sábado, 9 de marzo de 2013

JOSÉ MARÍA MORÓN [9403]



José María Morón
(Huelva, 1897-1966)

José María Morón ha pasado del generalizado reconocimiento en los años treinta, cuando su libro Minero de estrellas obtuvo el primer accésit en el Premio Nacional de Literatura, al completo olvido en los años posteriores a la guerra civil. En 1936 se le dio por muerto y algunas de las más notables figuras de la España republicana, Antonio Machado entre ellas, lamentaron su asesinato. Pero se salvó en el último momento y, logró vivir largos años durante el franquismo, camuflado de oscuro funcionario y ocupado en experimentos poéticos de muy escaso interés, como lograr que todos los versos de un soneto tuvieran, además del mismo número de sílabas, la misma extensión, cuarenta y siete espacios, para darle -escribía- «categoría de sillar recién labrado». «Creo que esta innovación no ha sido hecha por poeta alguno desde que existe el mundo de la poesía», añadía con ingenuo orgullo (citado por Pérez Bowie, pág. 57).
Minero de estrellas es una de las primeras y más destacadas muestras de la poesía social en los años treinta. Muy cercano en lo formal a Rafael Alberti y a otros poetas del 27, su poesía, a juicio de Jorge Urrutia, «significó la conciliación de las estéticas neogongorinas y paraproletarias. Desde el punto de vista del neogongorismo de Gerardo Diego resultaba tardío. No lo era tanto desde la perspectiva del poema de fuerte compromiso ideológico. Pero lo original de Morón era la belleza formal de unos poemas que se referían al mundo obrero de las minas onubenses». Según el citado estudioso, «tal capacidad embellecedora del lenguaje hace pensar, aunque nunca fuera tan barroco, en la estética de la prosa de otro poeta de Huelva, Juan Ramón Jiménez, que también supo envolver la dureza de lo descrito en el fulgurante verbo de Platero y yo». (en Leopoldo de Luis, pág. 47).

Obra poética

Minero de estrellas, Sevilla, Imprenta Piñal, 1933; 2.ª ed. corregida, Nerva (Huelva), Ateneo, 1936.
Minero de estrellas y otros poemas, estudio preliminar de J. A. Pérez Bowie, Huelva, Diputación Provincial, 1993.
Minero de estrellas (antología poética), selección de Manuel Sánchez Tello, Huelva, La Voz de Huelva, 1999.

Bibliografía

GARCÍA MARTÍN, José Luis, «Las sombras recobradas», en Cómo tratar y maltratar a los poetas, Gijón, Llibros del Pexe, 1996, págs. 54-55.
LECHNER, J., El compromiso en la poesía española del siglo XX, Leiden, Universitaire pres, 1968, vol. I, págs. 102-106, vol. II, págs. 59-66.
LUIS, Leopoldo de, Poesía social española contemporánea, edición y notas de Fanny Rubio y Jorge Urrutia, Madrid, Biblioteca Nueva, 2000, págs. 40-50.
MENESES, Carlos, «Las dos vidas del poeta Morón», en Papeles de Son Armadáns, núm. 232, Madrid-Palma de Mallorca, julio de 1975.
PÉREZ BOWIE, J. A., «Preliminar», en Minero de estrellas y otros poemas, págs. 7-58.




Epístola a los mineros de Río Tinto

 ¿Nombres? Yo no recuerdo ninguno entre mis labios.
Sólo el enorme, anónimo, del genérico esfuerzo.
El que expanden las arduas muchedumbres activas,
cuando los otros nombres ya olvidaron sus cuerpos.

En rebelión de músculos y torsos distendidos,
yo os he visto ganar un cielo cada día
y ese pan merecido, que al llegar a la boca,
tiene el sabor caliente de vuestra propia vida.

¡Hombres de hollín y lodo! Menhires elevados
como un tenaz milagro de voluntad y tiempo,
con el pico en el aire, o con la pala al hombro,
sobre el paisaje ardido de escorias y de aceros.

Cuando agoniza en largo gemido la sirena
y el alba azul exprime los panales del sueño,
ya en pie, terca milicia, de harapos y alpargatas,
camináis a la fiesta de la tierra y el fuego.

A esa bárbara fiesta en que el martillo es pájaro,
y son los yunques rojos surtidores de estrellas;
los altos hornos brindan su sangre a los ponientes
y cazan nubes albas las negras chimeneas.

A la fiesta hervorosa, de los bosques eléctricos,
donde las grúas famélicas rumian huesos de rocas
y van las sucias crías de vagones piantes
colgadas en las ubres de las locomotoras.

A la fiesta rodante de las trémulas fábricas,
donde el metal agita su candente epilepsia
y lanzan sus metáforas violentas los motores,
en la música negra de émbolos y poleas.

A fiesta plutónica del filón millonario,
allá, en los fondos negros de la mina inexhausta,
cuando zumban los pulsos del mundo en vuestras sienes
y sobre vuestros hombros cabalgan las montañas.

Tenéis toda mi vida pequeña en vuestras manos,
cunas de los asombros más dulces de mis días;
aquella vida rubia que se me fue riendo
por el áspero y roto paisaje de la mina.

¿Nombres? Yo no recuerdo ninguno entre mis labios,
sólo el enorme, anónimo, del genérico esfuerzo.
¡Hombres de hollín y lodo! ¡Mineros de Río Tinto!
Yo os guardo en el más alto mirabel del recuerdo.

  





Bartolomé Morón

 Las sondas de tus ojos, en sueños verticales,
sobre los fondos últimos que la mina dilata,
hurtando lunas frías y conchas siderales,
a la alta veta rubia, de los labios de plata.

Capataz de las rocas canas de minerales,
equipado de hollín y de lodo escarlata.
Te diplomaron hornos, yunques y pedernales,
con el candil minero y la blanca alpargata.

Y tú, ya cuaternario y ausente de niveles,
harto de longitudes y de números fieles,
vivías la millonaria noche de las piritas.

Vaivoda de los gnomos, de albas barbas filadas,
jardineros del parque, azul, de estalactitas,
donde el agua idealiza sus flautas apagadas.









 T.S.H.

 Las ciudades ubicuas, esta noche, al oído,
cambian ramos de patrias con azules aromas...
Ya la fábula insomne de tu voz ha surgido
y luceros y estrellas ponen puntos y comas.

¡Palomar de la onda! ¡Mi oído es como un nido
izado a la esperanza!... Y he aquí las palomas,
que han llegado a los altos cimbeles del sonido
adornadas con lazos de todos los idiomas.

La educada distancia jovial nos da la mano
y ya el mundo, oh amiga universal, es tan llano
que se percibe el tibio color de tu mirada,

a través del viajero corazón de tu acento,
tan dulce que esta noche se despluma en el viento
para mullir de claros desvelos mi almohada.









Alba rural

 Con la comadre luna ya estrellas desveladas
junto al fogón del día secan sus delantales.
Se envían los gallos rotas distancias renovadas
y asnos plenos derrumban silencios y corrales.

Flautas decoran párvulas abundancias mojadas,
duchas de agua en gorjeos de pozos irreales
y un vertical repique de alondras, elevadas,
sobre el candor agrario de la tierra en pañales.

Recovera temprana de sueños y luceros,
olorosa a mercados, hada de los fruteros,
hasta mi lecho el alba penetra de puntillas.

Entre sus blancas sábanas despierta el caserío...,
y la dulce mañana empolvada de frío
va a misa con almendros de floridas mantillas.






  


Expreso

 En largo acordeón de sombra, ardiendo,
tromba de escaparates seguidores,
a cien rayos la hora persiguiendo
fugas de pueblos, árboles y alcores...

Por la epilepsia forestal, mugiendo
a los férreos rebaños invasores,
corneando el confín y en dos partiendo
la burla de los vientos lidiadores.

Puentes de turbia lengua y revoladas
cales, huyendo, tras las estaciones
telegráficamente trasplantadas.

En una expectación de lejanías...
cuando pulsa, entre raudas ovaciones,
su pase de la muerte el guardavías.

[Minero de estrellas]





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