jueves, 4 de noviembre de 2010

1733.- JUAN MANUEL RODRÍGUEZ TOBAL


Juan Manuel Rodríguez Tobal (Zamora, 1962). Poeta y traductor. Licenciado en Filología Clásica por la Universidad de Salamanca, es desde 1985 profesor de Enseñanza Secundaria de latín y griego, actividad que compagina con la traducción de los poetas clásicos grecolatinos. En la actualidad preside la Fundación Sinsonte, creada para promover en España la poesía latinoamericana y la antillana en particular. Esta Fundación ha editado la colección de poesía El sinsonte en el Patio Vecino, en la que han aparecido títulos de Nicolás Guillén o Saint-John Perse, entre otros.

Se inicia en la poesía con Dentro del aire (1999) que le valió el Premio Ciudad de Badajoz. Después vendría Ni sí ni no (2002) y Grillos (2003), con el que obtuvo el Premio Internacional de Poesía San Juan de la Cruz. En este libro Rodríguez Tobal da cuenta de su poética: creer en la vida, aunque sabiendo que la muerte espera, cantar porque el canto redime y alivia. En 2009, ha publicado Los animales. Poemas suyos han sido recogidos en diversas antologías de España, México y República Dominicana.

Ha traducido numerosas obras de poesía grecolatina. Entre sus traducciones destacan Poemas y fragmentos de Safo, Algunos versos más desvergonzados de Catulo o El arte de amar de Ovidio. Es autor además de la compilación de poesía griega El ala y la cigarra: fragmentos de la poesía arcaica griega no épica.

POESÍA:
Dentro del aire (1999).
Ni sí ni no (2002).
Grillos (2003).
Los animales (2009).




(LA LEVEDAD)

I
Dice la levedad por no extraviarse.
Por no extraviarse muere
sin huella duradera.

No el pájaro,
su sombra.

No las alas,
su espacio.


II
En la luz, la palabra y el silencio:
oír es ser herido por la luz.

Ora verde, ora negra
la levedad:
así se mira el aire.


III
Pero la levedad
mira sin ver.
Tienta el lugar en que dejó de verse,
en que, al mirar, su sangre
devino transparencia.


IV
También la levedad es la inocencia
que precede al aliento de las flores,
la música indecisa,
la pureza
de lo nunca crecido,
de lo nacido nunca.

Es la voz que dejar sobre los párpados
de lo que ojos no tiene
ni figura.


V
Habla siempre en la sed
la levedad.
Habla desde la lluvia,
desde la sal azul de la amapola.

Habla
desde el pecado del desasimiento.
VI
Ligera,
y más ligera aún para la muerte,
la levedad
es un arco imposible.
Espesor de un silencio
que no desciende al nombre del silencio.
Espesor de lo alzado
la levedad:
un peso que no sangra.





AQUELLA ETERNA FONTE

a Guti

Hay un grillo que sabe la forma de tus ojos.
Sin nostalgia del cielo,
sin castigo,
sin el exceso hondo
del corazón
hay un grillo que guarda la canción de tus ojos:
delicia fría del ocaso y
vuelo.

Con la alegría del que marcha solo,
con la presteza del que va olvidado
y con la levedad del que se duele
acude donde nada lo ha llamado,
acude donde ya no están tus ojos,
en ellos bebe y sacia su dolor.

Y por eso él conoce la forma de tus ojos.
Y por eso él custodia la canción que no canta.
Y por eso él va siempre donde nada lo llama.

Y salva su dolor.
Aunque es de noche.

(Del libro Grillos, Madrid, Rialp, 2003.)



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