miércoles, 5 de septiembre de 2012

7713.- LYA AYALA



Lya Ayala  (El Salvador, 1973). Poeta y periodista. Ganadora del Premio Alfonso Hernández (1997). Su obra ha sido publicada en Suplemento Tres Mil, La Prensa Gráfica, Revista Huella, La Prensa de Nicaragua. Aparece en la antología de poesía salvadoreña Alba de Otro Milenio de Ricardo Lindo (DPI 2000), Antología del Voyeur (Ediciones del Viento, 2009). Publicó la plaqueta Verde en Concultura y Casa del Escritor (2002), Arrecife (La Fragua, 2007). Ha escrito los poemarios Verde, Pieles del Mar, Memorial del árbol y Rojo.
Actualmente es profesora universitaria, estudia la maestría en comunicaciones en la UCA y subcoordinadora del Suplemento Cultural Tres Mil. 



Memoria 

Ansío la noche
porque en su velo transparente
miro reflejado el miedo
entonces la calle con su aguacero
se parece a la luna
esa sombra de duelo
que reposa en la penumbra:
ahí el reflejo del alma,
ahí el estruendo del olvido,
el adiós pasajero,
que roza imperceptible,
el río sobre la roca.




1993

El olvido me aguarda
y me teje la trampa:
a veces recuerdo tus ojos,
tu cabello,
tu figura delgada
pero la memoria con su ataúd
de sombras
se queda detenida en el inmortal gesto:
tus manos abriendo aquel libro negro
con su envoltura dorada.
Allí estaban las palabras,
como gaviotas en medio del agua
era un tiempo lejano
cuando el alma escampaba cerca
y yo navegaba en mi barco
y tú mirabas el mar
y el fragor del alma.






Hábito 

Vine a quedarme esparcida en la niebla
a entender el aire e intuir tu grandeza
porque existe un hábito de silencio en mí
cuando observo tu luz en el horizonte
a veces es el amanecer que atraviesa la mañana
y rompe las ventanas con ternura
a veces es la limpia noche que se queda
escondida entre la pared y la mesa
¿No son entonces mis manos y mi cuerpo
una extraña luz que se asoma?
Es la niebla del alma que brota de las lozas
es mi amor que abre la puerta y te llama
dime con tus soles ajenos al hombre,
cuantos cielos se cierran al borde de la espesura
para caer en mi mano al hablar este lenguaje
en el tono de la mariposa y la piedra
en el goteo del lápiz y las sombras.






Faena 

Si fuera un sueño repetir
las palabras frente al mar
como un pescador perfecto
no seria la playa mi hogar
ni los peces mi alimento
no diría una filosofía ya cumplida
por los ancestros al azar
ni tendría la embriaguez
de la noche en mis ojos
tal vez solo el silencio que escucha
teclear lento mi arpón y mi anzuelo
A esta hora, en este suelo
como extraña a la realidad
sin alegorías ni metáforas
sin letras oscuras que no suenan
como un pescador perfecto
de pie en una roca
sola frente a las olas.







el extranjero

El parque es antiguo
es medio español y medio indio
una mezcla sutil del destino
un agravio de la historia
porque sin despreciar
los estudios profundos
y los pensamientos de los
hombres sabios
La intención escondida de los que enredan
la ciencia con la magia
y los que separan a lo negro y lo blanco
como una función salvadora de las razas
Sin querer polemizar...
digo
que hermoso ese hombre de cabellos dorados
y ojos azules sentado en el banco de al lado
manos largas y graciosas sostienen una taza
lee el Reforma y quema el centro del Zócalo
al observar con sus pupilas rosadas
un pie moreno enfundado
en una sandalia.





Raíz-sol

¡Ah cómo extraño mi casa!
el hondo azul de sus ventanas
cuando apago el día
y las nubes con sus ojos y sus labios
se marchan y yo duermo
entre la casa y el sol que nace desde abajo
hay pájaros,
cuevas,
hay atardeceres,
lluvias
que habitan los zapatos, las tristes camisas
y las tazas vacías
mi casa en el borde
salpica la luna
mi honda casa
en la raíz ansia la tierra.







Horas 

He visto mi rostro
he visto mis ojos
en el acantilado de reflejos
subir por las grietas del árbol
y mi rostro y mis ojos
sin prisa se han ido a la tarde
ahí esperan
todas las cosas del universo
el rayo que parte el cielo,
el niño corriendo en el césped
la sombra débil y simple
en el borde de la calle
y el preciso instante en que todos se marchan
y el silencio inunda
a todos los niños y a todos los hombres.






Atardecer cruficicado

La tarde me anuncia la lluvia y sus pistilos
y mi casa la que no olvido
viene también
no estoy triste nunca
aunque la risa me mire y se ría de mí
no alcanzo las flores de la colina a lo lejos
ellas vienen y pueblan los pisos
distinguen claramente mi asombro de la ausencia
veo adentro mis poemas
silenciosos en medio del fuego.






Cuando sueñe

Cuando sueñe y no escriba no soy yo
sería acaso la neblina de un pensamiento
o la desganada pasión de ayer por la tarde
posiblemente el girón insistente
de querer sin querer a nadie y a todos a veces
cuando sueñe y no escriba estoy lejos
feliz y egoista como las rocas del mar
como un sususrro de espuma en los oídos del mar.







Amé un camino
que doblo la esquina
sin estaciones

Amé los párpados del cielo
porque vi en sus lágrimas
el dolor de las sombras
amé la noche deojos cálidos
amé la risa de las piedras
y la desnudez del segundo
y cierta música del viento
que despierta a los árboles
amé estos señuelos recíprocos y alejados
como todas las cosas simples
que habitan mi universo.





Soledad

Árboles de agua
entran por la ventana
tiritando se acuestan sobre la cama
el piso remueve la historia,
hay una taza, un libro, una llave
los zapatos se angustian
y acuden a la entrada
la puerta es incierta
el techo calla
Un río de árboles respira
en mi almohada
y la noche escucha,
mi noche sin sombras
sin truenos
sin fantasmas.





Aire

Ven aire a poblar mis cabellos
hunde tus ramas verdes y azules en mis ojos
yo quiero ver el despertar,
yo quiero ver las luces de las sombras
cuando abren su boca
y destruyen la tarde
quiero verlas desde la antiguedad de mi mano:
fogata de lunas
torre de pájaros
subir por las calles
y enterrar el horizonte.






Noche

Junto a la lámpara, los libros
y detrás de la ventana
todo lo bueno y lo malo reposa
yo miro los sedosos cabellos de la noche
limpios sobre la limpia almohada
la inocencia del reposo en sus labios
e imagino mis árboles dormir afuera
el perro de la esquina
y las torres sucias y tenebrosas de la ciudad
su mano se mueve apenas
presagiando la vida
todas las máquinas detenidas
las buhadillas de los ladrones
las sombras y el miedo
descansan en los corazones
mientras observo las manos de la noche
soñando detenidas.







Atardeceres

¡Cuántas horas se deslizan en la arena!
ahora que la tarde es un retumbo de olas
mi vestido se moja de alegría,
mis zapatos ya no esperan
la inmensidad palpita en mi sombra
todos los humanos vivos y muertos
buenos y malos mojan su cuerpo en el agua
los barcos pasan y se los llevan
los vigías y la luna abren una estela
niebla nocturna susurra el mar:
el tiempo sobre la tierra cierra la noche
y la inmensa llanura despierta.






ejercicio 

poema cursi
poema endeble
poema falso
poema intelectual
mal poema
buen poema
todo es
y hace falta
para ver
y escuchar
el grito
el susurro
mágico
¿dónde está?



roca

estas son las manos que acarician mi mano
detrás de las señales invernales,
cuando estaba detenida en medio de la tierra
soñando.
era cálida, sé bien que soñaba conmigo,
yo soñaba conmigo,
con los intrusos que veían y se postraban;
porque eran todavía pájaros y ranas silvestres,
pero ahora que se han convertido en hombres
sus manos acarician mi cuerpo desprendido
y los miro
sin alas y caminando.





inconcluso 

te escribiré
un poema oscuro
¿te gusta?
a la gente inteligente le gusta
acerca su cara transparente
sobre el libro
luego se espanta (si está solo)
pero si tiene público
se araña, gesticula y entorna los ojos (si es poeta se enfada)
pero a mí
a mi tonto poema
le gusta
acostarse sobre la hierba
escuchar el ruido que hace el río
y le digo
¿quieres un poema oscuro?
no, dice, en susurro
mejor un beso
un beso de agua y tierra.






tarde 

es tarde en la ventana
al caer la luna
y alejarse las nubes
¿cuándo regresará el soplo?
hay acantilados en las calles,
y miles de pasos sobre la acera
hay acantilados en los ojos
hundiéndose en la sombra,
porque la razón abandona
y la tormenta se acerca,
con debilidad que nombra
la rutina de los poetas,
el árbol con sus irreparables hojas,
y la mirada
y la tristeza
y el sonido
en los ojos que se cierran.






después 

nos quisimos un poco
leves
en las gotas que caen
sobre las ventanas
luego de escampar la lluvia
nos prometimos tiempo
pero qué hacer
cuando estás lejos
cuando miro las ventanas
azotarse
las ráfagas de viento
entrar y refugiarse en mi cuerpo.






palabras

al amanecer la rosa
está fría
su aroma yace
muerto en la hierba
porque la rosa
ilumina
hiere
hipnotiza
la rosa
la inútil rosa
es rasgada
mutilada
por un verso.







isla 

la huella sobre la arena se debilita
por eso me rendí a las antorchas
y a los huesos que estaban lejos
parecía que jirones de piel
vivían debajo de mis manos
nunca se sabe
pero este día, hora desierta, cuando se abren
las grietas debajo de los talones
y el rostro se ha vaciado
sólo entonces duele la huella
cuando se cerró mi mano
sobre una mano seca,
luego la tibieza
pero la mía estaba muerta
así lo vi desde la oquedad
de los ojos de mi calavera
un hueco infinito
donde se olvidan las antorchas y la arena.






Inicio 

un amor es un aroma
las cosas imprecisas que se forman
y se destruyen adentro
uno trata de romper la escarcha
y dejar de sentir frío
pero los restos están ahí
petrificados
y uno sonríe y vive
y uno se esfuerza y aguarda
cierta esperanza retorcida
un designio malvado
que obligue a mirarse de frente
pero estas son filosofías
palabras huecas
sombras.






 cuatro

el tiempo entre las manos espera las palabras
he oído el canto y no he tenido miedo
cuando se alza el silencio sobre la hierba
la que abajo silba canciones
entona la voz del campo
alguna vez dijimos que era tarde y era tarde y era tarde
pero regresaste limpio y pequeño a mí
la historia del amor no existe
existe la palabra
existe el tiempo
abajo silba canciones la hierba
la historia del amor que se quiebra
ella ha de enseñarte a hablar y nombrar las cosas
nombraras un hombre y se hará verdad
nombraras un animal y se hará niebla
nombrarás el amor y se abrirá un ala
y será desierto y viento y arena




soplo

solo fue un soplo que pasó rozando mi rostro
volví para mirarlo y me enganché en sus ojos
yo que paseaba sin memoria ni tiempo
yo que no esperaba nada ni a nadie
sentí el soplo y desnude el alma.

soplo que pasó leve e ingrávido encima de mi cabeza
soplo que desnudó mi silencio y mi torpeza
quise tomarlo dulcemente en mis dedos
para mostrarle la lluvia y sus latidos
el toque del silencio sobre la piel y sus surcos
quería como quería mostrarle la historia del hombre
sobre su mano.

soplo que surca el cielo los parques las calles
soplo que camina y camina sin descanso
que no habita casa sino aire
ese misterio de Dios se posó en mi rostro
yo que no tengo memoria ni tiempo
yo que no espero nada ni a nadie.







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