miércoles, 8 de septiembre de 2010

954.- EDUARDO PITTA


EDUARDO PITTA nació el 9 de agosto de 1949 en Mozambique. Ha publicado los libros de poesía: Sílaba a Sílaba, 1974; Um Cão de Angústia Progride, 1979; A Linguagem da Desordem, 1983; Olhos Calcinados, 1984; Archote Glaciar, 1988; Arbítrio. & etc., 1991; Marcas de Água, 1999; Poesia Escolhida, 2004. Ensaio e Crítica: Comenda de Fogo, 2002; Fractura, 2003; Metal Fundente, 2004; Intriga em Família, 2007; Língua dos Eleitos, 2007. “…Estamos, así, ante una poesía que alcanza su vocación más singular cuando se sumerge en sensaciones o emociones fuertes, intensas, cercanas a los extremos o a las altas temperaturas (…) son palabras capaces de quemar como el fuego o el hielo, imágenes que surgen en la “inminencia del desastre” y se coagulan en una violencia verbal que atribuye al viento una dulzura de lámina o puede incluso descender a la realidad más cruda de lo cotidiano (…) También el dominio amoroso —absolutamente esencial en Pitta— aparece contaminado por la misma carga expresiva, por la misma intensidad. Cuando vemos el rostro de alguien definido como “un mapa / traspasado de ciudades saqueadas”, comprendemos hasta qué punto el erotismo corresponde aquí, en mayor o menor grado, a un territorio de seducción cuya fiebre desencadena un frenesí que involucra a veces una notable dosis de violencia (…) De hecho, aunque Pitta sea un poeta portugués y se haya apartado de la realidad mozambiquense de las últimas décadas, subsiste en su poesía la presencia nostálgica (...) de una “tierra / intacta y pura” ya perdida…” Fernando Pinto do Amaral). / “Además de poeta, ensayista y crítico agudo, sensible, minuciosa y perversamente bien documentado, Eduardo Pitta recorta, en el territorio resbaladizo de nuestras letras, un perfil singular y fuerte, de fulgores breves, nítidos, bruscos y decididos que le dan una identidad particular e inconfundible. Desde el primer libro (…) ya su voz se nos presentó hecha y segura, mostrándonos un discurso inquietante, sensual, ocasionalmente amenazador o al borde de lo casi siniestro, solar y voluptuoso, pero que incorpora, con igual apetencia, lo nocturno, lo violento y lo casi salvaje (…) Poeta de los más notables entre aquellos que en Mozambique se hicieron y de allá salieron, aunque esto no sea dicho con frecuencia, la marca de su poesía no tiene sin embargo mucho que ver con el llamado color local, así puedan hallarse en algunos trechos referencias de esa naturaleza…” (Eugénio Lisboa).




Poemas de EDUARDO PITTA

(Portugal, 1949)




VILNIUS YACÍA BAJO EL AGUA

Ahora que las palabras se secaron
y se hizo noche
entre nosotros dos,
ahora que ambos sabemos
de la irreversibilidad
del tiempo perdido,
nos resta este poema de amor y soledad.

Lo demás es la insistencia de los días,
persiguiéndonos, impiadosos,
con relojes,
personas,
paredes demasiado cenicientas,
todas las cosas inevitablemente
lógicas.

Pues la nuestra ni siquiera fue una historia
diferente.
La originalidad estaba toda en la pólvora
de los obuses, en el circunstanciado
disimulo
de las sonrisas a nuestro alrededor
y en el arcaísmo de la calleja donde hacíamos el amor.


*

Tenemos de las cosas el recuerdo de los viajes
ignotos. Y el sentido de ellos se despedaza
en el primer espejo de la memoria.

Como aquellas noches muy blancas
pobladas de crímenes inenarrables.

También nuestras manos, voraces,
palpan un camino de sangre:
el de incuestionables designios del amor.


*

Ocupamos el paisaje
que, desocupado, se ocupa
de nosotros.
Tiempo de ocupación, éste.

Somos el extranjero
que el silencio de paredes
blancas y olvidadas
perturbó.

Extasiado al menor rumor
de un estío
duro y claro
-todo láminas-.

Perplejo de la memoria
de estos días
sofocados en tedio
y cal.

De la palabra a la piedra
arrastrándose acuáticas
-las más sazonadas
las menos pulidas-.

Calcinada como fue,
en la raíz del tiempo, toda
la subliminal tentativa
de retorno.



________________________________________


Ahora que las palabras se secaron
y se hizo noche
entre nosotros dos,
ahora que ambos sabemos
de la irreversibilidad
del tiempo perdido,
nos resta este poema de amo y soledad.

Lo demás es la insistencia de los días,
persiguiéndonos, impiadosos,
con relojes,
personas,
paredes demasiados cenicientas,
todas las cosas inevitablemente
lógicas.

Pues la nuestra ni siquiera fue una historia
diferente.
La originalidad estaba toda en la pólvora
de los obuses, en el circunstanciado
disimulo
de las sonrisas a nuestro alrededor
y en el arcaísmo de la calleja donde hacíamos el amor.



*



Tenemos de las cosas el recuerdo de los viajes
ignotos. Y el sentido de ellos se despedaza
en el primer espejo de la memoria.

Como aquellas noche muy blancas
pobladas de crímenes inenarrables.

También nuestras manos, voraces,
palpan un camino de sangre:
de incuestionables designios del amor.



*


Ocupamos el paisaje
que, desocupado, se ocupa
de nosotros.
Tiempo de ocupación, éste.

Somos el extranjero
que el silencio de paredes
blancas y olvidadas
perturbó.

Extasiado al menor rumor
de un estío
duro y claro
—todo láminas—.

Perplejo de la memoria
de estos días
sofocados en tedio
y cal.

De la palabra a la piedra
arrastrándose acuáticas
—las más sazonadas
las menos pulidas—.

Calcinada como fue,
en la raíz del tiempo, toda

La subliminal tentativa
de retorno.













No hay comentarios:

Publicar un comentario