martes, 7 de octubre de 2014

DIEGO ALONSO SÁNCHEZ BARRUETO [13.576]


Diego Alonso Sánchez Barrueto

(Lima, Perú   1981)
Bachiller en literatura peruana e hispanoamericana por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Fue cofundador del Grupo de Creación y Publicación Literaria Sociedad Elefante y, bajo el sello editorial del mismo nombre (Sociedad Elefante Editores) publicó la plaqueta Mitsuya Nicolás y otros poemas (2002). 

En el año 2009 salió a la luz su primer libro, Por el pequeño sendero interior de Matsuo Basho (Lustra editores) y en el 2013 obtuvo el primer puesto en el VIII Concurso Nacional de Poesía de la Asociación Peruano Japonesa Premio José Watanabe Varas por el libro Se inicia un camino sin saberlo (Fondo editorial APJ, 2014). 
Actualmente es maestro del colegio Los Reyes Rojos de Barranco.



POEMAS:


1

En el templo de “la luna y la sombra”


La muerte de Yoshitada me llena de pesadumbre. Abrumado por la soledad recorro el templo de Zuiganji, fundado por el trigésimo segundo patriarca de Makabe a su regreso de China. En una de sus paredes reconozco la escritura de un poema que reza:

Rodeado de flores, libo solo,
ante un jarro de vino.
Así alzo mi copa y convido a la luna,
y con mi sombra, ya somos tres.

¡Oh luna! ¡Oh sombra!
Serán mis inmortales amigas.
Ya nos reuniremos algún día
en el cristalino río del cielo.

La noche me alcanza meditando en estos versos. ¡Li Tai Po! –grita mi alma- ¿Cómo pudiste percibir mi sentimiento novecientos años antes que naciera?
Pensando en Yoshitada vierto un poco de sake en el suelo rocoso del templo. Al amanecer, escribo:

Li Po bebe conmigo.
En Zuiganji
la luna y la sombra.



2

Iniciar el viaje


Hoy es el quinto día del Quinto Mes. He remojado pétalos de lirio para limpiar mis pies cansados mientras observo a unos niños zarandear un muñeco vestido de senshi. El río Hirose no está lejos, y aunque hoy –más que nunca- sus carpas deben estar nadando contra la corriente, yo me consumo en remediar si es tiempo de emprender viaje en busca de Li Po.
Mi amigo Yoshitada diría, sin duda:

Una carpa de papel
más valerosa
en río bravo.

En su honor decido abandonar Sendai y Matsushima, para redescubrir mi espíritu en alguna ciudad olvidada por la memoria.
Como despedida, al iniciar el viaje, cuelgo estos versos en uno de los pilares de mi casa:

Hoy Kodomo no hi.
Pétalos de lirios
desatan mis pies.



4

Las compañías del sendero


He seguido mi camino por los montes de Gessan y Yudono. Mi acompañante ocasional, un joven aprendiz de bonzo –aficionado al juego de Go- me pregunta por el motivo de mi viaje a China: “Pertinente Dajin, he de encontrar en Dangtu a Li Tai Po”, le digo. Dajin, que aún no conoce el arte de la poesía, me interroga por aquel hombre, imaginándolo un santo. Así, le recito el poema de “la luna y la sombra”. Mi joven acompañante se desanima hondamente al conocer la verdad, y se aplica de nuevo en sus pensamientos, quizá en una partida inconclusa de Go, que le espera a su regreso, en Edo.
Ya me había prevenido años antes mi maestro Kitamura:

Que tu búsqueda
sea canto de grulla,
pero en verano.



5

Puerto de Sakata


Llego a la costa de Hiyoriyama en los primeros días del Sexto Mes. El aroma de los cerezos es definitivo, aún mucho después de la celebración del hanami. El mar seduce con melancolía cuando sus aguas golpean el paisaje del puerto. Para los viajeros el litoral siempre se presta al regocijo y la reflexión. Gozoso compongo este poema:

Los cerezos en flor
perfuman las olas:
playa del sosiego.

Es difícil abandonar Sakata si se dispone del espíritu suficiente para contemplar el monte Chokai o la desembocadura del Mogami. Así, en este embeleso, paso tres días. Al amanecer del cuarto, con el corazón cargado de “buen viento”, abordo el Kasefune, un navío mercante que me llevará a Niigata.
En el puerto repaso un poema de Li Po:

Aquí es donde debemos separarnos.
Mareas solitarias se agitan por doquiera:
nubes flotantes, pensamientos del viajero,
sol naciente, sentimientos del amigo.

Vierto unas lágrimas recordando a mi viejo compañero y me digo: cualquier camino es bueno si voy contigo, osananajimi.
Así partimos. La luz ya ocupa el naciente.



6

En altamar


El permanente ir y venir del Kasefune, sobre la marea, ha llenado de paz mi ánimo. Admiro la belleza del océano que desafía en hermosura al mismo cielo. Bien se dice que uno es el reflejo del otro: como dos firmamentos o dos mareas interminables. Qué agradable resulta pensar en ello.
En los veinte volúmenes del Kokin Shu abundan poemas de tema marino, pero en especial guardo uno en la memoria:

Como el mar que golpea
las orillas del cielo,
al regresar la marea,
el amor que siento por ti
se hace más y más hondo.

Me emociona imaginar que ese amor sólo es comparable a la pasión que deben sentir los dioses en las alturas. Considerablemente impresionado, disminuyo mi momentánea soledad recordando a Juteini, un amor fugaz que padecí en Kyoto. Reconociendo que soy humano, escribo:

Línea del horizonte:
qué fragilidad
la de los amantes.






a césar calvo,
con torpeza.


se escribe un poema
para quitarle la ropa a una muchacha
y hacerle el amor sobre sus palabras
y hacerle el amor sobre las hojas que crepitan
como si fuera otoño
pero también se escribe un poema
para tener algo que decirle a la muchacha
porque sus labios son así
y la ternura de sus senos
es como la segunda madre
y sus ojos…
etcétera.





Contemplación

Salpica del cristalino manantial
un chorro de luz pura:
mi pequeño hijo nada,
y la belleza se convierte
en una valoración ingenua.

Sobre este espejo elemental
no existe la tristeza,
y aún nada de lo dicho en este poema
importa.

Sonido del agua –diría Bashō -,
¡claro!

(sonido del agua).





Variación de Li Po

No hace poco que nos hemos separado
y en mi puerta ya crecen crisantemos silvestres.
En la espesura, aves de hielo chillan inmortales
y sin descanso nos cuentan sus desdichas.

El rocío tenue ensombrece a las luciérnagas;
el frío marchita el campo solitario.
Mis mangas de seda se han humedecido 
con mis lágrimas incontenibles
¡y ni el paso del tiempo detiene el río de mi pena!





Variación de Matsuo Bashō

En la cumbre más alta de Yamagata, el templo Ryusyaku levita sobre el vacío. Bien vale andar los siete ri para llegar hasta él, siguiendo la senda del silencio. Ni siquiera las rocas más filudas nos amilanan en la subida, arrancando las raíces de los pinos y robles, tan viejos como la misma montaña. Las primeras nevadas han pintado de invierno la cima, y allí, sobre la roca madre, el templo nos reclama; pero sus puertas están cerradas: la música lejana se ha callado y el viento ya no golpea sobre las tranquilas sombras. 
Decido dar la vuelta por un risco, para subir por los peñascos hasta el santuario. Cansado frente a la hermosura quieta del paisaje, mi corazón se detiene:

Tregua de hielo:
¡quien más que la cigarra
perfora las rocas!








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