domingo, 3 de octubre de 2010

1375.- ALEYDA QUEVEDO


ALEYDA QUEVEDO
(Quito, Ecuador, 1972)

Ha publicado los libros de poesía Cambio en los climas del corazón, (1989), La actitud del fuego (1994), Algunas rosas verdes (1996), Espacio vacío (2001, reeditado en 2007), Música oscura (breve antología), Soy mi cuerpo (2006) y Dos encendidos (2008). Mantiene un libro inédito, del que extraemos este poema.
En 1996 recibió el Premio Nacional de Poesía Jorge Carrera Andrade. En 2008 Monte Ávila Editores Latinoamericana publicó Antología: 13 poetas del Ecuador, que reúne las voces de poetas nacidos en los 70´s que Aleyda preparó para esta prestigiosa editorial.
Sus poemas han sido traducidos al inglés, portugués, hebreo y alemán. Ha participado en los más importantes encuentros literarios y festivales de poesía de Latinoamérica y el Caribe. Vive y trabaja en Quito como consultora de comunicación para el desarrollo y ejerce el periodismo para revistas de su país como COSAS, Panorama y Kipus, así como para publicaciones de México y Brasil.







Poema de Cavafis

Despacio
sueltas tu calor
Tu lengua
ejerce la función
para la que fue creada
y cumples con el acto
de volverme animal sensible
tan parecido
al poema infinito
que escribiera Cavafis.







Algunas rosas verdes

Esta mujer de hechizos
de mentiras y yeso
teje las medias
más cálidas
para el día de su muerte
Una cruz
una caja de madera
algunas rosas verdes esperan por ella

No hay temor a la muerte
Solo pido
sea justa.






Ojos de testigo

El viento histérico rompe mis hombros
Ópera que desmorona la contemplación
del desierto
y hace tambalear al saguaro
rey de cactus
Las horas larguísimas
caminan como pesadillas

Después
lentamente llega la calma furiosa
y el cielo del paisaje ocre
se limpia para dejar pasar
la más pura y metálica luz del planeta.






CONTEMPLACIÓN

Si permaneces despierto
verás la cabeza azul de la salamandra
La noche de los nómadas
y un Dios de marfil

Solo lo indispensable
para encontrar las palabras que con rigor
expliquen la venganza más necesaria

Un cuchillo reluciente
corta los cuellos de las bailarinas
y al amanecer es posible distinguir
manchas azules que se mueven
entre la sangre todavía caliente.




LA NOCHE BLANCA

En un inmenso hospital
un cuerpo vestido de espinas

Soy virtualmente la virgen del desierto
estampa desmayada sobre el miedo

Nada más, yo
con las manos llenas de clavos calientes
caminando descalza entre las dunas

Un inmenso hospital es un desierto blanco

De mi boca sale el mensaje divino
pero aquí nadie me oye.






MÚSICA JAPONESA

¡Ah! de las horribles pasiones que recorren mi cuerpo
insoportables cuando los ojos de otros miran

Sé que voy
hacia el despeñadero de cuerpos desconocidos
que aman y emocionan

Señor, no me abandones en arenas
de almas en movimiento
soy tuya
camino descalza y pulcra en mitad del desierto
preparada para el goce o la muerte

Más allá de esta seducción
guía mis pasos en el amor.






ALGUNAS ROSAS VERDES

Esta mujer de hechizos
de mentiras y
yeso
teje las medias
más cálidas
para el día
de su muerte
Una cruz
una caja de madera
algunas rosas verdes
esperan por ella

No hay temor
a la muerte

Solo pido
sea justa.






LIMÓN PERFUMADO

Soy mi cuerpo
atrapado por partículas
de otros cuerpos

Cuerpo mío
que enjabono en el mar
reconociendo suciedades
y miedos

Miedos míos
enjuagados con
el agua que todo lo cura
la sal de mi sudor
los celos bien guardados
los dulces jugos
y de nuevo el agua
que me concede
un cuerpo nuevo cada día

Cuerpo fresco
tendido en la cama
como limón al filo
de la ventana

Y el sol quemando
el vidrio
la madera
el limón perfumado y desnudo
de la ventana que soy

¿Sé quién soy?
me miro
en el largo espejo del baño
tengo 33 años
nunca estuve tremendamente sola
abandono de perras
que te marca y deja sin curiosidades

Lloro y mis piernas blancas
se vuelven negrura profunda
que bloquea los sentidos

Quién es mi cuerpo
puede afrontar sus propias
desgracias
incluso las más asfixiantes horas
ansiedad
falta de ti
horas cuando me fundo con un monstruo
que conozco bien

Cuerpo mío
pólvora cielo
intenso estallido
de lámparas que filtran tu claridad
sobre mi pecho

Soy este cuerpo mío.









En Granada, Nicaragua, existe un lago
con más de ocho mil kilómetros de tonalidades,
que van del ámbar al verde caña,
deteniéndose ligeramente en el gris azulado.
El lago tiene sus puertas veladas por la noche
y nadie sabe a qué profundidad exacta está su corazón.
La extensión interna del Cocibolca,
apenas me alcanza para nombrar
lo volcánico de tus besos en mi cuerpo.
Agua verde jade,
luz metálica de febrero,
y las olas que llegan recias,
al borde de mi antiguo deseo.
Debe ser el viento histérico,
algo frío y loco
que sopla en este lago ancestral.
El viento va y nos junta.
Viene y nos separa.
Golpea tu rostro y enreda mi cabello,
que pacientemente ordenas, besas
y acaricias, con ternura desconocida.
El Cocibolca repleto de fantasmas.
Fuera de él no quiero entender,
ni recordar, ni matar nada, ni a nadie.
Varias veces te pido:
no me marques con tus besos puros.
No, en este lago de amantes
que separan sus destinos.
No, con este viento poderoso
que sabe de trampas.
Pero no me escuchas,
y me besas sin detenerte.
Los ojos del Cocibolca nos observan y se te parecen.
Tus ojos y los de este lago,
callados y hondos, perversos y tristes.
Creo que tú y el lago llegaron al fondo,
tomaron el puñal de las angustias
y humildes emergieron
a la superficie para buscar la felicidad.
Las olas de mi deseo te morderán el corazón.
Mi aliento que quiere comerse al mundo
te envolverá por los siglos de los siglos,
igual que el azufre
y los vapores de esta tierra
volcánica e inquebrantable,
te perseguiré para cuidar tu sueño.
En Granada, Nicaragua, un lago,
y en su muelle blanco
una pareja contempla
a las águilas pescadoras, que aunque serenas,
solo el viento histérico logra distraerlas.
Somos los únicos en este lago,
arropados por el viento y su misterio.
El viento que no es únicamente aire,
porque el viento de este lago dulce
abrió sus puertas para que entráramos
en lo imposible de vivir.
Ahora sé bien
que al igual que mi amada Emily Dickinson,
vivo en la posibilidad.
El viento de hoy,
tu amor de horas,
este lago abismal,
y la perdición de tus besos sobre mi cuerpo
no me alcanzan para nombrar
la belleza del Cocibolca que me alucina.
Me aterra pensar que fui feliz aquí,
que no siento culpas,
ni remordimientos.
Esto es lo que merezco,
tus besos de viento perfumado
que me consuelan,
y devuelven la inocencia.
Este poderoso viento que me hace entender
que este viaje tenía que ser.
Este lago de puertas gigantes
que entra en mí,
para dejar de ser yo,
y así ser otra más libre.
Esa que ya no cabe ni en su sombra,
aunque esencialmente,
la misma mujer, siempre otra.
La de las posibilidades,
aquella que siendo otra, ninguna y todas
es la única que ejerce su libertad.
Soy otra
y todas las que amaste,
contenida en esta mujer
que besas rodeado de aguas ancestrales.
Más sé bien que el tiempo pasa de largo
venciendo cualquier oráculo,
borrando la pasión
y la velocidad del corazón que sale
por la boca en forma de meteorito.
Secretamente cuando sueño,
es el lago el que me posee
en mi verdadera naturaleza.
Ahora somos él y yo.
Y tú, querido mío,
sin una pizca de duda,
puedes empezar a olvidarme,
y entrar en ese siempre de mis besos
que ya no existen,
porque mi fe es del Lago de Nicaragua.










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