AURORA DE ALBORNOZ
(1926-1990)
Crítica literaria y poetisa natural de Luarca (Asturias) y fallecida en Madrid el 6 de junio de 1990. Entre su obra destacan los estudios y ediciones de Juan Ramón Jiménez, En el otro costado (1974); de Antonio Machado, Poesías de guerra de Antonio Machado (1961), La prehistoria de Antonio Machado (1968), La presencia de Miguel de Unamuno en Antonio Machado (1968), Canciones de Guiomar (1990); de José Hierro, León Felipe, Pablo Neruda, etc. Como autora de poemas nos ha ofrecido libros como Brazo de niebla (1955 y 1957), Poemas para alcanzar un segundo (1961 y 1984), En busca de esos niños en hilera, Palabras desatadas (1972), Palabras reunidas (1983) y Cronilíricas (1991), así como las prosas poéticas Por la primavera blanca (1962).
Todo amor es fantasía
Todo amor es fantasía, de sobra lo sabemos: inventa al amante, a la amada, nos inventamos con año, día, sabor, piel... Nuestros sueños separados inventan la melodía que nuestros sueños juntos descomponen, destrozan, recomponen. Que nuestros cuerpos juntos sueñan, viva, eterna.
Todo amor es asombrada fantasía, iluminada fantasía sin palabras, acaso queriéndose fijar en palabras.
Palabras. Palabras las tuyas creándome, inventando a éste que...
Los ojos que miro, parados, verdosamente inseguros ¿los aprendo en el espejo, en las palabras, tus palabras?
Ahora unos dedos (mis dedos) rozan unos brazos (estos brazos) modelan suavemente una cintura, se redondean sobre unas caderas, piensan una piel real, un cuerpo ¿real o fantasía inventada por el amor, tu amor hecho palabras?
Fantasía-Guiomar que creaste, creí:
Sólo mi figura como una centella blanca, fija e inmóvil una centella de tiempo sólo, oscila, viene y va, en espiral asciende, desciende hasta ti, entre tus brazos es ala o piel palpitante la figura, mi blanca figura que se derrama en chorro multicolor, cintas que atan, desatan rojos, azules, oro sobre pizarra gris, multicolor sobre tu noche oscura rayándola de cascabeles brillándola, trenzándose en luz, alzándose en luz-sonido, mi figura fugaz que se derrama, se perfila en tecnicolor de japonesa armonía, azulea, rojea, sonríe, reluce dorada sobre todos los grises, te ofrece el ovillo dorado que tus manos toman, te ofrezco mis manos, mis liberadoras manos, atamos nuestras manos, nuestras bocas, hallamos el hilo del claro
día, día-nosotros.
(Desde la penumbra de una butaca de patio nos miré un instante proyectados allí: nos contemplé —en tan sólo un instante-centella— liberados.)
Lo dice, repite y repite una voz
Lo dice, repite y repite una voz, garganta, entrañas de mujer que dulcemente se desgranan en sílabas, dulces palabras de mujer que dicen, gustan y regustan que por siempre llevarás sabor a mí. Tus labios llevarán sabor a mí. Y la memoria va desperezándose, desenredando ovillos, dorados o azules o cordíalmente grana, ovillos de palabras ondulantes de suave caminar hasta allí (donde aún no estaba Guiomar) y allí las palabras. Las palabras deslizándose por el aire cálido, desde el aire a los adentros, mis adentros aquí que ahora las escuchan en algún tocadiscos vecino, que ahora las gustan y regustan avivadoras de un tiempo tejido con ellas, con esas o parecidas palabras que cantaban verdades lánguidamente tristes, o fulgurantes como abiertas quemaduras, que iluminaban ilusiones de verdades. Palabras, de mujer o de hombre: palabras de bolero. De mujer, aquéllas, éstas que dicen y repiten y regustan sabor a mí, a mí que ahora, en gesto convencional, junto los párpados en son de recuerdo y dejo que mi cabeza repose en el hueco de mis manos y me dispongo a pensar que pienso y pienso ahora si llevarás sabor a mí, si llevaré sabor a ti si llevarán tus labios —¿dices que nada se pierde?— sí aún llevaran tus labios, que dónde los sabores otros que traías, los que creíste eternos, este mío de hoy...
Mira, yo, la Guiomar por ti creada, estoy ahora —fondo azul de boleros— creando una ilusión: por siempre llevarás sabor a mí. Y quien vive de crear ilusiones no morirá jamás de desengaños.
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