jueves, 23 de agosto de 2012

7500.- DAFNE PIDEMUNT






Dafne Pidemunt nació en Buenos Aires (Argentina), en el año 1977. Realizó estudios de cine en la Escuela Municipal de Cine y Video de Lomas de Zamora. Participó de diversos ciclos literarios. Realizó talleres de escritura en La casa de la Poesía. Tiene publicado «El juego de las estatuas», 1ed.  Yügen, 2004. 
Actualmente está preparando su segundo libro «La avidez del silencio»,  estudiando el profesorado de castellano, literatura y latín en el Instituto Superior J.V. Gonzalez  y dando clases de escritura creativa.
dafne_pidemunt@hotmail.com







del libro El Juego de las Estatuas (2004, Yugen) 

Me hacen madre en la noche
Sus juegos despedazan mi ombligo
roto el cordón umbilical
ningún juego es posible
pero mis padres son muy niños aún.
Mamá y papá nunca entendieron 
que eran ellos quienes jugaban en mi infancia
que era yo quien se desvelaba en las noches
quien los tapaba al dormir
y les cantaba.







Ella no me ama a mí.
Ella ama mi palabra, mi juego.
Poeta nacida de vientre judío
Juego con una religión desconocida
Le digo en idish cosas que no entiendo
En castellano.
Lo que sea por otra noche en tus brazos
Lo que sea por otro beso en mis pálidos labios.
-Querés palabras?-le dije
Jamás se detuvo en las palabras que no po-
drían nunca bucear por su sexo
Como lo hace mi física lengua.
-¡Más poemas pequeña!, ¡Más poemas!-
me exigía cada noche al dormirse en mis bra-
zos
-O se ama o se escribe.
Amor y literatura no deben tocarse-
Ella sabe y no le importa.

Poeta nacida de vientre judío

y ah, suspiro mediante
comienzo el poema
que dire esta noche







Tuve un amor sagrado.
¿Quién se anima a batirse a duelo con la muer-
te después de haber amado?
Sigo jugando con mis patas rotas
la danza de las estatuas
al filo del ojo de quien las contempla.
El dolor llega hasta el umbral de la mirada.

En el juego de las estatuas
las piernas bailan y corren lastimadas por la
caída.
¿se animaría el que cuenta hasta tres
a darse vuelta y observar a los jugadores?

La tarde cae en mis ojos ancianos.

Ya he jugado a las estatuas,
ya he amado
¿Que más pedirle al dolor de envejecer;
si mis recuerdos resuenan en la noche
como el tambor del niño que no quería crecer
y se quedaba enano?






MADRE

El consuelo de escribir.
Mi madre se emborracha. Una y otra vez la
asesino.
Muerta, resucitada, continúa suicidándose.
Piesno en la música, trato de no llorar,
la máquina de escribir repite los mismos erro-
res en la misma tecla, mi madre tipea. A lo 
lejos yo la observo;
vaya coincidencia, al igual que la máquina yo
repito siempre los mismos errores que mi ma-
dre, en las mismas situaciones.
me emborracho, me asesinan, resucito. me sui-
cido.
Y mi madre a la par mía vive con el consuelo
de escribir, imitándome.



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