miércoles, 6 de octubre de 2010

ALBERTO HERNÁNDEZ [1.412]


ALBERTO HERNÁNDEZ

Nació en Calabozo, estado Guárico, Venezuela el 25 de octubre de 1952.
Poeta, narrador y periodista. Egresado del Pedagógico de Maracay, realizó estudios de postgrado en la Universidad Simón Bolívar en Literatura Latinoamericana. Fundador de la revista literaria Umbra, es colaborador de revistas y periódicos nacionales y extranjeros.

Su obra literaria ha sido reconocida en importantes concursos nacionales. En el año 2000 recibió el Premio “Juan Beroes” por toda su obra literaria. Ha representado a su país en diferentes eventos literarios: Universidad de San Diego, California, Estados Unidos, y Universidad de Pamplona, Colombia. Encuentro para la presentación de una antología de su poesía, publicada en México, Cancún, por la Editorial Presagios.

Miembro del consejo editorial de la revista Poesía de la Universidad de Carabobo. Se desempeña como secretario de redacción del diario “El Periodiquito” de la ciudad de Maracay, estado Aragua.

Ha publicado ensayos y textos poéticos en las revistas Turia de España (Aragón), números 81-82; en Il foglio volante de Italia, Nº 4, abril 2007; Piedra de molino, Arcos de la Frontera, España, primavera de 2007, entre otras.

Parte de su obra ha sido traducida al inglés, al italiano y al árabe.

OBRA PUBLICADA

POESÍA

La mofa del musgo. Umbra Editores, Maracay, 1980. pp. 60.
Amazonía. Talleres Gráficos del Centro de Capacitación Docente “El Mácaro”, Turmero, 1981. pp. 30.
Última instancia. Editorial Sobrevivientes asociados. Maracay, 1985. pp. 75. (Esta obra obtuvo mención honorífica en el Concurso Literario de la Secretaría de Cultura del Estado Aragua, 1985. Jurado: José Barroeta, Jorge Núnes e Igor Barreto).
Párpado de insolación. Ediciones del Ateneo de Calabozo, colección “Escampos”. Editorial Miranda, Villa de Cura, estado Aragua, 1989. pp. 100. Ilustrado por Antonio Cabesas. (Obtuvo mención honorífica en la II Bienal Literaria del Ateneo de Calabozo (1985-1987). Jurado: Luis Alberto Crespo, Elena Vera y José Barroeta).
Ojos de afuera. Fondo editorial IPASME, 1989. pp. 112. (Ganador del 1er. Premio del II Concurso Literario IPASME). Caracas, 1989.
Nortes. Editorial Sobrevivientes asociados. Maracay, 1991. pp. 103. (Mención de honor Primer Concurso Literario “Madre Perla”, 1992, Porlamar, estado Nueva Esparta. Jurado: José Lira Sosa, Elí Galindo y Luis Camilo Guevara).
Intentos y el exilio. Ediciones de la Casa de Asterión, Ediciones Mucuglifo. Dirección Sectorial de Literatura CONAC. Mérida, 1996. pp. 70. (Libro ganador del Premio II Bienal Nueva Esparta Teatro Simón Bolívar de Juangriego. Jurado: Luis Alberto Crespo, Magaly Salazar y Earle Herrera). Prólogo: Luis Alberto Crespo.
Bestias de superficie. La liebre libre editores, Maracay 1998. pp. 40. (Premio de Poesía del Ateneo de El Tigre y Diario “Antorcha” de la misma ciudad, 1992). Jurado: Elizabeth Schon, Santos López y Francisco Pérez Perdomo).
(Este libro fue traducido al idioma árabe por Abdul Zagbour, Siria, Damasco, Editorial Daralmarsat, 2005)
Poética del desatino. Ediciones Estival. Colección El divino Narciso, Maracay 2001. (Libro de aforismos). Pp. 45.
En boca ajena. Antología poética 1980-2001. Ediciones Presagios-Serie Faisán, México, 2001. pp. 117. Prólogo: Efrén Barazarte.
Tierra de la que soy. Latin American Writers Institute Eugenio María de Hostos Community College of CUNY (Universidad de Nueva York, 2002). Pp. 121. Prólogo: Manuel Cabesa.
Nortes/ Norths. Latin American Writers Institute Eugenio María Hostos Community College of CUNY (Universidad de Nueva York, 2002). Pp. 87. Traducción al inglés: Alexis Trujillo.
El poema de la ciudad. Editorial Blacamán (Villa de Cura), Estival (Maracay), La liebre libre (Maracay), Presagios (México) y Umbra (Maracay), 2003. pp. 181. Prólogo: Harry Almela.
El cielo cotidiano. Poesía en tránsito. Editorial Mucuglifo, Mérida, Estado Mérida, 2008.
Puertas de Galina. Editorial Memorias de Altagracia. Caracas, 2010.

CUENTOS

Fragmentos de la misma memoria. Editorial Actum, Caracas, 1994. pp. 93.
Cortoletraje. Blacamán editores, Villa de Cura, Venezuela, 1999. pp. 54.
Virginidades y otros desafíos. Latin American Writers Institute Eugenio María de Hostos Community College of CUNY (Universidad de Nueva York, 2000). Pp. 60.

ENSAYO LITERARIO

Notas a la liebre. La liebre libre editores, Maracay, 1999. pp. 140.

CRÓNICAS

Valles de Aragua, la comarca visible. Impresos Urbina, 1999, Maracay. Pp.254. Prólogo: Pedro Ruiz.
Cambio de sombras. Editorial Sobrevivientes Asociados y Ateneo de Guardatinajas “Soñadores del río Tiznados”. Maracay, 2001. pp. 122. Prólogo de Elena Vera.



Designio

mientras haces el amor
el municipio hurga en la basura

para sudar
te deshaces en la ventana 
con el griterío, los disparos
y una catedral abierta al miedo





Deseos

vivo en las llagas del perro del vecino
y realengo me angustio

de hocico caigo

por carnal y alevoso
entrego mis desganos

mientras el suicidio 
recorre en una mosca
lo que queda de perro
en mis deseos.





Desgano

estoy por pensar
que nada de esto importa

que el país está a punto de morir 
entre tantas heridas abiertas

que por miedo venden
patria solar y madre juntos

que la república ambula ciegamente

que paso de padre
a sinvergüenza

que esto no es un poema

ni siquiera un chillido del alma


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DE Puerta de Galina


PUERTA DEL REY

en la librería Suma

Pobre Arnaldo, silabea Raúl Betancourt mientras mira los ojos de agua del poeta. La brisa rasga las hojas vegetales de la revista Imagen y Sabana Grande disminuye en bullicios.

Detrás de los lentes del hombre de barba, la impenetrable tristeza.

El Rey camina por el largo pasillo. A un lado Rafael Cadenas repasa un libro merideño. Orlando Araujo suelta uno de sus conjuros.

(A esta hora es familiar entretejer maromas contra el velocípedo de Pancho Massiani).

El Rey sacude el frío desde la tapa del libro. Pobre Arnaldo, repite Raúl. Camaguán, hundida en el polvo del verano, desconoce la tierna edad de los nogales.

Raúl parece un hombre dorado por el ocaso: Acosta Bello deshecho en saludos, empujado por la eternidad,

silencioso bajo la madera envuelta por el fuego.

Sabana Grande se quita los guantes de la algaraba.

Camaguán voltea los pájaros de sanar el viento

Por allí entra,

Raúl lo mira y lo revisa desde la mudez.

La mitad de los muertos y la mitad de los vivos están juntos en estas avenidas, pronuncia bajito y sonríe.

Luego se va, sin decir nada. Desde nuestras gravedades,

desaparece





PUERTA DE SALAMANCA

Allí encontramos el germen
el pedazo de la noche
Carlos Contramaestre
De las sombras un solo espacio

la vuelta al vano de una espera

donde el tiempo atisba llagas

y memorias

La Torre del Calvero rumia

la sombra del adobe,

el siglo aumenta el pulso

y la sangre visigoda se libera

de entusiasmos

la mirada vacía de quien transita

sin mirar atrás

Salamanca es un argumento. Un punto de espasmo donde la muerte abunda. El último tren agota la hora extraviada.

Un pájaro imposible cavila en la Iglesia Vieja, y el río resume la eternidad en un hombre que mira la devota peregrinación de los inviernos





PUERTA DE ALCALA

Madrid cabizbaja en la Puerta de Alcalá. Sigo el desparpajo de una fecha: el licor anémico del bar más cercano, la intromisión de un muro de lamentos. El Chicote. Sólo el tatuaje de una piel me hace advertir la presencia de otra entrada hacia el misterio.

La oficina de correos promulga una sensación de adustez casi reverente. Un sereno, arcano y peregrino, de raído uniforme, extiende la sombra de sus uñas.

Tacaño en mi andar, sosiego noviembre con varias monedas.

Al cerrar los ojos, impido el regreso






PUERTA DE COMPOSTELA

a Mari Cabaleiro

a Emilio Agra

1.

El fin del mundo comienza
y no termina.
No era redondo el tiempo
y las piedras sudaban
la espuma del último mar.
En el viaje venía Palestina
en caballos
de talones cuarteados
entonces la muerte
barcaza
de siete días
y sed para la sal oceánica:
la carne seca revelada
la lengua mordida
en el silencio de una caverna
en la piedra y en los pies descalzos

2.

La Plaza de los Muertos
suda los huesos en un abismo ciego
(yo hice de mi único ojo
un sol vespertino
en la Puerta de los Perdones):
ángel desnudo
decapitado
finisterra
campo de estrellas
cementerio, Compostela,
sepulcro,
cuerpos ausentes de
goliardos y borrachos
ásperos, viciosos
pérfidos y réprobos
huesos del peregrino
y cobros de portazgo

3.

O Cabreiro, nube terrenal,
cerca del dolor
nos queda un perro muerto
Camino de Santiago
ciego y torpe:
bajo un puente
piadosas son las piedras
La muerte en Canfrac
en las paredes turbias
(vengo de Roncesvalles
a morir en el mar del norte.
Concha marina
bajo los abedules)
¿Quién dejó la agonía
frente a estas rocas?


FUENTE: LA MAJA DESCALZA 

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La última “agonía”, NUEVE GATOS, SIETE VIDAS Y CHARLES BUKOWSKI


1.-

Las cabezas de dos caballos cruzando la meta del hipódromo de Hollywood Park simbolizan la última “agonía” de Charles Bukowski en “El capitán salió a comer y los marineros tomaron el barco” (Anagrama, Barcelona 1998), diario ilustrado por Robert Crumb en el que el autor norteamericano sabe que va a morir, pese a que aspiraba a llegar a los 80 años. Murió a los 73, acompañado de nueve gatos cuyas siete vidas se fundieron en la del poeta y narrador cuyo ojo cerebral detestaba la compañía de los humanos.
El 28 de agosto de 1991, a las 23.28 horas, Bukowski comenzó a escribir la que sería su obra póstuma, toda vez que ésta salió publicada cuatro años después de la muerte de su autor, editada por Black SparrowPress con el título original “The Captain Is Out to Lunch and the Sailors HaveTaken  Over the Shop”.
A una hora en que Bukowski viajaba hacia el infierno –como a él le hubiese gustado decir-, su amigo John Martin, quien había sido también su editor, encontró entre papeles las hojas que hoy son motivo de estas líneas.
El 27 de febrero de 1993, a las 12.56 horas, el rabioso escritor cerró el diario y esperó la hora de la muerte. Las últimas palabras que quedaron de su aliento fueron:
“Que te den por el culo, compañero. ¡Y tampoco me gusta Tolstoi!”
Un poco antes había renegado de Shakespeare.
Los belfos de aquellos caballos pudieron haber cruzado también la meta de Oaktree o de Fairplex Park, pero Charles Bukowski, para el gusto de algún doble que logre imitarlo, prefirió verlosen el nombrado un poco más arriba.


2.-

¿Cuántas agonías puede vivir un hombre? ¿Cuántas uno como éste dedicado a escribir desde el desapego, desde su propia agonía? ¿Cuántas las de un poeta que no tenía esperanzas, que respiraba para vivir lo que no podía hacer contra el ser que llevaba incrustado en sus huesos?
Charles Bukowski fue un desesperado, un ser agónico. Un escritor rodeado de fantasmas que sabía matar con las palabras que publicaba. Liquidaba sus muertes con el filo de la poesía que salía de sus intestinos, de su cerebro y de sus uñas. De las siete vidas que extraía de sus nueve gatos y de la silenciosa presencia de su esposa, Linda, la última esposa, la que lo vio morir.
Fanático del hipismo, este aventurero de la vida y de la muerte no apostaba por el dinero, aunque a veces le hacía falta, sino para no morirse en vida. Para soportar la idea de que tenía que morir, aunque afirmaba no tenerle miedo a la señora calva que en 1994 entró a su cama y se lo llevó.
En toda su escritura, en ésta de hoy, están los caballos, los hipódromos, los jugadores y apostadores, los mirones, los personajes de una novela que terminó de cuajar y que se hizo diario porque esa era la intención, hacer un diario que terminó pareciendo una novela donde el personaje principal es el mismo Bukoswki. Una autobiografía con todos los destalles del espíritu de quien no ocultó nada. La honestidad de este autor quedó plasmada en las casi doscientas páginas de este largo título que ocupa nuestra atención de este desocupado y ocioso cronista. 
Los dibujos o retratos de Robert Crumb describen la cara marcada del autor. El rostro con las huellas de la viruela o de los barros de la juventud. La faz de camionero rabioso. De picapedrero polaco. De gringo con cara de buscador de pleitos.
Charles Bukoswki y sus nueve gatos. Bukoswki y sus siete vidas. Charles Bukowski, lengua suelta de la literatura norteamericana, aún escribe desde la lectura de quienes se acercan a sus libros, en especial a éste, donde reposa la última parte de su cuerpo y de su alma.


3.-

Para no perderlo de vista, para aproximarnos a su talante, a su energía verbal, algunas reflexiones tomadas de este diario que hunde los dedos en todas las llagas:
“Mi alma está en peligro. Siempre lo ha estado”. (28-08-91).
“Probablemente tenga alguna enfermedad. Saroyan perdió el culo en el hipódromo, Fante con el póquer, Dostoievski con la ruleta. Y realmente no es cuestión de dinero, a menos que se te acabe (…) Ahora escribo, escribo y escribo, cuanto más viejo soy más escribo, bailando con la muerte. Buen espectáculo (…) la inmortalidad es el estúpido invento de los vivos”. (29-0891).
“Debería hacer un gigantesco esfuerzo y cortarme las uñas de los pies esta noche. Sí, ya sé que hay gente muriéndose de cáncer, que hay gente durmiendo en la calle en cajas de cartón, y yo estoy aquí parloteando sobre cortarme las uñas de los pies (…) El hecho de que esté vivo a los 71 años de edad, y parloteando de las uñas de mis pies, es suficiente milagro para mí”. (11-09-91).
“No hay que lamentarse por la muerte, como no hay que lamentarse por una flor que crece. Lo terrible no es la muerte, sino las vidas que la gente vive o no vive hasta su muerte (…) el dolor no crea la escritura; la crea un escritor”. (12-09-91).
“Los poetas, los novelistas, los cuentistas…una pandilla de farsantes. La escritura tiene algo que atrae a los farsantes (…) Me enteré de que encontraron a mi primera mujer muerta en la India, y que nadie de su familia quiso hacerse cargo del cadáver. Pobre chica. Tenía un defecto en el cuello, no podía girarlo. Aparte de eso, era perfectamente hermosa. Se divorció de mí, e hizo bien. Yo no era lo bastante bueno ni lo bastante grande como para poder salvarla”. (13-09-91).
“El mundo puede vivir mucho mejor sin escritura que sin fontanería (…). “Lo que mató a los dinosaurios fue que se comieron todo lo que había a su alrededor y luego tuvieron que comerse los unos a los otros, y al final sólo quedó uno, y ese hijo de puta se murió de hambre”. (26-09-91).
“Sé que voy a morirme pronto, y es algo que me parece muy extraño. Soy egoísta, me gustaría seguir con el culo aquí, escribiendo palabras (…) Lo más extraño, para mí, es mirar los zapatos de la gente después de que se muere. Es la cosa más triste que hay (…) Prefiero pensar en la muerte que en escritores. Mucho más agradable”. (30-09-91).
“Debería estar muerto. Y lo voy a estar. No es tan grave cuando lo piensas”. (09-10-91)
“Estúpidos egos perdidos. Yo soy uno de ésos. Sólo que para mí es un pasatiempo (…) Yo también estoy enfermo, de alguna manera. No me enfrento a la realidad. Pero ¿quién demonios quiere hacerlo?”. (14-10-91).
“No podía pasarme la vida tirándome por precipicios. Quizá después de un descanso pudiera lanzarme al abismo otra vez. Quizá”. (22-10-91).
“El mundo entero es un saco de mierda que se está rompiendo por las costuras. Yo no lo puedo salvar. Pero he recibido muchas cartas de gente que afirma que mi escritura le ha salvado el pellejo. Pero yo no la escribí para eso, la escribí para salvar mi propio pellejo”. (03-11-91).
“Uno de mis gatos había regado de semen mi máquina. Tuve que llevarla al taller”. (22-11-91).
“El principal problema, para los filósofos, es que deben humanizar su lenguaje, hacerlo más accesible, porque entonces los pensamientos se iluminan mejor, se hacen todavía más interesantes. Creo que están aprendiendo que es así. La sencillez es la clave (…) Hemingway nunca se reía. Alguien que escribe de pie a las 6 de la mañana no puede tener sentido del humor. Quiere derrotar algo”. (09-12-91).
“Bueno, me muevo entre la novela y el poema y el hipódromo y sigo vivo” (18-01-92).

4.-

La muestra anterior creo que es suficiente para sabernos al lado de una contradicción, pero solvente, coherente. Toda contradicción es así: el ser humano se contradice para poder ser. De lo contrario albergaría –como ocurre con los déspotas- la idea de ser Dios. Y Bukowski fue un humano que se agregó demasiado a esa condición, a la de ser hombre.
Su obra es una suerte de desaguadero por donde corren todos los desperdicios de la humanidad. Por eso su lectura se hace imprescindible.
Nos hacemos más humanos al leerlo.
Casi nunca los caballos llegan a la meta cabeza a cabeza.




POÉTICA DEL DESATINO

Patria: nombrarte es una culpa. Tan grande es la muerte que te invoca.

***

Mucha ha sido la muerte contada por el mismo país. Mucha ha sido la ira alquilada. Es que la muerte sigue siendo el tema para aniquilar a quienes la propician sin entenderla. Muchas páginas han corrido por la muerte de personajes reales, intangibles otros que tienen imagen en una realidad que se cree ficción. No es conveniente dar ejemplos de cadáveres.

***

Decir la verdad es relativo, como la verdad. Lo único verdadero es la mentira.

***

Nos miramos en el espejo para buscar alguna delación. En el poema, la palabra nos descubre.

***

Para regresar de la locura, un poco de fe
***

Los días que pasan no son suficientes. Faltan las noches, la hora del tiempo.

***

Siempre desubicada, el alma recorre todos los rincones del miedo. Nadie es capaz de detenerla, y quien logre hacerlo, caerá fulminado.


***

El cansancio es una revisión del espíritu, un desagüe. Hay un cansancio del adentro y uno que toca la carne y los huesos. El cansancio del cuerpo vive de la necedad del trabajo. O de la quietud constante del agua en la mirada: “trabajar cansa”, dijo Pavese. Mirar borra, por tanto agota lo mirado: mirar mata porque borra lo que no habíamos advertido. Al mirar tachamos, saltamos el abismo, nos apropiamos de lo que no nos pertenece. El cansancio de adentro es visible al ojo -81- de un lenguaje perverso, el que husmea más allá de los rostros ajados. Mira en la comisura de los párpados, persigue la muerte detrás de lo que no se deja mirar, agujera el cristalino, derrota el ocultamiento. El agua proporciona un rostro en la mirada, limpio: lloramos para ocultar, para sobrevivir al cansancio, o para definir lo que no sabemos sentir. Por eso la muerte viaja constantemente en el vértigo, en el paisaje que dejamos atrás, en el trago que consumimos a medias, en la mujer que no besamos, en la mano que no tocamos, en el grito que no atendemos. La muerte cansa la eternidad, la agobia. Episteme, lenguaje, superstición: la filosofía es un deporte, unos deseos inmensos de construir la Torre de Babel y regresar al huevo ontológico.

***

Animal solitario escojo la alegría para reconciliarme con el misterio. Soy una figura que inventa las sombras, luego las piso con la seguridad de hacerme en otro.
Amante: ¡Cuántas veces el orgasmo llega primero que el deseo!

***

Un rasgo peculiar define a quien escribe desde la contemplación del tiempo, desde sus humedades. Ramón Palomares dice que la muerte es campesina, una pequeña iglesia sin campana, una bebida andina que adormece. Miche es la muerte, y vida la embriaguez que procura, pero… “Te estás durmiendo/ te estás durmiendo/ echá la última rosa por la boca,/ que viene tu cabeza por entre el agua,/ que viene como entre espumas”. La muerte parece una rana, fría, ojona. Sólo este poema la encuentra sin delación.

***

Un hombre, cuya demencia es advertida por quien gobierna con mano dura, levanta las sospechas de todos: conspira a diario contra el aliento del parlero.

***

El cinismo de Diógenes llegó a tanto que apagó la linterna a pleno sol para no promover la envidia de los ciegos

***

“Los intelectuales son rebeldes, pero no revolucionarios”, respiró César Vallejo en su ‘Contra el secreto profesional’, y no es nada exagerado. Habría que descubrir que la cotidianidad, la historia diaria de los poetas o de los artistas, gira alrededor del asombro, y eso es rebeldía frente a la frialdad de quienes han creído voltear la historia y convertirla en una tortilla con muchos condimentos.

***

Una herejía, creer que el silencio no está hecho de palabras.

***

Días de abulia, días de carga sobre los hombros. El país se nos deshace en los espasmos del diarismo, en los pliegues de un mal verso. Días pesados, piedras atadas a los pies. El clima se niega y sus efectos conservan la desesperanza: las lluvias son sólo un anuncio de su poquedad. Las calles, sucias y abrumadas, nos encaran y gritan desde una esquina. Vuelta a empezar. Nadie ha salido ileso de estos largos días de ingrata realidad. Unos, agitados por la planificación ojerosa del olvido, se cimbran con una mochila que los apoca frente al mundo. Otros, desnudos por la necedad, fabrican el destino con cortos mensajes clandestinos. Los días naufragan frente a nuestros ojos (…).

***

Las pasiones se aferran al futuro, por eso quien las practica sabe que morir es un oficio no tan difícil.

***

Todas las palabras del diccionario son suficientes para entender que leerlas no basta para ser sabio. Para llegar a ese lugar, al sitio de la sabiduría, es preciso no saber nada. Y eso ya lo dijo alguien por allí, mientras seguía felizmente la ruta de una tortuga.

***

Si las piedras hablaran, suele decir el vulgo. Mas, en los versos de Contramaestre el silencio acredita que éstas conocen la eternidad: “En el espacio de la Muerte/ la piedra permanece”. ¿Cuántas de esas inanimadas presencias saben de agonías, gravedades y sepulcros?

***

Los secretos no existen, nunca han existido. Quien sostenga que ha vivido con uno, miente, porque ningún secreto se soporta por mucho tiempo y mientras esto sucede éste allana su propio nombre: se convierte en una complicidad falsa, peligrosa.

***

Escribir es someterse a la muerte. El que muere a diario por vaciarse tiene como recompensa el silencio del mundo: un lector ciego frente a la agonía de las páginas.

***

Soñar es participar en una fiesta donde sólo sufre el que sueña la fiesta. Felices y ebrios, los personajes desaparecen por la puerta principal. La resaca acude en un dolor punzante en la cabeza y un extraño sabor en el fondo de la boca.

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El bufón aplaude a quien lo golpea. El estúpido se aplaude él mismo.

***

Una vez descubierta la traición que lleva a cuestas, corre. Si logra comprenderla, se hace merecedor del cielo. Sólo los beatos afirman la existencia del misterio de la lealtad.

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El odio pudre lentamente los huesos. Por eso es sólo las muecas de un cadáver que nadie quiere ver a la cara.

***

La luz es nuestra perdición. A veces nos perturba, nos hace aguas desde adentro y nos consume: perplejos y agotados regresamos a la sala donde la música, el licor y la palabra amagan a la señora que vuelve para tomarnos el cansancio.

***

Ojalá fueses como tu cuerpo, hermosa.








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