MIGUEL LUESMA CASTÁN
(Nació en Zaragoza en 1929 y murió en 2012). Poeta, miembro del grupo Niké. Premio San Jorge de Poesía, 1971, por En el lento morir del planeta; Premio Ciudad de Barcelona, 1976, por Aragón, sinfonía incompleta. Está incluido en numerosas antologías, entre ellas Poesía paisajística española (1940-1970) (Támesis Books Ltd., Londres, 1977), de Diego Marín; Antología de la poesía aragonesa contemporánea (1978), de A. Navales; Antología poética hispanoamericana (Buenos Aires, 1978); En soneto hispanoamericano (Buenos Aires, 1984). Figura en el Dictionary of International Biography (Cambridge). La revista Puerto Norte y Sur, de Michigan (EE.UU.) le dedicó en 1999 un homenaje, con un estudio de su obra y la publicación de veinte de sus poemas.
Su poesía busca lo absoluto, y sin soslayar las constantes de la «comedia humana», se replantea los viejos dramas internos del ser humano. La lógica se subvierte en estados vagamente irreales. A la realidad opone una actitud fantástica, tierna o una idealización imaginativa. Sus temas -realizados tanto en verso libre como rimado, con cultivo destacado del soneto- subrayan el componente lírico-existencial del autor, con el tiempo, lo metafísico, lo amoroso, lo cósmico y lo mágico como constantes.
Su obra poética comprende: Sólo circunferencia (Col. Poemas, 1965), Poemas en voz baja (El Bardo, 1966), Riglos (Pliego de poesía aragonesa, 1967), Las trilogías (Nudo al Alba, 1968), Sembrando en el viento (Álamo, 1971), En el lento morir del planeta (San Jorge, 1972), Antología (Aula de Poesía, 1973), Aragón, sinfonía incompleta (Horizontes, 1976, 1.ª ed.; Rondas, 1977, 2.ª ed. aumentada), Concierto núm. 9 para solo de flauta y orquesta (en la recopilación Acordes para andar por un planeta vivo; Col. Sender, 1979), En los infiernos y en algún otro paraíso (Col. Sender, 1982), Elegías apócrifas (Seuba ediciones, 1987), Crónicas del abismo (Prensas universitarias, 1990), Reflexiones para después de un sueño (1993), Crucero de verano (Antología mínima) (Albion, Michigan, 1999).
• Bibliog.: Castilla, Alberto: «La poesía existencia y metafísica de Miguel Luesma Castán»; en Revista de poesía, narración y ensayo ALALUZ, Department of Spanish and Portuguese, University of California, 1991. González Plumed, María Teresa: «Poesía metafísica de Miguel Luesma Castán»; en Aragón 2000, n.º 18, Zaragoza, 1977. Mena Cantero, Francisco: Miguel Luesma Castán. «Crónicas del abismo»; Prensas Universitarias, Zaragoza, 1990. Asociación Prometeo de Poesía, Madrid, 1991.
Incomunicación del ser
Partir es
Decirle adiós a la palabra, a la vida.
Es apurar el silencio hasta el frío.
Apurar la ternura de unos labios
Hasta la misma muerte.
De nada sirve el pájaro que canta, los cometas,
O sus rayos abiertos al mundo de mañana.
De nada sirve el agua, infatigada,
Blanca viajera, nube, consumiéndose.
De nada sirven los veranos.
Hay días grises,
Días perros como trenes que ladran,
Días en los que el hombre queda derrotado.
Como el verde-carmín en todos los otoños.
De nada sirven las muradas;
El fervor de una madre,
O el cúmulo de ciencia que lucha por tu vida.
De nada sirven las mañanas.
El aire se desnuda de latidos
Donde el tiempo nos borra los pulmones,
Donde nadie nos cuenta sus tristezas
Ni vive la emergencia de una segunda muerte.
Allí perseveramos como tierra,
Como huella no impresa, como aire;
Junto a todos los seres estancados,
Junto a todos los lunes sumergiéndose.
Panorámica 1966
Nadie destruye los grandes depósitos de bombas atómicas;
Nadie rehace las grandes avenidas del amor; nadie canta
Ni ríe.
Los grandes suicidios colectivos siguen envasándose,
Y el mar puede llenarse de cadáveres cualquier día.
Pero no importa, hay que seguir; no quedarse parado;
Quedarse parado es como tomar un cóctel de grisú,
Es, sin casi darnos cuenta,
Arder sin llama
Como tomándole el pulso a la hora cero.
Quedarse parado es como ignorar los minutos,
O cerrar los párpados que reclaman
Un parque abandonado para salvar la ausencia.
Es también como entonar un réquiem,
O esperar, o simplemente callarse.
A veces se gasta una mirada, se apaga; cae la lluvia,
Cae el toldo rasgado de una tienda cercana,
O pasa un tren a las diez menos cuarto.
A veces un volcán ardiendo o un trapecio partido.
Pero debemos dejar que todos los hombres duerman en paz;
Debemos siquiera intentarlo;
Luego será otra vez amanecer,
Y el sol alumbrará de nuevo los tejados del mundo.
La paz está al alcance de la mano,
Y, sin embargo,
Son las mentiras últimas las que pisotean todos los oasis.
El vagabundo de dentro
Son las tres de la tarde
y nos espera el lápiz en la vieja oficina;
la chaqueta sin sol y la monotonía
y el espeso y cansado vientre de los papeles.
Cambiaría mi pan y los domingos
por sentir el sonido
de una dulce guitarra por los muelles.
Cambiaría mi cómoda postura
por la llave que abriera una esperanza.
A nieve me huelen los tranvías,
el ocre aliento
que pasa tosiendo por las calles
y ese sonido a llanto y risa disecada
que describe al obrero por las manos.
Cambiaría mi puesto de burócrata
por una habitación sin cielo,
abierta siempre
al sonido sin sueldo de los barcos.
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