. Salud.


.Dominical. El Colombiano. Medellín. Septiembre 15 de 1985. Págs. 2-3.







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