ALBEIRO ARIAS
(Ibagué, Tolima – Colombia). Escritor y poeta colombiano. Nació el 26 de febrero de 1977. Candidato a Magister en Literatura en la Universidad Tecnológica de Pereira. Licenciado en Lengua Castellana de la Universidad del Tolima (2008). Premios Literarios: Mención de Honor en el XX Premio Nacional de Poesía – Universidad Externado de Colombia con el libro Los ojos del nómada, 2007. Primer puesto en la 1° Versión de los Premios “Creatividad, talento y juventud” convocados por la Universidad del Tolima. Primer puesto en X Concurso Departamental de Minicuento “San Marcelino Champagnat” 2004, con la obra “El Ladrón”. Publicaciones en libros: “Desheredado del Paraíso”, Caza de Libros, 2009. “Para tener en cuenta a la hora de escribir una crónica” Poemas en 60 poetas colombianos, Caza de Libros, 2010. Fue colaborador habitual de la sección cultural “Facetas” del periódico El Nuevo Día de Ibagué.
E-mail: albeiro_arias@hotmail.com
SELECCIÓN POÉTICA
LOS OJOS DEL NÓMADA
Los ausentes soplan grismente y la noche es densa. La noche tiene
el color de los párpados del muerto.
Huyo toda la noche, encauzo la persecución y la fuga, canto un
canto para mis males, pájaros negros sobre mortajas negras.
Grito mentalmente, me confino, me alejo de la mano crispada, no
quiero saber otra cosa que este clamor, este resolar en la noche, esta
errancia, este no hallarse.
Toda la noche hago la noche.
Toda la noche me abandonas lentamente como el agua cae
lentamente. Toda la noche escribo para buscar a quien me busca.
Palabra por palabra yo escribo la noche.
Alejandra Pizarnik
“Sous la nuit”
Tan sólo una ciudad,
con sus avenidas de niebla y de espanto,
habla hoy, de una nueva vida.
A mis pies les consta que nada nuevo empieza.
Los vivos extrañan a los muertos.
El pez
entre el todo y la nada
desea intercambiar
el azul del agua por el azul del cielo.
Los muertos extrañan a los vivos.
El pájaro
agotado en sus posibilidades de vuelo
quiere intervenir
el otro cielo visto sobre el mar.
Un ojo en el aire.
Un ojo en el agua.
Pájaro o pez.
De ambos ojos se forma el universo.
En esta aurora triste, sin luz en la mirada,
un locutor vocifera
el despótico frio de lo urgente.
Una aldea se consume por el fuego en la cordillera
mientras los cansados pasos del campesino
recorren las calles de bruma y de miedo.
Los caminos disipados bostezan sobre la piedra.
El rostro quebradizo mira su soledad en el agua
y un caballo degollado
profana con su grito la penumbra del bosque.
Los niños espantados no afianzan los párpados
porque sus noches edificadas con espinas jamás conocen el sueño.
Deliran el mundo, la lejana utopía,
el rito inmortal,
la letra y el infierno que no crearon.
Desde el abismo, el tiempo observa y les fosiliza el cuerpo.
El dolor humano, la desesperanza. ¿Dónde está Dios?
La historia desgarra los intestinos donde los profetas de la catástrofe
han pregonado salmos y antífonas con sus ejércitos invisibles.
El poeta escribe versos - es lo único que le queda –
mientras observa con impotencia
las siluetas ardiendo en el croquis del mundo.
Algún día podré tirar al antiguo barranco de la muerte
esta noche húmeda que nos habita desde la sangre
desgarrando fisuras en la piel.
Veré caer las estatuas de sal y tiempo
que nos estrujan las manos y el hígado
con sus perfectas frases del dolor.
Los muertos extenderán sus brazos en nuestra boca
para que el aliento de mariposa negra alcance con su aleteo
el silencioso recuerdo dentro del baúl de lágrimas.
La muerte.
El conmovedor ritual humano,
los imaginarios a su servicio, el duelo sin fin.
Los periódicos serán carta de signos extraños que se yerguen
tras la palabra en medio de este silencio cobarde
que llega día tras día con rumor a más muerte.
Esta noche la desmoronará el tiempo
con sus espinas de rosa fúnebre y la promesa vencida
entre sábanas de hielo que nos abraza la soledad del cuerpo.
Algún día romperemos estos harapos y quedaremos
tendidos sobre la tierra para que la lluvia golpee
en la ventana de nuestra eterna vigilia.
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