martes, 4 de enero de 2011

MAGDALENA LASALA [2.772]




Magdalena Lasala 



(Zaragoza, España 1958) es una escritora polifacética aragonesa.



Desde muy joven ha estado muy vinculada al teatro y demostró también una vocación literaria temprana. Estudió arte dramático, canto, derecho, ciencias de la información y psicología 

humanística. Es autora de una amplia obra que abarca distintos géneros y actividades. Ha sido traducida al alemán, portugués, italiano y checo. Directora de la revista literaria Criaturas Saturnianas, que edita la Asociación aragonesa de escritores (patrocinada por el Gobierno de Aragón), asociación que ha dirigido.


Colabora en diversos medios de comunicación y da conferencias. Vinculada también al mundo de la música, algunos de sus poemas han sido musicados e inspiradores de espectáculos audiovisuales.

Escribe narrativa, cuento, poesía, teatro, ensayo. Pero es tal vez su obra narrativa la más conocida y aplaudida por el público.

Poesía



Sus poemas se han sido traducidos al francés, inglés, italiano, checo, búlgaro y alemán. Ha sido también incluida en varias Antologías de Poesía Española publicadas en Europa. Sus textos líricos se han utilizado por compositores como Antón García Abril, Gabriel Sopeña, Luis M. Giacoman y M.Ferrández. Ofrece con frecuencia recitales poéticos en compañía del músico Jorge Fresno, por España y diversas ciudades europeas como Milán y Roma.



Frágil y sangrante frambuesa, 1990.
Zoo de emociones, 1991.
Seré leve y parecerá que no te amo, 1992.
Lilo vivo en mis pupilas, 1992.
Sinfonía de una transmutación, 1995.
La estación de la sombra, 1996.
Los siete sentidos capitales, 1998.
Cantos de un dios seducido, 1998.
Todas las copas me conducen a tu boca, 2000.
Los nombres de los cipreses que custodiaron mi ruta, 2004.
Y ahora tu pasas la mano osadamente, 2007.

Antologías poéticas y publicaciones colectivas



Poemas a viva voz III, 1991.
Bajo los puentes del Drina, 1993.
Cartas a Miguel Labordeta, 1994 .
El canto del Ebro, 1995.
Un siglo de poesía en Aragón, 1995.



El sueño de Firenze

Contemplaba iluminados tus ojos
En aquellas tardes de invernadero.
Firenze salía al recuerdo
con luces ocres sobre sus puentes.
Eras bello,
bello sobre mis risas
dulcificado tu perfil a contraluz
dentro del coche conduciendo a ningún sitio.
La tierra endurecida nos recibía
secretamente felices
agradecida de nuestras presencias que
la hacían feliz a ella.
Le prestábamos algo de la hermosura
que nos sobraba
durante unas horas.



XIX The Sun II

Voy en busca del lugar
donde desearé morir.
El pasado no sirvió de nada.
Pero hay un mar que recogerá mi cansancio
con mansedumbre de viejo amante,
mi cuerpo desnudo se dejará
acariciar sin prisa, sin nada más,
y se hará de noche y no querré
más versos, ni más flores.
Ese lugar existe y tiene una casa
que da al mar, donde veré ponerse
el sol sobre el dichoso olvido y la paz
del perdón de la vejez y la piel sosegada.
Hoy viajo en su busca.
Es lo único que quiero encontrar.

De su libro "Los nombres de los cipreses
que custodiaron mi ruta"



(Huerga Fierro editores, 2004)




A ti, mi bella amante furtiva,
vaya el homenaje de mi equilibrio hallado
en tu presencia
enlazada como hilos de un encaje
en las palabras tuyas y en tus silencios,
en los besos y en las copas,
en el temblor de tu duda
y tu certera dentellada,
suculentos ingredientes del menú
donde elijo cada día
un plato apto para mis ansias.
A ti, mi amante adorada, sutil dríade
candente sobre agendas y calendarios,
hespéride acogedora y al punto distante,
a ti, te debo tanto, mi amante ignorada,
hermana del oráculo inescrutable que creció conmigo,
hambriento amor.
A ti, amada, vaya mi dedicación eterna,
mi voz sumisa mejor modulada,
vaya la curva más perfecta de mi entrega
para ti, excelsa,
la reverencia de mi alma
domada por tu majestad;
a ti, amada amante mía, vaya tanto amor
que siembra
en mi pecho tu sonrisa más queda,
a ti regrese tanta dicha
que la más leve señal de tu deseo
sobre el mío,
en mí, causa.

De su libro “Todas las copas me conducen a tu boca”



QUE DIERA POR ESCONDERME

Qué diera por esconderme un día bajo
la mesa de tu despacho
rival de mi fiebre
y esperar callada a que llegaras
ocupado, como siempre.
Ellos se sentarían al otro lado,
tú vendrías a tu sillón y no dirías nada
tragando el respingo de verme
ahí abajo recibiendo
lo oculto de tu cuerpo
sin remedio.
Te sabrías
a merced de mi presencia secreta,
a mi merced ese fruto
que recoges todos los días
bajo esa misma mesa, en medio
de tu reunión.
Controla ese rojo que te sube por el rostro
y acostúmbrate a mirar
antes de sentarte
en tu sillón de importante.

DE "Y ahora tú pasas tu mano osadamente"


Yo te amé

Yo te amé una vez sobre las alas
de palomas invisibles
acudiendo a los altos tejados de cenizas.
Te amé en el barco rojo a la deriva
del vino embravecido
en nuestras bocas
y mis dedos como peces
recalaban muertos de vida en tu orilla.
Yo te amé una vez
a la sombra de pitillos
deslumbrados
entre cientos de llamas de velas
sobre el humo
desdoblados,
en el humo convertidos,
y el jardín era un océano verde
y los árboles eran sus dioses,
y el cielo oscurecido era un volcán
lleno de voces
que inundaban mis oídos con tu nombre amante.
Una vez te amé mientras cortabas la flor
de un lilo, yo hablaba
con el fuego y él crepitó
en tu honor y el mío,
te amé, y te añoré luego
cuando los pájaros callaban
y las palomas caían confusas
en el calor de los restos,
te amé y te seguí
amando más allá de las alas,
más allá del licor afrutado de aquel beso,
más allá.

De su libro “Todas las copas me conducen a tu boca”






DESPÓJAME TAMBIÉN DE TI
si ya me arrojaste de tu cuerpo
si ya me despojaste de cualquier esperanza
por tu piel
arrójame también de tu sueño
échame de tu noche
de tu sombra empecinada
en seguirme hasta mi espejo,
de tus manos buscándome entre las grietas
de esos muros que iban a protegerte,
échame de ese silencio que atrapa el eco
de mi ruego, despójame de ti
tálame, arruina mi ladera, desnúdame
de tu flor de octubre, de tu verano
sobre el lecho,
usúrpame tu imagen alumbradora, arranca
de mí
el suspiro que me entregó tu aliento
desposéeme de tu idea
despuéblame de tu amor, vacía mi casa
de tu nombre
arrójame
a la venturosa hoguera donde arde
el esqueleto de la gaviota
que viste posarse conmigo
en aquella playa.




PARA QUE ME SIENTAS CERCA
y no te pese,
en soledad me transformo, acudo
a las puertas de tu templo
mezclándome con tu silencio.
Para que me oigas
tras los ojos te dibujo
colores de paraísos que conocimos
juntos,
te acuno la voz,
te paso las hojas del calendario
como si el tiempo no fuera dolor
y en tus labios deposito retazos
de amor
como suspiros.
Para que te reconozcas el alma
me hago música y transito
los quejidos
de la ausencia espesa como niebla
cuando se aloja
en lo opaco de tus pupilas.
Sólo por dejarte solo
a mi cuerpo renuncio,
me hago pensamiento,
volar de dedos, olor de un beso,
atmósfera de sueño que te preste
el lecho para el olvido.
Me convierto en olvido
que sosiegue
los latidos como galopes
de tu destino.

      Seré leve y parecerá que no te amo

      Olifante. 1992



GUSTOSAMENTE
me dejara diluir
en los tonos de la sombra
ceder esta vez
a la dulce llamada
del arcano suicida
pero algo detiene
el péndulo de la Gran Ley
y el ritmo ha muerto.
En el silencio
casualmente
            hallo las causas.
Me elevaré sobre
la hoguera
contemplando la lenta
descomposición
de la materia.
Ya perturbé el sosiego
              del No-saber
a ciento doce reyes
antes que a ti.
Mi condición me llama.
Te miro
con la luz del despertar.

      Sinfonía de una transmutación
      PUZ - Prensas Universitarias Zaragoza. 1995



Cada tarde oigo el dindong del tiempo
con mi hija
bajo la luz dorada de la cocina.
Pintamos, cosemos, estamos.
A ella no le escribo
sólo te escribo a ti
pero no importa.
Mi único legado a mi hija
será que sepa
que merece ser amada.
Así pasó el otoño y así
pasa el invierno,
este largo, manso y silente invierno.
Me digo: soy un ama de casa
que escucha la radio.
Mientras, se quedan cortas la falda
y las mangas de la blusa de mi hija.
Cada noche la abrazo,
le hablo de palabras mágicas
y le hago comer su tortilla.

      La Estación de la Sombra
      Huerga & Fierro. 1996





El cristal de la copa que te llevas 
a los labios como quien le regala su sed al vino,
el mapa de tu almohada plano del tesoro 
de tu sueño 
y lo besaría toda la noche preso de tu mejilla
el número que buscas en tu agenda 
la hora que quieres que llegue.
Pero sólo seré tu ojo derecho,
tu mano izquierda, el fuego último,
la hora del alba, uva para tus dientes 
desgranada despacio y un beso olvidado
que se encienda y se apague 
para amarte en tu imagen 
siempre y las cien veces siempre
que necesites.
Puede ser que sea sin embargo
que me agote de tanto quererte
y llegue a extraviar lo que alcanzo
en momentos como éste
o que algún día muera por fin el deseo 
de tu boca
y ya mi corazón no sangre pidiendo 
que selles mi piel con tu testamento.
Tendré las palabras.
Tendré palabras como pétalos derramados 
por tu duda
y tus laberintos de amor desbocado 
fulgurante ortografía que engendraste mía,
vida que volcaste en mi aliento con tu idolatría.
Tendré las palabras, 
que fueron tu cuerpo para besarte y odiarte
noche tras noche en cada una de ellas.

      Todas las copas me conducen a tu boca
      Huerga & Fierro. 2000




Te propongo 
seguir mintiendo como bellacos,
atrapar el último imposible, transgredir 
el sumario
y la culpa de amarnos.
Te mentiré los te quiero que quieres
amándote como nadie lo hizo nunca,
ni yo.
Juraré que puedo morir sin tu boca
y puede que sea verdad 
pero ninguno de los dos lo sabrá.
Hagamos de la mentira nuestro amuleto,
el mejor talismán que nos queda. 
Quiero seguir
divirtiéndome contigo.
Vamos a mentir querido mío
que ésta, desde luego, 
es la última vez.
Nos hemos viciado 
con un veneno sin salida digna,
yo nunca debí darte lo que anhelabas
y tú nunca debiste tomarlo.

      Y ahora tú pasas la mano osadamente
      Huerga & Fierro. 2007



Los estadios de la condena -I

Ya sé que no debemos, que aquello
se clausuró como un libro prohibido
cercenado en lo profundo 
hasta la próxima existencia,
que adiós era tabú y nunca lo pronunciamos 
ni nos fue concedido, por eso,
por eso
sobrellevamos las cadenas de la sorpresa
condenados como estamos a vernos
mil y un días alojados 
en estos cuerpos muertos a nuestros brazos
ya sé, 
ya sé que es lo que es y nos conformamos
a la misión y a lo que ahora tocaba.
¿Y si no hubiera nada después, como decías?
Todo esto habría sido un absurdo, 
pagar los plazos
cuidar la alimentación, separarnos,  respetar
los tiempos y los compromisos 
luchar por borrar
aquel abrazo eterno nuestro
frente al espejo.
¿Qué pensará él de las promesas,
qué pensará ahora de la vida?
Yo tendría que estar mejor sin ti, pero nada.
Tendría que sentir satisfacción de deber 
cumplido, 
tendría que pasear con orgullo la decisión
de dejar 
un amor inconveniente, prohibido dijiste,
haberme nutrido de madurez
y criticar a quien no lo hace poniéndose
el mundo por montera y transgrediendo 
la norma y el karma decente,
tendría que mirarte con ojos de hicimos bien
cada vez que te veo inevitable arrastrando
un disfraz de impecable y pretendo que seas
un anónimo más entre todos los anónimos
que me saludan
pero no, ya ves, 
me siento desnuda
sin ti,
todavía, como decía entonces, 
como dije siempre,
esperando que un día podría 
vestirme 
de costumbre de ti y dejar
de añorarte, que es lo que yo quería,
ya no añorarte nunca más,
que también eso está pendiente.
No creo que seamos mejores por sufrir.
Tú y yo nos avergonzábamos de ser felices,
quizá no aprendimos a disfrutar, quizá
quién sabe, había que dejar pendiente el goce
de querernos
hay otra vía, estar bien uno sin el otro quizá,
y dejar de verte por la calle
todos tienen tu nariz, tu boca y tu forma
de balancear el cuerpo mientras caminas,
todos parece que me llaman porque son tú
y vuelvo la cabeza pero no estás y 
nuevamente
pienso en ti, que vuelvo a las andadas,
que te llevo albergado 
en mi vientre como una solitaria y por eso
no me alimenta lo que como y languidezco
cada día un poco más,
preguntándome por qué no pudo ser aquí
lo que sé que está escrito
en la memoria del mundo. 

      Vivir la vida que no es mía
      Editorial Comuniter. 2010



DULCE DESATINO
su boca donde soñé
consumir cada uno de mis días 
en mí no ha muerto. 
Le codicio como el borracho curado
revive su primera copa, como el sol
echa de menos la primera estrella que vio
o el pintor que llegó a su cumbre
llora por el lienzo que nunca vistió,
como el mar recuerda el primer barco 
que abrió
su entraña
y el mundo añorará por siempre su inocencia.
Quién sabe si recuerda como yo aquel paisaje,
aquella luz que fue nuestra y se fue,
aquella memoria de la humanidad entera 
que cabía 
en cómo me miraba sin palabras y yo 
le miraba
con las palmas de mis manos.
De vez en cuando pasa esto, 
que hasta el dolor parece un buen precio 
por aquel paraíso y volvería al infierno 
donde espera el castigo, su piel, 
su amor completo 
a veces ocurre, que parece que duermo
pero vuelvo allí, a mi nombre con el suyo 
al primer beso, a ese pitillo 
de su boca a la mía, ese duermevela
que trae su sombra, su silueta en mi puerta 
su luz certera.  

      Arderé en el exilio de tu cuerpo  
      Endymion Ediciones. 2011







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