jueves, 14 de julio de 2011

4172.- JACINTO PARIENTE


Jacinto Pariente (Málaga, 1972) ha publicado los poemarios ‘Muerte’, en la colección Monosabio, y ‘E’, en la colección Puerta del Mar, aparte de numerosas plaquettes y cuadernillos, el último de los cuales es ‘El cuento de la princesa Ciruela’ colección Cuadernos del Agravio, Ediciones Imperdonables, árbol de Poe, Málaga.





Poemas de Jacinto Pariente


I


Camina un poco, otea en lontananza
Y estira su increíble gabardina,
Su andar derecho y porte de sardina:
La tarde es suya, empiece ya la danza.

No se sabe ninguna adivinanza,
Le late el corazón por cada esquina
Ni tiene el ánimo para quinina
Ni se junta con siervos de la panza.

Resiste en su garita solitaria,
Guardagujas de un tren que ya no pasa,
En los ojos verbenas de malaria,
En la mano el punzón del que fracasa.
La tarde es suya, Esparta está en la luna
Dentro de su martini, una aceituna.



II


Con aire de pitufa del espacio
Pisa fuerte y no se anda por las ramas
No le va compartir siempre sus camas
Y duerme bien y duerme muy despacio.

Escuadra, cartabón y cartapacio
Es exacta: la amas, no la amas:
Hay más fuego en el fuego que en las llamas
Y no es un príncipe el primer batracio.

Yo quiero hacer un viaje por su boca
Y dormir de acampada por su pelo:
Lonely planet no hay, brújula loca,
No hay pintada una cruz blanca en el suelo.
Tesoro y plano son la misma cosa,
Ella es el mundo, enorme y misteriosa.





III

Es rezando un oscuro catecismo,
Dejando la basura analizada
Que por averiguar no quede nada,
No al misterio, al secreto y al abismo.

Es fiando la vida al ahora mismo
Y ofreciendo por hostia una almohada
Es haciendo creer que una pulgada
Falta para pisar el espejismo.

Y es haciendo temer al mal mañana
Es haciendo creer de mil y un modos
Vano el silencio, la soledad vana,
Hablando y no diciendo, y con apodos
Nombrando a la palabra charlatana.
Así es como nos dan el timo a todos.





IV

( A Juan Miguel González )

El enemigo armado, el enemigo,
La pereza, la India , las cortinas,
Los paraguas, los celos, las gominas,
Lo que del paño sé de algún abrigo,

La ropa y esas pintas; y conmigo
Los malos entendidos, las muy finas,
Los símbolos de lata y de letrinas
Y el horror del androide y del castigo.

Lo moderno y su vil bata de cola
Y lo antiguo y su cínica quincalla,
La verdad que deshoja trola y trola
Y lo falso que larga siempre tralla,
Lo prohibido in aeterno, lo que mola
Y lo que se contiene y nunca estalla.





Antes de que termine y me remate
La máxima pureza o la total
Sobreadulteración, misma sustancia,
Caras de la moneda diferentes
Quiero decir tan sólo unas palabras:
No existe dios pero sí el paraíso
Y vestido de cuero un ángel guarda
Armado de jeringas la cancela.
No existe dios, pero en cambio su sastre
Tejió para nosotros un vestido
De blanco polvo llamado adicción.








Cuando me faltas tú no soy un hombre,
las palabras no son más que palabras
Y me siento tan débil y tan ínfimo
Que podría matarme cualquier niña
De un pisotón, de un susto, de un codazo,
Y ahora me faltas tú y no soy un hombre,
Soy una angustia andando, soy un nervio,
soy una cara roja y unos labios
Rompiendo con espuma en los contornos.
Soy la mirada en vena del terror
Furia soltando y furia recibiendo.
Cualquier similitud conmigo mismo
Te lo aseguro, es pura coincidencia.









Tu pecho virgen que se abre, cediendo
Blandamente su himen de costillas.
Yo no soy un cuchillo, soy un hombre,
una extensión armada de su mano
Que busca por tu guía telefónica
El número de las malas noticias;
Que busca en tu interior, es relojero,
El mecanismo exacto del latido.
Saco del corazón un plazo sólo
Y dejo a cambio el horizonte extenso
Que es mi diente y mi cuerpo y tu retrato
Enfundado en tu cuerpo, nueva vaina.
Tu herida el negativo de mi sombra,
De la mano del hombre su extensión.

(de Muerte, Ayuntamiento de Málaga, Colección Monosabio, 2000)









Luego, al arrancarte la ropa,
Porque era la corteza que era la
Cáscara de una simple mandarina,
Apareció tu sexo más profundo
Que una granada abierta y más obsceno;
Sendero no explorado en cuyo fondo
Luces de una ciudad parpadeaban.
Por el puño cerrado de la noche
Junto nuestro placer iba colando.
Alzaste en una pica las cabezas
De embajadas de amor no negociables.
Patria o muerte, dijiste, no hay victoria
Sólo derrota inmensa e ir mordiéndonos.









Hiedra entonces, enróscate en mi torso,
Tu vegetalidad daré por mía;
Acábate este agua que apuran mis raíces,
El líquido recuerdo de tu cuerpo,
Que yo, que me he bebido tu saliva,
Muy pronto he de dar flores con tu rostro.

(de E, Málaga, Colección Puerta del Mar, Nº 65, 2002)



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