Luis Cané
Luis Cané, escritor argentino nacido en Mercedes el 1 de marzo de 1897 y fallecido el 1 de marzo de 1957.
Destacó como poeta, aunque también escribió prosa (Marido para mi hermanita y El amor de las muchachas) y teatro (Vanidad, La mujer que yo he soñado, y Un agujero para mirar el cielo, las tres estrenadas en el Teatro del Pueblo).1
Debutó con Mal estudiante en 1925, donde desarrolla ya su estilo travieso, despreocupado, juvenil, adolescente. Con Romancero del Río de la Plata (1936), Cancionero de Buenos Aires (1937), y Nuevos romances y cantares de la colonia (1938), elabora una entrañable oda a Buenos Aires.
Su poesía estuvo influida por el Siglo de oro español, sobre todo por Quevedo, Góngora y Lope de Vega.
Poesía
Mal estudiante (1925)
Tiempo de vivir (1927)
Romancero de niñas (1932)
Romancero del Río de la Plata (1936)
Cancionero de Buenos Aires (1937)
Nuevos romances y cantares de la colonia (1938)
Bailes y coplerías (1941)
Libro en espera (1943)
Prosa
Marido para mi hermanita
El amor de las muchachas
Teatro
Vanidad
La mujer que yo he soñado
Un agujero para mirar el cielo
EL JUEZ BRIBÓN
Señor Alcalde Primero
torcida Justicia hacéis,
no es de buenos juzgadores
ser la parte y ser el Juez.
Para administrar justicia
de verdad y buena fe,
mejor que letraduría
buen linaje hay que tener.
Si el saber es de letrados,
es de Jueces la honradez,
no juzga mejor un sabio
que juzga un hombre de bien.
El letrado finja ciencia,
más sepa el Juez su deber,
que el talento se simula
pero nunca la honradez.
Si la personal codicia
es vuestra suprema Ley
quebrantáis la magistratura,
sois torcedor de la fe.
Juzgar es ciencia de rectos,
no arte de enriquecer,
que juzgar derechamente,
fin de la justicia es.
Vuestro rigor es venganza,
vuestra clemencia interés...
Vaya el Juez a los estrados
y al mercado el mercader!
Quien tal justicia ejecuta
juzgado debiera ser,
porque en manos de bribones
es peligrosa la ley...".
ROMANCE DE LA NIÑA ENAMORADA
- Desde que quieres a ese hombre,
tus palabras son el eco
de sus engañosas frases
que están vibrando en tu pecho
- Desde que le quiero, madre
mi vida es dulce como un sueño
- Como en palabras sagradas
crees en sus juramentos,
sin ver que encada promesa
está el demonio en acecho
- Déjame tranquila, madre;
que si de amarle padezco,
no hacen falta sus reproches
para acrecentar mi duelo.
-Si de tanto amarle sufres,
hija, tu amor no comprendo;
que en mis tiempos de muchacha
no era el amor tan complejo.
- Usted no lo hará sentido,
madre, como yo lo siento;
que el dolor de los amantes
es dolor de todo tiempo.
- Cuando más quiero entenderte,
tu inquietud comprendo menos;
echas el alma en suspiros,
duermes en lecho de fuego,
y tanto ríes o cantas
como lloras en silencio.
- Cada minuto que pasa,
mi amor parece más nuevo
y yo me siento más bella,
para darle ás contento;
qué alegre estoy de ser casta,
de los veinte años que tengo
y de que amor profundo
ser albergue en tan lindo cuerpo.
- ¡Ay, hija, qué poco valen
a tu pasión mis consejos!...
(Pero la niña no atiende
más que a su encendido anhelo;
que la razón es poca agua
cuando es de amor tanto fuego.)
ROMANCE DE LA NIÑA NEGRA
Toda vestida de blanco,
almidonada y compuesta,
en la puerta de su casa
estaba la niña negra.
Un erguido moño blanco
decoraba su cabeza;
collares de cuentas rojas
al cuello le daban vueltas.
Las otras niñas del barrio
jugaban en la vereda;
las otras niñas del barrio
nunca jugaban con ella.
Toda vestida de blanco,
almidonada y compuesta,
en un silencio sin lágrimas,
lloraba la niña negra.
Toda vestida de blanco,
almidonada y compuesta
en su féretro de pino
reposa la niña negra.
A la presencia de Dios
un ángel blanco la lleva;
la niña negra no sabe
si ha de estar triste o contenta.
Dios la mira dulcemente
le acaricia la cabeza
y un lindo par de alas blancas
a sus espaldas sujeta.
Los dientes de mazamorra
brillan a la niña negra.
Dios llama a todos los ángeles
y dice: “¡ Jugad con ella!”.
ELOGIO A LAS NOVIAS DEL BARRIO DE FLORES
El que tenga corazòn
gastado en falsos amores
bùsquese una novia en Flores
y hallarà su salvaciòn.
Es fama que son sencillas
y alcanzan todas buen fin
aunque abusan del carmìn
que se dan en las mejillas.
Con modo pueril y tierno
piden promesas formales,
y como ellas son leales
ofrecen amor eterno.
Mejor que bajo cerrojos,
con su mirada tendida
me guardan toda la vida
en la càrcel de sus ojos.
Cuando empiezan a soñar
- ya en edad de los juguetes-
las atraen los cadetes
del Colegio Militar.
Despuès tienen la ilusiòn
de principescos amados,
mas se casan con empleados
del Banco de la Naciòn.
Son hermanitas menores
de las estrellas del cielo,
nada al dolor da el consuelo
de sus ojos soñadores.
Cada una en su corazòn
guarda memoria secreta
de algùn martes de retreta
en la Plaza Pueyrredòn.
En sus almas puras arde
cual un cirio en un altar,
el recuerdo familiar
de Las Rosas de la Tarde
Para embellecer su vida
de las calles ciudadanas,
vienen todas las semanas
a lucirse por Florida.
Cuando piden la merced
de apurar su matrimonio
colocan a San Antonio
vuelto contra la pared.
Màs que con recias razones
de intransigente porfìa,
con versos de antologìa
se ablandan sus corazones.
No tienen la pretensiòn
de las chicas de Belgrano,
son profesoras de Piano
o de Corte y Confecciòn.
CIUDAD DE CONQUISTADORES
Ciudad de conquistadores,
Ciudad apenas aldea,
Entre el río y la llanura
Porfiada e inquieta,
Por tierra, de indios rebeldes,
Por agua, de urcas flamencas.
De buena entrada y salida
Por el mar y por la tierra,
En legua de tres mil pasos
Asiéntase en cuatro leguas.
Es terreno liso y fértil
Y dos zanjas lo atraviesan.
Las viviendas son de barro
Y de paja cortadera.
Cuadras dividen la planta.
Abriendo en calles derechas
Rumbo hacia los cuatro puntos
Cardinales del planeta.
Ciudad de conquistadores
Trazada a cordel y regla.
Aire puro, clima suave.
Fruta sana y agua buena,
Cielo benigno y sereno:
Son regalo de estas tierras.
Solamente el viento Norte
Hace amarga la existencia;
No hay carácter español
Que resista su aspereza.
¡Viento Norte de las Indias
Que siempre busca pendencias!
(El resto es muy poca cosa;
No faltan, en cualquier época,
Catarros para los viejos,
Para los niños viruelas).
En torno de la ciudad
Van poblando las dehesas:
Vacas y ovejas de vientre.
Gallinas, yeguas y puercas.
No falta trigo, maíz,
Ni otras comidas de tierra.
Siempre con las arma: prontas
La vida se sobrelleva,
Dispuestos para la lucha
Y a toques de caja alerta.
Gente guerrera es el indio
Y, aunque no provoca guerra.
Ronda por los aledrño3
Destruyendo sementeras,
Asaltando caravanas
Y despojando las huertas.
Vecino que, por negocios.
Hasta Santa Fe se arriesga.
Antes de emprender camino
Confiesa, comulga y testa.
A los indios que cautivan
Los reducen y sosiegan;
Sus ideas les imponen
Por el temor y la fuerza.
Para poca cosa sirven,
Su reducción no aprovecha.
Prefieren morir a palos
Que servir con diligencia.
No son indios de rescate,
Y pues nada tienen ni siembran;
Sólo para aniquilarlos
Puede hacérmeles la guerra.
Ciudad de conquistadores
A cuatro rumbos abierta:
San Roque le dé salud
Y San Martín la proteja.
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