jueves, 2 de agosto de 2012

JOSÉ RUIZ-ROSAS [7.366]


José Ruiz Rosas

José Ruiz Rosas nació en Lima (Perú) en 1928 donde vivió toda su infancia. Estudió la secundaria en el Colegio La Merced de Huacho.  Después de ingresar a la UNMSM, en 1949, se mudó a Arequipa porque padecía de asma. En 1951 publicó Sonetaje y en 1968 Urbe. En 1990 la Universidad de Arequipa publicó su obra bajo el título de Poesía Reunida. En 2009, El Gobierno Regional de Arequipa publicó Obra poética (1949-2009) de José Ruiz Rosa. En 1959 fundó la librería Trilce. Entre 1977 y 1980 fue director de la filial arequipeña del Instituto Nacional de Cultura. En 1984 fue nombrado director de la Biblioteca Pública de Arequipa, cargo en que se jubiló años después. la Academia Peruana de la Lengua lo incorporó como miembro correspondiente en 2008. Es padre de la narradora y traductora literaria Teresa Ruiz Rosas, del poeta Alonso Ruiz Rosas, del diplomático Rolando Ruiz Rosas y de la empresaria Ximena Ruiz Rosas.

Obra poética

La obra poética de José Ruiz Rosas es, señala el crítico literario Jorge Cornejo Polar, "la expresión verbal de una existencia vivida en función poética, porque es así, en el diario, inevitable choque de una sensibilidad aguda, abierta y singular con el desfile interminable de los grandes y pequeños sucesos que llenan las horas de la vigilia y aún se asoman en las del sueño, como se han ido forjando estos poemas". Una obra cargada de insólita belleza, introspectiva y solidaria, que conduce a lo esencial.

Bibliografía Escogida

Sonetajes, 1951
Esa noche vacía, 1967
La sola palabra, 1976
Vigilia del cristal y la bruma, 1978
Elogio de la danza, 1980, Premio Internacional de Poesía, Universidad Nacional Autónoma de México.
Navega poesía, 1995




Así escribo el poema. Doy un paso,
duermo, sonrío, lloro en mis adentros,
mastico la ancha hiel de los instintos
puestos a galopar, protones lúdicos
flotando sus latentes emociones;
miro la luz, que es el mirar más último
antes de penetrar en cada arcano;
oigo no sé qué cosas en los cantos
de las aves por un momento libres
y se me empuña el corazón sabiendo
su final de cautivas o de víctimas;
aspiro el aire altísimo que baja
a decorar de oxígeno mis huesos;
llego, me voy, distante en todo tiempo
de la meta final que no he fijado;
pulso la hora intacta que ha parido
el otoño de un ramo, atrapo el claro
destello de unos ojos fraternales,
miro los flujos que soporta el mundo
por pasos con sus callos melancólicos,
torno, vuelvo a mirar y abro los ojos
como un insomne búho en medio día
y fijo las pupilas como el gato
que pretendiera caza de aeroplanos,
subo la cuesta, bajo, y subo, y bajo
y conservo el imán del pavimento;
llego, con mi codicia a manos llenas
a regalarle el sol a todo el mundo
y la sombra, la luna y los luceros
como si todo yo fuera raíces,
hojas y savia para estar callado
como un laboratorio del abrazo;
así escribo el poema. Doy un paso.

De Poética del Tú-Yo





YO TENGO un sol opaco en la mirada
puesto a secarse allí como una estopa
y me ciega de veras, porque abundan
marginadas estrellas en los párpados
que concurren a diario entre la sombra,
leve delito de la luz, que cuaja
en pretéritas lágrimas de infancia
y, durecidas pústulas, legañas
estorban todo el porvenir del ámbito,
miran apenas huellas, más por tacto,
más por olfato que por fiel vislumbre.

Yo tengo el ojo así, túrbido y tenue,
pegado al microscopio, sin los ágiles
desplazamientos de húmedos microbios
atender, con la voz puesta de bruces
convertida en silencio desde el tiempo,
desde las hóspitas cavernas, desde
la pelambre aterida, desde el rayo
divinizado, desde el árbol mágico.

Yo tengo el tímpano más bien ligero,
el martillo en metal endurecido
como un desnudo afán de lluvias, como
un onanita enfermo en resonancias,
acuclillado caracol, dormido
estribo en los galopes de la noche,
oído en tajo al sol y a las tinieblas
como hendida raíz de intermitencias
resonando en porqués y cuándos, ecos
de los ecos que moran en el aire,
de lo que respiramos, convencidos
de asegurar las ondas sin estrépitos,
las paredes abiertas por la técnica
trayéndonos mensajes y leyéndonos
en alta voz las cosas más distantes,
ah laberinto al que retorna Dédalo
como herida paloma, eterno caos
que vuelve al punto umbilical ya seco.

Yo tengo el tacto ardido, porque toca
alguna vez la yema el frasco ajeno,
la mejilla pueril que riega el ojo,
la piel de la mujer, plena de esencias,
la insensata moneda que acaricio
en veces, yermo símbolo palpable,
y esta verdad ambiente en que ambulamos
del catre, de la mesa, de la ropa,
hasta llegar al más purificado
papel, página en blanco del poema,
margen desgarratriz de lo sensorio,
sutil profanación, cosa en la cosa,
eléctrico y sensual presentimiento
en claros eslabones y ataduras,
en diligentes florescencias náuticas
al azar controladas por cronógrafos,
entre la estricta realidad sumerso
con instantáneas fugas palpebrales.

Yo tengo, cual tú tienes,
este incómodo espejo en vano huero,
este acústico umbral siempre horadado,
esta sepulta cárcel transeúnte
caminados al cielo, en los compases
de qué mefisto ingenio calculados.

De Poesía Reunida




he aquí que la energía
el espacio el hervor de las pasiones
liberados están por los armónicos
y por las voluntades

no es la efigie
perpetuada y gloriosa
ni el vocablo
encerrado en los libros o viajando
por la extensión intáctil
es la imagen
fugaz que inventa plásticos envíos
inquietos como en alta mar velámenes
por brisa o por tormenta sorprendidos

la línea modela
por entre curvas como el vuelo espía
y así como azogue que huidizo
se dispersa y reúne
va dibujando un caminar sin rastro

el volumen condensa
toda la lenitud toda la fuerza
atrapada en perfiles de paréntesis
y desplaza el temor de la existencia

es la unidad del ojo que atesora
lo mismo que refleja
lo corpóreo y sus claves enigmáticas
péndulo del placer
motriz ausencia
ala del palpitar
huella del fuego
dúctil jardín de ciclos y silencios
geometría sin ángulos
palabra
hecha del edificio de las células
compás de piel para trazar ensueños
signo de rotación
flor de la nieve
veloz espada mágica
victoria
de la quietud y del vértigo enlazados
luna de día
diapasón de nervios
trémula suspensión
aspa extraviada
celo flotante
columnata leve
espejo del amor
sombra del aire
puesta en la luz como señal del hombre
siguen las nebulosas
su giro entre las rápidas galaxias

los lucientes heraldos continúan
trayendo al sol ofrendas y noticias
del éter
azorada
lejanías la mente se imagina
y en torno mira solitario tímido
envenenado en riñas imperfecto
como la roca en transición repleto
de esperanzas amor sabiduría
el viejo continente
pero así como el canto y la palabra
y el color y la música y la forma
tuvo para expresar
sus emociones
así en su propio cuerpo la cadencia
halló de vida y de muerte
la belleza
del movimiento puro como el alba
que despierta las sombras y se apaga
después de su esplendor y que retorna
en cíclico placer
así se expresa
con sólo su presencia sublimada

De Elogio de la danza




Alguien debe decirme algún día de qué color son
las miradas
que se recuerda después de muchos años

a qué suenan los pasos cautelosos de las distancias
perdidas
y de qué modo suspiran los espejos
vacíos

Sabré por fin a quién persigo sin cansancio
por dónde se ubica la sensación de castigo
hacia cuáles tenues instantes vuela diariamente
la sombra
y por qué se desnuda cada día la soledad sin preguntas

No será ya la entrega de luces esporádicas
sólo la paz demudada
la inerte paz de los espíritus malditos
sólo las voces dilatadas en las ondas del crepúsculo
y las enormes cavidades de un corazón
desmesurado
sólo la grave insignificancia de continuar
aproximándose las cosas

De Navega Poesía





CANTA, poema: tu deber lo impone.
Quema en tu propio fuego la ceniza
de cada gota ardiente de tu risa.
Todo es igual si todo se pospone.

Cuando tu son el desespero entone
clava tu agudo plectro en la huidiza
cuerca que te retiene; por la brisa,
verás, un eco habrá que se te opone.

En tanto vas en busca de ti mismo
busca también al otro del teorema.
Es muy pequeño el mundo del guarismo.

No te culpes de amor. Como una gema
que alumbra el socavón, llena el abismo
con tu luz interior. Arde. poema.

*Extraído de: Diálogo a Solas. (Tacna, 1982).





Material audiovisual elaborado por LaMula producciones.







Metáfora, imagen y movimiento en Elogio de la danza de José Ruiz Rosas

Henry César Rivas Sucari[1]
Universidad Nacional de San Agustín /
Universidad Nacional Mayor de San Marcos

Introducción

El presente trabajo tiene como objeto de estudio el poemario Elogio de la danza de José Ruiz Rosas[2] (Ruiz, 1990). La propuesta gira en torno a la utilización de la contemplación de la danza como móvil para la construcción del proceso de la creación poética.  José Ruiz Rosas recrea y armoniza el ritmo poético y el estilo hacia la estética que recrea el arte de la danza contemporánea. Este tipo de proceso literario es muy singular, pues es audaz que el arte poetice sobre el arte. Encontramos, entonces, un proyecto poético que tiene como referencia el signo representativo: la imagen, que a su vez refiere a otro: la danza. Nuestra investigación intentará explicar este complejo proceso creativo: metáfora, imagen y poesía.  Se utilizarán algunas categorías como metáfora, poética, danza, imagen, vanguardia, signo.


Una lectura a Elogio de la danza

El poeta José Ruiz Rosas, integrante de la generación del 50, ha desarrollado, a diferencia de otros poetas capitalinos, su carrera literaria en la ciudad de Arequipa. Su obra abarca decenas de títulos publicados por él mismo de forma casi artesanal. La importancia de su obra poética radica en el soberbio trabajo de orfebre de la palabra y conocedor de la tradición poética americana y europea. Sus títulos más celebrados, entre varios,   son Retorno a Tiempos (1968),  Esa noche vacía (1967) y La Sola Palabra (1976).

En 1980, el Taller Coreográfico de la UNAM (Taller UNAM, 2014) convocó a un certamen internacional de poesía y dibujo sobre danza. Se publicaron ambos en orden de mérito: Elogio de la Danza, de José Ruiz Rosas, con dibujos de Anhelo Hernández; El Espejo del Cuerpo, de David Huerta, con los de Guillermo Guzmán; y El Espectro de la Danza, de Mariano Flores Castro, con los de Guillermo Zapfe.

Para  Javier Estangüi Ortega,[3] (Estangüi, 2012) existe, en las tradiciones literarias y artísticas, algunas analogías entre la danza y la poesía. El tema de la danza, nos afirma, ha sido tratado por el poeta Paul Valéry, en su Filosofía de la danza (Valéry, 1990), y por el psicólogo Erwin Straus, en un artículo titulado El movimiento vivido. Ambos autores analizan temas y subtemas relacionados al arte y a la finalidad organizada en los movimientos del ejecutor y su trayectoria visual y motriz.

Estangüi explica cómo la poesía y la danza liberan al hombre del servicio a la utilidad. Existe, entre ambos, una relación de simbiosis y ejecución. Mientras que la poesía es un arma liberadora que atrapa el tiempo en los versos, la danza ejecuta un movimiento frecuente y lineal con una trayectoria armónica que trasciende el ser del individuo.  ¿Cuál es la utilidad, entonces, de la poesía y el arte? Ninguna de forma pragmática o material, sino la liberación del ser y la acumulación del poder de trascendencia en su “yo”.

¿Cuál podría ser la relación entre poesía y danza?  Esa es una respuesta versificada en el pequeño poemario de José Ruiz Rosas, pues la respuesta a esta pregunta se encuentra representada con el arma verbal y el tratamiento simbólico que tiene el poeta como sinónimo de su arte.

Primero, José Ruiz Rosas articula un pequeño poemario a la manera de una oda. El pretexto para la escritura es una proyección descriptiva de este tipo de arte. En los versos que conforman el poema, podemos hallar algunos tópicos o ejes temáticos que configuran no solo la admiración hacia la danza desde la literatura, en este caso la poesía, sino también algunos elementos que relacionan estos dos tipos de estética a la manera de una proyección en una sola dirección.

En los primeros versos se expresa lo siguiente: 

La voz no existe allí  quizás el tiempo
Dilatado en espacios infinitos

La misteriosa trama
Urde energías entre el vértigo
Y la serenidad del universo

El horizonte exacto   el par excelso
Nutre todo poder del movimiento
Y hacia sí mismos  ya inflamado
Ya duplicado en vastas oquedades

En este pequeño poemario, José Ruiz Rosas construye un “yo poético” que plantea dos cosas, fundamentalmente. Primero, la imagen de poeta observador, un estado casi pletórico para la poesía por el momento de la creación; y segundo, la construcción de un significado poético sobre al arte de la danza muy homogéneo al arte poética; es decir, que trata de identificar o hacer entender la similitud entre el acto de la danza y la creación poética. 
El efecto de la observación es el disparador de la construcción de los significados, alimentado la descripción poética en una especie de símil entre la poesía y la danza, dos artes con sus fundamentos, tradiciones y complejidades. La observación lo sume en un estado de contemplación casi platónica.

          Más adelante el poeta explora:

Aquí ubicado el hombre
Contempla los arcanos[4]  y la cauda[5]
Con que explora su límite el sistema
Ese errátil espectro que deriva
En la silente[6] plenitud del ojo (…)

Inclino el rostro a la postura plana
En que habré de yacer quizás un día
Y un desfile de pálidas errantes
Atraviesa el azul como a capricho
Inaugurando efigies[7]  pasajeras
Vienen y van perdiéndose
         No saben
Qué lado me presentan en su tránsito
Y es la inocencia pura
La que me dio sus nombres en la infancia
Allí descubro ensueños ya olvidados
Grutas de alguna paz   raros perfiles
Que recortan nostalgias de qué mundo (…)

(…)Vuelvo hacia mí   por agonías vivo
Sin poder descifrar aquella esencia
De las diseminadas visitantes (…)

Vuelvo como en los montes
Reproduce su imagen el sonido
 a saludar mi cuerpo en los caminos

El estilo de la poesía de Ruiz Rosas (que se constituye dentro de la tradición formal y seguida de la tradición occidental) conjuga perfectamente con la imagen que nos describe y construye. Las formas y movimientos descritos nos acercan a la imagen de la danza contemporánea, cuya trama, a veces, es un poco más experimental a diferencia de las danzas tradicionales autóctonas o de tiempos pasados, que poseen casi un argumento narrativo donde sus actos mimetizan manifestaciones de trabajo agrícola o de costumbres.
Esa condición, la de la estética de Ruiz Rosas, no es gratuita, pues se asemeja a su performance estética y alinea perfectamente el estilo de la poesía con su objeto de descripción. Una primera idea a colegir es la observación de la danza como elemento artístico y de profunda significación. El verso primero dice “La voz no existe allí quizás el tiempo /dilatado en espacios infinitos”; sin embargo, aunque no existe voz, es decir, comunicación tradicional sonora, sí existe mensaje, significado, comunicación efectiva. Nada, ningún objeto puede tener significado vacío, ya que absolutamente todo comunica.

Puesto en funcionamiento, esto es, puesto en situación de discurso, el lenguaje refiere estados del mundo, sirve para comunicar algo sobre las cosas. Esta función comunicativo-referencial, empero, no siempre la cumple con claridad y con prioridad el lenguaje, pues a menudo prefiere referirse a sí mismo-ostentarse en cuanto una cosa admirable del mundo-o prefiere referir un mundo extraño, ficticio, inventado en alguna medida (Bueno, 1985).


 En este caso, la poesía es la encargada de develar o interpretar; es decir, construir un significado y una trama a partir de la observación detenida y la descripción poética, como lo expresan los siguientes versos:

La misteriosa trama
Urde sus energías entre el vértigo
Y la serenidad del universo.

Esta visión o construcción desde el momento de la creación poética intenta reproducir la estructura literaria en la danza. Por ello, la sucesión de visiones urdidas en una trama, una historia, se le develan al poeta con una fina intuición, así como también el momento de la creación poética. En consecuencia, el arte de la danza y la de la creación poética estarían, entonces, muy ligados en cuanto a su concepción, práctica y ejecución.

El “yo poético” identifica algunos símiles entre la poesía y la danza. En el momento de la contemplación está la creación, como dijimos antes, de unidades de significado. La danza simboliza, transfiere y comunica, al igual que en la poesía, el sentido de la sucesión de sus movimientos. Dentro de esa comunicación, el poeta expresa la carrera hacia el azar y la proyección al caos, partiendo de juegos, formas y magnitudes:


No emite ruido veloz
    Va ciega
La luz en su carrera hacia el azar
De una prisión a otra   eternamente
Alternando su fuerza y su cansancio
Despavorida  fugitiva insomne

No se ignora siquiera  ya no existe
Aquello más veloz que el pensamiento
Pero que allá se va por los abismos
Que no se puede concebir en términos
Ni quimeras[8]   empero
Se intuye su fantástico alejarse

Alguna vez condensa
Parte de su esplendor   por qué razones
Y se proyecta el caos
En variedad de formas y colores
Los elementos juegan
Ebrios de soledad y magnitudes
Y multiplican a capricho el orden
Y surge en algún punto una entelequia
De un laberinto sensorial   un mundo
Que se asoma de sí   se palpa y siente
Se rodea de amor   se enferma de odio
Se embriaga de belleza y se imagina
Que todo está en función de su destino.

Otro elemento que podemos encontrar a partir de la observación del “yo poético” es la semejanza que se establece entre el danzante y un ave. Imagen que seguramente parte de la estrecha fijación entre algunos movimientos de la danza clásica o ballet adoptados por la persona que sirve de modelo de ejecución.

Una virtud agita sus mil alas
Detenida en el aire
Atento dejo
Que sus breves vaivenes
Pinten auras fugaces en las flores
Y pletórica cruce por instantes
Cual vivaz meteorito
          De sus plumas
Retorna el sol    agradecido y tenue
A lo violáceo de su ardor
                  Me absorto
Por un instante y la ilusión se pierde
Como burbuja o trino.

Para concluir, el poemario Elogio de la danza plantea una significación importante: el camino similar de dos prácticas estéticas, la danza y la creación poética. En un primer momento, la poesía nos expresa el conflicto del lenguaje; el de la danza es un silencio, pero que puede comunicar sus significados y sentidos a través del verso poético. Poesía y danza son, entonces, un encuentro y lucha del lenguaje. Por otro lado, el acto de la danza puede transmitir esa intensidad intuitiva llena de juego, movimiento, magnitudes, colores y caos, representación que también podríamos añadir a la poética de José Ruiz Rosas. Para terminar, debiéramos leer con atención, y a manera de homenaje, los últimos versos de esta grandiosa creación.

Allá por los confines
Asoma un vuelo   una ilusión de imago[9]
Y el pensamiento su contorno altera
Huye   quizás   o se refugia tenso

No sabremos jamás si es una ausencia
O si estamos aquí para saberlo

Del fondo tenebroso
Una tea[10] dibuja las paredes
Pobladas por los óxidos de hierro
Por el azufre y el carbón parlantes
Y escucha el grupo la tormenta
                                Nieva

Una joven premadre lentamente
Ofrenda el fruto de la turge espléndida
Y preludia el rasgarse    como el árbol
El desnudo ramaje alza en invierno
Estuaria[11]   ideal   sensible y plena
Ritmos de frenesí pueblan el antro
como queriendo domeñar[12] terrores.



Bibliografía
Bueno, R. (1985). Poesía Hispanoamericana de Vanguardia. Lima: Latinoamericana Editores.
Estangüi, J. (19 de 4 de 2012). El saber no es un lujo. Recuperado el 10 de 2 de 2013, de http://elsabernoesunlujo.blogspot.es/14
Ruiz Rosas, J. (1990). (UNSA, Editor)
Ruiz, J. (1990). Elogio de la danza. En J. Ruiz Rosas, Poesía Reunida. Arequipa: UNSA.
Taller UNAN. (12 de 02 de 2014). Taller Coreográfico de la UNAM. Obtenido de http://www.tcunam.org/2013_1/bienvenida.cfm?contenedor=1&historia=1&fecha=1980
Valéry, P. (1990). Filosofía de la danza. En P. Valéry, Teoría Poética y estética. Madrid: Visor.



[1] Henry César Rivas Sucari es licenciado en Literatura por la Universidad Nacional de San Agustín y egresado de la Maestría en Literatura Peruana y Latinoamericana de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ha publicado algunos estudios literarios y varios artículos en diarios y revistas. También, los libros Amor suspendido entre la nostalgia y el olvido (cuentos) y Nocturno (poesía), cuyo poema “Fuego” fue distinguido con el Diploma de Honor por la Revista Katharsis de Málaga, España. Actualmente, enseña en la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas, la Universidad Privada del Norte, y dicta  la Cátedra Vallejo en la Universidad César Vallejo.
[2] Poemario ganador del Concurso Internacional sobre la Danza convocado por la Universidad Nacional Autónoma de México en 1980.
[3] Secretario General del Instituto del Burgo de las Rosas, Madrid.
[4] Secreto, recóndito, reservado.
[5] Caliente, cálida.
[6] Silencioso, tranquilo, sosegado.
[7] Imagen de una persona reproducida en una moneda, una pintura o una escultura. Representación de una cosa abstracta por medio de rasgos que se consideran propios de las personas: los alumnos de arte han dibujado varias efigies del mal.
[8] Sueño o creación imaginaria que se toma como real, siendo ilusoria, vana y casi imposible de conseguir.
[9] Insecto que ha experimentado su última metamorfosis y ha alcanzado su desarrollo completo.
[10] Palo de madera empapado en resina que se enciende para alumbrar o para prender fuego.
[11] Porción terminal del curso de un río en que se deja sentir la acción de la marea.
[12] Tener bajo el poder o la autoridad: los invasores domeñaron a los pueblos atacados. Dominar.





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1 comentario:

  1. Es uno de los mejores poetas, actualmente que tenemos en el Perú.

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