sábado, 10 de marzo de 2012

KEVIN YOUNG [6.078]


KEVIN YOUNG

Kevin Young nació en 1970 en Lincoln, Nebraska. 
Presentamos una muestra del poeta Kevin Young, fue alumno de grandes poetas como Seamus Heaney y Lucis Brock-Broido en la universidad de Harvard, donde participó como miembro activo del Dark Room, Collective, una comunicad de escritores afroamericanos. Es autor de numerosos libros de poesía, por ejemplo la denominada “trilogía americana”: Repel Ghosts (2001), que explora las pinturas de Jean-Michel Basquiat; Jelly Roll (2003), una colección de poemas de blues; Y Black Maria (2005); sus publicaciones más recientes son Blue Laws: Selected & Uncollected Poems 1995-2015 y Book of Hours (2014). Recientemente fue nombrado editor de poesía de The New Yorker. La traducción de esta selección de poemas es de Gustavo Osorio.



La luz aquí te deja
solo, desvanecido

al igual que el anochecer
que tarda demasiado

en arribar. Por la mañana
la montaña moviéndose

un poco más cerca del sol.

Este valle pertenece
a nadie —

exceptuando a las aves que se nombran
a sí mismas por sus cantos

en el amanecer.
Que buenos

son los deseos, si no se han
agotado

La lámpara de tus brazos.

El más brillante
azul bajo las nubes-

Adivinamos
lo que viene

a diferencia de la montaña

quien lo sabe
hasta los huesos, una música

demasiado alta
para escalarla.





El quemado,
borroso mundo

dónde termina—

El viento
alza el olor

de los establos
donde las herraduras sostienen

no solo la suerte, sino
más allá. Pero

el peso. Pero un cuerpo

que en sí mismo se quema,
ruega correr

La góndola desaparece
más allá de las nubes.

Los postes telefónicos
altas cruces en el camino.

Déjanos ir
cada uno, hacia el valle—

Volvernos
& nuestras camisas de cabello

de adentro hacia afuera, deja que el mundo
nos incomode —por vez primera—






Negro como un ojo

la noche amoratada se ilumina
por la mañana, amarillo

luego gris—
un recuerdo.

Cómo era la luz.

Todo el día el calor un pesado,
colorido abrigo.

Quiero recostarme
como el cordero—

profundo & profundo
hasta ido—

despojado de su lana.
El frescor

de permanecer & alzarse
en este valle,

el cañón entre nosotros
empuja nuestros ecos.

Gime, & hace camino.






La pequeña furia del sol
me alimenta

Viento muriendo.

Retrasamos & oscilamos
después somos levantados

hacia él, el brillo
en todas partes—

Oh ajustarse.
Oh la musica

mientras nos elevamos
es pequeña, pero sacia.

Lo que quieres—

nadie o nada
satura nuestro corto trayecto.

Incluso por encima de los pájaros,
volando hacia el cielo,

el mundo es duro
dejar atrás

o la tierra en contra—
debe terminar.

En verdad quiero hacerlo.

Girando despacio bajo
nuestros pies,

encontrando sol, visto
desde arriba,

este mundo se parece
a nosotros— sobre todo

sal, agua oscura.



*



Es la muerte no
hay una cura para

la vida la larga
enfermedad.

Si tenemos suerte.

De lo contrario, corto
viaje más allá.

Y por debajo.

La tarde,
creciente sombra.

Yo persigo el silencio
alrededor de la casa.

Pronto el sonido—

el viento lega
su camino en contra

los paneles. Da la bienvenida
a la lluvia.

Da la bienvenida
a la luna entrecerrando los ojos

hacia el espacio.
Los árboles

se inclinan como sacerdotes.

La tormenta levanta
las hojas.

Por qué no cantar.

De “El libro de las horas”





The light here leaves you
lonely, fading

as does the dusk
that takes too long

to arrive. By morning
the mountain moving 
  
a bit closer to the sun.
          

This vally belongs
to no one—

except birds who name
themselves by their songs

in the dawn.
What good

are wishes, if they aren’t
used up

The lamp of your arms.

The brightest
blue beneath the clouds—

We guess
at what’s next

unlike the mountain

who knows it
in the bones, a music

too high
to scale.



*       



The burnt,
blurred world

where does it end—

The wind
kicks up the scent

from the stables
where horseshoes hold

not just luck, but
beyond. But

weight. But a body

that itself burns,
begs to run.

The gondola quits just
past the clouds.

The telephone poles
tall crosses in the road.

Let us go
each, into the valley—

turn ourselves
& our hairshirts

inside out, let the world
itch—for once—



*       



Black like an eye

bruised night brightens
by morning, yellow

then grey—
a memory.

What the light was like.

All day the heat a heavy,
colored coat.

I want to lie
down like the lamb—

down & down
till gone—

shorn of its wool.
The cool

of setting & rising
in this valley,

the canyon between us
shoulders our echoes.

Moan, & make way.



*       



The sun’s small fury
feeds me.

Wind dying down.

We delay, & dither
then are lifted

into it, brightness
all about—

O setting.
O the music

as we soar
is small, yet sating.

What you want—

Nobody, or nothing
fills our short journeying.

Above even the birds,
winging heavenward,

the world is hard
to leave behind

or land against—
must end.

I mean to make it.

Turning slow beneath
our feet,

finding sun, seen
from above,

this world looks
like us—mostly

salt, dark water.



*       



It’s death there
is no cure for

life the long
disease.

If we’re lucky.

Otherwise, short
trip beyond.

And below.

Noon,
growing shadow.

I chase the quiet
round the house.

Soon the sound—

wind wills
its way against

the panes. Welcome
the rain.

Welcome
the moon’s squinting

into space.
The trees

bow like priests.

The storm lifts
up the leaves.

Why not sing.


from “Book of Hours”





***




The Dry Spell

Waking early
with the warming house
my grandmother knew what to do
taking care not to wake
Da Da she cooked up a storm
in darkness adding silent spices
and hot sauce

to stay cool. She ate later, alone
after the children had been gathered
and made to eat
her red eggs. Da Da rose
late, long after
the roosters had crowed
his name, clearing
an ashy throat
pulling on long
wooly underwear
to make him sweat

even more. The fields have gone
long enough without water
he liked to say, so can I
and when he returned
pounds heavier
from those thirsty fields
he was even cooler
losing each soaked
woolen skin
to the floor, dropping
naked rain in his
wife’s earthen arms.






Oda al Medio Oeste

El país de donde vengo
se llama el Medio Oeste

—Bob Dylan


Quiero que me bañen
en queso

y me frían. Quiero
deambular

por los pasillos, con el supermercado
de mi corazón repleto hasta el tope

como colesterol. Quiero morir
usando un pantalón deportivo—

Quiero vivir
usando eternamente un suéter navideño,

amamantar de frente
a un osito de peluche. Quiero pagar

con cheque en la caja rápida.
Quiero raspar

hasta dejar limpia la entrada de mi cochera

a mí mismo, temprano, antes
de que ninguno despierte—

eso los avergonzará —
Quiero ver lo que el sol

ve antes de decirle
a la nieve que se vaya. Quiero ser

la única persona negra que conozco.

Quiero lastimarme
la espalda y no

quejarme de eso.
Quiero conducir mi auto

por tan sólo dos cuadras. Para qué caminar—

Quiero amar, y hacer cosas—

Quiero cortarme las
suturas yo mismo.

Quiero corretear
río abajo

y hacerlo mi lecho—

Quiero caminar
en sus riberas enlodadas

y construirme un retiro.

Traté de saltar al río,
estaba congelado—

Creo que iré a casa,
a mis habitaciones donde la luna

brilla y cambia

como el televisor

Traducción: Olga Y. Mancinelli










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