martes, 9 de noviembre de 2010

1778.- FELIPE LÁZARO


FELIPE LÁZARO
Nació en Güines, Cuba (1948). Salió de Cuba en 1960, residiendo en Puerto Rico hasta 1967 y, desde entonces, en España. Licenciado en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid, en dos especialidades: Estudios Internacionales e Iberoamericanos. Terminó los Cursos Monográficos del Doctorado en la mencionada universidad. Diplomado en Estudios Internacionales por la Escuela Diplomática de España. Master en Administración de Empresas por el Instituto de Empresa de Madrid. Fue uno de los fundadores de las revistas Testimonio (1968), La Burbuja (1984) y Encuentro de la Cultura Cubana (1996), y Redactor Jefe del periódico La Prensa del Caribe (1997-1998), editado por el Centro de Estudios del Caribe en Madrid. Obtuvo la Beca Cintas (1987-1988) que concede el Institute of International Education de Nueva York. Actualmente reside en Madrid, donde dirige la editorial BETANIA desde 1987. Vicepresidente de la Asociación Cultural Gastón Baquero y miembro de honor de la Asociación Cultural “Con Cuba en la distancia”, con sedes en Sevilla y Cádiz, respectivamente. Pertenece al Consejo Editorial de la Revista Hispano Cubana y del Boletín del Comité Cubano Pro Derechos Humanos (España) publicadas en Madrid. Ha publicado en poesía: Despedida del Asombro (1974), Las Aguas (1979), Ditirambos Amorosos (1981), Los muertos están cada día más indóciles (1986 y 1987), Un sueño muy ebrio sobre la arena (2003), Data de Scadenza (Antología poética), traducción de Gaetano Longo (Trieste, 2003) y la antología poética Fecha de Caducidad (Madrid, 2004). Antologías: 9 poetas cubanos (1984), Poesía Cubana Contemporánea (1986), Poetas Cubanos en España (1988), Poetas Cubanos en Nueva York (1988), la antología bilingüe Poetas Cubanas en Nueva York / Cuban Women Poets in New York (1991), coautor con Bladimir Zamora Céspedes de Poesía Cubana: La Isla entera (1995), y Al pie de la memoria. Antología de poetas cubanos muertos en el exilio,1959-2002 (2003). Otros libros: Conversación con Gastón Baquero (1987 y 1994), Entrevistas a Gastón Baquero de VV. AA. (1998) y Gastón Baquero: La invención de lo cotidiano (2001). Colaboró con trabajos en los libros: Cuba: voces para cerrar un siglo (Testimonios de escritores cubanos en la Isla (I) y en el exterior (II) (Suecia: Olof Palme International Center, 1999), compilación y prólogo de René Vázquez Díaz; en La Patria sonora de los frutos. Antología poética de Gastón Baquero (La Habana: Ediciones Letras Cubanas, 2000), de Efraín Rodríguez Santana; en Creación y Exilio. Memorias del I Encuentro Internacional “Con Cuba en la distancia” (Madrid: Editorial Hispano Cubana, 2002), selección y prólogo de Fabio Murrieta y en el I Congreso Internacional de Cultura Cubana (Cádiz: Editorial Aduana Vieja, 2004), de VV.AA. Su poesía ha sido seleccionada en diversas antologías, como: La poesía de las dos orillas. Cuba, 1959-1993 (Libertarias/Prodhufi, 1994), de León de la Hoz; Poetas sin fronteras (Verbum, 2000), de Ramiro Lagos; La isla en su tinta. Antología de la poesía cubana (Verbum, 2000), de Francisco Morán; Antología de la Poesía Cubana, Vol.IV (Verbum, 2002), de Ángel Esteban y Álvaro Salvador; Poemas Cubanos del siglo XX (Hiperion, 2002), de Manuel Díaz Martínez y Las cuatro puntas del pañuelo. Poetas cubanos de la diáspora (Plaza Mayor, 2004), de Odette Alonso Yodú.




TRANSPLANTADO

transplantado
vivir cotidianamente
como agonizando
mantenido por savia propia
raspando paredes para encontrar verdades
caminar sin leer las calles
ni anuncios
ni nombres de ciudades
para hacerlo todo aún más ficticio
así darnos cuenta de lo irreal presente
construyendo ese ideal más humano del futuro
que nos ha tocado soñar...

(Despedida del asombro, 1974)



NOSTALGIAS ARREBATADAS DEL NAUFRAGIO

Detrás de cada estancia evaporada
encuentro recuerdos
yaciendo quedamente acurrucados
al compás del olvido de los adioses
mientras llegan las distancias
agolpadas de tristeza
falleciendo de languidez
sin laureles pasados
ni protocolarios asuntos
así se presentan cual son:
nostalgias arrebatadas del naufragio...

(Despedida del asombro, 1974)






EL PASO LIGERO SIN PARADAS

reunir trozos de periódicos
reconstruyendo la historia que escapa
arañar un pasado en el que quisimos estar
desentrañar las verdades ocultas tras tanto
panfleto
escurrirse taciturno para evitar
las inevitables preguntas
huir antes de que te encasillen
el no querer entablar el diálogo bizantino
así proseguir
el paso ligero sin paradas
callando a los que te quieren de uno de los lados
o aquellos que retan tu apatricidad apática
impuesta por burócratas en papeles mohosos
pues en estos tiempos
el ser hombre no es pertenecer a un país
no basta con tener el pasaporte en regla
ni presta la banderita en la solapa...

(Despedida del asombro, 1974)






LLUEVE

Caen goterones zigzagueantes,
líneas inconclusas,
iluminadas rayas
que lloran la desierta ciudad
ennegrecida,
apagada.

La calle, empapada de lágrimas,
sudada de la labor diaria,
descansa en la noche húmeda.

Todo se moja dilatadamente.
El suelo adquiere un brillo
especial de espejo,
donde quiero verme
y no me encuentro,
sólo agua,
sólo lluvia
arrasando toda brizna,
quitando
y
removiendo polvo.

En realidad,
sólo llueve.

(Las aguas, 1979)






ESTABA MUERTO DETRÁS DE LOS OJOS

“Déjame ser tu puta”, son palabras de Eloísa,
más él cedió a las leyes, la tomó por esposa
y como premio lo castraron después.
Octavio Paz

Todo comenzó con un estremecimiento del sudor

allí donde la piel se arruga
ocupándole suntuosa boca verdades de hombre
trepidando cadenciosamente electrizados cuerpos

Un día preguntó y la nada por respuesta fue su primera sorpresa

El que los poros soñaran bañarse cotidianamente pasó desapercibi­do
Los abrazos idos a los días ya eran distintos
La frialdad convirtió en témpano lo inapreciable
cubriendo una escarcha que mentalmente oxidaba

Repeticiones zozobras angustia acumulada
y no saber qué hacer esta noche
ni las tardes
o las mañanas
ningún día
jamás los minutos
cuando los meses fueron poseyendo desequilibradamente
apenas un segundo una mal mirada puede destruir un ser
descomponer el cadáver de una convivencia

Estáticamente muda
—como vieja fotografía del primer apartamento
con su copa de coñac junto a la cama
desnuda
con sus ojos reclamando piel—
inauguró los reproches
con una furia inusitada
—como al principio le encantaba hacer el amor—
golpeándose los ridículos cabellos por una culpa inexistente

La algarabía era extrañamente lejana
procedía de lo más egoísta de los seres
Sólo unas paredes disconformes mostraban bondad

De noche todo deseo de venganza es poco

Las sombras ya languidecen y se marchan afanosamente
El contrato prosigue en unos papeles desafiantes e incoloros
Estas son las verdaderas actas judiciales






SUEÑOS DE RÁBULA

Abril es el mes más cruel.
T. S. Eliot


una especie de iceberg humano
perfecta como un diamante petrificado

no sabe de botellas vacías de sábanas húmedas y olorosas
de la bofetada que sin recibirla te marca el rostro para siempre

tenuemente felina
miente te acorrala se salta las leyes
y en vez de hacer el amor le fascina ganar casos y más casos

jamás se acuerda del desdichado
cree a su cliente como cuando niña creía en el espíritu santo

le produce un inmenso placer el daño que hace que sabe que hace

no admite barreras brinca desnuda los obstáculos
una trapecista consumada
duerme constantemente con el Código entre las piernas

no consulta jamás el diccionario
pues sabe que las faltas de ortografía no impresionarán al juez

como es costumbre llegará cansada al hogar
su amigo de turno se contentará leyendo las Memorias de Adriano

ingerirá un somnífero para calmar su mala conciencia
no soñará con los casos profesionales pendientes
sino con los personales que le atormentan

así aparece regularmente un ogro que la devora
o la escena de violación en una calle cualquiera

otras veces es asaltada y despojada de su cartera repleta de calumnias

no obstante se trastorna cuando despierta sudada
—en medio de grandes convulsiones—
soñando con los maridos de sus clientes
que sucesivamente le hacen el amor
en su propio despacho
encima de su gran mesa
ante la atónita mirada de un perro guardián

pero nada más alejado de la realidad:
era el marido que incontenible la poseía dormida

(Los muertos están cada día más indóciles, 1987)






REPENSANDO EN CUBANO UN POEMA DE NICANOR PARRA

Para Louis Bourne

Todas las mujeres en un definitivo poema:
las calladas, las patidifusas o acomplejadas,
las tímidas —nerviosas del colchón—,
las inconclusas,
también las secretarias.

Todas las féminas en desfile amoroso:
la bizca y la atormentada,
la miope o la cuerda.

Todas las damas lascivas
como miel de vida,
sensibles:
la señora o la ramera,
la matrona y la madama
(con perdón de Madonna).

La fiel esposa que después deviene en loba,
la media naranja y la cara mitad,
el ángel del hogar o la dulce enemiga.

La mujer pública, mundana, perdida.
La costilla de Adán
y las hembras.

Esas son algunas de las inquietas musas.

Faltan las que nunca deben olvidarse:
las amantes,
las imposibles,
las soñolientas,
hasta las perfectas
que en un interminable orgasmo consumen todo su ser.
¡Esas son las magníficas!

Finalmente quedan las irreparables,
las que cuestan lágrimas.
¡Esas son las perdibles!

(Un sueño muy ebrio sobre la arena, 2003)






UN SUEÑO MUY EBRIO SOBRE LA ARENA

Una copa con alas: quién la ha visto.
José Martí

Dicen que el néctar de los dioses está vedado a los hombres,
más ellos confunden el almíbar con los jugos del destino.

Diría mejor:
copular con todo vaso repleto de lucidez
que esperar la ansiedad de un tiempo no realizado.

Llegaría incluso a maldecir mi época
antes que dejar una copa inconclusa.

Las grandes jarras hermanan brazos.
La intolerancia se disipa con un buen jerez,
cuyo aroma deslumbra a León de la Hoz
o un oloroso hace las delicias de Efraín Rodríguez Santana
asemejando a La Habana con Madrid un buen día de chateo.

Un trago de aguardiente desatasca toda garganta enmohecida
y permite entonar a Bladimir Zamora su más preciado son.

Gastón Baquero enseña a Armando Álvarez Bravo
la visibilidad de un escocés con zumo de manzana.

Un buen whisky de malta atesora un misterio
despejado por la palabra de Salvador Garmendia.
Y si es Jack Daniel'l Louis Bourne nos deleita con canciones
de Shakespeare o Marlowe en las viejas tabernas madrileñas.

¿Qué decir de un helado e inesperado vodka
que despierta la fantasía de Heberto Padilla y Nelson Simón,
danzando ambos hasta el amanecer del trópico,
en una interminable comparsa pinareña?

¿O de las eternas rubias, negras o tostadas cervezas
—propiedad en exclusiva del ubicuo José Mario—
que enfrían suavemente todo hilillo de vida?

A grandes sorbos empina su preferida Hatuey Mario Guillot
disertando sobre leones o alacranes, tigres o elefantes,
de los industriales o azucareros: cerveceros todos.

Una bella isla llamada Muriel
se regodea con el primer guarapo del mediodía,
escuchando una tenue danza cubana del XIX.

Hasta un suspiro del alma atormentada, como volcán aflora,
cuando los títeres de Teuco Castilla aparecen reales como la vida misma,
reclamando con cierta urgencia:”Un anís dulce con hielo por favor”.

Si el catire D'Jesús retrata el aura de la bohemia,
las botellas hablan de melancolía
y los cuerpos se vuelven transparentes.

Un rioja vuelve aún más roja toda piel
y “tinto en sangre” cantamos Los pájaros fornican en la Catedral,
repitiendo “la carne no tiene ruido” con Carlos Contramaestre,
agasajados por la sabia amistad literaria
que nos brindan Don Alfonso Ortega y Alfredo Pérez Alencart
en cada estancia salmantina.

La sabiduría adquiere tintes majestuosos
cuando Joaquín Ordoqui escancia un Ribera del Duero.

Los claretes de Valdepeñas suenan al clarinete D'Rivera
a cuyo compás Pío E. Serrano busca un rinoceronte perdido
en la aurora de un tierno despertar.

Un blanco catalán, preferentemente del Penedés,
hace ensayar a Adriano González León una clásica habanera,
que recuerda un criollísimo joropo venezolano
cantado por Carlos Pérez Ariza.

En una jota celestial se convierte la sidra asturiana
con fabes y almejas, o pote incluido,
mientras Waldo Balart construye sus cuadros.

La manzanilla de Cádiz hiela los más sutiles pensamientos
donde Rafael Soto Vergés y Antonio Hernández
juegan en la arena como niños asombrados
por la tranquilidad del Mediterráneo.
El mismo mar que contempla añorante Fabio Murrieta
desde otro Malecón, ahora gaditano.

El mejor vino mendocino es servido sutilmente
acompañando empanadillas y un gran asado
—el vacío tira la entraña—
en la azorada azotea de Marisa Monguillot.
Margarita López Bonilla diluye la social curda
con un toque de jengibre sobre el dulce de leche.
Las dos Alicias en el añejo Torrelodones
confirman una gran verdad:
¡Ah, las argentinas: Qué carne más consecuente!

Los jóvenes artistas con David Gall como anfitrión de hierro
acercan su calimocho en el Bar Vicente
y crean su economía alternativa:
madera Jorge, encuadernación Rosa,
cerámica el Kasker, serigrafía el Migue.

El interminable viaje de la gran cogorza
es filmado por Quique Álvarez en un destartalado tren matancero
con Alfredo Zaldívar como vigía,
Laura y Gisela como etéreas azafatas
y Carilda, siempre Carilda, en nuestros corazones.

Camilo Venegas se empapa de tequila y arroz blanco con maíz
y nos recuerda la etapa mexicana del Benny
o la actual de Alejandro González Acosta tras los pasos de Malcolm Lowry.
Es cuando Raúl Thomas nos embriaga con mezcal Gusano Rojo
y todos “culitos a la pared”,
entonando Las Mañanitas.

Nidia Fajardo se vuelve invisible con un trago de Havana 7
bañandose en las playas de otra isla.
Isleña ella, ya para siempre.

Manolo Díaz Martínez fija su vista en el Atlántico
paladeando un rotundo café negro
y nos diserta sobre una Habana ida,
mientras que Gaetano y Rada apuran un cuba libre.

Hasta el carajillo de la sobremesa despejará toda duda,
cuando César López prende su primer Cohiba
y Carlos Julio Báez nos brinda un soberbio Barcerló,
tendiendo puentes libertarios en las Antillas.

El daiquirí en Floridita para comprender la importancia de llamarse Ernesto,
como el siempre iterable mojito en la Bodeguita del Medio,
donde Pepe Prats y Antonio Pérez, como inefables comensales,
recuerdan al viejo Nicolás con sones montunos, yuca y congrí.

Y después de muchas penúltimas —siempre la penúltima—
al otro día, con un buen Bloody Mary o un Cubanito
—según las preferencias estrictamente etílicas—
un viejo danzón cantado por Barbarito
hará bailar a todas las hetairas del cielo.

(Un sueño muy ebrio sobre la arena, 2003)


REVISTA DE POESÍA BAQUIANA

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